Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

SEP95. CAMINO DE AGUA, de Ángeles Sánchez Gandarillas

– Mamá…
– Dime hijo.
-¿Qué es volver?, mañana lo daremos en clase.
– Es regresar de donde partes.
– ¿Papá volverá?
– No cariño.
– ¿Por qué?
– Porque está en el fondo del mar y no hay camino de vuelta.
– Ya. Cuando se fue su barco, la estela que dejaba era el camino que desaparecía…
¿Por eso no puede regresar?
– Sí hijo, por eso.
– Mamá, ¿estás llorando para hacer un camino de lágrimas hasta papá?
– ¡…!
– No lo hagas mamá, secaré tus lágrimas porque si no…, tampoco podrías volver.

SEP94. UNA TABLA EN EL MAR, de Esther Cuesta de la Cal

No quiero regresar. Y me aferro con fuerza a sus brazos. No es mi madre, pero quisiera que lo fuera. No es mi país, pero aquí podría ser feliz. No vería más la guerra, el dolor, la miseria y la huida.
Tengo que volver, no hay otra solución. Debo agradecer mi suerte pero no puedo. Odio a todos, a los unos por destrozar mi infancia, y a los otros, por enseñarme que hay otra forma de vida, que difícilmente tendré.

CASTELLÓN VUELVE A SER CONQUISTADO…

Un semana más volvemos a celebrar un éxito de amigos de ENTC en el concurso de micros semanal que convoca Radio Castellón de la Cadena Ser. 
Se unen a la larga lista de premiado por allí
JUAN MANUEL SÁNCHEZ MORENO
que ha convencido al jurado con un micromicrorrelato explosivo pero muy bien cocinado.
Puedes leerlo en este ENLACE
¡¡FELICIDADES!!

SEP93. SEPTIEMBRE, de Lorena Jiménez Justicia

Aquella gris tarde de septiembre volvió a Granada tras veinte años de ausencia. La Alhambra seguía alzándose majestuosa e inconmovible, observando, apática, su regreso. En primer lugar, se dirigió al bar donde tantas horas pasara en su juventud rodeada de amigos, pero aquel ya no era su sitio. Los camareros le resultaron desconocidos y los jóvenes la señalaban y cuchicheaban riendo: era demasiado mayor para estar allí. Después se dirigió a casa: vacía y cubierta de polvo le recordó que una vez tuvo una familia. Comprendió, entonces, que no debía haber vuelto, ya que no le esperaba ni el abrazo materno ni la sonrisa de un amigo ni la felicidad de regresar a los brazos del ser amado. Se marchó a otra ciudad segura ya de quien era: alguien que jamás tendría que volver a ningún sitio, un corazón apátrida.

SEP92. VOLVER A LA MAR, de Alfonso Blanco Martín

Me quitan el mar.

Me separan de junto al mar.

Cuando empecé a caminar con dificultad aún podía nadar, y eso parecía devolverme la fuerza perdida con los años.

Toda mi vida escuchando sus rumores.

Toda la vida sintiendo su oleaje.

Y por cariño me alejan del mar.

Quiero a mis hijos y ellos me quieren, pero el mar parece estar conmigo, ser conmigo, y ahora no lo tendré.

Yo mismo los animé a que buscaran su vida en la ciudad, lejos del mar, quizá ese feo consejo sea la causa de este castigo.

Ahora sí que siento ser viejo, estar solo, no poder andar.

Ellos me cuidarán con cariñosa justicia, pero echaré de menos la injusticia del mar, aunque me hundiera en él como una vieja barca.

Intentaré no hundirme a partir de ahora recordándote, mar.

(Mensaje encontrado en una botella en el Atlántico por el pesquero Garoña).

UN VIAJE DE REGRESO… PARA LA INSPIRACIÓN

VAN LOS ECOS EN BUSCA DE LA VOZ

Mientras escribía palabras que querían a la gente,  Julio Cortázar iba haciendo su viaje, viaje al revés, por el  túnel del tiempo. Estaba yendo desde el final hacia el principio: del desaliento al entusiasmo, de la indiferencia  a la pasión, de la soledad a la solidaridad. A sus casi setenta años, era un niño que tenía todas las edades a la vez.
Pájaro que vuela hacia el huevo: Cortázar iba desandando vida, año tras año, día tras día, rumbo al abrazo de los amamtes que hacen el amor que los hace. Y ahora muere, ahora entra en la tierra, como entrando en mujer  regresa el hombre al lugar de donde viene.
EDUARDO GALEANO. Amares ( Memoria del Fuego ) Edit. Alianza

SEP91. WELCOME, de Raquel Lozano Calleja

Lo enrollé despacito, con la meticulosa calma con la que envuelvo la carne picada con los canelones.
Lo bajé al trastero y lo encerré con tus recuerdos.
Al llegar la primavera lo volví a ver en el rellano, frente a la puerta. Bienvenido rezaba el felpudo. Una sola vuelta a la llave me advirtió que habías vuelto.

pielderetales.blogspot.com

SEP90. EL DESCONOCIDO, de David Rubio

La llave se quedó atascada en la cerradura. El anciano dejó la maleta sobre el tranco y oteó las casas encaladas del pueblo. Sus ojos se cruzaron con los de una anciana, vestida de luto, que regaba los geranios de su portal.
Él se le acercó.
— Buenos días señora, ¿Tendría aceite para engrasar?
—No sé si le servirá. Esa puerta no se abre desde hace mucho.
Le invitó a entrar.
La mujer rebuscó en un armario; mientras tanto, el hombre observaba una foto de boda. Se estremeció.
—En aquella casa vivió un joven con el que novié antes de casarme. Un día se marchó. Me prometió volver cuando pudiera darme una vida de princesa.
El anciano la escuchaba, embebido en la imagen de la joven del retrato; en su pelo azabache, en su sonrisa cautivadora.
—Todavía espero su regreso —Sus ojos brillaban—. Ver de nuevo su gallardía, su pelo rubio, sus fuertes brazos…
Cuando se volvió para entregarle la aceitera, el hombre ya se había ido.
Salió a la calle y lo vio alejarse cargado con su maleta. Algo le vino a la boca pero murió en sus labios.

SEP88. VIVIR LA VIDA, de Justo Escudero

Rostros extraños, sonrisas ajenas, luces de colores; es navidad en esta sociedad que no me invitó. Camino por la calle como si fuera un perro abandonado en una carretera hostil. Nadie me dará trabajo y menos en estos tiempos, ¿y amor? ¿y simpatía? Aquí nadie me invitará siquiera a un partido de futbito en el patio. Nadie me dará un cigarro cuando ande corto como suelen hacer los latinos. Aquí no habrá partidas de poker ni porros compartidos. Esos escaparates están llenos de cosas que no son para mí; yo sólo puedo aspirar a pedírselas a la dependienta con un cuchillo en la mano y esperar, no huir…esperar pacientemente a que llegue un madero y me grite mientras me apunta, me tire al suelo, me espose y me meta en el coche. Y pronto volveré a estar en mi mundo.

SEP87. NOS VEMOS EN KAIROS, de Concha García Ros

Apenas advierto el incesante tic tac. Son tantos años en este lugar escuchando el sonido de los que atrasan, los que adelantan, los de pared, los despertadores, los de cuco, los vulgares, los de coleccionista…, que éste se ha convertido en un silencioso ruido que sólo percibo con mucho empeño.
Pero ayer pasó algo insólito. Cuando él entró en la tienda, todos, sin excepción, realmente dejaron de sonar. El intenso silencio se podía casi tocar. Cuando, despacio, se acercó sonriendo y me besó, sentí lo mismo que aquella primera vez.
Hoy dudé, pensé que sólo había sido un sueño, hasta que encontré una nota en mi bolsillo. Era su letra, la misma de antaño. “Te espero en Kairos”, decía.
Mi reloj se ha vuelto a parar a la misma hora. Sólo escucho el chirriar de la puerta al abrirse y el ritmo acelerado de mi corazón.

SEP86. LA RECAIDA, de Ramón González

Con la respiración agitada, miraba fijamente la pequeña bolsita. Iba a hacerlo y sabía que iba a hacerlo. No lo había hecho aún porque no podía creer que fuera a hacerlo. No podía creer que fuera a tirar al retrete más de un año de su vida.

Más de un año. Trescientos noventa y dos días para ser exactos. Más de un año de médicos y terapias. Trece meses de sufrimiento, de ansiedad, de insomnio, de tratamientos de probada eficacia, de pequeños fracasos, de tratamientos alternativos. Con voluntad de hierro, con la ayuda incondicional de su familia y unos pocos y selectos amigos. Evitando tentaciones, evitando lugares, evitando según qué compañías.

Volvería a ver lágrimas en los ojos de su madre, nunca enfadada pero siempre triste. Preocuparía otra vez a sus hermanos, siempre delicadamente pendientes de su evolución, prudentes pero firmes en su apoyo. Iba a decepcionarlos a todos.
Porque iba a hacerlo. Con ansiedad, cogió ambos lados de la bolsa haciendo pinza con índices y pulgares y tiró. Al oler los doritos salivó de tal manera que, mientras engullía el primer puñado, unas babas con tropezones le caían por las comisuras de los labios.

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