Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

NOV148. 30 DE OCTUBRE, de Pablo Vázquez Pérez

Me gusta mucho la casa del pueblo. Primero llegamos en el coche mi mamá y yo. Abrimos las puertas y ventanas para airear la casa. Yo la ayudo a coger las sábanas y hacemos juntos las camas de los cuartos para dormir. Después comemos la tortilla y unas croquetas que hace muy buenas mi mamá, las mejores de la Tierra. Y por la tarde, cuando llega mi papá de la ciudad para que estemos todos juntos durante el puente, barremos el fondo de la chimenea. Luego cogemos de la calle los troncos y los colocamos.
Descansamos un poco para tomar yo mi chocolate y ellos sus cafés. Mis padres se sientan juntos en el gran sillón, acurrucados, dándose besitos, y se dan cuenta de que no se puede encender la hoguera porque faltan cerillas para prender las ramas y el papel de periódicos. Entonces me dan unas monedas para que me vaya al bar de las afueras, y ya de paso juegue unas partiditas al milloncete. A mí me encanta porque me tiro allí una hora, pero pobres ellos que se aburrirán mucho, mientras me esperan para poder encender la chimenea.

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NOV147. PIRÓMANOS, de Miguelángel Flores

Cuando quieras, otro incendio, dice el mensaje, del anterior no queda ni recuerdo ni rescoldo. Si tú quieres, esta noche, contesto yo en otro. Nos vemos en un lugar alejado y oculto Y allí, una vez más, oímos el chispazo que prende haciendo lumbre. Enseguida vemos extenderse el fuego. A veces, nos miramos mientras arde. Y yo veo las llamas dentro de sus ojos. Imaginar cómo se ven en los míos me produce puntas de placer, un punteo, un gozo puntiagudo. Un gusto que me lengüetea por dentro como hacen las flamas que bailan ante mí. Y me endiosa. Y nos endiosa. Y nos impulsa hacia arriba, a lo alto, junto al resto del olimpo.
Estuvo ardiendo toda la noche. Crepitando sin parar hasta que, al amanecer, sobre un lecho de cenizas, abrasados, nos dormimos.

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NOV146. ALTO EL FUEGO. de Fernando Martínez

El niño que se oculta tras los escombros ve la sombra del águila alargarse al sobrevolar el campo de batalla. La muerte sigue recogiendo hombres, mujeres, niños, niñas, viejos y perros. Recolecta a los que han caído a lado y lado de la raya invisible. La muerte es la única que come bien en estos días, piensa el niño, pero se equivoca. El águila se ha posado junto al titán encadenado a la roca y picotea su hígado regenerado. Prometeo la ha visto llegar, la conoce, la esperaba. Así ha sido cada día desde que vulneró el mandato de Zeus, desde que entregó el fuego a los hombres para asegurar su supervivencia. Así ha sido y es. El niño ha trepado a la roca. A pedradas ha espantado al águila que ahora vuela desabrida entre los buitres. Prometeo ha sonreído. Todavía hay esperanza, ha pensado, pero el niño borra esa idea devorando el hígado del titán y deja las contemplaciones para postre.

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NOV145. LA CIUDAD DEL FIN DEL MUNDO, de José Muñoz Albaladejo

La ciudad del fin del mundo se alza prodigiosamente sobre un terreno desconocido. Su ingente verticalidad se impone ante sus gentes como un cruel tirano. Nadie sabe cómo llegó allí y nadie sabe cómo salir. Nadie queda en ella que recuerde cómo es el Sol o la Luna. De aspecto enfermizo, brillantes como el fuego, los edificios de la ciudad ya no dejan ver el cielo. Sus luces permanecen encendidas sin cesar. Abierta veinticuatro horas, la ciudad del fin del mundo no descansa nunca. Ante este panorama, no es de extrañar que sus habitantes caminen por las calles como muertos, sin alma, sin rumbo fijo. Simplemente caminan. La ciudad los sobrecoge, los atemoriza. Se repliegan sobre sí mismos y allí permanecen encerrados para siempre, desde que nacen hasta que mueren. Nunca fuimos tan pequeños ni estuvimos tan muertos como ahora.  Las formas de la ciudad se alteran, se distorsionan los paisajes, los colores cambian y las perspectivas nos engañan. Impotentes, vagamos por la ciudad del fin del mundo como quien ya no sabe a dónde ir: sin hacer camino a cada paso, solo repitiendo el mismo una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.

NOV144. OFRENDA VIRGINAL, de Ricardo Plantagenet Médano

El rito comienza. Las muchachas se desnudan, se toman de las manos y empiezan a danzar alrededor del fuego. Por todo sonido las olas del mar y el crepitar de las llamas. Ellas van girando con sus valses y sus caderas ondulantes. El ritmo se acelera, la pasión se siente, entran en trance. La danza es incitante. Los hombres avanzan con ojos de delirio y extasiados hacia los cuerpos ardorosos de las vírgenes. Se oyen los tambores ahora imponiendo un ritmo cadencioso y preciso. El sonido enajena, las llamas embrujan y ellos se descubren antes las mujeres.
Se abrazan y se besan, se contonean y bailan. Caricias en los cuerpos, sexos devorados y cuando el tambor lo indica, todos inician la cópula en perfecta sincronía. Los gemidos de éxtasis de las muchachas, las roncas respuestas de ellos azuzan el fuego que hace gemir el viento, que crece y crece a medida que los golpes de cadera se tornan veloces y profundos. El clímax lleva al paroxismo con júbilo. El fuego se levanta hasta el cielo y con él se lleva las almas de los amantes y la efervescencia de sus acoplamientos.
Otro año rindiendo culto a su Dios, el Fuego.

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NOV143. INCANDESCENCIA, de Ana Rosa de Artíñano Comin

El frio del invierno ha entrado de puntillas sin avisar, me hundo entre los almohadones del sofá ligeramente adormecida por el calor que despide el fuego de la chimenea, siento como mi mirada se pierde entre el rojo intenso de las llamas, no puedo apartar mi vista de ellas, estoy hipnotizada.
Mi mente retrocede al pasado, percibo como mis sentimientos se amontonan y arden en la hoguera y como con el fuego chisporrotean devolviéndome antiguas imágenes que titilan como si tuvieran vida.
«Sonrio al verte correr en bicicleta, calle abajo, como alma que lleva el diablo, mirándome de reojo. Cara de velocidad, pelo revuelto, pantalones sucios llenos de polvo y zapatillas manchadas de barro y miles de sueños que salen desbordados por tu gastada mochila«.
Oigo, entre el crepitar de los leños al arder, el eco de tus palabras, algunas veces tiernas, cariñosas y otras secas e hirientes que un día desplegaron sus alas y se esfumaron arrastradas lejor por el viento del olvido.
Busco entre las brasas las cenizas de nuestra historia y no encuentro nada. Veo como el fuego, que todo lo arrasa, también ha ido quemando tu recuerdo.

NOV142. MICRO EPÍSTOLAS, de Laura Garrido Barrera

—Querida Matilde, guardo las cartas suyas que exudan el olor a su perfume de esencias más vivas. ¿Cómo pudo insinuarse así en su última misiva?. Atentamente suyo, Feliciano.

—Querido Feliciano, hay pasiones interiores en una mujer que se desatan alocadamente a la llamada del varón. Me contuve, pero al imaginarle, al leerle con su cuidada prosa ensalzando mis virtudes, no pude por menos  que agradecérselo con una parte íntima de mí. Siempre a sus pies.

—Querida Matilde, avivo el fuego que arde en mis venas, la huelo a usted cuando observo el tímido resplandor del sol en un horizonte lejano, y por la noche, un torrente de calor me acompaña hasta el nuevo amanecer. Le envío algo confidencial.

—Querido Feliciano, mis enaguas le gustaron, pero mi marido descubrió las letras de usted en sus pulgueros. Los ha quemado y ha enloquecido. ¿Cómo hará usted para alimentar la  llama de este amor que nos subyuga en la distancia? ¡Veinte años de cárcel son demasiados!

—Querida Matilde, nunca me ha preguntado la causa de mi condena. Se la confieso: ¡arderán estos muros el mismo día que usted me posea! Soy pirómano de vocación y pirómano en espíritu.

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NOV141. LA MECHA PURIFICADORA, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Después de haberle introducido el brebaje hirviendo de hierba luisa, varas de viña, algunas ramas de duraznero blanco y un poco de hinojo recién cortado, procedió a zangolotearla de izquierda a derecha repetidas veces, dándole pequeños y bruscos zarandeos para que el enjuague oloroso penetrara bien y restañara las heridas guardadas durante algún tiempo.
Iniciaba así, con ella, un baile circular, de extremo a extremo hasta acabar exhausto. Terminada la danza, preparó una pequeña mecha de manera artesanal, depositando una cierta cantidad de azufre en un trozo de paño blanco, anudado a  un fino y largo alambre. Le pegó fuego e introdujo la mecha encendida en la boca, tapó cuidadosamente el orificio y dejó apenas un extremo del filamento colgando hacia el exterior. Una vez que la llama se hubiera consumido lentamente en sus entrañas, los gases del azufre secarían y purificarían su interior.
Cuando a las dos horas acudiera a verificar el resultado, ya estarían prietas, limpias y aromáticas las duelas cóncavas  unidas por anchos flejes  metálicos que, formando el envase, recibiría el mosto de la temporada. Según expectativas, estaría entre los mejores caldos de la zona. La barrica de roble  se encargaría del resto hasta finalizar el proceso.

 yotanci.blogspot.com

NOV140. CON TERNURA, de Nani Canovaca López

Se acercó insinuante, cariñoso y hasta meloso. Su mirada tierna y amorosa, podía derretir hasta los cubitos de hielo que había colocado dentro de la cubiletera para amenizar aquel encuentro, con un sorbito de aquella bebida afrodisiaca, fresca y algo picarona. Quemaba como el fuego e invitaba a pegarse, a cogerle y estrujarle para apreciar en su paladar el increíble sabor de la croqueta hecha a base de una excelente bechamel.

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NOV139. LA VIDA DEMORADA, de Begoña Guerra

Una lengua de fuego fue la que, siete días después de los idus de agosto, redujo a la niña Livia Domitia, de siete años, a un simple hueco.
En realidad, más que lengua era una de las vísceras sanguinolentas y palpitantes del Vesuvio. Se comió la ladera, atravesó las calles y llegó hasta la casa sin que nadie ni nada se le opusiera. Sorteó al canem, que para entonces no era más que un espectro, esquivó el impluvium que a esa hora ya no contenía agua sino hervor y puso en fuga a siete siervos medio manumitidos. Al fin encontró a Livia, cuyo cuerpo, de temeroso e implorante, se hallaba acurrucado, y la invadió de modo que fue perdiendo la sustancia, la esencia de la que todos estamos formados y se fue consumiendo y poco a poco abandonando el espacio que venía ocupando hasta que se volvió simple hueco, como antes quedó dicho.
Así, ausente, translúcida, invisible, estuvo Livia aguardando que los dioses vinieran a  re-crearla vertiendo  de nuevo en su espacio ausente el barro primitivo con el que vienen de siempre moldeando a todos los seres.
Una simple figura de barro es, pues, Domitia, la de la vida demorada.

GRACIAS POR LAS 300 000 VISITAS

Oh! Benvinguts, passeu, passeu.
de les tristors en farem fum.
A casa meva és casa vostra,
si és que hi ha casa d’algú.
( Oh, bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo.
Mi casa es vuestra casa, si es que hay casas de alguien. )

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