Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

DIC150. EL ARCA, de Tíndaro del Val

Suena el timbre. Atravieso la muchedumbre que habita en el estrecho pasillo hasta llegar a la puerta. Es Belén, con otro crío en brazos. El tercero que ha recogido esta semana. Tiene carita de ángel. La acompaño al cuarto principal, donde los bebés dan buena cuenta de los generosos pechos de Becky. Prometo traerle algo de fruta, tal vez una manzana si quedan. No quiero que desfallezca la pobre. Después vuelvo a la cocina para seguir preparando la comida de Navidad. Quiero que hoy sea un día especial para todos nosotros. Todavía me acuerdo de los primeros que llegaron: Sergei, que vino a pintar unas humedades; Laurita y Pedro, hijos de los vecinos que nunca volvieron del cine; Abdoulaye y su familia, que vivían como perros callejeros. Y tantos otros que vinieron y se quedaron para siempre. Hoy cada uno tendrá un buen plato caliente de borrajas y un trozo de pan del día. Ya les he advertido que se comporten en la mesa y no blasfemen cuando saque el solomillo al foie de la abuela. Al fin y al cabo, aquí todos comemos gracias a su pensión de viudedad.

DIC149. POR NAVIDAD, de Esperanza Temprano

En casa, cuando llegan estas fechas no montamos el Belén, solo nos juntamos para comer. María viene con el niño, y todo son fiestas y agasajos al bebé. Aún no sabemos quién es el padre de la criatura y no será porque no nos lo ha intentado explicar, pero ha sido inútil. Menos mal que tiene pareja, José, que parece un buen chico. El tío Pascual trae al hombro el cordero lechal para la cena, directo desde su corral al horno, todos los años la misma canción: a ver quién es el guapo que lo sacrifica, pero la fiesta de verdad empieza cuando llegan mis tres tíos del extranjero con un cargamento de regalos. Nadie sabe a qué se dedican y cómo disponen de tanta abundancia. La abuela dice que los camellos solo los utilizan para llegar hasta aquí, pero nos tememos lo peor. En casa, cuando llegan estas fechas no montamos el Belén.

http://elrastrodelapalabra.blogspot.es.com

DIC148. PINTANDO LA SOLEDAD, de Laura Garrido Barrera

Pasaban las horas y la noche se vestía de un negro intenso que olía a soledad. Desde la ventana del primer piso observaba una calle vacía, las contraventanas cerradas y un silencio envolvente que no le era ajeno. El hombre enjuto y de ceño circunspecto, pensó resignado que la vida le regalaba lo que él entregaba. Mientras dormía, una mano habilidosa recortó su rostro para inmortalizarlo en un pequeño lienzo. A la mañana siguiente sobre los tejados caían copos blancos y unas bolas de Navidad adornaban las repisas de las casas.

Apareció un niño que se encaramó sobre el tejadillo de su buhardilla con un gran libro ilustrado bajo el brazo. Del cielo descendió una pluma que pintó con colores muy vivos cada uno de los detalles de la escena y dibujó una araña pendiendo de un hilo en la casa del hombre. Él despertó a ritmo de los villancicos de un coro que cantaba en la calle y aunque ocultó su tristeza bajo los almohadones de plumas, la mano habilidosa pegó su rostro en la ventana y abrió el libro del niño por la primera página.

El hombre, con sus ojos azules de acuarela, pudo leer: “Grandes Esperanzas”.

http://demispalabrasylasvuestras.blogspot.com.es/

DIC147. GABRIEL LLAMA, de Ignacio Feito

En marzo llamó un vendedor. Enjuto y fino, elegante, barbilampiño.
Y venía tarareando knock knock knocking on heavens doors, el tío con sus ricitos.
No traía más que un anuncio de no sé qué perfume de aroma a frutas o a salve, fresco como un vientre extendido.
Y fíjense en mi madre, la de la derecha con manto azul. Con su gesto vagamente sumiso aceptará la oferta, como si no tuviera otro remedio, lo compra, se lo queda.
Han pasado los meses y hay que ver lo espabilado que estoy para tener apenas unos días de vida. Mi madre, por no dejarme solo, me ha llevado a la reunión de vecinos que acostumbran a celebrar la junta el día de Nochebuena en el portal de la finca. Y a este portal han ido llegando todos poco a poco y cada uno venía a saludarme y a traerme chuches y tontadas, pero yo no he dejado de asombrarlos con mis explicaciones de presupuestos y obras, de lo que habrá de hacerse y lo que habrá que derramar.
Luego, cuando todos se han marchado, ha llegado mi padre con su aguinaldo, unos billetes one way a Egipto. Pero se le nota mosqueado.

DIC146. NAVIDAD SIN NIEVE, de Nicoleta Ionescu

Christmas party en un club, organizado por la oficina. Me gusta bailar, pero no lo hago. La música ensordece mis oídos. Mucha gente, juventud, animación. La directora me sonríe. Le devuelvo la sonrisa. Tengo que bailar. Todos están bailando. Trago las ultimas gotas de vino y me levanto. Me voy a la pista de baile. Tengo que demostrar mi encanto. Se toman fotos, para el Facebook.
Llega el momento del Secret Santa. El animador recoge una tras otra las bolsas y anuncia los nombres. El amigo invisible al cual le he comprado un regalo no ha venido. Las bolsas se agotan. No oigo mi nombre. Paquetes multicolores, besos, risas. En fin, llega la medianoche. Champán, have a Merry Cristmas. Salgo a la oscuridad de la calle. Hace frío. Tengo suerte con un taxi. Cierro los ojos.
La opción de cambiar de trabajo fue mía. Empresa moderna, multinacional. Tengo que sobrevivir. Adaptarme. Soy competente, lo merezco. Lo necesito.
Llego a mi casa. Mi marido está esperándome. Comemos y miramos la tele. Comentamos las noticias. Le doy los medicamentos, para que pueda dormir. Mañana decoraremos el abeto. Navidad. Estoy demasiado cansada para ilusionarme. No hay milagros, ni siquiera por Navidad.

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DIC145. TURRÓN DE COCO, de Amparo Martínez (Petra Acero)

Me escondí tras esas cortinas, respirando telarañas y muerte… Sus cuerpos eran blancos, casi azules…, pero sus ojos parecían canicas embadurnadas en sangre… Entonces acaricié mi navaja mágica.
—¿Alguien quiere turrón?
—¡Mamá…! —protesta el mayor.
Los tres niños están tumbados sobre la alfombra nueva del salón, boca arriba, a la penumbra de la chimenea, imaginando horribles figuras entre las sombras… Mientras su tío, recién llegado de un largo viaje, inventa un cuento de Navidad.
La madre camina sorteando los pequeños cuerpos desparramados por la alfombra… Recuerda otros cuerpos, otras navidades: sus padres, la sangre, las canicas en el bolsillo de su hermano… Se agacha y abandona la bandeja al acecho de seis bracitos que serpentean golosos.
—No más historias de monstruos ni fantasmas… ¡Después tienen pesadillas! —increpa a su hermano con el dedo índice muy tieso… Como cuando iban de pesca y su caña parecía alargarse para no soltar la pieza. Ella le sostenía el brazo, controlando siempre la situación.
—Ya no existen navajas mágicas… —le susurra, y su voz suena a condena cumplida.
Rebusca en la bandeja, como hacen sus hijos, y coge uno de coco.
—Toma… ¡Tu preferido!
Sonríe, todavía sabe cómo manejar a su hermano pequeño…

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DIC144.CAMPAÑAS INSTITUCIONALES DE VACUNACIÓN, de Rafa Heredero García

El éxito fue rotundo.
Las Autoridades no dejaban de felicitarse por la eficacia del Suero de la Navidad. Habían conseguido programar la campaña de vacunación obligatoria para que al inicio de las Navidades toda la población estuviera ya inoculada y pudiera disfrutarlas como tenían previsto.
La fórmula del suero era sencilla —varias dosis de espíritu navideño artificial, algunas onzas de alegría forzada, toneladas de ilusión diluidas día a día (con un mayor porcentaje en las vacunas infantiles), una pizca de nostalgia, otra de melancolía y una punta de depresión, un puñado de inútiles buenos deseos, montones de risas enlatadas, una medida desmesurada de apetito y un quintal de la necesidad de consumir—, pero hizo que la gente se divirtiese de forma monótona y regulada, sin causar incidentes ni alteraciones en el orden público, y siempre siguiendo las consignas implantadas. Solo se produjeron intoxicaciones por exceso de euforia en aquellos afortunados a los que les sonrió el “gordo de la lotería”, algo previsible y que no supuso ninguna amenaza.
Una vez confirmadas las expectativas sobre la capacidad de tenerlo todo bajo control, se preparó un nuevo suero para la siguiente campaña de vacunación obligatoria. Se aproximaban tiempos de elecciones.

DIC143. COMO UN ÁNGEL, de Silvia Asensio García

Primero perdimos los trabajos, después el coche, por último la casa. Pensé en quitarnos la vida, pero era lo único que nos quedaba.

Era Nochebuena por la tarde, aunque poco importaba, hacía tiempo que los días habían dejado de ser días. Acababan de cerrar el supermercado hacía unos minutos. Esperábamos expectantes como si de una aparición se tratara, los contenedores repletos con los restos del día. El hambre agudizaba el ingenio. A mediodía acudíamos al comedor social, por lo menos para que los niños tomaran un plato caliente. Por la noche si había suerte, alguna fruta o verdura o si tenía un buen turno de rebuscador, algo de carne u otra “delicatessen”.
Apareció de repente, como un ángel caído del cielo. Mi aspecto desaliñado, me delató. Se acercó a mí y me dijo: tengo un restaurante dos calles más abajo, trae a tu familia y muestra esta invitación para cenar al entrar. Por primera vez sonreí después de mucho tiempo, nos pusimos nuestras mejores galas y nos encaminamos al lugar.

DIC142. LA ESTRELLA DE IVÁN, de Leo García

Se avecinaba tormenta. La oscuridad reinaba más allá del cristal empañado. Raquel preparaba la mesa, la Nochebuena había llegado muy a su pesar y sólo por Iván había que celebrarla.
-¡Iván! ¡Ya te he dicho que no pongas esa estrella, está rota, no funciona! ¡Baja de la silla!-
Había que montar el belén, el árbol, como si nada hubiera pasado. Como si justo hacía un año aquél maldito borracho no se hubiera llevado por delante a Juan. Un año sin marido, un año sin padre. Hay días en los que la gente no debería morir, no el día de Nochebuena.
-A mí me gusta. A lo mejor si la pongo él viene cuando estamos dormidos y la arregla.-
Raquel se volvió hacia el pequeño y luego hacia el árbol que en la penumbra del rincón sostenía mil luces de colores. Todo centelleaba menos la estrella que Iván colocaba en todo lo alto de puntillas en la silla. Juan no iba a venir a arreglarla…
Un relámpago iluminó la calle y de repente quedó la casa a oscuras. Iván gritó asustado.
-¡Mamá mira!-
Tras un chisporroteo eléctrico, la luz de la estrella iluminó la estancia y la sonriente carita de Iván…

DIC141. COMO CADA NOCHEBUENA, de Alfonso Carabias Antúnez

A su llegada el sol ha caído y el viento azota con fuerza las desvencijadas ventanas de la casa.
Nadie repara en su presencia cuando entra en el salón, y como cada Nochebuena desde hace seis años se sienta en un rincón pasando completamente desapercibido.
Las tres ancianas aguardan en la mesa con la cena preparada y el fuego crepitante. Él cierra los ojos y pronuncia unas frases en voz queda.
Antes de que las acabe ellos entran en la sala y se sientan junto a las ancianas.
La velada transcurre entre conversaciones triviales y gestos contenidos. Antonia es la más feliz en la mesa. Sabe que en un año se reunirá para siempre con su marido y no puede reprimir su alegría. El resto tendrá que aguardar algo más, pero al menos saben cuando y como.
Pasada la cena abandona la casa llevándose consigo las almas de los tres hombres que, como cada Nochebuena, se despiden de sus mujeres hasta el año próximo.

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DIC140. EL DILEMA, de Félix Valiente del Valle

El día que decidió abandonar la Navidad el invierno ya desplegaba su aliento gélido. Sentado junto al fuego mesaba su abundante barba salpicada de akvavit sopesando con ojos vidriosos su decisión. Eran ya más de 1730 años dedicados a una raza estúpida que parecía no haber aprendido nada en dos milenios, tan solo a cambiarle su nombre: Weihnachtsmann, Colacho, Santa.
Shinny Upatree los reunió a todos y les habló claro: si sigue así, Nicolás se nos va. Lo único que hace es beber y maldecir y la fecha se aproxima. No quiero ni imaginar las caras de los niños si este año no nos presentamos. Rudolph dejó escapar un sollozo mientras la nariz le parpadeaba intermitentemente.
Resolvieron apelar directamente a su corazón.
Cuando despertó con la cabeza embotada, vio la carta descansando en su enorme barriga: «Querido Santa, este año no te pido ninguna muñeca, tan solo me gustaría que papá volviera a ser el de antes, recupere su trabajo y deje de beber. Así volverá a querernos a mamá y a mí«.
Preguntó a gritos qué día era. “23 de diciembre”,le confirmaron. “Todavía tenemos tiempo”, musitó para sí mismo mientras una incipiente sonrisa resolvía su dilema.

DIC139. CUENTO DE NAVIDAD. APP., de Pablo Vázquez Pérez

El fantasma de las navidades pasadas se esfumó después del tiroteo, así que solo le quedaban dos vidas al guerrero.
Seguía en el centro comercial, rodeado por los muñecos de nieve y Papá Noel, todos abatidos junto al hipermercado. Rudolph y los otros renos consiguieron huír con el “Santamóvil” por los aires.
El luchador recargó su rifle con más bolas decorativas. Quizás necesitaría también los látigos de espumillón, para enfrentarse al batallón de santos inocentes, armados con sus petardos, que le esperaban en el bosque nevado. Miró la energía que le quedaba. Ya había consumido por completo el espíritu de las fiestas presentes, así que usaría el del futuro.
Las fanfarrias y villancicos de los ángeles, anunciaban la llegada de los tres magos de Oriente con sus pajes, unos enemigos invencibles. Debería llegar vivo a la última pantalla para comprobarlo.

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