Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

22. CUENTO CLÁSICO REVISADO BAJO LA LUZ DE LA MODERNIDAD

Primero fue la amenaza de cárcel tras besar al sapo. El argumento de que podía ser su príncipe no le sirvió de nada. El funcionario le advirtió, ensayando una exagerada cara de asco, que se jugaba la libertad si volvía a tocar esa especie protegida. “Son las leyes, son las leyes”. Después la imposibilidad de encontrar perdices; lo más parecido que halló era un sucedáneo deconstruido envasado en jugo de arándanos. También fue heroico saltar las cercas pinchosas que partían el monte en trozos, bajo, otra vez, la amenaza de cárcel por invadir una propiedad privada. Pero esquivó las dificultades (se hizo grande con ellas) y fue al lugar donde su amado debía esperarla, ya transformado en humano. El halcón mensajero había entregado unas instrucciones muy claras. Nada podía fallar. Ella deseaba besarlo sin prisa, con el resplandor de la luna reflejado en sus ojos. Sin embargo, al llegar, resopló de rabia, colocó los brazos en jarra y, mirando el firmamento, comprendió que no iba a ser posible: una impenetrable nube de polución lo encapotaba todo.

21. LA HISTORIA SE REPITE

Es de noche y suenan los cohetes mientras el cielo se ilumina con mil colores que invitan a salir de casa.

Por eso, todos los niños corren por las calles buscando las señales mientras sus madres, carentes de sueños que pueblen sus madrugadas, huyen tras ellos.

            Nos contaron: Alegría, bullicio, fiestas… ganas de vivir ahora que el verano castiga con calores que no se desvanecen tras el anochecer,

            Pero… …

            Nos engañaron: Miedo, ansiedad, nuevo ataque nocturno… ganas de vivir aunque sea una vida prestada sin sentido, encerrados en sus roídos zapatos.

            Y todo sucede bajo la luna llena.

La misma, me refiero a la luna, que situada sobre Gaza llora estrellas apagadas mientras el poeta maldice

y un niño, que no regresará a su casa, sueña con estrellas brillantes.

20. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo VIII.

Tras pasar por el hospital y comprobar desde la distancia que su padre se encontraba estable se marchó a su cita.

El hotel era iluminado bajo la luna llena de forma distinta a otras veces. Entró en él, se acercó a la recepción y allí preguntó por la habitación número 10.

La están esperando – Contestó un hombre de volumen ancho, con bigote y una camisa blanca llena de lamparones, sentado detrás del mostrador.

Emma subió, se acercó a la puerta y llamó varias veces.

Silvia abrió la puerta vestida con un camisón de trasparencias negro, dejando insinuar su cuerpo.

Pasa Emma.

Emma ojeo la habitación: Una cama, una silla, un espejo y una puerta que daba al baño era el único mobiliario que la decoraba.

¿Entonces aquí es donde tú y ese hombre sois felices?

Emma, calla – Silvia se abalanzó sobre ella, besándola en los labios con ternura haciendo regresar a Emma aquel campamento de verano.

Las dos cayeron sobre la cama dando rienda suelta a la pasión. Silvia apartó un momento los labios de Emma de los suyos, y le dijo: – Esta noche te cuento que te quiero, Emma…

 

 

18. HADARA

“El llanto es una cascada incontenible en ciertas noches de luna llena y la risa parece un tren de cascabeles bailando bajo su luz”.  -Así hablaba mi abuela, la dama más sabia de la familia, a la que jamás vimos llorar o reír cuando los demás lo hacíamos.

Una noche de cada mes, coincidiendo con el plenilunio, se iba a algún lugar recóndito del bosque que circundaba nuestra casa y no volvía hasta el día siguiente, algo más cansada pero también más serena que nunca.

Durante sus periódicas ausencias nadie dormía en el pueblo porque no queríamos perdernos la magia que,  invariablemente,  acontecía.

Algunas de esas noches, las nubes descargaban durante horas una lluvia mansa y refrescante que vivificaba las maltrechas cosechas y otras, el aire se llenaba de hermosos sonidos al paso de cientos de pájaros, mariposas  y  benéficos  roedores.

Entonces mirábamos hacia el bosque, donde sabíamos que la abuela estaría llorando o riendo bajo la luna llena.

Su nombre era Hadara, pero yo siempre la llamé Hada.

17. EL INFLUJO DE LA LUNA LLENA ( Inés Z.)

Cuando Anatole hace el amor con Emilia, le habla en francés. Piensa que en su lengua materna podrá expresar mejor sus sentimientos; cree que así traspasará su piel, la fascia, los músculos… Imagina poder llegar a esa zona pura e intrínseca de cada uno: el alma. Emilia no le entiende; pero le gusta el sonido suave de una lengua que no es la suya.

Esta noche ambos miran al cielo. Ha llegado esa fase lunar en la que ella desaparece cuando todo duerme.

Emilia abandona la casita del cementerio envuelta en sombras. Se dirige hacia la calle San Lorenzo y tuerce a la derecha. Allí se arrodilla, posando sus manos sobre una tumba.

Pronto, los susurros que salen de sus labios son llevados por el viento a través de los cipreses. Un aroma balsámico le precede. Él llega. El cuerpo de Emilia se desvanece.

Anatole sale de su escondite tras un ángel de piedra. Recoge el cuerpo de Emilia y lo devuelve a casa. Debe cuidarlo hasta que la luna cambie y ella vuelva.

Recostada sobre la cama, así, inconsciente, Anatole la mira. Siente celos del marido muerto. Sabe que por mucho que ame ese cuerpo, jamás poseerá su alma.

16. La sombra

 

Ahuyentados los fantasmas, la pareja de enamorados prosiguió el viaje. Su objetivo era hacer senderismo por el Pirineo Aragonés.

Por el día se perdían entre hermosos valles y pueblecitos de montaña. Por la noche se encontraban amándose bajo un manto de brillantes estrellas. Y en sueños ella se veía volando abrazada a él, como en un cuadro de Chagalla.

Sin ruidos, solo los murmullos del bosque, pensaban que si hay Paraíso ese era el lugar.

Sin embargo, sin que se dieran cuenta, una siniestra sombra se les iba acercando.

 

Una tarde acamparon junto a un pequeño lago artificial que se había formado por la extracción de roca caliza. Fue una noche de luna llena que bailaba sobre las aguas como animándoles a un chapuzón. Se metieron desnudos. Al salir, como hacía frío,  él la cubrió con su cuerpo para que entrara en calor. En ese preciso instante, la sombra siniestra se hizo presencia aterradora.

 

A la mañana siguiente hubo un trajín de camiones que iban y venían con escombros siguiendo el proyecto de construir un refugio de montaña sobre la laguna.

 

De los amantes nada se supo. La luna guardó su secreto.

.

 

 

15. Luna de agosto (Ginette Gilart)

A través de la ventana abierta los rayos de luna iluminan los cuerpos desnudos y entrelazados de los dos amantes. Luego la mano de él resbala lentamente por la espalda despertando en ella un nuevo deseo.
Bajo la luna llena la fiesta está en su apogeo. Apoyado en la barra del chiringuito, Curro no parece participar de la juerga: «No tenía que haber dejado a Rocío sola, con sus dolores de cabeza». Bebe a sorbitos su copa y observa la escena: alrededor de la hoguera todos bailan y cantan sobre la arena aún caliente; todos no, falta Manuel.
Qué extraño, piensa, mientras acaricia suavemente el filo de su navaja.

14. La luna más llena (Ricardo González)

 

El tío Ramón me encargó, como cada vez que le visitaba, sus 6 botellas de R., el pan de hogaza de su Burgos natal y aquel queso de Manzanares.

Vi cómo se alzaba en el horizonte la enorme luna llena del 19 de marzo de 1993. Dicen que la mayor de la historia.

Me recordó al extraño fenómeno que relataba aquel maestro del humor.

Cansado y cabreado tuve que parar por imperativos mecánicos. Gracias a eso, pude contemplarlo desde el arcén de la A-3.

Esperando a la asistencia que promete todo seguro, disfruté durante dos horas.

“Viernes Santo es el primero posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera, de manera que la semana santa nunca será antes del 21 de marzo ni después del 23 de abril”.

Esta información resulta sumamente importante para alguien que, como yo  después de 500km. seguidos,  debe derivar la mente para no quedarse dormido.

El rocío empezó a manifestarse. Me refugié en el coche.

Otras dos horas después, decidí abrir una de las botellas de rico R. una cuña del queso manchego y un buen trozo del enorme pan.

Era de madrugada, ya sin luna. Hacía mucho frío. Me despertó la bocina de la grúa.

 

13. Demencia (Susana Revuelta)

Desde que encontraron el cadáver de Holly hundido en el pozo negro, mamá se pasa los días deambulando como un fantasma por los pasillos y habitaciones sin parar de repetir «no olvides bajar la tapa, hija, no olvides bajar la…» cada vez que me ve entrar o salir del cuarto de baño. Está convencida de que se escurrió por el agujero del inodoro que ahora engulle cada nuevo cachorro de setter que obstinado trae papá cuando misteriosamente desaparece el anterior.

Solo el eco de esa cantinela, las descargas de la cisterna y los ladridos suplicantes me mantienen distraída. Porque desde aquello nadie habla ya de mi hermana. Ni de ella ni de nada. Por eso yo, para sentirme menos sola, sigo llevando mascotas a su tumba y en las noches de luna llena me quedo allí un ratito a jugar con sus sombras.

 

12. CARITA DE LUNA LLENA

Su carita de niña asustada te provocaba ternura nada más verla, era especial. La quisimos muchísimo y ella lo sabía, creció como una más en la familia. Nunca supo que era adoptada.

Era imposible que una niña tan bonita tuviera problemas, Síndrome de Cushing lo llamó el doctor que nos explicó su caso. Luego vinieron las alegrías, las primeras palabras, tan deseadas, los pasitos iniciales, los abrazos, y también los problemas de huesos, los tumores, las fracturas. No perdió la sonrisa, excepto cuando el dolor la superaba. Fue feliz más tiempo que la mayoría de la gente y hace poco nos dejó.

Nos gusta pensar que en la noches de luna llena nos mira desde su altura y nos manda sus rayitos de amor.

11. PROMESAS

Manolo se había enamorado como lo que era: un adolescente. A sus dieciséis años, ese mes de julio había conocido el primer amor, pero Esther tenía que volver a Barcelona. Ella había suplicado, implorado, exigido y amenazado a sus padres para conseguir quedarse en el pueblo con los abuelos todo el verano, pero habían alquilado un apartamento en Cádiz para agosto y no hubo forma de convencerlos. Tenía que reunirse con ellos y su hermano pequeño.

Acurrucados en el pequeño banco de piedra de la Fuente del Rosal, mientras la luna llena lucía en el cielo castellano, él no era capaz de soltarse de su abrazo, aunque sabía que no había remedio. Tenía que acompañarla a casa y despedirse de ella hasta, por lo menos, Semana Santa.

Repentinamente, un último rayo de esperanza le iluminó: –Esther, la luna que se ve desde Barcelona y Cádiz es la misma que ésta, ¿no? Pues mírala todas las noches. Yo la estaré mirando también. Le diremos un “te quiero” y será como hablarnos a través de ella. Así estaremos juntos todas las noches.

Manolo era un romántico. Y además, un ingenuo. ¡Con la de chicos guapos que veranean en Cádiz!

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