Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de MARZO

Relatos

EL JURADO YA ESTÁ… MADURO

Lo primero: gracias de nuevo a tod@s por respetar la selección del jurado y seguir haciendo de Esta noche te cuento un espacio tan especial. Creo que tod@s tenemos la impresión de que hay algún relato que se nos escapó, porque siempre hay relatos que parece que fueron escritos para nosotr@s… podría haber tantas selecciones como participantes, supongo. 
Nosotros intentamos reflejar en nuestra selección el gusto más general y por eso os puedo confesar que todos los relatos mencionados o seleccionados tienen que haber sido propuestos por, al menos, 2 de los 4 miembros del jurado.
También aprovecho la ocasión para responder a algún comentario: no haber sido reconocido anteriormente en este concurso no es condición para ser seleccionado, pero es uno de los criterios que proponemos y barajamos habitualmente y que los miembros del jurado pueden usar o no libremente; los que han sido ya jurado pueden certificar que el jurado es completamente libre de votar al relato que quieran.
Finalmente, comentaros que nuestros ganadores del mes pasado han aceptado gustosamente el reto de ser jurado en septiembre, y en esta ocasión estará formado por Mar González y Jose Mª P. Carpintero por parte de los participantes; y por parte de los organizadores, Mari Carmen Cobo representando al Molino de Bonaco y Juan Antonio Morán representando al Sendero del Agua.
Y con casi 70 relatos en una semana… esperándonos ya como fruta madura…

SEP67. TRAS LA BARRA, de Javier Urraca García de Medinabeitia

Tenía una gran experiencia, se le notaba por como se movía detrás de la barra y sin duda alguna, era especialmente fantástica preparando los gin-tonics de sus clientes. Con el primero, siempre se esmeraba, era su forma de atraerlos, de ensimismarlos, de engatusarlos con sus finos y ágiles movimientos retorciendo la corteza de limón cerca de sus narices, para que la nube de gotas microscópicas llegara a impregnar las mucosas de sus clientes con ese aroma del que a uno le era imposible escapar a otro garito. Y esta era su estrategia, la tela de araña con la que cada noche tejía su  trampa, su cazamariposas con el que copa tras copa, maduraba a sus presas hasta extraerles la última moneda de sus bolsillos. Y cuando daban con su cabeza en la barra de mármol era cuando más disfrutaba, cuando anotaba mentalmente una muesca más en su larga lista. Los odiaba y lo hacía desde que aquel bruto de cejas pobladas que tenía por padre le obligaba aun siendo una niña,  a servir “soles y sombras” a los otros bestias del palillo en la boca. ¡Zash! Patada al taburete y borracho al suelo, este era el final de cada escena.

SEP66. LA "V" DE VIOLACIÓN, de Amparo Martínez Alonso

Zumm zum zumzumm zum zummm.
(Me gustas como la fruta madura, como la miel, como la caca de vaca)
Zuumm zumm zuzummm zuuu zum zuzu zumm…
(Contigo, zummmbando a mi lado, el mundo se me figura un apetecible estercolero…)
…zu zum zuzum zummm.
(…o el basurero más deseado)

—¡Mamá, en el frutero hay dos moscas jugando al caballito!
—¿Jugando al caballito?
—Sí. ¡Ven!
La madre entra en la cocina. Observa cómo su hijo de cuatro años se respinga  para no perderse el juego de las moscas. En la mesa de formica, el frutero parece un “cuerno de la abundancia” raquítico. Sobre el único melocotón, dos moscas copulan.
Al trasluz se ven planas, como sombras chinas, como cuando de pequeña, Victoria jugaba a proyectar sus manos sobre la pared, formando animales, palmeras y la “v” de Victoria. Recuerda también otra sombra, una silueta familiar, enloquecida…  Y se siente pequeña, insignificante como una mosca.
Las moscas se separan. El macho, ruidoso, zumba alrededor del melocotón. La hembra se frota los ojos con las patas.
—Mira, mami, ahora juegan al escondite.

 http://petraacero.blogspot.com.es/

SEP65. REVANCHA, de Vidal Fernández Solano

Cuando Blancanieves abrió la puerta, contempló sorprendida a una anciana que portaba un cesto de fruta.
—Buenos días, mi joven y bella dama. ¿Serías tan amable de ofrecer un poco de agua y una silla a esta pobre y cansada anciana?
—Por supuesto, pasad.
Una vez sentada a la mesa y refrescado el gaznate, la anciana escogió la más roja y brillante de las manzanas que llevaba y se la tendió a Blancanieves, a quien se le hizo la boca agua.
—Toma, querida. Has sido tan amable…
—¿Es para mí? ¡Hace tanto que no como fruta madura…! ¡Voy a traer un pedazo de tarta de arándanos que acabo de preparar y merendaremos juntas!
Blancanieves volvió con un pastel, un par de platos y un enorme cuchillo. Cuando levantó el cuchillo, la anciana vio su propio rostro reflejado en el iris de aquellos preciosos y cautivadores ojos.
Y fue lo último que vio.

 http://matematicasparatodosgratis.blogspot.com

SEP64. EN EL MOMENTO JUSTO, de Carolina García

El dolor zumbaba entre los versos del poema que no lograba escribir, mientras el vaso regaba de lágrimas la lustrosa barra del bar.
No se percataba de la multitud que la ahogaba. El bullicio que hacía eco en el vacío de su pecho, le sabía demasiado lejano.
Su mirada se arrastraba a tientas entre botellas y recuerdos, hasta que colisionó de frente con unos ojos negros vestidos de muchacho desamparado.
Se untó las retinas con esa imagen, y le regaló una mueca torcida a las comisuras enfermas que ya se sentaban a su lado.
Él la notó.
Ella desesperó. La vería como una joven con maquillaje corrido, manos convulsionadas y  pupilas deshidratadas.
Con un rápido movimiento tomó el abrigo y la desilusión del respaldo del asiento, y caminó apresurada hacia la puerta. Pero antes de llegar al umbral, una mano decidida y estremecedora le timoneó la cintura hacia un deseo diferente.
En la oscuridad de la esquina más estrecha del salón, el muchacho abrigado de ojos color noche le acarició y le acunó el corazón, como si fuese una fruta madura, evitando que caiga y termine hecho trizas.
El bullicio les sabía lejano. Casi inaudible.

SEP63. INMADURO, de Fernando Andrés Puga

– ¡Tomatelás, nene! Andate a tu cuarto y cerrá bien. ¿Okey? ¡Y pará de llorar de una vez, maricón!… ¿Qué estás esperando? ¡Dale! ¡Andate de una vez, querés!
No me fui. Me quedé detrás de la puerta cuidando de no hacer ruido. Del otro lado seguían los golpes.
Cuando el silencio llegó, entreabrí con cautela y me asomé.
Aquel hombre yacía boca abajo. Ella le había clavado un cuchillo en la garganta y la sangre fluía incontenible. De pie, lo veía morir sin perturbarse. Corrí y no me detuve hasta caer exhausto en el banco de una plaza. Me recogió una camioneta que tenía los vidrios polarizados. Lo recuerdo. No supe por dónde me llevaban.
Con el tiempo, lo que vi entonces en aquella habitación se tornó confuso; se mezcló con lo que creí haber visto, con lo que me dijeron que pasó, con imágenes de películas, con noticias policiales. Tal vez lo que aquí cuento no sea del todo cierto.
Ya no tengo ocho años, pero sigo sin entender. Dicen que me desmayo cuando veo sangre. Es posible. Será por eso que prefiero hacer mis trabajitos con un rifle y desde lejos. Por cierto, tengo buena puntería.

SEP62. RUISEÑORES MUDOS, de Enrique Moreno Martínez

Salieron del refugio cuando se les acabó la comida y el agua. Lo primero que hicieron fue buscar a Roko. Pero no acudió a sus llamadas, seguramente estaría escarbando en las petunias del vecino. El sol brillaba como nunca; hacía calor. Ella dijo que no se escuchaban los pájaros cantar. Él comentó que estarían en el carrizal, comiendo trigo.
Cuando sus ojos se acostumbraron de nuevo a la luz, ella se fijó en él y se rió de su rostro.
       -¡Tu cara es como un higo maduro, está arrugada y fofa!
       -Pues la tuya parece un melocotón sonrosado –contestó el niño también riendo.
Ella gritó mientras se ponía las manos en la cara. Lloriqueó al comprobar que le ardía mucho, y que estaría muy fea.
       -Pareces un melocotón maduro –continuó riéndose el chico- como los que le dábamos al abuelo que se quedó sin dientes por comer tantos.
Ella se metió la mano en la boca para comprobar que todavía tenía dientes, y vio estupefacta como dos se caían al suelo envueltos en sangre. Lloró. Él la consoló. Fueron al columpio en donde antes el roble daba sombra, cogidos de la mano.
       -No se escuchan los pájaros cantar…

 lalibretadegarbancito.blogspot.com.es

SEP61. EL REFLEJO, de Joaquín Valls Arnau

El piso de su abuela olía muy bien: ése era sólo uno de los motivos por los que deseaban ir a visitarla cada sábado. Además, si el cielo estaba despejado, se entretenían jugando a atrapar la luz. Ésta, con la forma de un disco, se iba desplazando caprichosamente por las paredes del salón, de tanto en tanto se quedaba detenida unos instantes y entonces ambos se abalanzaban sobre ella e intentaban taparla con unos sombreros viejos. Mientras tanto, la mujer, entretenida en sus labores, permanecía ajena a sus idas y venidas, sentada a una mesa camilla sobre la cual había siempre una fuente con varias manzanas maduras, cuya fragancia alcanzaba a todos los rincones de la pequeña vivienda.
Un día, mientras seguían el recorrido del disco luminoso, observaron que éste se quedaba inmóvil en el techo. A continuación escucharon un ruido. Dirigieron instintivamente la mirada hacia la mesa y vieron cómo las manzanas rodaban por el suelo, a la vez que advirtieron que su abuela tenía la cabeza caída sobre su antebrazo derecho, sin llegar a cubrir el reloj de pulsera en cuya esfera se reflejaban por las mañanas los primeros rayos de sol que penetraban en el edificio.

SEP59. COMPLICIDAD, de Virginia González Dorta

_¡Abuelo, abuelo, ven, corre, que he oído caer la trampa!
El mirlo, azabache y oro, mira a través de las débiles rejillas. Con su fuerte pico podría romperlas, pero algo le dice que su cautividad es la alegría de dos que se quieren, a través del tiempo y de las generaciones.
_¿Ves, Isaac? Si formas una buena trampa los pájaros caen como fruta madura.
El abuelo sonríe, sabe que no siempre es así, pero la magia  del instante borra cualquier cosa que no sea el aleteo de levita del mirlo enjaulado.

 phoeticblog.blogspot.com

SEP58. PÁJAROS, de Miguel Pereira Rodrigo

Ahí estaba, erguido, inestable. Sus grandes pies apenas podían apoyarse sobre el ensamblaje cóncavo de las tejas. Hacía un mes que había visto ese documental del budismo. Y poco después de ello, animado por su volátil imaginación, declaró proceder de un pájaro. Ante él, la inmensidad, el vacío de un séptimo piso y los pies ardiendo le animaban a hacerlo. Lejos ya estaba el pregón, a modo de charla con el tendero, la panadera, sus pocos amigos, padres… y quien en el barrio pudiera tratarle. Uno a uno había comentado los vericuetos de su anterior vida, vinculada al huevo, al nido. Todavía resonaban las risotadas cosechadas. Pero él lo tenía claro: “quien tuvo retuvo”, se dijo, antes de dar un paso al frente, aleteando los brazos con todas sus fuerzas. Pese a su convencimiento cayó como fruta madura, de pie, batiendo con dureza contra el suelo. Poco a poco, la sangre que bullía descontrolada en su anárquico interior fue brotando por la boca, acomodándose sobre el asfalto. Alrededor nació una sorda inquietud, rota por los alaridos de la ambulancia. Cuando los sanitarios retiraron el cadáver, en la calzada se pudo ver la rojiza silueta de un pingüino.

 http://cuentospigmeos.blogspot.com.es/

SEP57. COMO FRUTA MADURA, de Jorge Asteguieta Reguero

Siempre dando vueltas. Toda una vida. Igual que un disco, girando y girando canción tras canción.
Se escucha una nana infantil. La mía. Entonada con dulzura, como solo una madre es capaz de mecerla entre sus labios de leche.
Ahora, bajo la melodía de un eterno verano azul, pienso en aventuras de niño. Los columpios son castillos, hay princesas y dragones, y caballeros de pantalón corto y heridas en las rodillas. Han llegado los Reyes Magos y el timbre de mi bicicleta amarilla atrona entusiasmado.
Luces de discoteca tiñen mi memoria de colores. El éxito de moda retumba en los altavoces. Fumo sin fumar, y beso por vez primera una boca adolescente que me rompe el corazón.
Unos músicos tocan un vals. Los invitados bailan a mi alrededor, a nuestro alrededor.
Poco después, se mezclan risas y juegos de niños; se parecen tanto a ella, tanto a mí… Notas de vida, de felicidad.
Más canciones desfilan ante mí. Son muchas, las de toda una vida. También las hay tristes, y amargas, expresadas mucho mejor con lágrimas que con palabras.
Esta última habla de soledad, canta un fin de camino. Miro hacia atrás, sonrío y escucho. Sí, ha valido la pena.

 www.jorgeasteguieta.es.tl

SEP56. EL MEJOR REGALO, de Begoña Heredia Ortiz

He cumplido doce años. Ese secreto que guardo desde la niñez, hoy puedo contártelo. Anoche, a mi padre, al entregarme el regalo  justo al dar las doce, le tembló la voz. Casi sin mirarme, como con vergüenza, me dijo:
– Piensa en  esas manzanas ya maduras, jugosas y que  sabemos  que pronto caerán del árbol. Antes de que eso suceda y se estropeen  en el suelo, juntos las recogemos. De la misma forma creo que ya estas preparada y hay algo que debes conocer.
Al ver que sus ojos no se posaban en los míos, sentí  dolor y alegría, no quise hacerle sufrir más y me abracé a él.
-Esta manzana quiere darte las gracias por los años que me has regalado, por la vida que me has dado, por amar a mama y no abandonarla.
Balbuceó un “te quiero” y  nuestros ojos comenzaron a temblar.
Cuando él me miraba y cogía mi mano para cruzar la calle sentía y deseaba lo que yo sospechaba. No he vuelto a ir al faro a llorar. Hace años que se que tío Roberto es mi padre.
Querido diario, me  siento orgullosa de ser  la  Galleguca.

 http://unmundoporescribir.blogspot.com.es/

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