Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

34. Mala cartelera. Peor cobertura

—¿Cómo dices que se llama la peli?

—Bajo la luna llena.

—¡Buah! ¡Vaya coñazo! —se cambia el móvil de mano— seguro que es de terror. ¡Odio el cine de terror!

—¿Y qué quieres? —replica ella sarcástica—. ¡En este pueblucho la cartelera no ofrece más en sesión nocturna! ¿Prefieres la matiné y que vean todos quién me hace estos chupetones? —grita palpándose el cuello.

—Porfa,… —vuelve a cambiarse el teléfono de lado, esbozando una sonrisita tímida y desentrenada como si no le cupieran bien los dientes en la boca—. No te mosquees…

Ella hace una pausa, vacía una mirada pasillo abajo por si aparecen sus padres y cambia de tema:

—¿Cómo llevas la conjuntivitis?

—Como siempre, chata.

—…

—¿Sigues ahí?

—Claro, amor.

—Bien, aquí la cobertura es fatal —él va a lo práctico—. Tú procura que no se enteren tus padres. Vigila.

—Entonces, ¿a las once?

—Vaaale, tú ganas… —concede él antes de colgar. Se pasa ansioso la lengua por los colmillos y cierra la tapa del ataúd, intentando descabezar un sueñecito.

Desde fuera se oye su queja:

—Pero, ¡cómo me jode el cine de terror!

33. Inspiración (Eva García)

Erizas mi alma al mostrarte  plena, rotunda, reina del  infinito y de mi voluntad.  Juegas a nacarar la piel de su cuello tornándolo apetitoso y sospecho tu luz atrapada en sus pupilas inertes mientras me escucho susurrarle los versos que bullen en mi mente bajo tu influjo. Ahogo un aullido salvaje presintiendo su inocencia, pero cuando  imagino mi mano  sumergida en el lago, justo donde parece habitar tu reflejo, tratando de sobreponerse  al escalofrío de borrar el rastro oscuro  de su sangre, jadeo de amor y deseo.

De repente,  una nube se enreda en tu halo y oculta tu brillo magnético. Las sombras se relajan y mis ojos se enfocan en el mundo real. Sonrío, aliviado, a la joven que caminaba junto a la orilla, ajena a nuestro lunático idilio. Aún perduran la respiración agitada, la crispación de mis manos y, afortunadamente, las preciosas palabras que me apresuro a plasmar en un cuaderno, antes de que el sol perturbe mi memoria.

32. CONGAS

Para mi esa verbena no era más que la posibilidad de bailar con ella sin que a nadie le pareciera extraño ni se percatara de lo nuestro.

Mientras disfrutaban de “La conga de Jalisco”, como si vivieran el gran momento de sus cotidianas vidas, nos escapamos a la era para tumbarnos bajo la atenta mirada de una luna disfrazada de enorme canica blanca.

Fue al paso de una estrella fugaz cuando Lucia propuso que pensáramos un deseo en silencio entrelazando nuestras manos, y según ella si coincidíamos se cumpliría al instante.

La verdad es que el instante duró cuatro verbenas, pero a los quince años, en la misma era, bajo el mismo cielo, pero con luna nueva, no hubiéramos visto pasar a un metro de nuestros descubiertos cuerpos al mismísimo diablo en un carro de fuego.

31. El color de las sombras (Patricia Richmond)

¿Os habéis fijado en que las sombras son menos oscuras durante las noches de luna llena?

La señorita Paula lo sabía y, en cuanto la luz lunar invadía su jardín, se ponía el delantal de hule, preparaba barreños y estropajos y esperaba. A las doce en punto abría la puerta que daba a la plaza y los vecinos que hacían fila pasaban en orden.

Con jabón de glicerina y unas gotas de lejía frotaba las manchas que la luna le permitía distinguir sobre las sombras recién aclaradas de sus paisanos. Todos se iban contentos, con la conciencia limpia y preparada para seguir cometiendo sus faltas durante otro mes.

Ella no pedía nada a cambio pero aceptaba la voluntad. Corrió el rumor de que había amasado una fortuna y que, de tanto en tanto, viajaba a la capital para repartir su riqueza entre los pobres y rezar en la catedral.

Era cierto que la señorita Paula, con sus ganancias en el bolso, tomaba el tren todos los primeros viernes de mes. Pero no acudía a la iglesia sino a la librería donde encargaba las novelas eróticas en braille que iluminaban sus sombríos ojos hasta la siguiente noche de luna llena.

 

30. LOCURA DE AMOR

Me prometió el cielo y la luna, mas yo insistía en pisar la tierra. Sus ojos, zarcos como el agua clara, penetraron en mí y desnudaron mi alma. Azorada, intenté cubrirme con ropajes de desprecio y perfumes de aires altivos. Mis cabellos le daban la espalda mecidos por vientos de timidez.

No se dio por vencido: rondó mi casa todas las mañanas; su mirada me seguía hasta la escuela. Por las tardes, me esperaba como centinela fiel del sauce llorón que presidía el jardín de mi morada.

Me juró amor eterno a la luz de una luna que, tras meses de acecho, embrujó mi inocencia. Aterida de frío y con necesidad de calor, le creí. Mientras Selene desaparecía entre las nubes del desconcierto, sus besos cubrieron mi cuerpo y mi mente soñó con alcanzar el cielo prometido.

Al día siguiente,  desapareció para no volver jamás, como aquella noche plena que nunca volví a vivir.

Pero yo me quedé llena de luna.

Para siempre.

Y soy feliz.

29. Nocturno en do menor

La pequeña temblaba bajo el velo de una noche inusitadamente oscura. Incapaz de proferir queja alguna que acompañase al vaho de sus labios, intentaba descifrar las maniobras que su padre realizaba conforme iba despojándola de la ropa, cubierta de una escarcha grisácea y crepitante. Ni siquiera el halo de luz nacido a sus pies lograba reconfortarla del frío que le roía las entrañas. Y mientras ella se anegaba en la confusión, su padre seguía afanándose en desprender del vientre de su hija la esquirla de esa luna baja, redonda y grande que había prometido alcanzarle.

28. Luna llena sobre la tierra prometida

Estampidas  de luz y humo inundan la noche ardiente, desgraciadamente, esto no es una fiesta.

Con los niños en brazos y lo imprescindible en una mochila, echamos a andar, “quizás buscando la vida o buscando la muerte, eso nunca se sabe”

Como la mujer de Lot no puedo evitar mirar atrás y veo alzarse columnas de humo en lo que hace un momento era nuestra casa.

La luna llena ilumina las hileras humanas al borde de la carretera y torna blanquecinos los aterrorizados rostros.

Tal vez tengamos suerte y podamos cobijarnos en algún lugar.

Tal vez   podamos pasar allí  una noche tranquilos, sin bombardeos, ni muertos.

Tal vez la buena fortuna permita que podamos llegar a un campo de refugiados donde nos espera el hacinamiento, el hambre y la inhumanidad absoluta, pero conservemos la vida.

Tal vez llegue un día en el que sobrevivir no sea el único objetivo.

27. AUSENCIA (Concha García Ros)

No sabré si fue el Prozac o la luna llena. Y qué más da. Al menos recuerdo llevarle orquídeas, que siempre le gustaron, a la cima donde ocurrió.

Desperté temprano, hoy todo es distinto. Soy capaz de ver su ropa en el armario y aguantar el tipo. Me atrevo a salir a la calle sin arrastrar los pies al andar. Mis ojos no están enrojecidos ni tengo la mirada extraviada. Hasta devuelvo el saludo.

Es el secreto. Sé que esta madrugada, como todos los plenilunios, un aullido quebrado se colará furtivo por mi ventana y volveremos a ser dos.

26. Pondré a tus pies el firmamento (Lola Pacheco)

 

Cuando Neil volvió a casa tras su viaje de negocios, su mujer le recibió como siempre con ojos de niña mimada:

– ¿Qué es, qué es? – preguntaba impaciente. Colocó sobre la mesa una pesada caja que ella abrió en segundos – ¡La luna! ¡Me la has traído!

Neil colgó el satélite del techo y bajó las persianas. El salón quedó invadido al instante por una tenue luz plateada y el desenfreno de los que reviven su luna de miel. Durante meses todo fluyó dulcemente en aquella estancia: cenaban a la luz de la luna, hacían el amor, escuchaban a Fiordaliso entre miradas cómplices…

Pero hace unas semanas, su mujer le ha dicho que quiere ser madre, y que sería ideal preparar antes un soleado cuarto de juegos para el bebé. Y Neil se ha visto debatiéndose entre el deseo de complacer a quien más ama y una incipiente conciencia social. Porque la humanidad podrá subsistir sin mareas ni lunas llenas, pero hacerlo sin puestas de sol…

Ahora Neil se asoma apesadumbrado al balcón buscando respuestas en las estrellas; sigue preguntándose si habrá tomado la decisión correcta, y solo tiene claro que, en caso de ser niño, se llamará Lorenzo.

 

25. LA SIEGA ( de Piluca Illana Herraiz)

Era verano, pleno mes de agosto, el día había sido demasiado largo y por eso… agotador. El calor se pegaba en sus brazos desnudos. En su mano derecha sujetaba una hoz, que movía diestramente a derecha, a izquierda y viceversa. La izquierda la enfundaba con una zoqueta que la protegía de los cortes perdidos y afilados que de vez en cuando la cortante herramienta volteaba al azar.

Estaba cansada. La siega ese año no acababa nunca y el campo se extendía amarillo e infinito a lo largo de lo que su vista alcanzaba. El sol brillaba con más fuerza que nunca, sus rayos dorados quemaban como fuego tostándole la piel y escociéndole los ojos.
Quería que la noche pintara de negro la bóveda celeste y así, sin luz para alumbrar el sembrado, poder descansar y recuperarse para la siguiente jornada. Pero el cielo, aquel día, no quería oscurecerse y cuando llegó la noche nuevos rayos volvieron a brillar en el firmamento estrellado, y aunque eran fríos y plateados también iluminaban la mieses que seguían desfilando cimbreándose ante ella.
Una vez más no habría descanso –pensó-
Bajo la luna llena, la siega continuaría…

 

24. OSCURIDAD

Tres veces golpearon en la puerta, tres guijarros lanzaron al cristal de la ventana y tres aullidos se oyeron en el eco oscuro y sombrío de la noche.

No me atrevía a despojarme de las sabanas que junto a la colcha escondían mi cuerpo. No me atrevía a deslizar ni un solo miembro fuera de ese muro de defensa. Pasaron cinco minutos o diez, quizás alguno más. Parecía que el silencio me acompañaba de nuevo y asomé los ojos por el embozo de la cama.

La luna llena iluminaba el exterior que se mostraba tranquilo. La excitación y mi continuo insomnio me pudo. Bajé del lecho y de puntillas me acerqué al tragaluz que adornaba mi estancia. Observé, miré y oteé sin que nada me indicara amenaza alguna.

Abrí el pestillo y respiré hondo la brisa de otoño, me dejé llevar por su aroma, su humedad y su sensual frescura. Todo mi cuerpo se embriagó de erotismo y deseo, mis labios se abrieron y mostraron mis blancos colmillos ávidos de almas puras y sedientos de sangre cálida.

Quizás los lobos se habían cansado de incitarme a la lucha y me dejaran volar para calmar mi hambre y mi lujuria.

23. MELÓN Y BESOS (Historia de la luna de miel) Mercedes Marín del Valle

Decidieron no salir, era muy tarde y el camino estaba oscuro. Quizá fuera el mejor día para admirar las Perseidas, sin embargo, el día de San Lorenzo ya había pasado y tanta lágrima no era posible ni siquiera para un santo.
Ella, sentada frente a él escribía notas en los márgenes de una hoja garabateada. Él, como un pinchadiscos experimentado, probaba una y otra melodía, mirándola luego y esperando su sonrisa aprobatoria.
A ella le encantaba que él la llamara y le pidiera opinión sobre sus hallazgos musicales. A él le gustaba que ella lo besara incansablemente. Él era su son y ella era su enredadera y como tales bailaban entrelazados sin prestar atención al tiempo, cuando la luna, no pudiendo consentir tanta dulzura sin estar ella presente, salió urgentemente de su casa, decidiendo de manera impulsiva, mostrarles a esos dos su cara oculta.
Cuando los novios la vieron frente a su ventana se estremecieron de gozo ante tamaño prodigio y desearon que compartiera con ellos la mesa. La luna solo quiso melón y ellos se alimentaron de besos.

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