Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

13. CITA EN EL MUSEO, de Asun Gárate

Ella está delante del Museo, al lado de Puppy. Lleva puesto un vestido de florecitas de los mismos colores que el enorme terrier y permanece tan quieta que parece formar parte de la escultura. A sus espaldas se eleva, curvándose y retorciéndose, el cuerpo hecho de escamas de titanio del Museo. Y en el cielo azul hay nubes, hinchadas y blancas como velas.
La imagen es bellísima, podría tratarse del spot publicitario de un perfume. Pero la realidad es otra. Esa mujer es mi mujer y tiene una cita con alguien. A quien aguarda mordisqueándose los labios, con ese gesto ansioso que siempre me gustó y que ahora me desespera.
Quisiera ir a su encuentro y fingir que no la he seguido desde que salió de casa. Y dejar que continúe mintiéndome. Y llevármela de allí antes de que sea demasiado tarde.
Sin embargo, ya se ha acercado a ella un desconocido. Se abrazan y se dan un beso lento y ensimismado que obliga a varios turistas a esperar con la cámara en vilo. Alguno sonríe e inmortaliza su beso junto a Puppy.
No necesito ver más. Desciendo por la triste escalinata y tiro mi alianza a la ría.

12. CITA EN EL MUSEO, de Ignacio Uranga

De niño desconfiaba de las armas contenidas tras sus vitrinas; ahora trabajo en el museo. Aquí tengo un sillón en un despacho, una cita con un hombre aún sin derechos, y una mala noticia que darle.

Vivíamos en una casa de paredes de ladrillo y goteras en invierno; demasiado pequeña para mi madre y sus hijos. En la plaza había una mayor: de tres plantas, muros de piedra, balcones con tiestos de arcilla y, sobre el tejado, un gallo de metal negro que luchaba con el viento.

Archivo documentos viejos que permanecían ocultos desde la guerra. Dicen que esos papeles explican demasiadas cosas. Yo cuento con permiso, y leo lo que para otros sigue prohibido.

En verano regreso al pueblo. Derrumbaron la casa pequeña; la grande continúa erguida. Visito la tumba fuera de la tapia del cementerio. De camino cruzó la plaza, pero no miro al gallo negro. En el metal de la veleta quedó grabado el nombre de mi padre; el verdadero dueño de las tres plantas de abajo.

El hombre aún sin derechos abre la puerta del despacho. Su solicitud denegada descansa sobre mi mesa. Me pregunta cuándo podrá leer los documentos viejos.

11. CITA EN EL MUSEO, de Aurora Royo

Nunca espabilaré. Cuando mi amiga me dijo que había quedado con ese chico de internet, ya me pareció mala idea. Lo de internet me da yuyu.

Tenía que haberle mandado a la porra cuando me pidió el coche. Pues si quiere ir a Bilbao, encima al Gujenjein, o como se diga, que ha quedado allí, mira que es peliculera, que pille el bus. Total, desde el pueblo, una hora. Tampoco tiene que madrugar, ha quedado a la una. Puede hasta trasnochar el viernes. Y con un poco de suerte, pilla con uno del barrio y se olvida del bilbaino, que llevará la txapela a rosca, fijo, como los del pueblo. Pero como es de capital… esta tía…

Ahora va y me llama, la muy torpe. Que en realidad no era un chico sino varios, resulta que se ha metido a “escritora” y ha quedado con unos de un blog para comer y ha pillado un pedo del quince. Mira como escribe, la tía, con tintorro. Ahora me toca coger el bus e irme hasta allí, si quiero recuperar mi coche.

He quedado con ella en el Museo, el de Bellas Artes. Por lo menos, se cómo se escribe. Menudo planazo.

10. CITA EN EL MUSEO, de Juan Morán (JAMS)

CÓMO VES-ARTE

Sin conocerse, coincidieron en la sala 56 del Prado contemplando la misma obra: la tabla central del tríptico donde El Bosco les mostraba El Jardín de las Delicias.

-El placer es una búsqueda que la razón no entiende -comentó él sin apartar la vista de un grupo de personajes atrapados por la lujuria.

-Y acabamos confundiéndolo con el amor – respondió ella-; nos sorprende y nos cautiva por los sentidos, pero solo a veces llega a tocar lo profundo del alma.

Intercambiaron su punto de visión, y la conversación visitó lugares comunes hasta llevarlos a una cafetería cercana. Allí se miraron a los ojos por primera vez. Varias coincidencias en su biografía y la luz amable de la tarde les empujó DE a cenar juntos. Compartieron boloñesa, helado de canela y pastel de crema con chocolate caliente. Alargaron la aventura hasta una pensión del centro donde saciaron al caprichoso deseo. Al amanecer, ella abandono la escena en silencio y él desapareció definitivamente.

Unos meses después el destino y una exposición sobre la vanguardia rusa contemporánea volvió a reunirles casualmente en el Thyssen. Ambos se presintieron delante de un bodegón cubista titulado Naturaleza Muerta, de Alexandra Ekster. No se atrevieron a mirarse.

9. CITA EN EL MUSEO, de Jesús Redondo

Museos hogar de las Musas.

Museos, gineceos de las musas, donde pesan igual cetros y cayados.
¡Aquellas musas del Parnaso!:
Calíope de la épica, Clío de las epopeyas, Erato de la lírica, Euterpe de las flautas, Melpóneme de la tragedia, Polimia de los himnos, Talía de la bucólica, Terpsícore de la danza, Urania de las ciencias…
—Pero, ¿dónde estabas tú, musa de la pintura?
—Te inventaron los pintores en cada mujer modelo.
Tantas horas de contemplación, tantos soles reflejados y partidos por sus cabellos, acabaron, muchas veces, nublando el seso del artista.
Joanna Hifferman, musa irlandesa del pintor James Whistler a quien con su hermosura, inteligencia y simpatía sedujo, también atrapó a Courbert. Sus atezados cabellos lo hechizaron. Ya altiva, ya sensual, reposa sugerente en sus obras.
Solo una vez no pintó su rostro, o si lo pintó luego lo cercenó.
En el Museo de Orsay de París expuesta intermitentemente, en pos de la moral imperante en cada tiempo, la tenéis. Su lúbrica indolencia escandaliza a algunos, aunque a todos vigoriza.
Su cobrizo vello vela el “origen del mundo”.
Perdido en un olvidado almacén, un escorzo de rostro de cabellos color castaño, buscó durante años su perdido cuerpo.

—Parece que hoy, ya lo ha encontrado.

8.CITA EN EL MUSEO, de Begoña Heredia

No se conocían ni siquiera de otra vida, como solía bromear Joaquín. Aunque desde hace un tiempo ,coincidían vigilando el museo cuando los visitantes abandonaban sus pasillos y el silencio invadía las salas. El horario nocturno, a los tres les resultaba inmensamente aburrido. En uno de sus encuentros, Francisco propuso convertir la noche en una divertida velada. Al dar las doce fue él quien dio el primer paso; frente al cuadro de Las Meninas, alzó un pincel, y convirtió a Margarita de Austria en una fiel servidora, cambiando los papeles entre ella y sus camareras. La respuesta fue rápida y Diego, con firme decisión ,dio a los chicos de la playa unas compañeras, no podía ser que los chiquillos estuvieran faltos de compañía femenina para jugar con las olas. Joaquín sin ser menos en aquella nocturna travesura, recogió el pincel y convirtió las bayonetas del fusilamiento del tres de mayo en guirnaldas de claveles. Tras las risas por este gesto tan pacifista, firmaron sobre las autenticas rúbricas, las obras modificadas. Así Las Meninas pasaron a ser de Goya y sucesivamente Velázquez, y Sorolla dejaron constancia de quien vigilaba el Prado.

7. CITA EN EL MUSEO, de Esther Cuesta

Coincidieron en una gran exposición y ya no pudieron apartar sus miradas. No hicieron falta palabras, permanecer juntos fue suficiente. Los que les veían, notaban algo diferente, «han cambiado la luz», decían unos, «se ven radiantes», comentaban otros, y así pasaron los días.
Una tarde llegaron sin previo aviso. El contemplo’ atónito la escena, «la descolgaban, se la llevaban». No pudieron hacer nada por evitarlo. En el último instante, sus pensamientos se cruzaron, «nos veremos de nuevo, aquí mismo, o en otra pared».

6. CITA EN EL MUSEO, Christine Cleret de Langavant

Al final de la hora de Historia se me acercó el guapetón de la clase. Haciéndome alabanzas me propuso encontrarnos en el Prado para que le ayudase a preparar el examen sobre la pintura del XVI… también me insinuó que después le gustaría compartir conmigo otro “prado” y “otras bellezas”…

Llegué a la hora prevista… llamó diciendo que le había surgido un imprevisto… la verdad es que me daba igual: hacía mis apuntes y disfrutaba.
En un momento dado, vi que Paula, la empollona de la clase, estaba sentada en una de las banquetas llorando… me acerqué… descargó su corazón…
¡El muy cabrón la había dado cita como a mí utilizando los mismos argumentos! …Pero la pobre estaba “colada” por él…
En un relámpago me asalto la duda de si Estela, que también andaba por la sala, estaba por la misma razón… las tres reunidas comprobamos cuan inocentes éramos…

El día del examen oral, el guaperas espetó confiado:
“El Greco, seudónimo de El Bosco, pintaba con colores muy vivos, mujerzuelas, chihuahuas y naufragios”…
Toda la clase estalló en carcajadas…

…Entre risas habíamos urdido nuestra venganza, sabiendo que el muy tonto no comprobaría nuestros apuntes…

5. CITA EN EL MUSEO, de Ginette Gilart

El mensaje decía claramente: “Te espero en la sala de Biología del Museo de Ciencias Naturales el sábado a las 17:30h. Firmado: tu enamorado anónimo.”

Expectante se preparó y acudió a la cita. Cuando llegó, descubrió perpleja que la puerta del museo estaba cerrada, en ella un cartel anunciaba: “Estamos de obras. Perdonen las molestias.”

Apenada, dio media vuelta y regresó a su casa caminando con su andar de oca y sus ciento veinte kilos tambaleándose. Se preguntó: “¿Quién habrá sido el bromista?”

4. CITA EN EL MUSEO, de María Elejoste

CSI BILBAO

José Mari Urionakortaiturribidegoikoetxeberria –alias Txemuri- era, cuando no estaba chiquiteando ni en el futbol, el mejor detective de Bilbao. Su amigo el alcalde Azkuna le había llamado muy alterado. Puppy, el pequeño gran cachorro del Guggenheim, había desaparecido. La ciudad ya tenía bastante con San Mamés a medio construir y la Basílica de Begoña sin bodas. Debían encontrar al perrito sí o sí, antes de que se desatase el caos en el Botxo.

La ertzaintza había encontrado entre las raíces un cable adsl, por lo demás, ninguna pista. Txemuri, famoso por sus conjeturas extravagantes -provocados seguramente por el exceso de txikitos- pidió el listado de las últimas conexiones a internet.

Todo normal: Jardinerías online, AmigosdePuppy.com… ¿y esto? viajes en globo, niñas clonadas, glaciares con cadáveres, tesoros infantiles…

Temió que Puppy se hubiera perdido, o hubiese elegido, el mundo virtual. De pronto un post llamó su atención, consultó su reloj y sonrió.

-No se preocupen- dijo a las autoridades y policías congregados -Puppy está viniendo.

Allí los dejó con la boca abierta. Se encaminó hacia el Casco Viejo a desayunar unos pinchos, sabiendo que Puppy es una verdadera señorita de Bilbao, que se arregla con esmero cuando recibe visitas ilustres.

3. CITA EN EL MUSEO, de Ángeles Sánchez Gandarillas

VENTANAS

El niño de cinco años salía de su primera visita al museo muy impresionado. Le dio la mano a sus padres y comenzaron a caminar rumbo al hogar. Los padres preguntaron al chiquillo si le había gustado el museo, el crío respondió que sí, y lo que más, que era muy grande y el montón de “ventanas” que tenía…

– ¿Ventanas?, pero hijo, no tenía ventanas.

El niño siguió hablando ensimismado.

– …A partir de ahora, haré más deberes de caligrafía y muchas cuentas de sumar, porque quiero estudiar para sacarme la carrera de “rico” y comprarme una casa, como esa que llamáis “museo”, y llenaré las paredes de ventanas y me asomaré cada día a una diferente. Así vería todo el rato lo que quisiera, como los relojes doblados en su país descolorido, me asomaría para intentar escuchar al hombre de la boca abierta que llamaban “El grito”, porque vosotros no me habéis dado tiempo porque teníais prisa, como siempre…

Eso es lo que voy a hacer.

2. CITA EN EL MUSEO, de Susana Revuelta

EL RESTAURADOR

El doctor Morán medita en el asiento del vagón sobre las citas de los últimos meses: las salidas intempestivas del hospital, las disparatadas excusas al cirujano jefe… Tiene que parar esta locura cuanto antes, no debe arriesgar así su reputación.

Se baja del metro en Atocha y se encamina a toda prisa al museo. Tras identificarse en la entrada se dirige a la sala de restauración. «¡¡¡”La maja desnuda” preñada otra vez!!!». Indiferente a los lamentos del personal abre el maletín y dispone sus bártulos. Sin temblarle el pulso practica una incisión horizontal en el abdomen y extrae un feto chorreante de pintura. «Lo que habría que evitar a toda costa», se dice muy serio, «es un cuarto aborto; la tela no resistirá tantas puntadas».

Un rato después en el lavabo se aclara las manos teñidas de bermellón y se ajusta al cuello una pajarita que saca del bolsillo. Mira el reloj, todavía llega a tiempo al cóctel de esta noche. Da un lingotazo a su petaca de ginebra y decide que es el último favor que le hace a su amigo el director del museo. Hoy a más tardar le sugerirá que cambie a «Los borrachos» a otra sala.

RELATO GANADOR DE LA KEDADA

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