Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

UNOS INSECTOS PARA LA INSPIRACIÓN

Dice que, por muy inteligentes que sean, las hormigas no dejan de ser hormigas, y que fuera del hecho de que ellas también nacen, se reproducen y mueren, tienen muy pocas cosas en común con los hombres.

-Las hormigas -le explica a continuación- tienen un corazón, un estómago y un cerebro, y además pueden hablar entre sí tocándose las antenas.

Maúlla un gato en un tejado vecino, como dándole la razón, y se ilumina otra ventana en la casa de enfrente.

-¿Por qué será -pregunta Juan- que las hormigas, a pesar de ser socialistas, tienen siempre una reina? ¿Y por qué sera que esa reina sólo puede ser fecundada por cualquiera de sus proletarios?

La patria de las hormigas. JAVIER TOMEO. Edit. Anagrama

AGO92. PYROPHORUS, de Mei Hei

Este fin de semana acompaño a mi hermano mayor a inspeccionar los trabajos de mejoras que estamos haciendo en nuestra casa de campo. Como ingeniera civil, no podía negarme, a pesar de que eso significara no poder contactar a Karl durante los próximos dos días.
Aunque traigo conmigo mi Tablet, aquí no tenemos señal, ni de celulares, ni de satélites, con ella solo puedo revisar los planos y especificaciones de las remodelaciones y anexos.
Es de noche y las luces de la casa, producidas por un generador, han atraído a una gran cantidad de insectos. Un cocuyo se posa en mi mano izquierda, sobreponiendo la derecha sobre él, creo una especie de jaula con mis manos. La oscuridad dentro de la improvisada jaula permite notar con mayor claridad el brillo verdoso de sus órganos fotógenos, me recuerdan los ojos verdes de Karl. Esos ojos que alegran mi corazón.
Susurro, acercando mis labios a mis manos, y confieso: “también estoy pensando en ti”.
Abro mis manos, quiebra su tórax, extiende sus alas y vuela hacia la oscuridad de la noche.
¿Qué forma tomarán mis pensamientos al acercarse a él?

http://cuentosdemei.blogspot.com/p/decisiones.html

AGO91. ERROR FATAL, de Teresita Bovio

Crecía a ojos vista, desfrutaba del sol, del aroma frutal del shampoo y de la lluvia. Todo el santo día, picoteaba por aquí y por allá, siempre ahíto y satisfecho. Pero aquella noche… La fatalidad o tal vez sus ansias de recorrer mundo, lo engañaron, merodeaba por la escasa cabellera de su dueña, cuando descubrió que con un pequeño salto podía entrar en aquella frondosa melena, donde seguramente la comida seria muy abundante, sin pensarlo tomó la peor decisión de su vida, murió de inanición. Pobre piojo. En su inocencia no reconoció que era una peluca.

Y ESTA TARDE… CONCURSO DE VERANO

¡¡¡Otra semanita pegados a la radio!!!
…y es que mañana  por la tarde nos toca volver a escuchar la CADENA SER porque en su concurso semanal de Relatos de Verano, organizado por la Escuela de Escritores y la Cadena Ser son finalistas
YOLANDA NAVA 

JESUS URBANO

Enhorabuena a los dos, no faltaremos a la cita…

AGO90. EL ENCIERRO, de Asunción Buendía Hervás (Asun)

Estoy encerrada. No recuerdo desde cuándo, ni cómo he llegado.
Es una habitación, o una celda, lo mismo da. Un cuadrado blanco, impoluto.
Siempre me han gustado los espacios blancos, me traen paz y sensación de limpieza.
He observado cada pared, no hay ni una mancha, ni una grieta, ni una puerta ni una ventana, nada.
Pero no tengo hambre, luego supongo que habré comido. Tampoco tengo otras necesidades, ninguna, y estoy limpia. No tengo sueño, pero no recuerdo nada, ¿cómo es posible?
Debo estar secuestrada.
Estoy muy asustada. Y muy sola.
Golpeo la pared, pero ¿de qué están hechas? No producen sonido alguno con mis golpes. ¿O estoy sorda?, o estoy loca, o muerta.
No sé cuánto tiempo ha pasado.
Oigo algo, un zumbido. Una levísima sombra se ha dibujado en la pared tan blanca.
¡Es un mosquito! Me río, me muero de risa. Mosquito, cariño. Ven acércate, pícame si quieres. Anda ven, vamos a bailar, cómo me gustaría abrazarte y darte un besito.
Espera, no te vayas.
Un momento, si has entrado, esto tiene al menos una pequeñísima fisura, y una pequeña fisura, puede hacerse más grande… y luego aún más grande… Mi pequeño insecto, mi gran esperanza.

AGO89. NO ME MIRES, de Raúl Guadián Delgado

Un segundo. Ese fue el tiempo durante el cual se cruzaron las miradas del niño y el saltamontes en lo que resultaba un enfrentamiento entre la emoción y el miedo. Y un segundo, solamente un segundo después… supo que, encerrado en la diminuta jaula, daba comienzo la peor de sus pesadillas.

Orgulloso, mostró su presa a un padre que la observó con la escasa curiosidad de quien ya conoce lo que ve.

—“Se trata de una cría, así que ya sabes las condiciones si quieres conservarla”.

Efectivamente sabía lo que debía hacer para evitar que su madre, a la que repugnaban ese tipo de mascotas, le obligase a devolverle al lugar donde le atrapó.

Por eso, cuando a medianoche el niño se puso a sollozar, el pequeño saltamontes le escondió en su cuarto y le echó un poco más de pan, esperando que su madre no se hubiese despertado.

Y, suplicándole que callase, sus miradas volvieron a confrontar sensaciones… durante un segundo que resultó eternamente angustioso.

AGO88. MORFEOMORPHO, de Raquel Lozano

Paco, lepidóptero crepuscular, revolotea en el cabello ensortijado del efebo que ya duerme en brazos de su propia juventud. Bate sus alas cerca de los labios, como si pudiera por un instante besarlos, juega al escondite con sus sueños y a veces, se cuela entre sus pestañas para disfrazarse de mariposa.

AGO86. PICADURAS, de Antonio Ayala Castejón

Los mosquitos ya no son como antes. Recuerdo que, cuando era niño, sus picaduras aparecían mientras jugaba con mi familia junto al rio, en verano, sonriendo. Ahora sin embargo ya no es así… Y alguien le tendré que echar la culpa… ¡Malditos mosquitos!

AGO84. OBEDIENCIA DEBIDA, de Rafa Olivares

Conseguimos escabullirnos del grupo, y ya empezábamos a disfrutar de la deliciosa tarde de campo que habíamos planeado, cuando aquella voz conocida nos sorprendió y desconcertó.

– ¡Vosotras, a la cola con todas las demás!, nos ordenó con ese inequívoco tono de lo que no admite la menor resistencia.

Ni mi hermana ni yo podíamos entenderlo; donde estábamos no había nadie, las vistas eran fantásticas y el espacio holgado y tranquilo. Por contra, atrás, el olor era apestoso, había que pugnar constantemente por ganar la posición a la espera de la merienda y, lo peor, teníamos que estar atentas a esquivar un ramalazo de procedencia imprevisible que, cada poco, amenazaba con derribarnos.

En fin, no quedaba más opción que obedecer a mamá y, resignadas, emprendimos el vuelo hacia el trasero de la indolente vaca.

AGO83. DESINFECCIÓN, de Nicolás Jarque Alegre

Mi vecina de arriba camina con precaución sobre el suelo cochambroso del patio y, entre lágrimas, se inclina y agarra con cuidado una cucaracha. Arrodillada, deposita el animalillo en una cajita, extrae del bolsillo de su bata un libro, lo abre por la página que tiene marcada y, ayudándose del dedo índice, lee en voz alta unas palabras que no puedo oír. Tras unos largos segundos de silencio, solloza entre maldiciones y lanza el insecto con todas sus fuerzas contra la pared. Con esta van diez veces que repite proceso. Pero no desfallece y continúa con el procedimiento mientras pienso que ese acto debe ser amor porque, con una publicación similar a la que ella ostenta, yo me libré de mi mujer, su madre y la gatita persa que se orinaba en mis zapatillas el día en que hizo su ronda por el edificio el vendedor del “Círculo de Lectores”, y decidí comprar el promocional de magia. Después de comprobar que funcionaba, creo que las lancé al mismo lugar donde ella busca, supongo, que a su marido.

AGO82. MIEL DE COLORES, de Javier Ximens

Han matado a Gregorio, un macho diferente que tenía en mi colmena. Desde su nacimiento mostró rasgos morfológicos y modos de actuación distintos de los del resto de zánganos, por eso le puse ese nombre. Menos gordo que los demás machos y tan poco peludo como las obreras, sorprendentemente poseía un incipiente aguijón. En ocasiones se alimentaba solo. Al contrarío que sus hermanos —que zanganean a la espera de fecundar alguna reina virgen—, se le veía junto a las abejas nodrizas.
Gregorio era querido por las hembras, sobre todo a partir del día que acompañó a Calamity Jane. Al regreso trató de imitar sin éxito el baile en círculos y los movimientos abdominales de la exploradora, provocando en las obreras la emisión de feromonas consideradas de aceptación.
Sin embargo, el rechazo de los machos era evidente, sobre todo de Hércules, un ejemplar más grande que el resto, siempre involucrado en peleas, como echar a un zángano de una celda para ocuparla él, o no permitiendo a Gregorio acompañarles a repartir néctar entre las obreras.
Ha quedado grabado. Hércules ha ahogado a Gregorio en la miel de una celda. Tengo la convicción de que algunos continúan siendo avispas sin evolucionar.

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