Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

UN VIAJE DE REGRESO… PARA LA INSPIRACIÓN

VAN LOS ECOS EN BUSCA DE LA VOZ

Mientras escribía palabras que querían a la gente,  Julio Cortázar iba haciendo su viaje, viaje al revés, por el  túnel del tiempo. Estaba yendo desde el final hacia el principio: del desaliento al entusiasmo, de la indiferencia  a la pasión, de la soledad a la solidaridad. A sus casi setenta años, era un niño que tenía todas las edades a la vez.
Pájaro que vuela hacia el huevo: Cortázar iba desandando vida, año tras año, día tras día, rumbo al abrazo de los amamtes que hacen el amor que los hace. Y ahora muere, ahora entra en la tierra, como entrando en mujer  regresa el hombre al lugar de donde viene.
EDUARDO GALEANO. Amares ( Memoria del Fuego ) Edit. Alianza

SEP91. WELCOME, de Raquel Lozano Calleja

Lo enrollé despacito, con la meticulosa calma con la que envuelvo la carne picada con los canelones.
Lo bajé al trastero y lo encerré con tus recuerdos.
Al llegar la primavera lo volví a ver en el rellano, frente a la puerta. Bienvenido rezaba el felpudo. Una sola vuelta a la llave me advirtió que habías vuelto.

pielderetales.blogspot.com

SEP90. EL DESCONOCIDO, de David Rubio

La llave se quedó atascada en la cerradura. El anciano dejó la maleta sobre el tranco y oteó las casas encaladas del pueblo. Sus ojos se cruzaron con los de una anciana, vestida de luto, que regaba los geranios de su portal.
Él se le acercó.
— Buenos días señora, ¿Tendría aceite para engrasar?
—No sé si le servirá. Esa puerta no se abre desde hace mucho.
Le invitó a entrar.
La mujer rebuscó en un armario; mientras tanto, el hombre observaba una foto de boda. Se estremeció.
—En aquella casa vivió un joven con el que novié antes de casarme. Un día se marchó. Me prometió volver cuando pudiera darme una vida de princesa.
El anciano la escuchaba, embebido en la imagen de la joven del retrato; en su pelo azabache, en su sonrisa cautivadora.
—Todavía espero su regreso —Sus ojos brillaban—. Ver de nuevo su gallardía, su pelo rubio, sus fuertes brazos…
Cuando se volvió para entregarle la aceitera, el hombre ya se había ido.
Salió a la calle y lo vio alejarse cargado con su maleta. Algo le vino a la boca pero murió en sus labios.

SEP88. VIVIR LA VIDA, de Justo Escudero

Rostros extraños, sonrisas ajenas, luces de colores; es navidad en esta sociedad que no me invitó. Camino por la calle como si fuera un perro abandonado en una carretera hostil. Nadie me dará trabajo y menos en estos tiempos, ¿y amor? ¿y simpatía? Aquí nadie me invitará siquiera a un partido de futbito en el patio. Nadie me dará un cigarro cuando ande corto como suelen hacer los latinos. Aquí no habrá partidas de poker ni porros compartidos. Esos escaparates están llenos de cosas que no son para mí; yo sólo puedo aspirar a pedírselas a la dependienta con un cuchillo en la mano y esperar, no huir…esperar pacientemente a que llegue un madero y me grite mientras me apunta, me tire al suelo, me espose y me meta en el coche. Y pronto volveré a estar en mi mundo.

SEP87. NOS VEMOS EN KAIROS, de Concha García Ros

Apenas advierto el incesante tic tac. Son tantos años en este lugar escuchando el sonido de los que atrasan, los que adelantan, los de pared, los despertadores, los de cuco, los vulgares, los de coleccionista…, que éste se ha convertido en un silencioso ruido que sólo percibo con mucho empeño.
Pero ayer pasó algo insólito. Cuando él entró en la tienda, todos, sin excepción, realmente dejaron de sonar. El intenso silencio se podía casi tocar. Cuando, despacio, se acercó sonriendo y me besó, sentí lo mismo que aquella primera vez.
Hoy dudé, pensé que sólo había sido un sueño, hasta que encontré una nota en mi bolsillo. Era su letra, la misma de antaño. “Te espero en Kairos”, decía.
Mi reloj se ha vuelto a parar a la misma hora. Sólo escucho el chirriar de la puerta al abrirse y el ritmo acelerado de mi corazón.

SEP86. LA RECAIDA, de Ramón González

Con la respiración agitada, miraba fijamente la pequeña bolsita. Iba a hacerlo y sabía que iba a hacerlo. No lo había hecho aún porque no podía creer que fuera a hacerlo. No podía creer que fuera a tirar al retrete más de un año de su vida.

Más de un año. Trescientos noventa y dos días para ser exactos. Más de un año de médicos y terapias. Trece meses de sufrimiento, de ansiedad, de insomnio, de tratamientos de probada eficacia, de pequeños fracasos, de tratamientos alternativos. Con voluntad de hierro, con la ayuda incondicional de su familia y unos pocos y selectos amigos. Evitando tentaciones, evitando lugares, evitando según qué compañías.

Volvería a ver lágrimas en los ojos de su madre, nunca enfadada pero siempre triste. Preocuparía otra vez a sus hermanos, siempre delicadamente pendientes de su evolución, prudentes pero firmes en su apoyo. Iba a decepcionarlos a todos.
Porque iba a hacerlo. Con ansiedad, cogió ambos lados de la bolsa haciendo pinza con índices y pulgares y tiró. Al oler los doritos salivó de tal manera que, mientras engullía el primer puñado, unas babas con tropezones le caían por las comisuras de los labios.

UN BELLO CÍRCULO QUE SE CIERRA

El Sendero del Agua eligió un relato de Nacho Rubio como ganador de su primera convocatoria y le obsequió la posibilidad de alojarse aquí en alguna ocasión.
Nacho Rubio obsequió a su vez esta posibilidad a Adela y Antonio.
Adela y Antonio han pasado unos días aquí; acaban de marcharse dejando un obsequio para el Sendero en su libro de visitas, éste…

CONCIERTO EN VERDE

Desde le verde, verde glauco
hasta el verde, verdi negro
todos los verdes del verde
se dan cita en el Sendero

Verde erizo de castaña
verde ciprés, verde helecho,
verde manzana de sidra,
verde pasto, verde tejo.

verde de la yerbaluisa,
verde hierba en prado abierto,
verde de los avellanos,
verde de menta y romero

verde jazmín perfumado
verde nogal, verde fresno,
verde roble, verde hiedra,
verde aliso, verde acebo,

verde abedul y quejigo
verde rosal, verde viento…
Verde el Sendero del Agua
verde el agua del Sendero
todos los verdes a coro,
en verde, verde concierto.

Un círculo de obsequios y palabras se cierra.
Gracias por tan precioso regalo.

SEP85. UNA ESTACIÓN A LA QUE VOLVER, de Carmen Aguado

¿Por qué iba a querer volver a intentar que lo nuestro saliera bien, si yo soy el mismo y tú no has cambiado, si seguimos siendo los mismos jóvenes llenos de ilusiones que se despidieron en esta misma estación hace más de veinte años, rumbo a una ciudad que prometía ilusiones y a la que jamás debí permitir que me separara de ti?

SEP84. ENVOLVER, de Òscar Pareja Bañón

Lágrimas desbordadas lo transportan a esbozados recuerdos de fuentes de agua, a escapadas fugaces, donde fue robado su primer beso.
Al cerrar sus ojos, la voluntaria ceguera, lo devuelve a espacios oscuros, a ventanales de lugares con encanto, al primer encuentro entre sábanas anónimas.
Mantener la calma, ahora sin él y con él en su mente, será un espejismo en el desierto, una utopía sin futuro, una improbable vuelta.
Otros recuerdos lo bombardean de sonrisas perdidas, de vaporosas caricias, de palabras que envuelven momentos especiales, únicos y que no volverán.
Romper, aceptar la ruptura definitiva del amor de tu vida, es lo más duro. Es otra muerte. Todo pierde su sentido y el caos te acecha, cual ave de rapiña, preparado para alimentarse de tus recuerdos de eternidad con él.
Rencor.
Odio.
Toda una historia iniciada y acabada en cinco palabras. Ese es el resumen de los años compartidos, de los momentos vividos y con el deseo inexistente pero real, de su imposible regreso.
“O él o yo, decide”. Le miró a sus pétreos ojos grises y las actuales lágrimas diluyen el sonido de aquel “él” que lo ha envuelto de soledad y silencio, cual Hércules tras sus victorias.

SEP83. A ¿CASA?, de Esperanza Tirado Jiménez

Volvemos a casa, le informaron sus padres con gran entusiasmo.

Durante dos semanas la actividad fue frenética en el complejo de bungalows playeros que la familia regentaba.

Papeleo, maletas, órdenes, consejos y reuniones de última hora con sus socios locales, reservas de avión,… Mil preparativos en los que él no tomó parte. Tan solo llenó un macuto con algunos de sus ‘tesoros’. No sabía qué llevarse. Su casa estaba allí, en los bungalows. La playa enfrente, el mar azul, el sol dorado, el pueblito de casas bajas multicolores,… Allí había vivido hasta su adolescencia y allí era feliz.

Pero aquella estancia era temporal. Sus padres deseaban volver a su país, a su ciudad, a casa. Ese país, esa ciudad, a él le resultaban algo extraño, oscuro, lejano. Más lejano que los casi 10.000 kilómetros que tenía el ancho océano que separaban su isla, -su casa-, de su nuevo destino.

Llegó el día. Una lágrima rodó por su mejilla al alejarse de la playa y de su vida. En el avión sintió mariposas, de mareo y de tristeza infinita. Su madre le abrazó, intentando consolarle. No había consuelo posible. Presentía que cuando aterrizaran nada sería como en su isla.

SEP82. COMO UNA ESQUIRLA, de Javier Palanca

Se dice que Víctor Balbuena volvió ciego de la guerra.
Según los médicos, a causa de una esquirla de metralla alojada en su cerebro. Según él, no era más que vista cansada; un hartazgo de visiones insoportables que transformaron la miseria humana en resultados.
Aquel día, con la nieve blanqueando el pueblo, y cuando intuía que la frialdad de sus dedos anunciaba los últimos suspiros de sus agotados pulmones, me hizo llamar.
Ya junto a su lecho de hierro forjado,me dijo, con palabras entrecortadas por la fatiga, que su peor condena había sido no volver a discutir con mi padre tras la contienda, que no había vuelto a tener un contrapunto como él en aquellass tertulias del casino y en las entonadas lidias en fiestas.
Yo, desconcertado y emocionado, le pregunté si no había sido peor la ceguera, y fue entonces cuando él me regaló la complicidad:
-Tienes los mismos ojos verdes de mi añorado amigo Eladio.

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