Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

OCT143. ALLÍ DONDE LE ESPERAN, de Jorge Asteguieta Reguero

Siempre, siempre que las nubes no ensucian la noche, el viejo sale a su terraza a contemplar el cielo. Se acomoda en su mecedora, abrazado a una manta tan gastada como él, y comienza a alternar sentimientos de tristeza y felicidad emborronados de recuerdos y lágrimas. Puede pasar horas. habla y habla con sus estrellas hasta que el sueño amenaza con vencerle.
Sus nietos aseguran que la estrella más brillante se llama Venus. Incluso dicen que no es una estrella, que es solo un pequeño planeta… pero él viejo conoce la verdad, sabe que es la estrella más preciosa y cariñosa del universo, y que estuvo casado con ella hasta que un mal día tuvo que marcharse.
Vuelve a mirar arriba. Esta noche, la segunda luz que le importa, está encima de su Elena. Dicen que tampoco es una estrella, que es solo Júpiter… pero es su madre, la que tanto le amó a pesar de todo.
Y a la izquierda de su madre está su padre, siempre callado y paciente. Betelgeuse le llaman sus nietos. Al menos, sí le reconocen como astro.
Es hora de viajar y no importa. Se duerme y sonríe porque Elena alumbra su último sueño.

 www. jorgeasteguieta.es.tl

ODA A UNA MERMELADA REMITIDA

El paquetito de JAMS
llegó sin que nadie lo recibiera.
Entonces, dejaron un impreso,
amarillo huevo, con mala letra.
Y así he pasado los días,
que, sin que fuera por vagancia,
mientras todos hablaban de ella,
yo, ya la amaba en la distancia.

Oh, mermelada remitida,
tú, que fuiste concebida
para ser untada en tostada,
sobre una suave mantequilla,
has debido sobrevivir tres días
entre productos del Venca,
artilugios de látex, alargadores,
y otros consuelos de teletienda.

Mermelada-de-frutos-del-bosque mía
venías en una caja de gorrión,
con tapa de tela estampada,
confitura de granate besucón.
Ahora ya estas en casa,
donde los yogures, la margarina,
las acelgas, el Kétchup,
y los supositorios de glicerina.

Y hoy, al levantarme sin tiempo,
he hundido una falange,
en el centro de tu existencia.
Y otros hundimientos memorables
me ha traído a la memoria.
Y yo, que no me chupo el dedo,
he estado más de media mañana,
cada poco, a hurtadillas, haciéndolo.

Cuando al volver a casa me ha mirado,
Con esa carita que sólo sabe poner
una buena mermelada remitida,
me he tirado a ella en tropel,
y, sin soltar el pan que traía
para hacerme mañana el bocadillo,
en una entrega, frenética y gozosa,
mutuamente, nos hemos comido.

OCT142. TRES ESTRELLAS, de Maribel Martínez Montoro

Una, dos, tres… Siempre contamos las mismas… Miremos desde donde miremos, están ahí, fijas, esperando que nuestros ojos se posen en ellas y  pidamos deseos: visitar a nuestras familias; comer si no es hora, según nos dicen; pero sobre todo ayuda cuando cualquiera de nosotras desaparezca en la noche. En nuestro cielo solo hay silencio y oscuridad. Pasos sigilosos que se acercan y una niña soñolienta tiene que levantarse. Temblamos con el temor pegado a los huesos. Los ojos cerrados y el miedo como único latido en nuestro corazón. Cuando el sol entre por las ventanas,  una nueva pequeña ocupará la cama vacía.

Sueño que cabalgo por las montañas respirando libertad, un roce me saca de ahí, tardo en comprender: esta noche me ha tocado a mí. El pánico lo impregna todo, creo que huelo a miedo, eso hace que tiemble con más fuerza. Una mano me empuja hacia la salida, suavemente pero con firmeza. No puedo mirar atrás, pero sé lo que piensan, lo que sienten y su hedor también me llega. Con un guiño, mis estrellas me invitan a escapar, pero solo sale un sollozo ahogado de mi pecho.  Pintadas, ¡están pintadas!…

 http://tecuentohasta6.blogspot.com.es/

OCT140. TRABAJO INDEFINIDO, de Mar González Mena

Manuel sale cada mañana a buscar trabajo. Ha enviado currículos a todos los lugares posibles, se ha pateado todas las empresas de la zona y se ha ofrecido para los puestos más diversos. Camarero, pintor de brocha gorda, barrendero… Cada día vuelve a casa un poco más cansado pero, antes de entrar, rebusca su mejor sonrisa para Marcos. No quiere que conozca todavía la cara amarga de la vida. Cada noche, le sienta en las rodillas y hablan de lo que ha aprendido en el colegio. Está empezando a contar. Lo hace muy despacio, ayudándose con los dedos. Pero hoy Marcos no quiere sentarse. Agarra con fuerza la mano de Manuel y le lleva hasta la ventana.
– Mira, papá. Una… dos… tres… ¿Sabes? De mayor quiero ser contador de estrellas.
 
 www.losjardinesdepuck.blogspot.com

OCT139. NAUFRAGIO UNIVERSAL, de Belén Molina Moreno

Arturo patroneaba el Bouvier, carguero de gran tonelaje que transportaba tejido de algodón del sur de Asia al oeste de Europa. La vida a bordo transcurría milimetrada durante el día. Las tareas asignadas no admitían ningún error. El sonido de las primeras notas que Vega, el contramaestre, sacaba de su lira cuando la oscuridad borraba la línea del horizonte, marcaba el final de la cuadrícula diurna.
El turco Alhad  contaba fantásticas historias de su país, los rusos Aliosha y Misha  se lanzaban a bailar czardas;  de la cocina, el griego Alio sacaba verdaderos manjares, y los aplausos de Dunbe y Marcos con las carcajadas del gordo Carolo  daban el ritmo a la noche. Hasta el tímido Régulo aparecía con Duniébola, su inseparable talismán con forma de león.
Esta noche sin luna, el mar  refleja  el área de exploración del naufragio;  una zona blanca, brillante, oscilante, donde  gritan su brillo Arcturus, Vega, Regulus, Denebola,  Caroli y tantas otras. El Carro  tirado por Aljaid , seguida de Alcor, Mizar y  Alioth,  ya próxima al cuadrado guardado por Duhbe  Merack, las guía imparable por el universo boreal.

OCT138. CAÍDAS DEL CIELO, de Carlos Alberto Torres Gómez

Empezaba la noche a caer lentamente con el frío azotando los cristales. El termómetro había caído sin más. Mientras tanto, en el salón de su casa, un reguero de nubes de humo cubría el techo de su agonía, anegando de cenizas el parqué de la habitación. En el centro de la misma, las hojas de un árbol decrépito se desmoronaban sobre el suelo. La figura del hombre reposaba sentada en medio de aquel caos al abrigo de su soledad. La mirada se le perdía entre las sombras de la tristeza. Todo se hacía cada vez más complejo. Entonces, decidió levantarse; se asomó por la ventana y miró al cielo. En ese momento, un haz de luz se posaba en el jardín del recinto. Llamado por la curiosidad, corrió escaleras abajo. Al llegar al sitio, comprobó absorto cómo tres estrellas sobresalían de la tierra. Su brillo era muy tenue, así que las envolvió en un pañuelo y regresó a casa. Las colgó del techo y esperó a que el viento le viniera a buscar. Cuando lo hizo, las pequeñas se apagaron para siempre.

INSPIRACIÓN DESDE LAS ESTRELLAS… DE HOLLYWOOD

HÁBITAT.

El techo de mi dormitorio es Hollywood.
Nadie nunca
podrá verme llorar entre su clítoris de neón.
Me arropan luciérnagas que se derraman en lugares
lejanos,
signos de interrogación viajando gratis,
aupados por acróbatas que se mofan de mí
y con sus pisadas fulminan la Vía Láctea
y su sudor y la huella son silueta en el suelo
de Salomé pateando la cabeza del predicador:
piedad, dios del frío, para mi mesilla de noche.

Hijos de Halley arrasando mi refugio,
Sunset Boulevard en la noche oscura de mi techo.

Elena Medel. MI PRIMER BIKINI. DVD EDICIONES, 2007
(escrito por la autora a los 15 años)

OCT137. ESTRELLAS DE VERANO, de Mercedes C. Velázquez Manuel

De esta noche no pasaría. Estaba decidido. Seis sacos desgastados por el uso, ocho cañas cortadas del cañaveral y un papel de estraza usado.
La base de operaciones había quedado montada esa misma tarde, aprovechando la esquina de un  ángulo recto que formaban los muros enjalbegados de la azotea.
Cuando los padres dormían, los dos hermanos se calzaron sus alpargatas de lona y caucho, y en la soledad de la noche y el silencio más pleno, treparon casi en cuclillas por la vieja escalera exterior de peldaños de tea que les llevaría a la choza prevista. Ambos soñaban en divisar desde allí un espectáculo fascinante. Agazapados bajo el observatorio, abrieron un pequeño boquete en la tela de uno de los raídos sacos e introdujeron por él,  a modo de tubo, el cucurucho alargado y endeble de papel de estraza. Allí, impávidos y emocionados, orientaron el telescopio  hacia el cielo. El panorama no podía ser más espectacular: una franja de luz alargada y difusa, como un haz blanco, se introdujo a través de aquel improvisado catalejo infantil.
Esa noche la Tierra se unió con el firmamento de este a oeste a través del esplendoroso panorama  camino de las estrellas.

  yotanci.blogspot.com

OCT136. SIN CIELO, de Lourdes Abuide

Era obsesiva por naturaleza. Le gustaban las formas perfectas. Los números que encajaban, el orden a la vista de sus ojos. Su habitación era exactamente  cuadrada con una estantería en donde los libros se colocaban por tamaño y tono. Los lápices estaban siempre afilados a la misma altura, de forma que cuando uno se gastaba los otros sufrían la misma mutilación repentina. El armario tenía siempre el mismo número de camisetas colocadas por colores. Una y otra vez les pasaba la mano para que no se formase el mínimo pliegue. Nuria había aprendido desde pequeña que su habitación era el único lugar en donde podría existir su mundo perfecto.  Entonces hizo tapiar la ventana para no ver las tres estrellas desiguales que, a veces, asomaban cuando dormía. Le dolía el caos del cielo, de las nubes. Su retina no toleraba el  brillo de los astros, ni los colores del arco iris. Nuria era distinta y, desde que lo supo, decidió borrar de su mente el nombre de todo aquello que no podía tocar y ordenar con sus manos.

OCT135. GIJÓN-LA HABANA 1896, de Nieves Torres Alonso de la Torre

A finales del siglo XIX, un niño llamado Vicente abría a escondidas una caja de latón oculta en el armario para contemplar el tesoro familiar: tres piedras diminutas que destellaban a la luz de la vela como tres estrellas.
Después llegaron tiempos difíciles, las cosechas se malograron y los pequeños diamantes acabaron brillando, uno tras otro, en casa del banquero. Antes de que los devorara la miseria, con apenas quince años, el abuelo Vicente y dos de sus hermanos cogieron un barco con destino a La Habana, donde los esperaba un tío lejano con un plato de comida y muchas horas de trabajo por delante.
Con el tiempo, Vicente logró enviar a casa un primer paquete con una carta, un retrato y una virgen de la Caridad con un mensaje en clave que la hermana pequeña leyó para sus padres: Que el brillo de su corazón os guíe.
Cuando mi bisabuela murió, muchos años después, varias vírgenes de escayola, con un agujero torpemente tapado en el pecho, la velaron desde la cómoda.

 nieves-debajodemisombrero.blogspot.com

OCT134. EL PARAISO, de Héctor Ramón Romero

El viaje, comenzó el domingo a las diez de la mañana.Partí,  ignorando por completo las ayudas médicos-científicas y, las súplicas llorosas de los íntimos.Como decía, partí desde la corteza cerebral, con mi pequeña nave descerebrada y, a pesar de todos los tubos y cables que mantenían mi vehículo sujeto a la tierra, despegué con rumbo por primera vez para mi desconocido.Había mucha gente a mi alrrededor, me sentía como una estrella del pop, entre las nubes. Luego un inmenso hueco, succionó mi nave y me llevó por un oscuro y tenebroso túnel, por un espacio infinito de tiempo, yo,  a estas instancias, quería volver, pero el control remoto de mi nave estaba seriamente dañado, de repente, al final, se enciende un pequeño cartel que decía, ¨lamentamos mucho las incomodidades de su viaje, pero por problemas energéticos que son de público conocimiento, por mucho, mucho tiempo,  nos veremos obligados a que no vean más que este diminuto cartel luminoso, en lugar del maravilloso resplandor, al final del túnel. Firmado: San Pedro, amo de llaves del hotel Tres estrellas- ¨El Paraíso¨

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