Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

MAY172. NO ES TRISTEZA, de Mei Hiei

Al mirar por la ventanilla del avión, a medida que ascendemos, veo la terminal aérea de Toronto empequeñecer. Karl, mi amigo por internet, quedó allí. No pude evitar que se escapase una lágrima cuando se despidió: 

“Temo mucho no estar a la altura de mi compañera de batalla. En el videojuego, personificando a la Princesa Karuna, eres astuta, intuitiva, osada, de movimientos gráciles, asertiva… Yo solo soy la fuerza bruta que sigue tus órdenes, neutralizando los enemigos de cada nivel, mientras tú descifras los acertijos y localizas los trofeos que nos permiten avanzar. Eres igual a tu personaje, eres real, eres hermosa. 
No quiero perderte. Haré todo lo posible para estar a tu nivel, para ser tu compañero en las batallas de la vida real. Eres mi princesa, prometo que lucharé por volver a estar juntos. Hasta entonces, no permitas que tu corazón se entristezca, pues me harás sufrir.” 
Vuelvo a mi realidad, en un vuelo comercial de vuelta a casa. Mi familia, de origen asiático y tradicionalista (cuando conviene) no estará muy feliz con esta relación. 
Espero que Karl me perdone, no estoy triste sino preocupada. Por esta princesa tendrás que enfrentar muchas batallas… algunas te harán sufrir.

66627. AMANECÍA, de Asunción Buendía

Amanecía. Nunca deseó tanto ver la claridad que daba color al horizonte, perfilando poco a poco las siluetas de los montes circundantes. Pudo contemplar la dimensión de sus heridas. Si esperaba que todo hubiera sido un sueño, ahora tenía la prueba de su realidad. Pero estaba a salvo, aquel árbol tenía un hueco donde había pasado la noche, entre aullidos y la lucha por controlar la sangre que manaba de sus heridas. Los aullidos habían cesado. Asomó la cabeza unos centímetros. Le llegó una ráfaga tibia de nauseabundo aliento, acompañada de un gruñido bestial y la última imagen que vería en vida: unos enormes colmillos que la atravesaron con implacable rapidez.

66624. GÉNESIS, de Mei Morán

Amedrantada, la niña vino a pedirme ayuda. Le di cobijo. Exhausta y febril se acostó en una pequeña habitación, donde guardaba mis recuerdos de infancia. Al poco tiempo, desde la cama empecé a oír unos bramidos espeluznantes. Fui al cuarto de la nena. Al abrir, el rojo carmesí de sangre, repartida por todas las paredes cegó mis sentidos. No vi a la muchacha. El espacio rebosaba de pequeños monstruos de hedor insoportable. Luchaban entre sí por hacerse un sitio en la ubre de la bestia estirada en la cama. No daba abasto a amamantar a las decenas de crías que había traído al mundo. Me miraron todas a una. Cerré y eché a correr, sin mirar atrás ni una sola vez.

MAY171. FIN DE FERIA, de Pablo Vázquez Pérez

Los operarios terminaron de recoger las atracciones y guardaron las lonas y estructuras en los vehículos. El gallo cantaba cuando la caravana de camiones y demás automóviles se alejaba del pueblo. 
Ray, el tragafuegos, transportaba el camión con la pecera de su mujer, Marta la Sirenita. En otra furgoneta, la Mujer barbuda cantaba con su novio, el Hombre Anguila. Clara, la pitonisa, adivinaba todo lo que le pasaba por la cabeza a su copiloto, Fran el Mago. 
El viaje hasta la siguiente ciudad se presentaba agradable para todos los feriantes, menos para Eva, la princesa feliz. Lloraba desconsolada en su motocicleta, sin saber cómo se había escapado su sapo.

66626. HABERLAS HAYLAS, de Mª Elena Sánchez

Aquelarres y conjuros, presagiaban la desgracia.
La madrugada de difuntos, disfrazada de deseos ocultos, dispuestos al desenfreno, se apoderó de los habitantes de la aldea. Todos acordaron dar muerte a la raposa.
Enmascarados y ahogados por el orujo, corrieron tras la bestia, adentrándose en el bosque. Piedras y palos golpearon el cuerpo del animal, que yacía ensangrentado exhalando sus últimos suspiros.
La raposa, como la madre que la gestó, fueron víctimas de las supersticiones.
Cuentan, que el canalla que la forzó, la obligó a beber. El brebaje equivocó los efectos. Siete meses, hasta el día del alumbramiento. Catarina murió y el engendro vio la luz.

66625. LAS TRES BESTIAS, de Juan Antonio Morán (JAMS)

Acabar con la primera bestia fue sencillo. Encarnaba la ofensa, la blasfemia y fue degollado, según el libro, como un gran cabrón. El Apocalipsis anuncia la segunda bestia como la mentira, el engaño y la impudicia; tras la suave lana del cordero se esconden las aceradas escamas del dragón.

Acudo a su cueva. Sin nombre, la gran furcia del club Babilonia. Vestida tan solo con una falda dorada de sirena, danza en el escenario, voluptuosa y obscena. La miro insolente y me muestra su lasciva lengua escarlata. Mientras medito como emplear la justicia que antes acabó con su amante descubro el signo tatuado en su vientre: tres seises en el interior de un extraño pez.

66623. EXORCISMO MERCANTIL, de Javier Sánchez Campos

Al padre se le antojaba cosa de brujería. La madre rogaba que no fuera eso.
Ignoraban cómo solucionar el problema, pero su hijo no era el mismo. Hacía meses que sus ojos eran pozos oscuros, imposible distinguir sus pupilas entre tanta negror.
Los intentos para dialogar con él resultaban fallidos. El espanto de los padres  aumentó. Su hijo apenas hablaba con ellos. Parecía un robot.
Aunque irracional, la decisión del exorcismo los convenció. La sorpresa fue cuando  llegó el sacerdote y vio al hijo.
— ¡El fuego del infierno te abrasará! ¡Eres el estafador de las preferentes!— dijo al entrar en la casa. — ¡No necesita un exorcismo, sino que lo encierren en Alcatraz!

66622. LA HIJA DE LA BESTIA, de Paloma Casado

Amparo, la niña de mi vecina, vino al mundo un seis de Junio. Siempre he creído que es “la hija de la bestia”
La tarde en que nació, una tormenta primaveral teñía el cielo de sangre. Yo estaba en el hospital, y cuando cogí a la recién nacida, me sonrió con cuatro dientes. Su madre me explicó: “a veces pasa” pero no pude evitar cierto estremecimiento. Al año hablaba correctamente el castellano y saludaba en francés. A los dos –rubia y gordita- parecía, chapurreando el alemán, la “mini-yo” de Ángela Merkel.
Mi vecina, que es soltera, no quiere desvelar la identidad del padre, y yo me pregunto: ¿con qué tipo de diablo se liaría para engendrar una niña tan precoz?

66621. CASTA, de Juancho Plaza

Asió el pecho con sus manos abriéndolo sin dificultad. Introdujo la derecha y con estudiada pulcritud, extrajo su taimado corazón depositándolo en el arcano Grial. Seiscientos sesenta y seis púberes íncubos esperaban desnudos y ausentes. La luz de la luna, a través de una vidriera de vivos colores representando el apocalipsis, daba a la sala un aspecto de tétrico tornasol. Sus labios entonaron una letanía que helaría la sangre de quién la tuviera y de cada latido brotó un nuevo corazón que encajó de forma ordenada en los pechos abiertos de sus acólitos. Estos desfilaron ante el maestro y abotonándose la sotana partieron a esparcir la semilla de la paz.

66620. EL HORNO DE LEÑA, de Rosario Val

Acurrucada en el suelo y el miedo ocupando tu cerebro, esperas a que la bestia descargue sobre ti, su furia. Te viene a la memoria un juramento y te ves de nuevo agazapada, con tu muñeca, debajo de aquella tambaleante mesa que tu padre golpeaba con rabia. Tras el mantel de hule transparente veías sus patadas mientras ella gemía. Sin importarte lo que pueda pasar, valiente te alzas, decides que no habrá más últimas veces.
“Cuando termine de limpiar la sangre y de curarme las heridas, meteré el bate con tus últimos trozos, ya no te quejarás más de que no lo uso. Ya casi ni lo noto, poco a poco me voy acostumbrando a este olor a quemado, también a este solaz“  

66619. LOS 14 MANDAMIENTOS DE LA BESTIA, de Alberto Quiles

A la bestia no le da miedo el fuego.
La bestia no tiene nombre.
La bestia no tiene forma y a su vez miles de ellas.
La bestia no avisa, simplemente aparece.
La bestia no se esconde, simplemente no la ves.
La bestia no mata, envenena.
La bestia es tan mortal como los temores.
La bestia se mueve entre las sombras.
La bestia no te hace sangrar, pero te desgrana las esperanzas.
La bestia no es un espejismo, es tan real como la vida misma.
La bestia aparece en la vida al menos una vez.
La bestia te empequeñece hasta hacerte creer que es gigante.
La bestia no es fruto de una religión, ni está marcada por números simbólicos.
La bestia vive dentro de ti, vive feliz.

MAY170. PRINCESA, de Isabel Martínez Barquero

Se quitó la vida sin pensarlo demasiado. Según dicen, ocurrió porque estaba harta de que la llamara «princesa». Las princesas nunca habían sido un modelo para ella. Más bien las detestaba. Aparentemente tan bonitas, elegantes y sin problemas gordos que un buen bolsillo no pudiera solucionar, le resultaban estúpidas en su inmensa mayoría, bobas hasta la extenuación. Ella no era una princesa. Fea, desgarbada, pobre y sucia, se cansó de que, encima, se rieran a su costa por la vía de los contrarios. En el más allá, no sentiría y poco le iba a importar ser la princesa de los muertos. El mundo era una inmundicia para su presunto y futuro reinado sobre los harapos y las legañas, y la muerte prometía el no ser absoluto. Princesa de los muertos, princesa de las sombras, princesa al fin y al cabo, se internó en el camino sin retorno, en la senda sin futuro, en el reino sin trono ni corona.

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