Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

FEB45. LAS CÁBALAS DE FABIÁN, de Mª Elena Sánchez Álvarez

Aquella noche Fabián se despertó sobresaltado por culpa de unos gemidos que no supo adivinar su procedencia, asustado encendió la luz, pero al no ver nada, volvió a dormirse.
Pasaron los días y de nuevo el silencio de la noche se vio interrumpido, pero ahora no eran gemidos, sino gritos aterradores. Muerto de miedo, cogió una pequeña linterna que guardaba entre sus juguetes y vacilante se encaminó hacia la habitación de sus padres.
Gracias a que el camino lo conocía sobradamente, pudo llegar hasta el dormitorio, no sin antes pasar por un calvario de vicisitudes. Su temor aumentaba, los gritos claramente procedían de allí. Cuando llegó, las palabras no salían de su boca, había enmudecido, quería gritar, pedir ayuda, pero le fue imposible. Se armó de valor y entreabriendo la puerta y con la pequeña luz de la linterna sorprendió a su padre desnudo, sobre el cuerpo de su madre, también desnudo, sujetando sus brazos mientras ella gritaba y él se contorsionaba.
Corrió hacia su habitación maldiciendo a su padre. Sin piedad cogió la foto de papá, dibujando sobre su perfil. El ojo quedó desierto, la nariz afilada y escribió: El seis y el cuatro la cara de tu retrato.

FEB44. LUCREZIA CRIVELLI, de José Manuel Molina Monclova

De los cuatro retratos femeninos de la exposición de Leonardo ella fue la que me impacto. Fue su mirada la que se clavó en mí y me hizo estar incómodo.
Yo venía a la exposición a admirar la obra del autor y la belleza de las modelos, pero ella consiguió traspasarme sus pensamientos y emociones nada más entrar en la sala y me hizo reflexionar sobre su vida y sus circunstancias, me hizo sentir que era una mujer fuerte víctima de su tiempo y posición. Angustiada por estar presa en una vida que no podía cambiar pero que no aceptaba.
Todo esto me hizo sentir su fuerte mirada, el arte había cumplido su principal cometido, el de ir mas allá de la simple belleza estética.

FEB43. RECUERDO HELADO, de Ana Rosa de Artíñano Comin

Cuando pienso en él, mis recuerdos vuelan lejos…..
El olor de la biblioteca a décadas pasadas, los libros mordidos por el polvo, una atmósfera densa llena de virutas blancas que bailaban suspendidas en el aire, fotografías cuyos rostros me miraban desde otro lugar y otro tiempo y su imagen ocupando gran parte de la estancia.
Sentía respeto y algo de miedo al observar su retrato visto desde la inocencia de mi infancia.
Al mirarle siempre descubría algo nuevo. El color de sus ojos cambiaba dependiendo de los haces de luz que se colaban a través de las ventanas, mirada profunda, enigmática y misteriosa. Sus manos alargadas y huesudas a punto de extenderse para cogerme entre sus brazos.
Columpiándome sobre el sillón de terciopelo rojo, levantaba tímidamente mi vista de vez en cuando para encontrarme con su figura, alto, esbelto y altivo. Se había alejado dejando tras de sí solo el sonido del silencio. Muchas preguntas en el tintero y ninguna respuesta.
Hasta que llegó mi madurez, en ese momento su rostro ya me contemplaba a treinta años de distancia, mis heridas ya se habían cicatrizado y solo quedaba eso…. un retrato sin alma.

FEB42. RETRATO DE UN DESCONOCIDO, de Marga González Acinas

El azar, siempre enredando con las cosas de los humanos, consiguió que después de un viaje en avión, volviera a casa con una maleta ajena, idéntica a la mía. Así que, casi sin darme cuenta, me colé en una intimidad desconocida.
Aquellos objetos dejaron de ser planos y me fueron dibujando un retrato: era ordenado y riguroso, de gustos sencillos y medios suficientes pero no sobrantes, era buen lector y adoraba el campo, de cierta edad (medicamentos) pero no demasiada (preservativos) y bastante generoso (¡menudos regalos!).
Estas conclusiones, seguramente erróneas dispararon mi curiosidad y me obligaron a preguntar en la compañía aérea si era posible conocer la identidad del otro damnificado. Contestaron, por supuesto, con una airada negativa.
Así que aquí estoy; deshaciendo mi aburrida maleta y pensando que tal vez he perdido la ocasión de encontrar a mi media naranja.

FEB40. LA IMAGEN DE LO QUE FUI, de Alfonso Carabias Antúnez

Aún sin saber muy bien porque sigue colgando de la pared del salón lo cierto es que su sola presencia es como un analgésico para mi maltrecha conciencia, un espejismo, un retazo de lo que fui y ahora no soy; y un anhelo de esperanza en la desencantada existencia por la que deambulo.
Cuando lo veo recuerdo lo que era, una persona con un camino bien trazado que decidí abandonar, como un barco bien dirigido que quedo varado y se hunde sin remisión.
Movimientos autómatas me ajustan la corbata mientras repaso la agenda del día. Despedir personas hace años que no me produce remordimiento alguno; da igual su situación, hijos, edad. La escarcha que desde hace tiempo rodea mi corazón hace que cualquier sentimiento de culpa resbale y me sea indiferente; casi ni oigo sus lamentos. Supongo que por eso soy bueno en este trabajo.
Al salir, antes de cerrar la puerta, otro automatismo en forma de última mirada, dejando lo mejor de mí, lo único bueno, dentro, colgando de ese retrato de lo que una vez fui y nunca más seré.

FEB39. LA HUÍDA, de Cándido Macarro Rodríguez

En el desconchado espejo del baño común del albergue para fracasados y despojos humanos veo fugazmente mi rostro. No soporto la visión de mi imagen ajada, mi espíritu extenuado, el peso de la desolación y el desconsuelo sobre mi cabeza.
Retiro dolido y avergonzado la mirada sobre mí mismo.
Sin embargo el destino se empeña en echar sal sobre mis heridas. Hago un terrible esfuerzo por no volver a levantar la vista hacia lo que ya no quiero mirar. Pero miro.
Por un momento percibo el brillo de mis ojos en ese reflejo, intuyo recuerdos de lo que fui y ya no soy. Escucho brevemente las risas e ilusiones de antaño. Veo el amor.
Pero de inmediato cae sobre todo ello la lápida de la derrota, la traición, el fracaso…
Sí. El espejo es cruel conmigo. La vida es cruel conmigo.
¡Me siento tan cansado!
Echo una última mirada a mi retrato, a la imagen de la decepción, de la tristeza y finalmente de mi rendición sin condiciones.
Dos regueros rojos y cálidos caen de mis muñecas al sucio y roto lavabo llevándose todas mis miserias y frustraciones por el agujero del desagüe.
Sólo unos dulces instantes.
¡Ahora soy libre!

FEB38. LA IMAGEN QUE VIVE EN MI ALMA, de Karina Delprato

La música envuelve y mima mi mente. La luz del sol refleja sobre el lienzo, donde intento florecer el brillo de tu mirada. Acaricio cada pincelada sobre tu rostro, el que está tomando forma en este retrato.
La melodía parece dar vida a tu pupila acaramelada, mi mano está poseída dibujando tu sonrisa, algo me atrapa, me retiene y me deja caer en el abismo del tiempo.
Mis perceptibles yemas reemplazan el pincel, te recorro entero por ese rostro perfecto, modelo las expresiones de tu cara enamorada, me observo en el destello de tu iris, me busco desesperada. Palpita mi corazón, minuto a minuto, los latidos se aceleran cada vez más y más… Intento con las destrezas de mis manos entre colores y texturas, estremecer tu pulso. Deseo sentir tu piel en mi tacto, revivirte, traerte, acercarte y besarte desgarradamente.
El silencio de pronto, me devuelve a la realidad; desangro por dentro y tu retrato, inerte, oscuro y desfigurado.

http://resurgire.blogspot.com.es/2013/02/la-imagen-que-vive-en-mi-alma.html

FEB37. ESPEJO, ESPEJITO, de Esther Cuesta de la Cal

 -Espejo, espejito, dime cuan delgada estoy- le suplicaba todas las mañanas. Pero el espejo seguía obstinado en devolverle la misma imagen, con grandes pechos y caderas anchas, que ella tanto odiaba.
“Espejo, espejito”, repitió muchas mañanas, pero ella solo se veía más rellena cada día.
Acabó tan debilitada, que no podía sostenerse en pie, pero aún insistió ante el espejo,” Dime espejito, ¿Quién es la más delgada?”. Y el espejo, horrorizado ante el aspecto que mostraba, estalló en mil pedazos.
La desesperación entró por las retinas de la joven, que ahora veía su imagen devuelta en mil espejos, tan gorda como siempre. Y no pudiendo resistirlo, cogió uno de los fragmentos y dejó que su sangre corriera lentamente por todos ellos.

ENE36. ESPACIOS 2.0, de Javier Sánchez Campos

De manera  brusca   e    inesperada     nos      han       separado.         Tú,          al         camión           de            la             mudanza;               yo,                al                 cubo                  de                   la                   basura;                    en                     la                      pared                       del                        piso                         el                          hueco                           donde                            nos                              habíamos                               amado.                                ¿Quién                                  decide                                  sobre                                   la                                    vida?                                     ¿Quién                                    sobre                                       la                                        muerte?
                                Me                                     pregunto                                      mientras                                       unas                                        ratas                                         perforan                                          mi                                         rostro,                                          convencida                                           de                                            que                                             tú                                              ya                                              ocupas                                                otro                                                 hueco                                                  que                                                   ya                                                     nunca
                                     compartiremos.

 laideaquetorciolaesquina.blogspot.com.es

FEB35. EL CAMAFEO, de Elizabeth Larrañaga

Es como una telaraña; no atrapa insectos, sino almas arrugadas.
Lorenzo jugaba en la calle para no molestar a sus padres e invitados; recolectó muchas corcholatas, eufórico empezó a aplastarlas; parecían monedas doradas. Escarbó al pie del arrayán, descubrió un cofre y dentro un camafeo con un retrato de un hombre enigmático; sintió miedo y el impulso de arrojar el objeto; pero también atracción, nunca había visto un retrato de ese tamaño; parecía el reflejo de un rostro real y no una pintura.
Lorenzo creció, así como el odio hacia sus padres; ellos trabajaban en el extranjero, se enteraron de los malos hábitos de su hijo y solicitaron licencia para viajar. Discutieron, la madre lloraba al escuchar los gritos de su único hijo; parecía una fiera… así atacó. Lorenzo intentó huir; pero no encontró dinero entre las pertenencias de sus padres, nada quedaba de valor; recordó el camafeo que escondió diez años atrás. Allí lo encontró, en el mismo lugar, tan perfecto como antes; lo abrió y vio su propio retrato. Su inocencia de ayer lo advirtió y su actual perversidad lo indujo a ser la presa.

FEB34. EL RETRATO, de Mercy Flores

Todos los días la misma pesadilla angustiosa; soñaba siempre lo mismo.
Yo estaba sentada frente a una hermosa pradera y ante mi un lienzo en blanco en el que con una velocidad pasmosa dibuja un rostro.
La pradera se convertía en autopista como por arte de magia y ante mi una extraña figura con el rostro del retrato que yo había dibujado era atropellada ante mis ojos y despertaba.
Sudorosa y angustiada intentaba recordar quien era aquella víctima de mi pincel onírico pero me era imposible rememorarla, bueno lo intentaría mañana y así pasaron los días que se convirtieron en semanas, meses, años y un amanecer estruendosos truenos me sacaron de mi sueño y lo recordé: era mi retrato.

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