Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

MAR147. MISIÓN POSIBLE, de Mª del Rosario Val Gracia

Huyendo de los malos humos decides viajar a las estrellas. Seres de enormes ojos grises y un centelleante agujero en el pecho te rescatan. Sus sonrisas te cautivan, te hacen sentir como en casa, de repente el vértigo te atrapa, después… horas albas, minutos abúlicos, segundos indolentes.
Ese tedioso chillido con tu nombre te aterriza. Te miras al espejo y a todo lo que hay detrás de ti. Estás muerta de miedo, quieres seguir escapando… pero, alguien te observa, no estás sola, el chico del retrato ¡te sonríe!. Asoman a tus mejillas la pasión y el sonrojo.
Le quitas el freno a la silla y la acercas a la ventana, con un beso siempre la calmas… “mira mamá”. El cielo y su azul, aquella montaña, su quietud. Ves retornar el verde y te convences… todo va a mejorar.
Jamás volverás a tomarlas. Tiras por el váter las veinte pastillas y los ochenta y cuatro euros que pagaste al que te vendió esa mierda.

MAR146. SACUDIDA, de Ignacio Rubio Arese

La historia arranca con un vehemente temblor de tierra, el día en que M. cumplirá los ciento tres. Ignoremos por ahora las columnas de polvo, el estruendo arañando el aire, la emersión de una falla que levanta su hogar a más de doscientos metros y lo incrusta entre las nubes, coronando los cascotes.

Todo está patas arriba, las tejas y los recuerdos, los muebles descoyuntados. De un lugar ignoto emergen Calamaro y Ariel Rot, Christina Rosenvinge, melodías de un tiempo en que M. diseñaba broches y pendientes, era una actriz invencible y sus pinturas saltaban como salmones entre las galerías. Poco le importa otro abril, quizás del 2084, inmersa en tal epicentro de remembranzas e imágenes.

«Entonces había vehículos, claro», sonríe, «y se podía volar de un continente a otro». Sus días de juventud se asemejan a los países sepultados por los mares insaciables, afuera hace tanto sol, que ha olvidado qué es la nieve. Recuerda, eso sí, al chico que la escribía, «¿cuál era su nombre?», y le oprime la añoranza de un viaje, de una aventura que no se atrevió a emprender a un lugar que ya no existe, anegado como su pueblo natal; como casi todo.

CUENTOS DE PAPEL

…la edición en papel de «Esta noche te sueño» viaja ya a sus diferentes destinos… esperamos noticias…

MAR145. REFLEJOS, de Antonia Garcia Lago

Intento pasar desapercibido. Me escondo junto con otros en lugares deshabitados, como fábricas, bibliotecas y comercios cerrados. Entre coches desvencijados y opacos en barrios limítrofes. Las hojas de los árboles y la sucia lluvia ha camuflado los antiguos colores, y ahora casi todo son parduscos o grises.
Deambulan famélicos entre ellos, gatos de pelaje incierto y roedores esqueléticos.
A lo lejos, en el anochecer aún brillante, se perciben sonidos de música, risas ya casi extrañas. Si te acercas tras burlar la vigilancia, olores a deliciosa comida y a perfumes, te recuerdan que aún tienes sensibilidad en el olfato.
Mujeres con suaves pieles alrededor de su cuerpo y hombres con elegantes trajes y un puro quemándose lentamente en sus labios, te devuelven la capacidad de rememorar el pasado.
Cuando oímos murmullo de botas, y el ladrido lejano de los perros, sabemos que pisamos terreno prohibido, que las cámaras han detectado nuestro rastro y que el mundo es una burbuja cerrada donde ellos están a salvo.
Siguen majestuosos en pie unos edificios blindados con letras brillantes de metal pulido escritas en grandes caracteres.
En los charcos azulados por los neones se refleja la palabra que los agrupa a todos:

SOCNAB


Blog = estimemlaparaula

MAR143. INSPIRADO, de Carlos Díaz González

Me hizo gracia que me dieran esa habitación el día exacto en el que tenía pensado escribir algo sobre 2084. Pensé en mi admirado Orwell, en un futuro completamente esclavo y en la soledad de los que solo respiran tecnología, pero en cuanto entré en la 2084 y descorrí las persianas, tuve claro que tenía que escribir sobre esa habitación y sobre sus vistas, perfectas para el último salto que iba a dar.

MAR142. DESESPERACIÓN, de Fina Fernández Fernández

A pesar de la lucha de Raúl y sus compañeros por demostrar los grandes beneficios que obtuvo su empresa, ésta echó su cierre.
Sin darse cuenta, Raúl llegó a una situación desesperada. En la separación le cedió todos los bienes a su mujer; no quería que le faltara nada a su pequeña de dos años.
Su aspecto había cambiado notablemente: su cabello largo, la barba descuidada, una mirada taciturna y un rictus en su boca, delataban una amargura interior desaforada. Únicamente parecía despertar de su letargo, cuando se forjaba proyectos de venganza contra los causantes de su desgracia. Tan sólo necesitaba 2084 piedrecillas de oro, lo necesario para sacarse un billete a tierra de nadie y hacer factible su represalia. Al día siguiente ve con agrado arder la fabrica que le robó su vida.
Su amigo lo estaba ayudando a salir de aquella zona. Un lugar donde sus gobernantes hacían caso omiso a las quejas de sus ciudadanos.
– No te hagas mala sangre. – Le decía su amigo.
– Estamos en el año 3015, y no hemos aprendido nada de lo ocurrido hace cien años. – Le dice Raúl con tristeza.

Blog = fina-finola

MAR141. SÍSIFOS, de Isabel Martínez Barquero

Sobre la cubierta rectangular de un edificio desconocido, despierta y encuentra a su lado las ropas con las que ha de ataviarse. Son ropas extrañas, futuristas y de un ofensivo color naranja eléctrico.
A unos pasos, dos hombres terminan de vestirse, como ella, con prendas de color gris metalizado. Se acerca a uno de ellos, el que luce una barba canosa. Reposa la cabeza en su hombro al tiempo que le susurra: «Otra vez a empezar. ¿Dónde estaremos y qué año será?».
El hombre de la barba la mira con ojos tristes y antiguos. No la extraña, aunque no la reconoce.
La mujer siente un escalofrío. Sólo ella recuerda que los tres van a repetir la misma historia en otro lugar y en otro tiempo. Y es la primera vez que ella recuerda. ¿Cuántas veces han desempeñado el mismo teatro?

MAR140. HAIKU 2084, de Miguel Ángel Cejudo

Ocultamos nuestra literatura en una zona muerta, a salvo de rastreadores de situación y con la cámara de seguridad inutilizada tras un montón de cajas; como saben que nadie va a venir a robar, ni se molestan en despejar la sala.
Conseguimos el papel en el almacén de libros y los lápices los cogimos de una estantería donde también había unas gomas de borrar y papel de calco, todo antiquísimo. Sabemos que estamos perseguidos por utilizar material desechable y no sometido a control radiológico, pero queremos seguir escribiendo como lo hacían nuestros antepasados: Somos unos frikies románticos, sí, pero en la caótica era en que sobrevivimos aletargados esto nos mantiene despiertos.
Hoy he escrito un haiku y lo llevo en un doble bolsillo del pantalón. Mañana, cuando vaya al almacén para realizar el control ocular de plagas, lo dejaré en el cajón secreto deseando que ella lo lea al día siguiente.

Una, sólo una
puede cambiarlo todo.
Gota que colma.

MAR139B. AÑO 2084. PERDIDOS, de Laura Garrido Barrera

—No hay vida. Ya lo ves, llegamos tarde.
—Puede que hayamos equivocado el planeta. Desde la nave no observé tonalidades verdosas.
—¡Ni hablar! Nuestro sistema isométrico calibrado al nanosegundo no permite un sólo error en distancias.

Miraron desolados alrededor suyo. El desierto y las dunas cubrían un paisaje vacío. En el extremo opuesto del planeta, boca abajo, tal y como un niño dibujaría una esfera plana en dos dimensiones, otra conversación tenía lugar:

—No hay nadie. Ya lo ves, llegamos pronto.
—Puede que hayamos equivocado el lugar. Desde nuestro vehículo 3G no recibí señales supra-humanas.
—Esperaremos. Recuerda que cuando descubrieron las gomas triónicas, comenzaron a eliminar todo lo que les molestaba. Primero, la melancolía y la tristeza. Continuaron con el dolor y la enfermedad, aunque con la muerte no pudieron, ya que incluso aprendieron a borrarse los unos a los otros. Borraron los insectos y los reptiles. Y poco a poco, rompieron la cadena alimenticia. También las nubes y la lluvia, y crearon paisajes desérticos. Un buen día, por equivocación, borraron todos sus recuerdos. Sin memoria no saben dónde van, ni de dónde vienen. Quizá estén tan perdidos como lo estamos nosotros.

MAR139A. EL CORAZÓN HUMANO, de Paloma Hidalgo Díez

Padre murió convencido de que diablo estaba cerca cuando nos concibieron. Madre sigue sin querer opinar nada al respecto; y yo, cada vez que voy a la cárcel a verle, pienso una cosa distinta. Unas veces, los temores de padre me convencen; otras es la súplica que brota de los ojos de mi hermano gemelo, la que se apodera de mí. Hoy estoy con padre, acaba de terminar la hora de visita, vengo de hablar con él y tengo un nudo en el estómago.
Camino hacia el aparcamiento con los recuerdos agolpados en la puerta de mi memoria y las lágrimas atascadas en el fondo de la garganta, sin encontrar un lagrimal liberador. Miguel, un cuerpo casi idéntico al mío y una mente zénit de mi nádir, se queda entre rejas un día más. Aún me quedan 2084 días para decidir si olvido, ya que no puedo perdonar, que él también puede ser el padre de mi hija,por haber asesinado a mi mujer cuando le descubrió suplantándome. Aunque algo me dice que no voy a poder: mi corazón no está dispuesto a querer.

MAR138. ECHANDO LA VISTA ATRÁS, de Miguel Angel Serantes Conde

Observó sonriente las caras que le miraban desde el fondo de la habitación. Allí estaban sus tres hijos, sus siete nietos y su hermana mayor. Junta a la familia más cercana se encontraba también el fedatario público que leería el Acta de Deceso Voluntario que había sido específicamente creada para un caso tan extraordinario como aquel.
Al otro lado de las puertas de cristal que separaban el cuarto del pasillo, se agolpaban los medios de comunicación autorizados para dar cuenta del evento. El pequeño hombre con gafas de pasta que hacía las veces de regidor levantó la mano derecha, señal que indicaba que habían terminado los tres minutos de publicidad y se encontraba en riguroso directo.
Mientras el médico se acercaba para pulsar el botón que pondría en marcha el sistema de inyección letal, el notario comenzó a leer – Don Rubén Gómez Requena, nacido el 23 de abril del año 2.000, en pleno dominio de sus facultades…-
Rebeca la menor de sus hijas se acercó al borde de la cama sollozando. – No lo entiendo papá, con la tecnología actual podrías vivir al menos sesenta años más- le dijo- ¿Por qué quieres morir?
Cariño –respondió él-, porque ya he vivido.

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