Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

DIC95. UN ACRÓSTICO NAVIDEÑO, de Carmen Martínez Marín

En un cajero al abrigo del frío con los cartones húmedos enrollados hasta que el vigilante llegara y a cajas destempladas los echara, allí estaban. Entré a sacar dinero. Son esos días en los que el dinero se te acaba y tienes que comprar. Dos hombres escribían sobre un papel arrugado:

Nada como los días de fiesta.
Sacad los pastores a cantar.
Consumamos cordero lechal.
Invitemos a un indigente a cenar.

A quién tocará la lotería.
Que brillen las luces sin pagar.
La sombra vendrá en la factura del gas.

Vivir y cantar, comer y dormir.
Cada uno en su casa.
No habrá peleas familiares.

Id de compras señoras.
Derritamos tarjeta de crédito.
La cuesta no llegará hasta enero.

Demos a los pobres los buenos días.
Regalemos lo que no nos sirve.
Derrochemos en generosidad.

A la calle con los niños
En casa manchan las alfombras.
¡Gorros y bufandas qué hace frío!

De hoy para mañana, un año más, venga vamos a celebrarlo:
Feliz navidad, Noche buena, Noche vieja, un año más.
Y, hale a cantar: “Ya vienen los Reyes…”

Me cantaron su villancico a modo de rap. Salí del cajero y me fui a mi casa.

http://aymaricarmen.blogspot.com/

DIC94. APARECIÓ LA NOCHEBUENA, de Javier Palanca

Aunque ella no puede recordarlo en ese momento, se llama Elena. Su madre, filóloga, le puso ese nombre porque significa “antorcha resplandeciente”. En el barrio la conocen por “La pelirroja”. Poco más pueden saber de ella. La distancia es el baúl donde se acumula la ignorancia.
Ahora, mientras le sangra la nariz y el oído derecho, tampoco sabe que vive ambulante entre cuatro calles durante el Sol y en un cajero cuando este se oculta. Que su deambular no tiene otro objetivo que conseguir dinero para la próxima papelina.
No es consciente de haber sido vapuleada y violada por “El Puma” a cuenta de deudas . Ni tampoco puede escuchar la conversación de este con “El Palos”:
– ¿Que es ese jaleo a estas horas de la noche?
– Son los que salen de la misa del pollo.
– Es la del gallo, ¡So bruto!
– ¡Perdone vuvesensia!

DIC93. COMPAÑEROS, de Reyes Alejano Monge

Corría dando zancadas imposibles con sus piernas aún cortas, para no ser alcanzado por el chucho rabioso. De un bote subió a un árbol; y descubrió cuanto le gustaba ver el mundo desde arriba. El arce se convirtió en su secreto refugio, receptor de llantos, dispersor de risas, silencioso confidente. En el otoño de sus ochenta y cinco años, aún ágil, ya cansado, trepó a su árbol una vez más un día de nieve y calma. Se acurrucó en su hueco y se durmió. Los suaves copos abrigaron su cuerpo, y las hojas susurraron una canción triste de despedida…solo cuando el arce se liberó de todas sus hojas otoñales le encontraron. En Navidad.

www.adondelcaminoira.blogspot.com

DIC92. REGALO DE NAVIDAD, de María Jesús Pueyo (Patricia Richmond)

Me cogió las manos y las besó con ternura.
– Pídeme lo que quieras.
– ¿Lo que yo quiera?
– Lo que sea.
– Quiero… un ático.
– Hecho.
– En París.
– Muy bien.
– Con una terraza llena de hortensias blancas y azules. Y que se vea la Torre Eiffel.
– ¿Algo más?
– Amueblado y con cuadros de artistas bohemios.
– ¿Eso es todo?
– Y un bono de transporte y dinero para mis gastos, que en París hay mucho que ver y hacer.
– Va a ser mucho. Si se entera mi mujer me echará de casa.
– En mi ático siempre habrá un sofá para ti. Así que cómpramelo cómodo.
Me sonrió y nos abrazamos. Así me despedí de mi amigo y compañero durante los peores momentos de mi vida, del encierro que debía sanar mi mente enferma.
Salí de la clínica y me reencontré con mi familia. Subí al coche de mi hermana, de noche ya, y las calles que fuimos recorriendo me desconcertaron con sus colores y estrellas resplandecientes. La gente parecía tan feliz…
Hasta que comprendí: era Nochebuena.

patriciarichmond.blogspot.com.es

DIC91. CRISIS, de Edweine Loureiro

Oficina central de Coca-Cola, un poco antes de Navidad:
― Está usted despedido, Papá Noel.
Y después de que salió el bondadoso viejito:
― ¿El siguiente? ¿Quién? ¿Jesús? ¡Pues bien, que pase!

DIC89. LA ABUELA ESTHER, de Paz Alvar

La comida de Navidad hacía de ella una artista de circo insuperable. Nos enseñaba a hacer equilibrios con los platos mientras servía la mesa. Se contorsionaba cuando pasaba entre las sillas del comedor, esquivando a mis primos y saltando por encima del perro, sin derramar ni una gota de sopa. Como el mejor de los mimos, hacía señales a mi abuelo y a mi madre mientras hablaba por teléfono con mis tíos de Chicago. Y al final, como por arte de magia, recogía todo en un momento y nos entregaba los regalos que más deseábamos.
Según se hizo mayor fue perdiendo estas destrezas. Sin embargo, comenzó a desarrollar unas increíbles dotes de adivinación. De esta forma, anticipó su partida y pudo prometerme antes de marcharse, que me visitaría cada veinticinco de diciembre.
Por eso hoy, cuando he encontrado su broche de cristal, no se lo he contado a nadie. Lo he guardado con el resto de regalos que aparecieron de forma mágica bajo el árbol encendido y mientras lo hacía, como cada Navidad, la he visto sonreír con picardía desde la foto que hay encima del mueble del salón.

DIC88. DESPERTAR EN NAVIDAD, de Julio Guzmán (Caballero Andante)

Me gustaría despertarme cuando llegue Navidad…
Septiembre. Ciudad florida, al Norte de Florida. Ella me amaba y yo la amaba. Sus sábanas de seda siempre estaban cálidas. Las dudas llegaban a nuestras mentes golpeándonos como goterones sobre el cristal.
De pronto cayó la lluvia a cántaros. Ya no eran dudas, sino un horizonte quemado por el Sol y mojado por una cortina de agua que empañaba el presente y oscurecía el futuro. Dormir, dormir, dormir y despertar en Navidad.
Navidad ha llegado y yo no quiero despertar…

DIC87. FUERZA Y BENDICIÓN, de Amanda Catalán

Luego de calmar mi rabia y las lágrimas que caían por mi rostro como ácido, entré de nuevo al apartamento ensayando una sonrisa que más bien parecía una grieta en mi cara mal afeitada. La mujer que amaba me miró, estiró su mano para alcanzar la mía y tardé en reaccionar, perdido en mis temores, enojado estúpidamente con ella. Su cáncer apareció por navidad- eso me confesó al exigirle una explicación por su inquietante silencio- y todo dejó de tener sentido para mí, las luces de colores, los regalos, el árbol, la ahora insulsa cena que planeaba. Habíamos pasado por tanto juntos, que el pensar en una enfermedad invadiéndola sólo a ella me hizo sentir engañado por la vida.
-¿Qué haces, amor?- me preguntó al ver que retiraba los adornos navideños.
-No tengo nada que celebrar.
-Estás equivocado- dijo, devolviendo los adornos a su lugar- Hay que celebrar, y cuando cenemos durante la Nochebuena, le pediremos al Festejado que bendiga nuestra mesa mucho más.
Su admirable valor me hizo sentir como un niño perdido y encontrado en medio del gentío. Emocionado, la abracé con fuerza y las ideas para cocinar algo exquisito me llenaron de nuevo la cabeza.

DIC86. FELIZ NAVIDAD, de Ana María Carela Pérez (mujer de Sotirios)

Bajo el precioso abeto, decorado con adornos navideños, estaba Susanita abriendo sus regalos radiante de felicidad. Los villancicos sonaban por todo el salón impregnando la atmósfera con su magia navideña. En el centro había una suntuosa mesa colmada de todo tipo de comidas y dulces navideños. En el medio de la mesa había un pavo enorme, dorado y listo para degustar.
— ¡Qué dichosa soy! ¡Cómo les quiero! ¡Feliz Navidad! — dijo Susanita abrazando toda la familia.
— ¡Feliz Navidad, princesita!— le contestaron todos al unísono.
El rumor de una rata hizo despertar a la pequeña niña. Entre los cartones hizo una fuerza descomunal para moverse; pero su pequeño lánguido cuerpo estaba entumecido. El frío, la inanición y la alta fiebre hicieron mella en ella. Su pequeño cuerpecito se estremeció, le pesaron los parpados, se le nublaron los ojos azules y el sueño eterno se apoderó de ella.
—Susanita, vamos—dijo un niño.
— ¿Quién eres tú? —repuso sorprendida.
—Yo soy la vida eterna, pero tú llámame Jesusito.
—Y, ¿adónde nos vamos, Jesusito?
—Nos iremos en un mundo donde el hambre no existe; y toda la gente son muy felices; y donde los niños disfrutan la Navidad en un enorme jardín eternamente.

DIC85. UNA VIDA SOÑANDO, de Isabel López Soriano

Una vez cuando era pequeño mi padre me contó una historia. Me dijo que todos los hombres, mujeres y niños soñábamos cuentos reales mientras dormíamos. Yo, que nunca me acordaba de lo soñado al despertar, desde aquel día me esforcé mucho en despertarme y recordar.
Un día, después de tanto entrenamiento, al despertar me di cuenta de que seguía dormido. Esto me trajo mucha confusión, claro y la necesidad de tener que esforzarme el doble para averiguar cuando estaba soñando y cuando despertando.
Entonces sucedió, en medio de un ensueño despierto me levanté de la cama y vi a Sus Majestades, los Reyes Magos, dejarme, con todo el sigilo y cuidado mis regalos preciosamente envueltos al lado de mis zapatos nuevos, los de los domingos. Volví a la cama, despierto, pero medio dormido, con una imagen grabada que nunca olvidaría.
Y, desde ese día, cada noche de Reyes me acuesto cumpliendo, a modo de ritual, los mismos movimientos de ese primer encuentro y, cada año se repite el mismo despertar ensoñado en que descubro como mis Reyes Magos adorados, dejan, al lado de mis zapatos brillantes de domingo, mis regalos tan deseados.
Gracias Reyes Magos.
Feliz Navidad también para vosotros.

DIC84. MEJOR NO SE LO DIGO, de Manuel Montesinos

Escribió la carta de su puño y letra, la introdujo en un sobre ribeteado de cuadrados azules y rojos con un sello estampado en color índigo donde podía leerse By Air Mail. “Llegará volando a Oriente”, le decía a su gatito y sonreía apretando mucho los labios para que no se escapara ni un soplo de felicidad.
Rebosante de vigor como poseída por el avatar de un chihuahua no paraba ni un instante. Recogía pulcramente su cuarto, no protestaba para ir a la ducha, comía cualquier plato incluso los verdes y no transgredía límites. Ya no bajaba las escaleras de dos en dos, bebía sin derramar, se marchaba sola a la cama temprano y dejó de dar vueltas infinitas en el sillón del despacho. Por fin, llegó la gran noche. “Mejor no les pongas coñac en las copas, por si les para la Guardia Civil ¿vale mamá?”.

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