Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

FEB54. EL SUEÑO QUE TE SALVA, de Héctor Hernández

Te corona una tiara mientras sostienes un cetro con firmeza y dejas que los tonos azules que vistes resalten tu rostro iluminado en ese plano medio que siempre te favoreció. Es, sin duda alguna, un retrato perfecto: símbolo de aquellos días en que fuiste reina de no sé qué cosa y que hoy solo son una imagen pretérita que te mira indolente desde la fría pared de tu recámara.
Y ahora tú estás allí, postrada en cama, dejandote ir; ora coherente, ora sin saber quién eres; confundiendo días con noches; inventandote un nuevo pasado porque el tuyo fue harto desgraciado y solo tuviste unas pocas alegrías que ya ni siquiera recuerdas.
Pides agua mas no sabes qué mano te dará de beber; tomas un sorbo mientras tu mirada se extravía en algún punto impreciso y luego te recuestas nuevamente. Descansa tranquila, abuela. Quizá la mueca de disgusto que se ha ido formando en tu fotografía no sea tan evidente en aquel lugar a donde vas cada vez que duermes.

FEB53. CORAZON DE PAPEL, de Teresita Bovio

La cómplice penumbra del bar cobija su amor de estudiantes. El hilvana sueños y ella callada dibuja un llamativo y rojo corazón herido.
Julián esta a punto de lograr su tan ansiado titulo de abogado y hace planes para establecerse allá en su pueblito del interior. Marisa lo escucha cabizbaja, a ella le faltan aún dos años en Bellas Artes.
Hoy se despiden sin saber si volverán a verse, con el último abrazo ella pone en sus manos el cuadro terminado.
Pasaron muchos años, algunas veces ella se pregunta que habrá sido de la vida Julián, aquél muchacho soñador que fue su primer amor .
Hace calor, camina cerca de la pared buscando sombra, una ráfaga de viento entra por la ventana abierta de un segundo piso y arranca un cuadro de la pared, en una extraña pirueta cae y se hace añicos a sus pies. Tras los rotos cristales vislumbra un llamativo y vibrante corazón rojo.

FEB52. EL ROBO, de Teresa Elena Hernández Villagómez

Todos los días tenía que soportar esa mirada, tan altiva y burlona….y es que no se había ido, seguía presente en cada conversación, cada decisión tomada en mi casa, en su papel protagónico de la familia.
En el centro del vestíbulo, era referencia eterna de nuestro convivir…muerta ya, nos seguía menospreciando e influyendo desde su retrato.
Así que decidí tomar cartas en el asunto, pagué y mucho por que unos falsos ladrones la arrancaran de mi pared para siempre…ahhh, lo difícil fue fingir conmoción tras el robo del retrato de mi suegra.

FEB51. MALDITO LEONARDO, de Irene Pastor

No se si se me entenderá bien porque apenas puedo abrir los labios. El pintor temía el poder de mi marido, Francesco, y me pintó con la boca bien cerrada para evitar el escándalo o un mal mayor. Envolvió los contornos del puente donde le conocí y el camino a la cabaña de las rocas con una niebla que ocultase la verdad. Después, en un intento por disfrazarlo todo, estiró mis comisuras para forzar el misterio, pero aprovecho para confesar que ese gesto no esconde exactamente una sonrisa.

FEB50. AÚN TE PUEDO VER, de Carmen Aguado

“Entra, no tengas miedo. Aquí es donde vivimos papá y yo ahora. Perdón por el desorden, hace mucho que no viene nadie…Pero siéntate, no te quedes ahí parada, cariño, ponte cómoda. ¿Te acuerdas de cuando te pintaron este retrato? Acabábamos de volver de vacaciones, y ahí estás tú, con tu sonrisa característica y tus ganas de vivir, no eras más que una niña… una niña tan guapa, que eras la envidia de todas las demás… con tu melena al viento, tus ojos azules y esas graciosas pecas que te adornaban la cara…” La puerta se abre sin avisar. Un hombre corpulento está contemplando la escena. “¿Cariño, con quién hablas? Estamos tú y yo solos…”. La mujer se incorpora asustada, coloca el retrato a su gusto y mira hacia el sofá de terciopelo. “Estaba la niña conmigo… pero se habrá ido a jugar”.

FEB49. OBRA MAESTRA, de Carlos Enrique Rodrigo López

“6 años, 3 meses y 1 día, pena de reclusión menor”, reía a gritos. Pero la condena mereció la pena, no faltaba ni sobraba una sola pincelada. Veranos asfixiantes, inviernos heladores, pero al fin el retrato soñado. El rostro embravecido cumbre del puntillismo, los surcos color tierra antigua insuperables… Tomó distancia y paladeó su triunfo. Transido de éxtasis, le abordó un pensamiento fatal. ¿Y si el mundo no estuviese preparado, y lo calumniaran con miradas estultas, ignorantes?, o si algún ganapán lo comprara creyéndose su dueño. Y a su muerte, ¿qué horribles rifas padecería, en manos y ojos de qué mentecato acabaría?. Rabioso, impotente, se arrodilló y pidió perdón por no estar a su altura ni poder protegerlo. Enajenado, empezó a darle brochazos. En su paroxismo gritaba: “Te ocultaré tras el blanco más perfecto, cuadro tras lienzo te titularé, sólo podrá verte tu propia sangre, la pintura te envolverá y te cuidará…”. Dos días después, su marchante le encontró muerto por extenuación brocha en mano a los pies del retrato, ya un inmenso lienzo blanco nuclear. Superado el shock, el mercantilista montó una antológica del autor. Su póstumo “autorretrato mundi” es hoy el cuadro más cotizado y admirado del mundo.

FEB48. RECUERDOS, de Jesús Urbano Sojo

Recuerdo que mi hermano Julio se quejaba de que le picaba la camisa, que mi padre decía que iba a echar otro cigarro, mientras mamá me regañaba por haberme despeinado y, con su propia saliva, me dejaba el flequillo como el de Clark Kent. Recuerdo al fotógrafo, que era un hombre cuarentón, algo grueso, con manchas de sudor en su camisa blanca, diciendo que nos situáramos en posición. Recuerdo las falsas sonrisas y la repetición de tomas, con ese característico: \»solo una más, para asegurarnos\». Recuerdo que había que esperar unos días para ver los resultados y que mamá siempre colgaba el retrato en el salón, cada año, como parte de un ritual familiar.
Sin embargo, no recuerdo el momento en que dejamos de hacernos aquella foto todos juntos. Puede que fuera algo repentino, como el cáncer que acabó con mamá.

FEB47. EL RETRATO SILENTE, de Juan A. Pérez Guadilla

Sus ojos se hundían en los míos. Me seguían, profundamente abiertos. Protagonista y dueña de aquel desnudo espacio, ella hablaba en silencio con su gesto.
Los primeros martes de cada mes yo acudía puntual y volvía a encontrarla. La contemplación de aquella mirada producía en mi un estado fugaz de catalepsia. La gente permanecía ajena a sus indicaciones y ese sordo murmullo que emitían, sin duda, iba a enojarla. También ellos me observaban.
Inquieto, comencé a pasear de un lado a otro del pasillo, obsesionado con aplacar las voces de mi interior, que con un ritmo trepidante, habían comenzado a hostigarme. Un sudor frío recorrió mi frente. En ese preciso instante en que la cabeza iba a estallarme, salió una enfermera y su voz me devolvió a la realidad: “Don Fulgencio Pastrana, Sala de Psiquiatría. Consulta nº 12. Schsss! por favor, se ruega silencio.”
Es ella! Ella es la enfermera del retrato! “ Hoy sí he sido bueno, verdad señorita?”

FEB46. UN CUADRO CURIOSO, O EL RETRATO DE FLORIAN REY, de David Vivancos Allepuz

Entre tanta antigüedad y objeto valioso del castillo, su retrato nunca ha dejado de darme problemas. Un cuadro indiscreto. No de esos que te siguen con la mirada, te pongas donde te pongas, por efecto de la cuidada técnica del artista creador ni de esos otros que, directamente, te persiguen porque tienen un malo detrás espiándote por obra de dos orificios practicados en el lienzo. Qué va. Es curioso, curioso de verdad. Una noche lo presentí observándome en mi habitación a través de la cerradura. No llegué a tiempo. Escapó atropelladamente, pude oír el repiqueteo del marco labrado pasillo adelante, lo imaginé en su huida anadeando como un pato torpe en el fango. Es rápido. Listo. Organicé una improductiva güija para invocar el espíritu del tío Florian y ver si el retrato se delataba, pero nada. Durante la velada permaneció impertérrito, donde siempre, bajo el blasón, las patillas prusianas y los pulgares en los bolsillos del chaleco. Llevamos meses jugando al ratón y al gato.

He dejado mi puerta entreabierta. Querrá saber qué escribo. Cuando huela su barniz estará tan cerca que ya no tendrá escapatoria. Me responderá entonces a unas cuantas preguntas. También yo soy curioso. Vendrá de familia.

http://grimasyleyendas.blogspot.com

FEB45. LAS CÁBALAS DE FABIÁN, de Mª Elena Sánchez Álvarez

Aquella noche Fabián se despertó sobresaltado por culpa de unos gemidos que no supo adivinar su procedencia, asustado encendió la luz, pero al no ver nada, volvió a dormirse.
Pasaron los días y de nuevo el silencio de la noche se vio interrumpido, pero ahora no eran gemidos, sino gritos aterradores. Muerto de miedo, cogió una pequeña linterna que guardaba entre sus juguetes y vacilante se encaminó hacia la habitación de sus padres.
Gracias a que el camino lo conocía sobradamente, pudo llegar hasta el dormitorio, no sin antes pasar por un calvario de vicisitudes. Su temor aumentaba, los gritos claramente procedían de allí. Cuando llegó, las palabras no salían de su boca, había enmudecido, quería gritar, pedir ayuda, pero le fue imposible. Se armó de valor y entreabriendo la puerta y con la pequeña luz de la linterna sorprendió a su padre desnudo, sobre el cuerpo de su madre, también desnudo, sujetando sus brazos mientras ella gritaba y él se contorsionaba.
Corrió hacia su habitación maldiciendo a su padre. Sin piedad cogió la foto de papá, dibujando sobre su perfil. El ojo quedó desierto, la nariz afilada y escribió: El seis y el cuatro la cara de tu retrato.

FEB44. LUCREZIA CRIVELLI, de José Manuel Molina Monclova

De los cuatro retratos femeninos de la exposición de Leonardo ella fue la que me impacto. Fue su mirada la que se clavó en mí y me hizo estar incómodo.
Yo venía a la exposición a admirar la obra del autor y la belleza de las modelos, pero ella consiguió traspasarme sus pensamientos y emociones nada más entrar en la sala y me hizo reflexionar sobre su vida y sus circunstancias, me hizo sentir que era una mujer fuerte víctima de su tiempo y posición. Angustiada por estar presa en una vida que no podía cambiar pero que no aceptaba.
Todo esto me hizo sentir su fuerte mirada, el arte había cumplido su principal cometido, el de ir mas allá de la simple belleza estética.

FEB43. RECUERDO HELADO, de Ana Rosa de Artíñano Comin

Cuando pienso en él, mis recuerdos vuelan lejos…..
El olor de la biblioteca a décadas pasadas, los libros mordidos por el polvo, una atmósfera densa llena de virutas blancas que bailaban suspendidas en el aire, fotografías cuyos rostros me miraban desde otro lugar y otro tiempo y su imagen ocupando gran parte de la estancia.
Sentía respeto y algo de miedo al observar su retrato visto desde la inocencia de mi infancia.
Al mirarle siempre descubría algo nuevo. El color de sus ojos cambiaba dependiendo de los haces de luz que se colaban a través de las ventanas, mirada profunda, enigmática y misteriosa. Sus manos alargadas y huesudas a punto de extenderse para cogerme entre sus brazos.
Columpiándome sobre el sillón de terciopelo rojo, levantaba tímidamente mi vista de vez en cuando para encontrarme con su figura, alto, esbelto y altivo. Se había alejado dejando tras de sí solo el sonido del silencio. Muchas preguntas en el tintero y ninguna respuesta.
Hasta que llegó mi madurez, en ese momento su rostro ya me contemplaba a treinta años de distancia, mis heridas ya se habían cicatrizado y solo quedaba eso…. un retrato sin alma.

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