Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

18. AUSENCIAS

Todas las tardes acudía a la galería de arte y se sentaba frente al cuadro de su pintor favorito. Contemplando ese bosque invernal casi podía sentir el frío, el silencio y la paz que parecían emanar de la pintura. En primer plano y entre las filas de árboles cubiertos de nieve, se iniciaba un camino que se perdía en el horizonte. En él, las huellas de unas pisadas manchaban de gris la pureza del blanco inmaculado.
El pintor parecía obsesionado con los paisajes vacíos. Constituían el tema de todos sus cuadros: playas desnudas, calles nocturnas…atravesadas por pisadas fantasmas. Ella, que había perdido a sus mejores amigos tras el alzamiento militar, se sentía impresionada por los rastros de esas ausencias que parecían llamarla desde el lienzo.
Una madrugada fueron también a buscarla, su nombre aparecía en alguna infame lista de opositores.
Tiempo después, una nueva obra cubrió la pared principal de la exposición; en ella aparecían representadas las huellas de unas breves pisadas ante el banco vacío de una galería de arte. Frente a él, podía contemplarse la reproducción de su famosa pintura “Un paisaje nevado”.

17. Suceso

El cielo va perdiendo su color azabache y comienza a tomar una luminiscencia boreal de sanguinaria tonalidad.
Abducido por tal prodigio natural, se queda atónito admirando el espectáculo cenital.
Las luces del poblado espontáneamente se van apagando por barriadas. Las de su hogar no son excepción. A ciegas busca el cajón de la mesita y ahí, junto a la foto en la que sonríe con sus difuntos, se hace con la linterna de emergencias.
Extrae un haz de luz por la ventana. Un rastro de cadáveres yace sobre la nieve que lo encamina hacia un pánico atenazador. Aterrorizado advierte que su medroso perro no ladra entre tinieblas.
Ilumina sus huellas en la blanca alfombra y comprueba que se entierran en su caseta.
Enfoca el refugio subterráneo de su jardín. Duda sobre dónde estará más seguro. Decide no arriesgarse.
Con unos prismáticos examina a los caídos. Su mascota no tiene síntomas de violencia. Las personas circundantes a su finca tampoco. Solo coinciden en sus escleróticas sin pupilas. En el balcón de enfrente está la señora Watson, inmóvil con la misma mirada vidriosa y una mueca congelada.
El cielo va recuperando sus vestidos de luto. Las luces vuelven. El silencio se queda.

16. Rosas en la nieve

Siguiendo un sendero de rosas rojas, caminaba en dirección al centro de tu amor. Imaginando pasiones desenfrenadas, idílicos sueños, solícitos amores compartidos. Montado en la cresta de la espuma, explosiva juventud desbocada.
Las rosas, rojas como rubí encendido, me llevaban hasta ti en aquel invierno cubierto de nieve. Las luces de París nos atraían como luciérnagas imantadas. Los sueños poco a poco se iban realizando.
Pero el destino nos dio la espalda. Fue en Biarritz que la palidez se adueñó de tus mejillas. Yo, ilusionado por el nuevo mundo que ante mí se abría, descuidé la rosa que se marchitaba a mi lado.
Largas horas esperando ante aquel hospital, donde te consumías. Largos días sin poder besar tus labios, sin saber nada de ti, pues las normas eran tan estrictas que sólo se permitían las visitas un día a la semana.
Para el día permitido, ya era tarde. La luz de tus ojos se había apagado. Tus labios estaban fríos, y mi amor sin ti, no tenía sentido.

15. Despertar

Despertó y percibió el hilillo de sangre que aún brotaba de su nariz. Entonces los ruidos, las sirenas, las caras largas de los enfermeros que le hablaban. Al ver los cristales rotos de la ventana junto a la mesilla de noche, ella supo que él se había marchado tras su rastro por la nieve,

13. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo I.

En su huída precipitada por el monte cubierto de nieve, había dejado tras de sí un rastro de dolor e incomprensión. Sabía que tras esa noche tardaría en regresar a su hogar.
Todo había comenzado unas horas antes, ella vivía en una familia tradicional, cristiana y con ideas muy conservadoras, por lo que imaginaba qué lo que contaría aquella noche no iba a ser entendido por su familia, pero ella necesitaba hacerlo.
Esperó al segundo plato, se levantó y se dispuso hablar. El padre, un rico heredero y médico en la localidad, mando callar a la abuela para escuchar las palabras de su hija. Mientras esta hablaba, el rostro de cada uno de los allí presentes fue cambiando, el color de la tez de la madre emblanqueció, el padre enfureció y mientras la abuela se santiguaba, decía entre dientes «esto es obra del diablo«.
El padre antes de mandar a su hija al cuarto, le dijo que sería internada en un centro de donde no saldría hasta que estuviera totalmente curada.
Al escuchar aquello es cuando decidió huir de aquel lugar donde no se le comprendía e ir en busca de su amor, aquella chica que conoció meses atrás.

12. Tras su rastro por la nieve

La oscuridad no lo es tanto cuando caminas sobre la nieve virgen. En cambio, el silencio sí que impone; esta noche sólo la cadencia de mis pisadas -el crepitar de inmaculadas estrellas de hielo bajo mis botas- y mi vaporoso jadeo entrecortado, lo rompe. Te busco, se que estás cerca a pesar de no saber por dónde ando, pero me guía un destino certero. Y aunque la vista cada vez me engaña más, no desfallezco hasta descubrir, al fin, tus pisadas. Sigo tu rastro tras la nieve y una inmensa felicidad me cubre. Ahora se que, después de tu inesperada marcha hace cuatro años, volveremos a estar juntos. Para siempre.

11. PRECIPITACIÓN PT/80

Tras su rastro por la nieve descubriste, científicamente entendido, dos de los más aparatosos misterios de entre los muchos que andabas buscando, como serían la naturaleza blanca de la nieve y que aquel pobre hombre cuyo cadáver había aparecido completamente desnudo días antes había muerto exactamente un par de minutos después de que el Sol alcanzara su equinoccio de Marzo dando inicio a la primavera más intrigante en todo lo que llevábamos de siglo. Todo aquello te produjo la mayor de las confusiones porque después del suceso nunca más volverías a ver amanecer sobre los dorados campos de centeno, como tan poderosamente deseabas, ni volviste a llegar tarde a aquellas clases del instituto que a menudo aderezabas con aquel adaggieto mahleriano que tanto amabas. La razón estuvo, como casi siempre, en la ecuación desarrollada que aplicaste, como tú solo sabes hacerlo, a todo el endiablado proceso. Por esa, aquella y sucesivas precisiones amé el amanecer para siempre.

10. a rey muerto, reina puesta

Cuando desperté, el frío de la mesa de mármol penetró en mi piel, los ojos abiertos, entreveían mi cuerpo desnudo en el reflejo de la lámpara verde y metálica de cinco focos.
Con una manguera y un cepillo áspero me limpiaron.
Más tarde, intenté moverme, pero no lo conseguí. Entraron en mi ángulo de visión mi mujer y una doctora con mascarilla colgando y gorro de dibujitos navideños, se besaron en la boca, mi esposa me guiñó el ojo.
Recordé la copa que me dio, me supo amarga, como lo que me dijo mientras caía.
Quise gritar, pero la del gorro cogió un bisturí y me hizo un corte en el pecho en forma de u, no dolía, con la cizalla del costotomo, lo peor fue el ruido.
Con mi corazón en sus manos y al dar el tajo que seccionó la aorta y las cavas, el campo se inundó de sangre y mientras mi espíritu ascendía y al pasar por la Bola del Mundo, dos esquiadoras se cruzaron y terminaron abrazadas, tejiendo un corazón rojo en la nieve, se quitaron las gafas y al echar la cabeza hacia atrás, vi a mi amada, bueno a su amada.

9. MALOS TIEMPOS PARA HANSEL Y GRETEL

In memoriam Germán Coppini
Mi abuela, ciega desde su juventud, continuaba sin embargo tejiendo con anteojos y no permitía que nadie ocupase su mecedora junto al mirador, desde donde se divisaba toda la calle hasta la plaza. En los inviernos, siempre era la primera en decir: “Está nevando”, cuando aún los primeros copos no habían tocado el suelo. Entonces se levantaba de la butaca e iba a buscar su caja musical, le daba toda la cuerda y volvía a sentarse, balanceándose cadenciosamente aferrada a su retrato hasta que cesaba la melodía. Decía que de ese modo, mientras sonaba la música, ningún hombre podía perderse en el monte con la nieve, como le pasó al abuelo.
Hace tres Nochebuenas, unas horas antes de las doce, perdimos a la abuela. Nadie había notado su ausencia hasta que Germán, el nieto pródigo, siempre escondido en el cuarto de los huéspedes, dijo: “Está nevando”. La batida la encontró dos días después, congelada pero con una sonrisa en su invidente rostro. En las manos, inexplicablemente, tenía el reloj del abuelo, como si al final hubiese encontrado su rastro en la nieve. Desde entonces, en casa, no han vuelto a dar cuerda a la caja musical.

7. Alma de caldo.

Cualquier emoción intensa le afectaba: el placer la derretía, podía deshacerse de agradecimiento o fundirse de puro enojo. Perdía su ser e inundaba la sala si estaba triste y era capaz de regar con su sonrisa líquida las mejillas de quienes saludaba.
Ya lo decía su madre «esta hija mía tiene el alma de caldo». Por eso él supo desde el principio que aunque nunca renunciaría a su cariño, la cercanía entre ellos era complicada. Con cada beso se le derramaba, se diluía en sus manos al acariciarla y se le licuaba de pasión cada vez que él la miraba hondamente.

Incapaz de manejar las circunstancias, ella tuvo una revelación al escuchar el tintineo de los hielos en su vaso de cristal. ¡El frío la mantendría corpórea! Convencida por su razonamiento, se embarcó apresuradamente hacia el Polo dejando tras de sí una breve nota que él devoró a toda velocidad antes de salir en su búsqueda.

Cuando aterrizó, holló el hielo orientándose como si ella fuera el Norte y él llevara una brújula en la punta congelada de sus botas. Encontró sus huellas descalzas sobre la nieve y sonrió. Eran la promesa de un futuro juntos.

6. ¡CUIDADO CON LO QUE SUEÑAS!

Desde niño deseé vivir en un lugar en el que la nieve lo cubriera todo. Donde los arboles salpicaran de blanco mi cabeza a medida que el viento soplara sobre ellos. En mis antiguas ensoñaciones, los guantes se me humedecen al intentar convertir los copos en bolas, que lanzadas sobre los cristales dejan formas imperfectas y bellas sobre ellos; este juego parece divertido y deseo vivirlo. Me ilusiona la idea de sentir el crujido de la nieve al caminar, de observar un paisaje blanco solo quebrantado por las pisadas que forman senderos alrededor de una casa de brillante tejado.
No sé como ha sucedido, pero de tanto desearlo por fin he conseguido mi propósito, sin embargo no es como yo lo imaginaba. No es tan idílico como creía. Siento que mi cuerpo se convulsiona antes de cada imprevista e intermitente nevada, mi cabeza da vueltas produciéndome un breve mareo, y apenas puedo moverme. Temo cuando alguien se acerca y cierro los ojos, para no sufrir esos vahídos. Quiero abandonar este lugar pero por más que lo intento, no tengo la fuerza suficiente como para hacer caer y romper en mil pedazos esta esfera de cristal que me tiene atrapado.

5. 6 de enero

-Hay pisadas en la nieve. Son de alguien que se ha ido. ¿No son tres?
-Se turnan. ¿Sabes cuantos niños hay en el pueblo?
-¿Como llegan?
-Son magos.
-Si solo ha venido uno, porqué se ha bebido casi toda la botella de whisky?
-Hace frío y tiene mucho trabajo en una noche.
-Padre dijo que tendría un gran regalo y solo hay dos sobres.
-¿Qué pone en los sobres?
-En uno Sr. Notario y en otro Sr. Juez. ¿Cual es el mío?

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