Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

SE SINTIÓ PROTAGONISTA…

Esta mañana me he encontrado a mi amiga libélula en el limonero de la entrada de mi casa, y parecía querer decirme… «un saludo para los amigos de ENTC«… 
Y aquí la he traído…

AGO97. EN EL CIRCO, de Amparo Martínez (Petra Acero)

Les dio las últimas indicaciones. Ella actuaría después, con los adultos.
—Saldréis los doce en fila… como hormigas —sonrió—. Avanzaréis con los ojos cerrados para… que no os deslumbre la luz. Recordad: ¡No abráis los ojos!… Aunque el público os lo pida.
Fuera, la animación crecía: el circo se llenaba.
—Iréis de la mano —les animó—. Las hormigas trabajan en comunidad… ¡Juntas poseen más fuerza que un león!
—Yo quiero hacer de escarabajo. Los escarabajos dan suerte.
—Yo de luciérnaga… ¿Las luciérnagas también van de la mano?
—Pues yo… ¡Yo seré el pez! —exclamó uno de los más pequeños.
Todos rieron. Sabían que los peces no podían caminar por la arena del circo como las hormigas, los escarabajos o las luciérnagas.
Ella le acarició la cabeza, y le dibujó un pez en la frente.
En las gradas, el entusiasmo del gentío silenció el primer rugido.

AGO96. EL DESPEGUE, de Luisa Hurtado González

Fue un verano extraño el del 2013, en Londres hizo un calor fuera de lo normal y todos nos volvimos un poco locos, también los insectos que desde tiempo inmemorial llenaban las salas del Museo de Historia Natural.
Recuerdo que estábamos visitando la exposición de mariposas vivas que todos los años había en el jardín del Museo y que, de repente, una sombra se extendió sobre nuestras cabezas al tiempo que el aire se llenaba de un murmullo ensordecedor, algo extraño, como de millones de ángeles. Elevamos la vista y vimos cómo el Museo salía volando, dirigiéndose hacia el sur, aparentemente liviano, llevado en volandas por miles y miles de insectos resucitados y con ganas de volver a agitar sus alas, como antaño, como antes.
Hoy lo han dicho las noticias, el edificio ha sobrevolado la Península Ibérica y muy posiblemente se posará en Doñana siguiendo una ruta aún por documentar. Mientras aquí, en Londres, en el vacío dejado por el vetusto edificio, sólo pueden verse los esqueletos de aquellos dinosaurios que, quizás demasiado pesados o acaso un tanto esquivos, decidieron no emprender el viaje, decidieron no dejarse llevar.

AGO95. LA PROTECTORA, de Mariano Álvaro

Hace una semana que el bebé llegó a casa en brazos de Mamá, mientras Papá portaba todos los enseres que habían llevado al hospital, así como los regalos recibidos por todos los que habían acudido a dar la bienvenida al nuevo miembro de la familia.
Desde que llegaron los observo actuar desde un rinconcito. Me gusta ver a Mamá mecer al pequeño, susurrándole una nana. Me gusta ver a Papá levantarse en mitad de la noche para calmar sus sueños.
Me siento un extraño en esta familia con la que habito desde hace tiempo. No reparan en mí, pero no quiero separarme de ellos. Adoro a ese pequeño al que anoche protegí de un mosquito que revoloteaba a su alrededor. Quisiera poder protegerlo así siempre.
Hoy Mamá me ha mirado con esos ojillos que solo ella sabe poner. Se ha marchado sin decir nada y al momento ha vuelto a acercarse pero una intensa niebla ha borrado todo y yo he caído en una especie de sopor y me he dejado llevar mientras escuchaba su voz en la lejanía.
-Cariño, he matado una araña en la habitación del bebé. Hay que poner mosquiteras en las ventanas para protegerlo.

AGO94. APOCALIPSIS, de Arantza Portabales Santomé

Amanecí con la noticia en el telediario de que hoy se acabaría el mundo. Así que, por si acaso, he pasado todo el día preparándome. Sólo por si acaso.
He puesto la lavadora. Indudablemente la colada ya no puede esperar a mañana. He pagado facturas. He llamado a la residencia. Me apetecía oír la voz de mamá por última vez. Finalmente, he avisado a mi jefe de que no iría a trabajar. Aprovechando, le he dicho todo lo que pensaba de él. Esto último, me ha sentado particularmente bien.
Mientras estaba sentada en el sofá, ha comenzado. Desde el ventanal del salón he visto oscurecerse el cielo. Una plaga de langostas lo ha cubierto todo. Avanzan lenta e inexorablemente, arrasando la ciudad a su paso.
Están a apenas doscientos metros.
Cierro los ojos.
Lo único que escucho es el frenético latir de mi corazón, acompañado del centrifugado de la lavadora.

AGO93. LA LIBÉLULA AZUL. PÁGINA 15, de Enrique Moreno Martínez

Mi madre me dijo que desde el momento en el que fui concebida, una libélula azul apareció en el jardín de casa. Esa libélula, en cierto modo, me protegió de todo peligro durante el embarazo. Se posaba sobre su barriga y batía sus alas al ritmo de mi corazón. Ahora tú me dices que ya no eres un príncipe azul; que eres una libélula azul y que perdiste las alas en un extraño accidente; que ahora solo me quieres proteger; y que si me quedo embarazada me cuidarás para siempre. Pero tu aliento huele a sapo. Y no me creo que con aquel beso que te di te convirtieras en lo que me dices que eres ahora. Lo siento, pero te has equivocado de cuento. El tuyo comienza en la página 213, en donde están aquellos molestos moscones, y nada de azules… verdes, muy verdes.

UNOS INSECTOS PARA LA INSPIRACIÓN

Dice que, por muy inteligentes que sean, las hormigas no dejan de ser hormigas, y que fuera del hecho de que ellas también nacen, se reproducen y mueren, tienen muy pocas cosas en común con los hombres.

-Las hormigas -le explica a continuación- tienen un corazón, un estómago y un cerebro, y además pueden hablar entre sí tocándose las antenas.

Maúlla un gato en un tejado vecino, como dándole la razón, y se ilumina otra ventana en la casa de enfrente.

-¿Por qué será -pregunta Juan- que las hormigas, a pesar de ser socialistas, tienen siempre una reina? ¿Y por qué sera que esa reina sólo puede ser fecundada por cualquiera de sus proletarios?

La patria de las hormigas. JAVIER TOMEO. Edit. Anagrama

AGO92. PYROPHORUS, de Mei Hei

Este fin de semana acompaño a mi hermano mayor a inspeccionar los trabajos de mejoras que estamos haciendo en nuestra casa de campo. Como ingeniera civil, no podía negarme, a pesar de que eso significara no poder contactar a Karl durante los próximos dos días.
Aunque traigo conmigo mi Tablet, aquí no tenemos señal, ni de celulares, ni de satélites, con ella solo puedo revisar los planos y especificaciones de las remodelaciones y anexos.
Es de noche y las luces de la casa, producidas por un generador, han atraído a una gran cantidad de insectos. Un cocuyo se posa en mi mano izquierda, sobreponiendo la derecha sobre él, creo una especie de jaula con mis manos. La oscuridad dentro de la improvisada jaula permite notar con mayor claridad el brillo verdoso de sus órganos fotógenos, me recuerdan los ojos verdes de Karl. Esos ojos que alegran mi corazón.
Susurro, acercando mis labios a mis manos, y confieso: “también estoy pensando en ti”.
Abro mis manos, quiebra su tórax, extiende sus alas y vuela hacia la oscuridad de la noche.
¿Qué forma tomarán mis pensamientos al acercarse a él?

http://cuentosdemei.blogspot.com/p/decisiones.html

AGO91. ERROR FATAL, de Teresita Bovio

Crecía a ojos vista, desfrutaba del sol, del aroma frutal del shampoo y de la lluvia. Todo el santo día, picoteaba por aquí y por allá, siempre ahíto y satisfecho. Pero aquella noche… La fatalidad o tal vez sus ansias de recorrer mundo, lo engañaron, merodeaba por la escasa cabellera de su dueña, cuando descubrió que con un pequeño salto podía entrar en aquella frondosa melena, donde seguramente la comida seria muy abundante, sin pensarlo tomó la peor decisión de su vida, murió de inanición. Pobre piojo. En su inocencia no reconoció que era una peluca.

Y ESTA TARDE… CONCURSO DE VERANO

¡¡¡Otra semanita pegados a la radio!!!
…y es que mañana  por la tarde nos toca volver a escuchar la CADENA SER porque en su concurso semanal de Relatos de Verano, organizado por la Escuela de Escritores y la Cadena Ser son finalistas
YOLANDA NAVA 

JESUS URBANO

Enhorabuena a los dos, no faltaremos a la cita…

AGO90. EL ENCIERRO, de Asunción Buendía Hervás (Asun)

Estoy encerrada. No recuerdo desde cuándo, ni cómo he llegado.
Es una habitación, o una celda, lo mismo da. Un cuadrado blanco, impoluto.
Siempre me han gustado los espacios blancos, me traen paz y sensación de limpieza.
He observado cada pared, no hay ni una mancha, ni una grieta, ni una puerta ni una ventana, nada.
Pero no tengo hambre, luego supongo que habré comido. Tampoco tengo otras necesidades, ninguna, y estoy limpia. No tengo sueño, pero no recuerdo nada, ¿cómo es posible?
Debo estar secuestrada.
Estoy muy asustada. Y muy sola.
Golpeo la pared, pero ¿de qué están hechas? No producen sonido alguno con mis golpes. ¿O estoy sorda?, o estoy loca, o muerta.
No sé cuánto tiempo ha pasado.
Oigo algo, un zumbido. Una levísima sombra se ha dibujado en la pared tan blanca.
¡Es un mosquito! Me río, me muero de risa. Mosquito, cariño. Ven acércate, pícame si quieres. Anda ven, vamos a bailar, cómo me gustaría abrazarte y darte un besito.
Espera, no te vayas.
Un momento, si has entrado, esto tiene al menos una pequeñísima fisura, y una pequeña fisura, puede hacerse más grande… y luego aún más grande… Mi pequeño insecto, mi gran esperanza.

AGO89. NO ME MIRES, de Raúl Guadián Delgado

Un segundo. Ese fue el tiempo durante el cual se cruzaron las miradas del niño y el saltamontes en lo que resultaba un enfrentamiento entre la emoción y el miedo. Y un segundo, solamente un segundo después… supo que, encerrado en la diminuta jaula, daba comienzo la peor de sus pesadillas.

Orgulloso, mostró su presa a un padre que la observó con la escasa curiosidad de quien ya conoce lo que ve.

—“Se trata de una cría, así que ya sabes las condiciones si quieres conservarla”.

Efectivamente sabía lo que debía hacer para evitar que su madre, a la que repugnaban ese tipo de mascotas, le obligase a devolverle al lugar donde le atrapó.

Por eso, cuando a medianoche el niño se puso a sollozar, el pequeño saltamontes le escondió en su cuarto y le echó un poco más de pan, esperando que su madre no se hubiese despertado.

Y, suplicándole que callase, sus miradas volvieron a confrontar sensaciones… durante un segundo que resultó eternamente angustioso.

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