Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

JUN169. NO TAN MÁGICO, de Ignacio Feito

No tardó en poner en práctica su idea. Un pequeño espejo sujeto con esparadrapos a su espalda a la altura del riñón faltante, con el bruñido hacia dentro y ligeramente oblicuo, de modo que reflejaba el riñón del otro lado. De inmediato se sintió mucho mejor, el riñón espejeaba con nitidez y parecía ser compatible. Le volvió su color natural. Hasta le pareció que comenzaba a desorinarse.
Como no se presentaba el tan temido rechazo, se aventuró a salir a la calle. Decidido a compartir su alegría, se colocó unas gafas de espejo y de este modo se iba ofreciendo a los viandantes que palmariamente carecieran de alguna parte de esas que tenemos duplicadas. Les ayudaba a colocarse adecuadamente frente a sus gafas y en un periquete, ¡zas!, trasplante y sanación.
Pronto, tan milagroso asunto atrajo a decenas de tuertos, mancos, cojos, impotentes, monosabios y monoparentales y el divino duplicador tuvo que huir a toda prisa a bordo de su coche. Aún llevaba las gafas cuando miró por el retrovisor y, en lugar de la muchedumbre alejándose, se vio a sí mismo atropellando a la vieja del paso de cebra que sucumbía una y otra vez, repetida hasta el infinito.

JUN168. REFLEJOTERAPIA, de Miguel Ángel Page

[Se encomienda la lectura del texto frente a un espejo].
Enfréntate al espejo; deja de procastinar lo inevitable, actúa ahora. Encárate a esa máquina de fabricar arrugas en low motion y registrar –fútil– cepillados de dientes. Hazlo a solas. No busques misericordia en nadie. Justo ahí. Stop. Todavía no le preguntes nada, mírate sin más. Para eso estoy yo. Toma aire. No lo sueltes hasta sentir esa quemazón en el pecho que últimamente te sobreviene. Analiza cada centímetro de ti. Hasta que queme. ¿Te recuerdas? Parece que sigues ahí. Has cambiado, de eso no cabe duda. Sin embargo, no es momento de peinar tópicos. Quiero que te mires con los ojos del principiante, de quien se prepara para el baile de fin de curso, del que es frágil como el peciolo en otoño. Respira. No te retires. ¿Piensas que aún cuentas con el tiempo suficiente? Quién sabe. Ahora las hostias se toleran mejor e, incluso, tienes ya cierta capacidad para recibirlas y no caer. Mira más adentro. Conseguir todo lo que te propusiste se encuentra a la misma distancia que hace un momento. Pero algo ha cambiado. Has dado el primer paso levantándote. Quédate otro ratito y, simplemente, mírate.

JUN167. SARGAZOS, de Juan Luís Plaza

Un manto de abandono cubre mi sueño hasta el amanecer, cuando la impertinente luz del sol se abre paso por el ventanuco de la alcoba y horada sin piedad las cuencas de mis ojos. El acre despertar me encuentra arrebuñado entre las sábanas, igual que al capitán de un barco a la deriva envuelto en su velamen. Después de la tormenta, olas de desolación acunan mi lecho, de milagro, a salvo del naufragio. Botellas vacías, ceniceros repletos, gaviotas de papel emplumadas de versos moribundos, bragas olvidadas en memoria de un voluptuoso ayer. Retazos de mi vida al vaivén de la zozobra. Y me incorporo buscando una imagen que no recuerdo, en el viejo espejo que cuelga torcido en la pared de enfrente y atesora codicioso la miseria de los últimos años. Limpio esperando encontrarme reflejado frente a frente y mirarme por fin a los ojos una vez en mi vida. Asumir un cambio necesario. Pero la mirada no me es devuelta y solo puedo contemplar, a través de la pátina que todavía recubre el cristal biselado, al otro lado, un cadáver con mortaja, el mío. Como tantas otras veces llego tarde.

JUN166. ANA…ZUL, de Pablo Vázquez Pérez

Cumplí veinte años y ya no me afecta ser hija única. Nada, es cierto, incluso Luz está casi olvidada. Sin embargo mis padres jamás lo han conseguido.
Mientras vivíamos juntos, yo cada vez me sentía más segura y-quizás- esta confianza resultaba más desconcertante para mis padres; tanto, que siempre se inquietaban cuando nos encontrábamos por el caserón. Pobres, los dos inquietos con mi presencia. Conmigo, Ana, su pequeña. Titubeaban al hablarme, escondiendo sus miradas en las enormes paredes de la casa, tan vacías como su amor. En ocasiones se cruzaban mis ojos y los de ellos, enrojecidos, una prueba de su dolor, de esa pena marcada en sus gestos, mucho tiempo antes de que yo naciera.
Gracias a la herencia familiar poseemos tierras y casas que nos permiten una vida desahogada. Ellos en la ciudad. Yo aquí, sola, disfrutando del reposo, del bosque cercano y de alguna visita ocasional de Luz.
Yo soy de carne y hueso. Ella, en cambio, es de cristal y azogue. Me muestra su cuerpo bruñido al otro lado del espejo, antes de golpearlo. Pero ella no sufre. Lo sé porque se rompe en pedazos y no sangra.

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JUN165. INTROSPECCIÓN, de Dylan Martínez

Despierto y comienza la pesadilla, un día más, en esta isla solitaria en la que se ha convertido mi existencia.
Todo empezó cuando te dio por tomar pastillas y pasabas el día frente a mí, recordando sus ojos cerrados, sus mordiscos en tus labios, su piel con tu piel; cuando amargamente sin tener valor para afrontarlo me contabas como sufrías el vértigo del deseo simplemente con recordar su aroma a flores frescas.
Las miradas no matan, pero los gestos de desprecio… en tu defensa, quizá como dice la canción, sea cierto que la amaste tanto, tanto, que no supiste amarla bien.
Logré engañarte sin embargo, y durante unos días, me deshice de las pastillas escupiéndolas lejos.
La habitación hace tiempo que ha quedado muda y apenas recuerdo el monótono sonido de las gotas de sangre al caer sobre el desvencijado suelo de madera.
Escucharse a uno mismo fue lo más duro.

JUN164. MEJOR AL OTRO LADO, de Carmen Alba Cepeda

Cuando pasé por primera vez junto a aquel espejo que ocupaba todo un lateral del recibidor, sentí un escalofrío. A los pocos días, me instalé definitivamente en mi nuevo piso y el espejo pareció susurrarme la bienvenida. Poco tiempo después, una tarde, al llegar a casa, una fuerza irresistible me empujó hacia el otro lado de aquel objeto inquietante y me vi rodeado por seres fantásticos, algunos de lo cuales habitaron mis sueños infantiles. Habían preparado una fiesta para recibirme. Allí estaban los personajes de mis cuentos preferidos: Alicia, Blancanieves, brujas y princesas, ogros y príncipes valientes, conviviendo en armonía en un reino donde desconocían el egoísmo y abundaba la solidaridad. Enseguida me sentí parte integrante de aquel país maravilloso. Desde aquel momento, cuando vuelvo a mi hogar, atravieso el cristal para escapar de la anodina realidad. Quizá algún día, me instale definitivamente en el otro lado.

JUN163. BUSCAR EN EL ESPEJO, de Elena Duce Pastor

Aún recuerdo a ese profesor. Nos daba clases de Griego antiguo en segundo de Bachillerato. Era una persona que podríamos definir como bipolar, a veces estaba eufórico y a veces se deprimía tanto que apenas levantaba la vista del libro.
Recuerdo un día de euforia suya y depresión nuestra. Los exámenes, los suspensos, los sueños frustrados para conseguir la nota que nos permitiría cursar la carrera deseada. Eran días duros, en los que los adolescentes que aún éramos tratábamos de introducirnos en el mundo de los adultos, que en ocasiones está lleno de injusticias.
Lo recordaré hasta que me muera, nos dijo que nos mirásemos en el espejo cada mañana, que dedicásemos un minuto a contemplarnos y buscar algo de nosotros que nos gustase. En ese minuto diario debíamos conseguir fuerzas para enfrentar el día, para luchar por lo que quisiéramos conseguir.
Aún me pregunto si él mismo lo hacía, si todas las mañanas sin excepción, lloviera o tronase dedicaba un minuto a contemplarse antes de salir por la puerta y si le gustaba lo que veía. Pasaron los años, pero aún hoy, en recuerdo de lo que aún considero un buen consejo, cada mañana me miro en el espejo.

JUN162. LADRONES DE ALMAS, de Esperanza Temprano

Descubrí que no estaba sola al ponerme el abrigo, una mano me acercó la manga derecha ante el bucle retorcido de mi espalda buscando su dueño sin encontrarlo. El espejo del hall decía no haber visto a nadie nada más que a mí. Me siguió hasta el ascensor donde otra mano se me adelantó pulsando el botón del garaje, me volví bruscamente hacia ella para que no le diera tiempo a desaparecer, aunque el espejo volvió a escupir solo mi cara de estupor atrapada en una caja diabólica que no controlaba. Corrí hasta el coche y cerré rápidamente los seguros de las puertas pero cuando arranqué, el retrovisor me devolvió una decena de ojos observándome. Al llegar a la oficina los inmensos espejos de recepción no me reconocieron y pasé una y otra vez sin que me reflejaran. Les he contado una y mil veces esta historia a los de la bata blanca, y se empeñan en mantenerme encerrada en esta camisa de fuerza como si fuera yo la única a la que han robado la imagen y borrado su reflejo.

JUN161. EL HOMBRE DE ESPEJO, de Luz Leira Rivas

El Hombre de Espejo imita a la perfección los gestos de los demás hombres: amanece gruñéndole al despertador, sobrelleva el atasco tamborileando con los dedos, mira inquieto al reloj cuando se aproxima la hora del almuerzo. Puede emular con milimétrica precisión cualquier tipo de movimiento estandarizado, como saludar a la suegra con una sonrisa forzada, levantar los brazos ante el gol de su equipo o hacer el amor con su mujer los días previos a un festivo.

Todo lo copia el Hombre de Espejo. Es tan lograda su mímesis, que suspira al pensar en una playa desierta donde bañarse desnudo. Que se le humedece la mirada recordando aquella casita que se añeja en el pueblo. Que frunce los labios cuando sueña con sacudirle el polvo de monotonía al corazón y regalarle a Natalia ese beso de amor renovado que los consuele del descenso al sepulcro. Tan perfecta su simetría, que algunas noches se desvela, como los demás hombres, cuestionándose por qué malgasta su propia existencia repitiendo la vida de otros. Tan absoluta y consolidada su tendencia a la refracción, que el Hombre de Espejo está leyendo estas líneas y no se ha visto a sí mismo reflejado en el cuento.

suponqueesunacalandria.blogspot.com.es

JUN160. BORRANDO HUELLAS, de Amparo Hoyos Sanchis

Observó su rostro en el espejo. Con un algodón humedecido comenzó a retirar el maquillaje. Esta vez él no se había esmerado como en anteriores ocasiones y una mancha color púrpura decoraba su pómulo derecho. Se desabrochó el vestido cuidadosamente, las huellas de sus pesadas botas estaban impresas en la piel que cubría sus doloridas costillas y su espalda, en sus muslos…
En su afán por ser una buena esposa, le dijo que se relajara tomando un baño y que ella entraría a darle un masaje y así lo hizo. Provista de guantes a tal fin y aceites esenciales, se inclinó junto a él no sin antes tomar la precaución de rozar con el codo el pequeño reproductor de música que cayó a la bañera. Su cuerpo dio una sacudida y la música dejó de sonar.
Sonriendo esta vez, volvió a contemplar su rostro en el espejo…

JUN159. SUCESO, de David Moreno

Al otro lado de mi espejo habita un hombre de apariencia cansada pero muy cordial y eficaz, siempre que me asomo ahí está para saludarnos. Hemos establecido una relación divertida porque si saludo con la mano derecha, él lo hace con la izquierda; si le guiño el ojo izquierdo, él guiña el derecho; si aparezco por la parte inferior, igual hace él; si me acerco con una vela encendida me sorprende con otra. Al principio me paralizaba que nuestros movimientos fueran totalmente acompasados, luego ya me acostumbré. Ahora me cuesta pensar que un día se vaya para no volver. Y por eso, desde anoche estoy preocupado, porque o por primera vez se apresuró tanto que cuando fui a mirar ya no estaba o le pasó algo: tras unos minutos frente al espejo no vi a nadie.
Mientras sigo con mi vida no me olvido de lo ocurrido. Es fin de semana y no tengo nada que hacer. De repente me entran ganas de limpiar el trastero. Cuando estoy bajando las escaleras me asusto al ver que el hombre del espejo yace en el suelo sobre un charco de sangre.

http://microseñalesdehumo.blogspot.com

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