Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

SEP63. TORMENTA DE VERANO, de Mercedes Marín del Valle

Sentado en su silla de diario contemplaba las paredes cuajadas de flores de su patio. Flores en lienzo y flores en tiesto, siempre flores.
No pensaba en nada y reflexionaba sobre todo.
Sus ojos semicerrados a la luz de mediodía evocaban todos los sonidos que ahora escuchaba y entonaba con dificultad.
Espesas nubes augurando tormenta consiguieron que abandonara, a regañadientes, su palco privilegiado frente a aquellos pájaros coloridos de canto incansable.
Los truenos revivieron la época en que trillaba la mies cuando aún era un niño. Truenos precedidos de rayos fulminantes y quebrados, capaces de calcinar la vida.
Antes de que hubiese abandonado el umbral, un aguacero violento mojó sus talones desnudos. Sentado tras los visillos miraba al cielo con respeto. El tiempo había mitigado su impaciencia de antaño.
En el transcurso de la tormenta evocó fechas y sucesos, repasó su devenir y se enfrentó a su presente. La vida, ineludible y cruel, le había zarandeado sin piedad.
El arcoíris abriéndose paso por encima de la barandilla que días antes pintó de verde, coloreó su pelo níveo e iluminó sus mejillas. Su corazón suspiró y su boca esbozó una sonrisa. No había porqué volver atrás, todo estaba en su sitio.

SEP62. UN ÁNGEL ABURRIDO, de Juana Mª Igarreta Egúzquiza

Un ángel, aburrido de la anodina paz celestial, escuchó la conversación de dos sabios recién llegados al paraíso. Hablaban sobre las ventajas de una buena lectura. Así que decidió descender por las noches a la tierra para ir leyendo algunas obras literarias.

Cada noche se colaba en una gran biblioteca y escogía un libro que leía hasta que el día empezaba a clarear.

En cada libro leído, y a modo de marcapáginas, colocaba una pluma que arrancaba de sus frondosas y sedosas alas blancas.

Hasta que una fatídica madrugada no pudo regresar al cielo. Sus alas eran frágiles, casi transparentes y no aguantaban su peso. Tras múltiples intentos fallidos para remontar el vuelo cayó al suelo extenuado, quedándose profundamente dormido.

Ulises, el bibliotecario, llamado así porque su llegada al mundo fue toda una odisea, se encontró aquella mañana al serafín durmiente. Restregándose fuertemente los ojos, se le acercó con sigilo para no despertarlo. Acto seguido, recuperó el libro que todavía permanecía junto a sus esbeltas y delicadas manos: La Odisea, de Homero.

En sueños, ajeno a la realidad y bajo la mirada perpleja de Ulises, el ángel volaba una vez más, como cada noche, de regreso a su Ítaca celeste.

SEP61. ELLA, de Mª Jesús Pueyo (Patricia Richmond)

He visto a mi padre en el pasillo. Ha pasado un año desde que me fui, pero ahí estaba él, mirándome expectante.
Y ellos que no se callan. Tienen el manuscrito. ¿Qué más quieren que diga? Que quiénes son mis cómplices, a quién iba a entregárselo. Cómo explicarles que no tenía ningún plan. Sólo me lo llevé, sin saber qué haría después. Por ella… que me ha dejado tirado. ¿Qué hará cuando se entere? Nada, lo sé. Yo sólo quería estar con ella, demostrarle que podía estar a la altura.
No les escucho. Que hagan lo que tengan que hacer, que me lleven donde tengan que llevarme, pero que se callen. No puedo quitarme su risa de la cabeza, me estoy volviendo loco. Ella…
Y mi padre, ¿qué le voy a decir? ¿Que con lo que sacara del libro iba a devolverle el préstamo para el doctorado? No, era todo para ella… Ella.
No puedo pensar cómo podría volver a casa, pero la mirada de mi padre lo decía todo: estoy aquí.
– Deja de llorar y vamos a empezar otra vez. ¿Nombre?
– Gaston Bouchet.
– ¿Edad?
– 23 años.
– ¿Ocupación?
– Becario de la Biblioteca Nacional.

VIRTUDES… Y PREMIOS

Lo de siempre… habéis vuelto a ganar en RADIO CASTELLÓN 
(el 90% de los ganadores son participantes de ENTC)
La novedad… Tenemos el placer de ver como ganadora a una participante que lleva poco por aquí y que no habíamos leído demasiado. Esta semana la ganadora semanal ha sido
VIRTUDES TORRES
¡Enhorabuena!
Podéis leer sus relatos (y los de toda la pandilla de entcianos ganadores) en este ENLACE

SEP60. CLONES, de Paloma Casado Marco

Ningún rostro conocido le esperaba en el comité de bienvenida de la estación espacial. Aún no lo sabía, pero sus dos meses en órbita, habían equivalido a casi diez lustros en el tiempo de la tierra.
Pasada la obligada cuarentena de incomunicación y readaptación, quiso visitar su casa aunque la experiencia le resultara desoladora. Nadie había sabido darle noticias de su esposa, salvo de los éxitos obtenidos en sus trabajos de ingeniería genética hacía más de treinta años.
La casa se mantenía igual, solo la envergadura de los árboles del jardín manifestaba el paso de los años.
Llamó a la puerta con una mezcla de curiosidad y tristeza. En el umbral, su mujer tal como la recordaba, le sonreía expectante. Tras el abrazo interminable, un remolino de pensamientos comenzaron a girar en su cabeza intentando encontrar alguna explicación a aquel extraño mundo, a aquel caos. Todo había envejecido, todo, menos Eva.
En el interior, poco a poco, fueron apareciendo versiones de las diferentes edades de su esposa: con veinte, con quince, con diez años…le rodeaban observándole.
-Ella supo que algún día volverías –explicaba la mayor- y quiso que no te encontraras solo.

SEP58. REVENIDO, de Mei Morán

Como nunca había salido de aquel lugar recóndito, otro de esos pueblos en las lindes del mundo, decidió partir. Y así lo dispuso. Le cocinaron viandas, doblaron y metieron en el macuto ropas de recambio y una cantimplora de vientre abultado para mitigar las calores de los secos caminos. Salió de casa al atardecer atravesando la noche con la complicidad de la luna nívea que le permitía ver los senderos. Saltaba de pavor con la propia sombra, que tropezaba y acababa enredada en las piedras hasta que le entraba la risa y ya de mejor talante, reiniciaba la marcha. Si avistaba un desfiladero, se retraía para protegerse de la tentación hipnotizadora del abismo. Una niebla tontorrona empezó a dificultar la visibilidad. Erraba desbrujulado y empezó a acusar cierto cansacio. Se frotó los ojos y cuando vio claro de nuevo, no pudo menos de esbozar una mueca de disgusto. Incorporado de mala gana en el catre que compartía desde una eternidad con los chinches, reconoció decepcionado el cuarto desvencijado, las paredes mohosas y el fuerte olor a salitre. Los barrotes de la celda en el castillo de If le permitieron ver el lejano horizonte en cuadrícula.

SEP57. LAS NOCHES DE LOS CANGREJOS, de José Vicente Aracil Lillo

De madrugada, en cuanto se duerme, comienzan los trabajos de restauración. El equipo de cangrejos sale con las excavadoras y va demoliendo aquellos edificios que ocupan lugares que no les corresponden. Trabajan sin descanso hasta el amanecer, hasta un segundo antes que el gallo del móvil lo despierte. De día todo se detiene. Cuando, noches después, se llevan los últimos cascotes, levantan las paredes de mampostería del antiguo callejón; mal amaestradas, para que la pelota rebote sin lógica contra ellas. En las noches siguientes desviarán el tráfico de la nueva carretera, la cerrarán definitivamente, y construirán sobre ella la casa de sus abuelos. Por último llaman a un jardinero y le piden con prisas que plante la palmera en la plaza rehabilitada. Un cangrejo escalador pone la placa en una de las fachadas de las viejas casas recién construidas: “Plaza de la Palmera”. El jardinero la riega con un agua especial que hace que el árbol crezca un palmo por segundo. El gallo del móvil lo saca del sueño. Se acabó: quinientas noches después de visitar el pueblo, del que hubo de salir cuando aún era un niño, todo vuelve a estar en su sitio.

SEP56. ME LLAMO TOMÁS…, de Rosa Mª iglesias Yañez

Y llevo tantos días sin beber que la sangre que corre por mis venas, ya es roja.
Al principio, pensé que esto era una tontería, pero ahora creo en este grupo y veo en los ojos que me miran comprensión y empatía.
Confieso que no me resulta nada fácil levantarme y no llevarme un trago a la boca, no puedo decir todavía que no pienso en beber, porque estaría mintiendo, lo que necesito es salir de este hoyo en el que me hundo sin remisión.
Mis hijo quieren que me cure y por ellos daría mi vida. No puedo decir lo mismo de mi querida esposa, hace dos días me pidió el divorcio y desapareció dejándome solo. No se lo reprocho, me lo merezco.
Deseo con todas mis fuerzas, seguir para adelante, por no destruir más lo que me rodea y a los que me quieren.
Le he dado muchas vueltas a esto y he llegado a la conclusión de que quiero volver la semana que viene y la otra y la otra así hasta que me cure, hasta que pueda vivir sin la horrible obsesión de querer beber.

SEP55. NO VOLVER, de Anna Jorba Ricart

Quise recordar tu sonrisa radiante que alumbraba tu rostro y tu mirada de amante, calando mi corazón que latía enamorado.
Quise oír tu voz melodiosa susurrando caricias con palabras complacientes, rozando mi alma con tu galanteo coqueto.
Quise abrirme de nuevo para ti en ese punto en el que perder el sentido era gozar hasta fundir de placer tu insinuación.
Quise pasear buscando en la arena de tu playa la huella de tus brazos en la noches de luna reflejada en nuestro mar de vida.
Quise retener desde lo alto de la torre de aquel reloj de pueblo, como cigüeña celosa de su nido, el tiempo que juntos vivimos. Hasta que ella, la de sin retorno, me robara para siempre tu sonrisa, tu mirada, tu voz, el placer, nuestra huella y el tiempo. Aquello y más, que tanto quise.
Me quedaron tantas cosas por decirte.

ROSA Y EDWINE EN EL PAÍS

¿Recordáis que hace unas semanas  anunciamos el resultado del concurso Purorelato organizado por Casa África? Ganó MAR HORNO y fue seleccionado EDWINE LOUREIRO
Pues ambos relatos los ha publicado EL PAÍS
Podéis leerlos en este ENLACE
Felicidades de nuevo a ambos.

SEP54. LA DICHA DEL HÉROE, de Eduardo Iáñez

Los veinte años transcurridos le impiden a Penélope reconocerme. Es lógico, e incluso contaba con ello para dominar la situación. Aunque no sabía a ciencia cierta con qué me encontraría en Ítaca, no me extraña el panorama que descubro: el reino trastocado, la casa tomada por pretendientes y Penélope…, ¡ah, Penélope!
Por ella han merecido la pena las heridas en la batalla, el destino adverso, la ira de los dioses. Por ella ruego que me dejen tomar el arco que otros han sido incapaces de tensar, atravieso el blanco con una solícita saeta y, con otras tantas, los corazones de cada uno de mis indignos émulos. Por ella acepto sentarme en el trono, asumir una corona indeseada y compartir un lecho largamente anhelado.
Por ella, solo por ella, renuncio a la palabra y abrazo el silencio, ocultando ahora y para siempre que este mendigo recién llegado ha conocido las aventuras de Ulises de sus propios labios, que las ha extendido por la Hélade haciéndose pasar por un rapsoda ciego y que ha aprendido a tensar el arco gracias al mismísimo rey de Ítaca, quien lleva largos años viviendo felizmente con Circe en la isla de Ea.

SEP53. LA JUGARRETA, de Sandra Monteverde Ghuisolfi

Despertó como de una borrachera, tirado en la acera. Se incorporó dolorido y maltrecho y desde lo profundo de su mente surgió un mensaje de alerta: ¡Debo volver! No tenía idea de adonde ni porqué, pero se vio andando con rumbo incierto, únicamente guiado por su inconsciente. Una farola parpadeó iluminando un rincón por unos instantes y el sitio le resultó familiar. Apresuró el paso. Dobló la esquina. A pocas calles vislumbró una vivienda ardiendo. Instintivamente y con el pecho oprimido, comenzó a correr. El calor le golpeó la cara y reconoció SU casa. El impacto lo hizo reaccionar y presa del pánico tuvo que admitir que su cerebro le había jugado una mala pasada. Se vio a sí mismo corriendo. Recordó la caída, el golpe en la cabeza y que no estaba volviendo, sino huyendo despavoridamente para salvar su vida. ¡Bang! El disparo le perforó la frente.

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