Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

AGO56. FOBIA, de Jesús Coronado

Me duelen las muñecas. Nunca pensé que esto doliera tanto. Nunca creí que ocurriera esto. Estaba todo controlado. De principio a fin.

Cuando abrí el congelador el olor me golpeó con fuerza haciéndome vomitar. Las moscas inundaron la estancia sobrevolándome, rozándome con sus asquerosas alas. La visión del cuerpo hinchado y cubierto de miles de insectos me paralizó. Caminé aterrorizado y sin control hacia atrás hasta tropezar y quedar quieto en un rincón, observando como aquella marabunta se desparramaba sin control por el sótano junto con aquel hedor insoportable que ascendía hacia el resto de la casa. Hacia la calle. Fue entonces cuando descubrí que todo, no estaba controlado.

Una simple avería y esta maldita fobia han conseguido en un instante, lo que durante años no ha logrado la policia.

Y mientras subo al coche patrulla sólo puedo pensar en dos cosas. En el maldito dolor de mis muñecas, y en cuanto tardarán en descubrir el resto de cadáveres.

AGO55. EL EFECTO MARIPOSA, de Rafa Heredero García

Mi pueblo está construido justo en el extremo opuesto de la tierra donde vuelan las mariposas, y por eso, cuando después de un inesperado aleteo el viento decide visitarnos, lo hace con una fuerza impetuosa y siempre logra sorprendernos. Como le ocurrió a una vecina, a quien poco después de enviudar le trajo un señor distinguido, educado y con bigote. O a mi sobrino el pequeño, cuando le sopló su nueva fecha de cumpleaños —llevaba ya un tiempo, desde que había perdido la suya, sin recibir ningún regalo— y pudo recuperar su sonrisa. Al hijo de la acomodadora del cine le cambió el destino después de entregarle un mapa sin dibujos ni referencias topográficas, que utilizó para explorar esos mundos fascinantes con los que siempre soñaba. En cuanto al viejo leñador… bueno, fue una fatalidad que le susurrarse el día de su muerte y que casi sin tiempo para creérselo tuviese que buscar urgentemente una rama que soportase su peso.
A mí me trajo un tintero junto con una preciosa pluma de cisne sin estrenar. Quizá más adelante las alas de mariposa me envíen la inspiración para escribir ese poema con el que te pueda enamorar precisamente a ti.

AGO54. ONÍRICA RED, de Raquel Ferrero Puchades

Un sueño recurrente enturbia tus noches. Estás en un espacio inmenso y la luz te ciega. El sol es tan poderoso que todo lo que hay a tu alrededor desaparece. Estás solo. Aunque lo que te asusta es que sabes que no lo estás. Sientes que alguien te observa. Quieres escapar. Agitas tus extremidades pero algo pegajoso te atenaza y solo consigues lacerar tu cuerpo. Estás atrapado. No logras averiguar qué es lo que ocurre. Tienes miedo. Tembloroso observas cómo dos linternas negras surgen de la nada brillante. Unido a ellas un cuerpo avanza sigiloso hacia ti. Ocho patas articuladas lo sostienen. Su boca pegajosa esboza lo que parece una sonrisa. No tiene dientes, sólo unos apéndices terminados en puntiagudas uñas que va extendiendo con cuidada ceremonia. Sacudes con furor los brazos y observas aterrado cómo se han convertido en dos pares de alas marrones. Antes de que puedas gritar ya está encima tuya rociándote con un líquido que escuece tanto que crees que
vas a desaparecer.
Es entonces cuando te despiertas y compruebas que, la araña que vive encima de tu lámpara, ha vuelto a atrapar en su red a otra polilla

AGO53. APLASTA SUEÑOS, de Inés Zapirain López

A veces me siento una hormiga. Con mis sueños que me superan en peso y en tamaño camino por la vida. Ni siquiera sé cómo esos sueños van a llegar a buen término; solo sé que hay una parte de mí capaz de lograrlo. Llámalo poder interior, llámalo X…, yo me siento una hormiga. Un ser pequeño a la vista, pero fuerte en su esencia.
Y entonces ocurre, lector. Sí. Ocurre. Justo cuando estás llegando a tu destino, un pie enorme te aplasta. Espachurra tus sueños hasta convertirlos en polvo. Espachurra tus sueños y todo lo que tú creías ser.
Hoy me he sentado en el parque y he visto a las hormigas a merced de múltiples suelas aplasta sueños. De pronto he sentido deseos de gritar y lo he hecho. Y he alargado mi grito hasta los oídos de aquellas personas que me han dicho que no podía, que no valía. Y lo he hecho porque el día de mañana no quiero ser como ellos. No quiero robar ilusiones, frustrar caminos. Quiero cargar con sueños enormes sobre mi cabeza. Esperanzas escondidas en lo secreto, lejos de pisadas maliciosas. Porque nadie, salvo yo mismo, puede limitarme.

AGO52. ¡QUÉ RICO!, de José Manuel Molina Monclova

– Que razón tiene la FAO que rica esta la ensalada de insectos.
– Un picudo rojo por aquí, una oruguita de mariposa emperador por allá, un par de gusanos del agave, para decorar.
– Y este… Mirando a su alrededor, para mí. Uhmm, que crujiente.
– Desde que cambie el caviar y las angulas por estas exquisiteces mi vida es más plena. Osea, más chachi piruli.
– Por favor Sebastián, apaga la tele que siempre están con esos niños africanos tan feos.
– Si señorita.
– No, no la apagues busca el Gandía shore.

AGO51. ASESINOOOOO, ASESINOOOOOO, de Sotirios Moutsanas

El navío negro se encalló en la arena. Como un torbellino salté a la playa y mis mirmidones me siguieron con alaridos infernales. Según subía la cuesta mis dos espadas descuartizaban a todo aquel que se encontraba en su camino. Sólo mi mera presencia hacía a mis enemigos estremecerse de miedo. No tenían tiempo ni de pestañear. Uno detrás de otro los aplastaba como insectos. Era un espectáculo espeluznante contemplar cómo centenares de cuerpos yacían masacrados en la playa. Inesperadamente le vi; sus ojos denotaban un terror atroz; sus dientes castañeaban; un olor de orina impregnó el aire. Siempre maté sin vacilar; pero esta vez dudé. Finalmente con un salto descomunal le atravesé con mis dos espadas, una en su garganta y la otra en su corazón. Sus ojitos se apagaron para siempre, apenas tenía quince años. Los barcos griegos llegaban por centenares, sólo se escuchaba una voz al unísono: —¡Aquiles…Aquiles!

En la tienda, lleno de pavor, maldecía a los dioses. ¿Por qué tengo que sufrir como ningún hombre en la tierra? ¿Por qué si existen no me liberan de mi maldición? Cada noche en mi lecho tengo que escuchar a todos que he matado susurrándome al oído:
—Asesinooooooo… Asesinooooooo

http://en.wikipedia.org/wiki/Sotirios_Moutsanas


AGO50. FALSA IDENTIDAD, de Concha García Ros

¡Pero qué asco de comida! ¡Qué manía de ofrecerme esa masa pringosa! Y luego… dale que dale con lanzar cosas. ¿Por qué me mira extrañada?
Me cae bien. Le agradezco que me haya traído a su casa y que me haya curado las heridas. Pero… se comporta de forma rara.
Ayer le contó entre risas a una amiga que me comía el polen de las flores del jardín (no pretenderá que me coma la bazofia que me da) y que agitaba las orejas como si quisiera volar. ¿Qué orejas? ¡Si no tengo! Pobre chica, creo que está un poco loca.
Ahí viene… ¡No, eso sí que no! ¡La correa no me la pones!
Y a Marta la picadura le molestó varios días.

AGO49. LA CONQUISTA SILENCIOSA, de Adrián Pérez Avendaño

Cada noche, ejércitos de polillas, carcomas y pececillos de plata se cuelan sutilmente en las grandes bibliotecas del mundo. Dentro, devoran con paciencia un libro detrás de otro. Cuando llegue el gran día, solo las cucarachas habitarán nuestro desolado planeta. En cambio ellos, sabios insectos bibliófagos, habrán adquirido el conocimiento suficiente para mudarse a un lugar mejor.

AGO48. ESPERO QUE TE GUSTEN LOS INSECTOS, de Mikel Aboitiz

Ha dejado la margarita calva de tanto deshojarla —me llama, no me llama— y se siente nervioso como un mosquito en medio de un vendaval, confundiendo su estómago con una bolsa repleta de mariposas. Todo comenzó cuando sus amigos le confiaron entre risas: —Le llaman la mantis —. Entonces, su cerebro de mosquito se hinchó hasta el tamaño de un escarabajo pelotero para albergar la posibilidad de sexo. Sin pensárselo, corrió hasta la chica alta y feúcha para darle su número y ella lo aceptó escudriñándole desde arriba, miope y burlona: —Me gustan los insectos. Te llamaré. —Cuando quieras —tartajeó él, sumiso, irremediablemente enganchado a su tela de araña. Y «cuando quieras» es ahora: el móvil comienza a vibrar como un abejorro encerrado en su mano. Descuelga triunfal, anticipando una cita con ella, viéndose ya agarrado a su talle de avispa, izándose sobre las puntillas para susurrarle cositas picantes al oído (cochinilla). Se lleva el
móvil a la oreja donde su voz sensual de mantis juguetona es un insinuante aleteo de mosca: —Ya sabes, me gustan los insectos —y él adivina por qué le llaman la mantis cuando añade eufórica:— En el terrario a las siete, ¿vale?

AGO47. LA CARTA, de Javier Palanca

Enfiló la entrada de los tribunales erguido sobre sus patas traseras. Lo frenaron dos malencarados soldados. Les mostró, contento y orgulloso, la carta en la que el juez Kierling expresaba su deseo de contratarlo como secretario. Sí, y yo mañana general -dijo el alto. Necesitas un pase para entrar y se expiden en una ventanilla interior –dijo el fornido.
Consiguió la dirección de Kierling. El mayordomo lo trató de farsante porque el juez había sido asesinado días antes de la fecha de su carta. Ante su insistencia le achucharon los alacranes.
Arrastrándose sobre sus seis patas llegó a una miserable pensión.
Le despertaron con fuertes golpes en la puerta y se lo llevaron arrestado sin explicaciones.
Días más tarde, su abogado de oficio le iluminó: En el lugar del crimen de Kierling se encontró una pata de escarabajo pelotero.
– Pero yo soy un escarabajo verde y tengo todas las patas ¡Caso cerrado!
– Bueno, eso tendremos que demostrarlo.
El día del juicio le preguntó por qué no había escarabajos en el jurado.
– Muchacho, aquí nos regimos por las leyes de Louisiana-1883.
– ¡Pero estamos en Praga!
– ¿Y?

AGO46. LEYENDAS DEL PUTUMAYO, de Fernando da Casa de Cantos

El calor pegajoso del Caribe invitaba a pasar la noche en vela. El viejo abanico traído de España apenas cumplía con su rancia función relajante. La niña Mersé daba vueltas en la cama, con sus grandes ojos bien abiertos. Su negro la abanicaba sentado en una silla, aprovechando la soledad de la mansión familiar.
–Cuéntame un cuento, negro. Hoy no puedo dormir.
–¿Qué tipo de cuento?
–No sé. Algo de tu tierra.
–¿Del Putumayo?
–Sí, del Putumayo.
El negro cerró sus ojos. Las ventanas abiertas de par en par daban paso a la luna, que venía sola. La brisa no la quiso acompañar. Los veleros arriaban su aparejo. La ciudad calmaba su sed de sueño, entre sudores esclavos y suspiros criollos. Las luces del castillo de San Felipe servían para iluminar los recuerdos del negro.
–En Putumayo tenemos un insecto muy peligroso, muy grande y muy feo, que le dicen la machaca.
–¿Cómo de peligroso, negro?
–Dicen que si te pica te mueres.
–Ay, negro, no me asustes… ¿no hay solución?
–Sí… Dicen que si te pica sólo te salvas haciendo el amor.
–¿De verdad?
–Te lo juro, eso dicen.
–¡Ay, negro, creo que me picó la machaca!

AGO45. HAM EL LIMPIO, de María del Carmen Guzmán

Miles de cucarachas invadían aquel edificio cuyas terrazas repletas de macetones con plantas eran los únicos puntos bellos que resaltaban sobre la descascarillada corteza del monstruo de acero y hormigón.

La comunidad de vecinos decidió poner fin a la invasión y para se buscó los servicios de un fumigador. Lo más económico que encontraron fue un hombre de acento extranjero que decía llamarse Ham, o al menos ese fue el nombre que entendieron, y como era el que iba a limpiarles la casa de bichos, le añadieron El Limp, para abreviar.

En poco tiempo, el edificio quedó limpio de cucarachas: fue una gloria verlas salir por las escaleras hasta morir boca arriba y pataleando. Un verdadero espectáculo.

Pero como el tiempo transcurría y Ham no cobraba el precio pactado por su trabajo, en revancha prendió fuego al edificio. La gente, a duras penas, y con lo puesto, no tuvo tempo de salvar nada, sólo sus vidas.
Desde la acera de enfrente vieron cómo el edificio ardía desde los cimientos hasta la azotea, al tiempo que miles de cucarachas huían aterrorizadas por las aceras.

Ham el Limp, hacía sonar su flauta mientras los niños volvían sus cabezas…

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