Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

AGO157. CHEF – D’OEUVRE, de Jerónimo Hernández de Castro

El chef se inclina sobre su obra, sin que de su riguroso examen escape ni una brizna de cebollino fuera de lugar. Pronto emitirán el veredicto y la prestigiosa y cercana estrella en juego podría venir a identificarle como uno de los grandes. ¡Si el abuelo levantara la cabeza! El fundador del restaurante familiar estaría orgulloso de su nieto que, con la incorporación de nuevos conceptos de la diversidad cultural del planeta, había renovado técnica y elaboración de producto para poner la antigua casa de comidas en la vanguardia gastronómica.
Próximo al gran momento, no podía olvidar al amor de su vida, ella que jamás se apartó de su lado y a quien cautivó con un discurso de sabores para alcanzar su corazón, enamorado desde el paladar. Con una pizca de tristeza lamentó que el plato decisivo no sería nunca servido a su amada pero no disponía de un segundo más. Su obra maestra estaba a punto para emplatar y los rigurosos jueces Michelin aguardaban en el comedor: Crujiente de cucarachas sobre verde caramelizado de saltamontes tiernos.

AGO156. INSTINTO DE SUPERVIVENCIA, de Mercedes Marín del Valle

Si no me apresuro jamás llegaré a tiempo, pero soy puntillosa rayando en lo obsesivo y esta labor tiene que estar perfecta.
Felices en su reunión de agosto , los insectos comentaban sus peripecias veraniegas, aún les quedaban dos días de protagonismo.
Cuando la araña llegó con su recién terminada labor encontró un espectáculo más que atractivo para sus mandíbulas carnívoras.
Las mantis esperaban coquetas una nueva victima con la que perpetuar su especie.
Los mosquitos trompeteaban nostálgicas melodías al borde del lago.
Mariquitas y zapateros comparaban el color y el brillo de su exoesqueleto.
Los escarabajos peloteros medían sus fuerzas con los ciervos volantes.
Las mariposas exhibían su colorido provocando el suspiro de las cucarachas.
Las libélulas jugaban a ser helicópteros privados para las hormigas.
Insectos palo e insectos hoja apostaban por la calidad de su camuflaje.
Ajenos a la trampa letal los insectos se despedían del verano.
No había acabado de extender su artesanía cuando un pequeño grillo se acercó a ella y le agradeció anticipadamente que hubiera traído aquellas bonitas hamacas.
Contra todo pronóstico a la araña le enterneció la inocencia de la pequeña chicharra, pero el instinto de supervivencia pudo más. Su vida pendía del hilo.

AGO155. ENTOMOLÓGICA, de Rubén Pesquera Roa

El traficante le reiteró que nomás así: toda la colección a cambio de este ejemplar único.

Ya en su gabinete, el profesor se puso a contemplar aquella mariposa de tonos pastel más bien simplones. Con angustia, pensaba si en realidad habría ganado con el sacrificio de sus más de treinta mil especímenes, reunidos a lo largo de media vida.

—¿Entonces qué? —Le dijo el insecto, algo impaciente—, ¿valí la pena?

AGO154. DE ENJAMBRES Y PESADILLAS, de Esther Rodríguez Caballero

-Pude verlos muy de cerca. ¡Eran miles! Iban armados con cuchillo y tenedor. Incluso se habían atado una servilleta blanca al cuello. Me miraban fijamente… ¡Y babeaban! Yo intentaba luchar a brazo partido contra ellos…con armas absurdas… como chanclas, matamoscas… ¡les vacié encima un bote entero de insecticida! Pero nada, ya eran inmunes. Y encima, el maldito spray les excitaba en lugar de matarles. Cada vez estaban más y más gordos… Sus aguijones chorreaban la sangre de quién sabe cuántas pobres víctimas más. ¡Y venían a por mí! ¡Iban a merendarme hasta el hígado! ¡Te lo juro!
¡Uf!, menos mal que me has despertado. ¡Ha sido horrible, horrible!
-Bueno, tranquilo, ya está. Sólo has tenido una pesadilla con los dichosos mosquitos tigre. Como ahora hay tantos…yo también tuve una ayer.
-Pero ¿qué dices? Si la mía iba de banqueros sanguinarios.
-¡Ah! Perdona. Entonces…bueno, creo que casi es mejor…que sigas durmiendo…

AGO153. M T M R F S S, de Antonia Garcia Lago

Poco a poco la coraza de sus sentimientos se fue reblandeciendo y lloró. Una lágrima tinta, crujiente y animal.
En la habitación visillos de escamas gritaban bajo la luz fosforescente de la lámpara.
Percibió disminuidos los sonidos familiares de las voces. Aún despuntaba entre ellas la más dulce, como una nota de violín al deslizarse.
Notó como sus extremidades flaqueaban enormes y una opresión oscura iba avanzando sobre su cabeza
Los zapatos dormían en el rincón y las camisas amarilleaban rígidas en los cajones perfumados con membrillos.
Las migajas sobre la bandeja semejaban larvas blancas esperando su metamorfosis.
Los minúsculos latidos resonaron como un tambor al alejarse. Un último estertor y quedó inmóvil, lastrado como una nave rota.
En sus sueños de mariposas azules aparecían, como pesadillas, amenazantes escarabajos negros.

AGO152. CRISTALES ROTOS, de Xavier Blanco

Te marchaste en la noche diciendo que te ibas a tirar por el acantilado. Eso creo. Siempre las mismas amenazas, siempre los mismos llantos, pero hace tiempo que tus imprecaciones solo me sirven de arrullo. Me quedé dormido. Ahora ni siquiera puedo abrir los ojos, alargo la mano y sigo tu contorno sobre la sábana; presiento tu cuerpo casi tocándome. Quizás no te has ido, pero estoy seguro que escuché la puerta. La ventana está abierta y hace frío. Me concentro en el ruido de unos gritos que llegan desde la calle. Tiemblo, tengo el cuerpo lleno de hormigas; intento abrir los ojos, levantarme, avanzar, pero ni siquiera puedo apartar la tela de araña que me obstaculiza el paso. Todo está lleno de cristales rotos. Me siento en el borde de la cama, la araña se acerca. No puedo respirar.

Cierro los ojos y te busco con mis manos, intento agarrarme a uno de tus brazos; intento acariciarte, pero tienes el cabello chorreando y la cara destrozada. Al final consigo asomarme a la ventana, la oscuridad está infectada de luces amarillas. Distingo un cuerpo de mujer sobre las rocas. La gente se arremolina.

AGO151. LIQUIDACIÓN, de Juan Pedro Ortega Sánchez

El monstruo nos sorprendió mientras dormíamos. Empezó por rociarnos con un líquido que quemaba. Los que logramos escapar, fuimos perseguidos implacablemente. Escuchaba los terribles crujidos que anunciaban la muerte de mis camaradas. Yo fui aplastado, como otros, y dejado por muerto. Cuando se cansó de perseguirnos, la bestia recogió cuidadosamente nuestros cuerpos. Mi corteza estaba rota, y el veneno había penetrado en mi organismo. El dolor que sufría era insoportable. Deseé estar muerto.
Temí que su crueldad le llevara a quemar nuestros cuerpos o alguna perversión peor. Se limitó a dejar nuestros cuerpos amontonados como un monumento o una advertencia.
Cuando recobré la consciencia, era el único que aún vivía. De alguna manera conseguí escapar de entre aquella montaña de cadáveres y, arrastrándome, logré alcanzar un agujero protector. Mis entrañas ardían y algunas de mis patas permanecían inmóviles, pero a pesar de todo sentía una indescriptible voluntad de vivir.
Poco a poco, mis heridas comenzaron a sanar, incluso advertí que podía escalar como lo hacía antes, a pesar de que mis patas habían perdido parte de su movilidad. Un deseo de venganza me dominaba.

AGO149. TERAPIA EFICAZ, de Pilar Pastor

¿Se acuerda de mí? Estaba al borde del precipicio cuando entré en su consulta y, gracias a su empujoncito, mi caída al pozo fue inminente. Adaptarme al medio acuático fue sencillo y la experiencia vivida, casi indescriptible.

Una agradable sensación traspasaba los poros de mi húmeda piel, me di cuenta de que una metamorfosis empezaba a desarrollarse . Los poros, cada vez más dilatados, se abrieron y unas diminutas, diáfanas e irisadas láminas cubrieron todo mi cuerpo dotándolo de un brillo y una belleza envidiables. Embelesada, mi mirada llega a los pies y descubro que las uñas han crecido espectacularmente, la cutícula ha dejado de ser punto de unión entre uña y carne, mis extremidades lucen unas dinámicas y esbeltas aletas.

Decidí asomarme a la superficie, mis aletas se convirtieron en ágiles alas que yo sacudía alegremente para desprenderme de las diminutas gotas de agua. El cielo azul que tenía por techo me invitaba a volar, empecé a elevarme hasta que caí en picado en un palomar. Allí encontré mi hogar.

Usted tenía razón, la felicidad está en hacer algo por y para los demás. Gracias por ayudarme a recuperar mi identidad, soy una mosca cojonera.

AGO148. GREGORIO SAMSA, SUPONGO, de Manuel Montesinos

Huelo a rosas, no sé de qué color porque está oscuro, casi negro, pero son rosas. También percibo el relente húmedo de la tierra agitada y la eclosión de nuevos moradores, alquimistas de la materia, que han empezado a cuchichear muy cerca de mis antenas, ¿O todavía son oídos?
No me asusto, no tiemblo, ni siquiera intento girar la cabeza para no escucharlos, porque ya descubrí, hace unas horas, o quizás sean días, que no puedo moverme. Tengo la certeza de que la sangre no me circula, que no dispongo de actividad cerebral, pese a estos destellos torpes de los sentidos que, obstinados, se aferran a sus últimos estímulos.
Me cuesta aceptar que aún sigo vivo, que la metamorfosis no ha concluido del todo y que, aún, quedan larvas carroñeras dispuestas a profanarme. Finalmente, al paso de sus invertebrados cuerpos, la mandíbula se me descuelga y, con su peso de materia invertida, dibuja una sonrisa erosionada al sentir que todo va desaparecer.
A mi espalada, el vértigo del río arrastra gusanos sorprendidos de que, aún mi alma, se aferre a un trozo de carne descompuesta con olor a polen.

AGO147. ESCENA, de Marta López Cuartero

Como cada viernes, entre bambalinas y al son de la rumba, entreabre sus labios y desliza suave la barra de carmín. Con destreza perfila la línea que separa el reborde carnoso de los oscuros bulbos pilosos, difíciles de ocultar. Arquea la espalda y ajusta el desbocado pecho dentro del corpiño, orgulloso de poder mostrar su verdadera identidad contenida por terror a un padre despiadado.
Con una amplia sonrisa sale a escena entre aplausos y, ante un público entregado, entona con desgarro los versos de una canción. Al compás de las maracas y los tambores de conga marca fuerte el ritmo en cada taconeo, pretendiendo así borrar su oscuro pasado; como si fuese una cucaracha aplastada bajo la suela de un zapato.

AGO145. RECOLOCACIÓN, de Pablo Vázquez Pérez

¡Y lanzó otro golpe más del matamoscas y otra vez que fallaba! La abeja seguía volando por el despacho mientras César se preguntaba qué había hecho mal. Y mal, lo que se dice mal, no es que hubiera hecho nada, pero sí había sido un jefe muy malo, menospreciando a sus empleados más leales y útiles, acosándolos y despidiéndolos en cuanto pudo hacerlo, sin perder ni un euro de sus beneficios y sin importarle la suerte que corrieron. Planteó un expediente de regulación que había dejado a muchas personas debajo de los puentes y con un pie en la tumba. En resumen, había sido un malnacido al que se debería ajusticiar, pero no por trámites legales a los que pudiera pagar para salir impune. La verdad que eso ya lo tenía resuelto.
Por fin logró matar a la avispa, aplastándola contra el número siete del calendario que colgaba en la pared. Y en ese momento recordó a los siete mil trabajadores despedidos y escuchó el zumbido de un enjambre de abejas que se acercaba por el aire. Ni siquiera el doble acristalamiento aislaba del ruido ensordecedor. Ni tampoco era capaz de detener la llegada de esos siete mil insectos voladores.

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