Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

OCT47. CUIDANDO UNA ESTRELLA, de Raúl Gómez Lozano

Esperó a que su padre cerrara la puerta y saltó la ventana para dirigirse al jardín. Excavó en la oscuridad de la noche, justo donde estaba la gran X, y no paró hasta encontrar su escalera mágica. La clavó en el suelo, y cuando la escalera hubo crecido lo suficiente como para llegar a las estrella, trepó. Rasgó el suelo estelar con sus uñas, destrozadas de repetir aquel gesto una y otra vez, y llenó el bote que llevaba con él. Volvió a bajar, escondió la escalera, y durmió toda la noche.
Al día siguiente, entró orgulloso en la habitación donde su madre reposaba.
-Buenos días, mamá. Hoy también te he traído polvo de estrellas. Mi osito Apus dice que estás tan blanca porque te estás convirtiendo en una, y que es importante que te acostumbres a tu nueva piel.
-Gracias, hijo –le respondió ella esbozando una sonrisa con dificultad.
Cuando el pequeño salió del cuarto, la mujer dejó aquel frasco lleno de tierra junto al resto y esperó la llegada de la noche. Allí volvería a ver a su hijo arañando la arena, y sentiría, una vez más, como el calor de su propio sol inundaba su maltrecho corazón.

 http://lacallejueladelaspalabras.blogspot.com.es/

OCT46. OSCURIDAD, de Luz Hernández Baute

Ahora que las risas  y las ganas han emigrado a otro lugar más soleado, el polvo se acumula sobre los muebles,  prepotente;  a ratos,  o a siglos, no lo sé, suena el teléfono inquisidor e hiriente. Los minutos, las horas y los días andan colgados de las saetas del reloj,  golpeando el silencio, y tejen una  brillante telaraña para atrapar luces inexistentes. Porque todo está oscuro. Yo soy el firmamento, negro, inmensamente llano, tristemente deshabitado. La luna se fue en busca de  miel al paraiso y las estrellas se fueron apagando tibiamente. Bueno, no sé, quizás queden estrellas, esas tres chispas juguetonas que apagan y encienden mi valor, riendo a carcajadas.  Si, yo soy el firmamento y ellas son mis estrellas: Miedo, Dolor y Muerte. Pronto las horas  caerán de los relojes, el silencio se quedará agrietado y las estrellas dejarán de jugar al escondite

DICE EL JURADO…

No sé vosotros, yo siempre me he preguntado como sería «estar al otro lado», qué habría detrás de esas decisiones que todos esperamos ilusionados e intrigados. He tenido la suerte de que Juan me ofreciera la oportunidad de comprobarlo y creedme, hay trabajo, dudas, y dificultad. Sí. No es fácil dejar historias tan buenas fuera y uno siempre se queda pensando si habrá acertado o no, pero… ¡qué demonios!.. merece la pena.
Todos resultamos premiados desde el momento en que escribimos y compartimos la emoción de hacerlo, por lo tanto esta parte no ha de ser la más importante.
Me resta únicamente, agradecer a Juan la oportunidad que me ha brindado y felicitarle por su mágica iniciativa que tantas satisfacciones nos está dando a cuantos la vivimos.
Un placer también compartir la experiencia como jurado con Mar y Mari Carmen, ha resultado fácil y emocionante compartir dudas y opiniones con ellas.

Jose María P. Carpintero

OCT45. ESA LUZ…, de Zunilda Moreno

Desde el gran ventanal, la mujer de manos crispadas, miraba el sol morir en el límite rojo del horizonte marino. No le quedaban fuerzas para sostenerse en la espera. Algunas luces próximas a la costa, la distraían. Recordaba a Manuel Palomino, ese hombre maduro, tan gentil, tan educado, tan ensimismado con su profesión de práctico en el mar. Ningún buque de carga, menos un crucero turístico, podría amarrar si Manuel no daba las indicaciones necesarias para entrar al puerto, en esa inmensa bahía turquesa que deslumbraba con las ballenas en octubre. Hacía muchos meses que él había partido dejando una promesa en oídos de ella. En ese momento, la noche avanzaba oscura cuando de pronto, una luz potente iluminó el cielo. Semejando borbotones rojos, azules, dorados, surgidos de la negrura, tres luces hechas una, cruzaron el éter ahogándose en un mar dormido. “Buen anuncio, Magdalena” dijo su madre y le dio la bendición de las buenas noches.
Los diarios de la mañana siguiente distribuirían la noticia de un hecho nunca visto: Tres estrellas fugaces habían caído en medio de la bahía. También, darían la bienvenida al práctico del puerto, quien recuperado de una larga enfermedad, regresaba del exterior.

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OCT44. EL DIBUJO, de Yolanda Nava

Era extraña.   Mientras todos comentábamos el último éxito musical o la peli de moda, ella permanecía apartada garabateando en su bloc. Al principio nos intrigaba su contenido, especulábamos sobre qué habría en él; pronto perdimos interés, cualquier cosa absurda, seguramente un diario en el que plasmar su soledad: cosas de “rara”; así era como llamábamos a la nueva en el instituto.
El viento que precede a la tormenta arreció y el bloc de La Rara voló hacia mí. Con un movimiento rápido lo rescaté. Un dibujo de gran calidad quedó expuesto ante mis ojos: un cielo oscuro en el que brillaban tres estrellas, la más grande y luminosa llevaba mi nombre, las otras dos el de mis amigas. Al pie, en una diminuta isla, una chica encogida sobre sí misma rodeaba con sus brazos sus rodillas, la admiración vestía su rostro. Miraba las tres estrellas.

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OCT43. ENTRE GRITOS Y RESOPLIDOS… TRES ESTRELLAS, de Rosa Mª iglesias Yañez

Antonia chilla desesperada, sus gritos y resoplidos, atraviesan las impolutas paredes blancas del recinto.
Entre sudores y bufidos, Pedro agarra fuertemente a su esposa. Ella le oprime la mano y él aguanta como puede, rezando a todos los santos que no le rompa ningún hueso.
Es la primera vez que pasa por algo así y lo que experimenta es algo indescriptible.
Llevan horas con ella y Pedro a su lado, blanco como la leche, quiere que todo acabe ya.
Cuando el silencio se hace oír y todo se calma, Pedro corre a ver a sus tres estrellas, mira a su esposa, cansada por el esfuerzo, se sonríen y besa a sus tres luces que desde ese momento sabe que iluminarán su vida.
Se acerca a su esposa, que tiene las mejillas sonrosadas, los ojos brillantes y el corazón latiendo a mil por hora. Pedro, le acaricia el pelo mientras lo hace le susurra al oído un TE QUIERO.

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OCT42. CESÁREA, de Fran Rubio

–Y ahora, ¿cuál de las tres seguimos? –preguntó Gaspar, que era el más espabilado.
–Bueno, como somos tres, lo más práctico será que cada uno siga una, de ese modo uno de nosotros llegará al portal adecuado –explicó Melchor, que tenía estudios.
Baltasar, que las mataba callando, no dijo nada. Acostumbrado a ser siempre el último, esta vez partió el primero, siguiendo la que más brillaba, que a la postre le condujo hasta aquel pesebre que después se haría tan famoso.
–¿Cómo ha ido todo, José? –le preguntó al padre cuando lo tuvo frente a él.
–Trillizos –respondió desencajado el carpintero–. No nos lo esperábamos… Creo que voy a demandarlo, esto no figuraba en el contrato.
–Vaya, pues solamente traigo un regalo, ¿cómo está la madre?
–Descansando; ya sabes… cesárea.

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RELATO FUERA DE CONCURSO 
YA QUE SU AUTOR ES JURADO ESTE MES

OCT41. SIN ENTRAÑAS, de Francisco Javier Sánchez Mira

Sin entrañas, ese era el nombre impuesto, el que le impusieron el día en qué nació, ¿Y por qué? Un motivo sin importancia… su madre, la que le dio a luz, murió al nacer él.
¿Qué culpa tenía o tuvo él?…  ¡Toda! Papá se lo dijo; «Hijo, estaba escrito en las estrellas». Tres, tan solo tres estrellas, (su papá era astrónomo) y él fue el que lo vio todo escrito en ellas. Tenía que ser así; un catorce de abril, a las nueve de la noche, sería engendrado, un ser sin sentimiento, alma, ni entraña, que, nacería la noche de reyes, justo al aparecer en el cielo las tres estrellas, y se convertiría en un ente de horror, espanto y muerte…
Nunca quiso hacerlo, ― nunca quiso hacerlo― pero no tuvo otra opción… su papá se lo pedía cada noche… al acostarse, se acercaba al vientre de mamá y se lo pedía… muy suave, «Mientras, ella, dormía» ― come, hijo, come… ―. Y yo… comía.
Hasta que nueves meses más tarde… nací, y, ya no había más que comer… Bueno, sí, solo que dejé que mi papá me bautizara y después… también me lo comí… «Me había quedado con hambre…».

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OCT40. ¿EN QUÉ PIENSAN LAS ESTRELLAS?, de Vidal Fernández

28 DE AGOSTO DE 2003. Madonna, Britney Spears y Christina Aguilera se concentran en el backstage antes de su actuación juntas.
M: «El toque final de la actuación ha de quedar perfecto. 100.000 $ de la MTV, más los cinco millones de discos que se van a vender de repente, más los conciertos, más…«
C: «A ver si este número con Maddie relanza mi carrera, que desde aquel primer éxito no me he comido un rosco«
S: «¡Qué nervios, Dios mío! Menos mal que me acordé de traerme un canuto. Ya me siento más relajada«
PRESENTADOR: «Y, con todos ustedes, ¡¡las tres superestrellas del pop!!»

OCT38. ESTRELLAS FUGACES, de Marta Trutxuelo García

«No envidies a las estrellas. Ahí, donde las ves, siempre luciendo tan brillantes y orgullosas…  no saben que llevan mucho tiempo apagadas… muertas«, aquellas palabras maternales encienden en la mente del forastero la mecha de un mal presagio, pero se encamina, protegido por un hado metálico jovial y novel palpitando bajo su chaleco, hacia una calle flanqueada por dos sombras.
El episodio es fugaz y violento, como una tormenta. Pero esta vez luz y sonido alternan sus papeles. El eco de la muerte rasga el silencio y da paso a tres haces de luz cegadora que estallan con precisión certera: el hombre que lleva una opaca y raída estrella en el pecho deja caer su mano, antes cargada de plomo;  el fugitivo que intenta apagar la luz que se escapa a borbotones de su corazón se rinde al descanso eterno sobre la tierra rojiza; el forastero, con su inexperta autoridad de metal convertida en inesperada condecoración otorgada por la parca, aún agonizando en su bolsillo, agota su última exhalación para increpar, orgulloso, al firmamento: «Miradme, estrellas, he brillado antes de…, antes de…».

OCT36. NOCHE ESTRELLADA, de Maricarmen Brun Martín

Era una magnífica noche estrellada.
Aparcó el coche cerca del acantilado, sacó un pesado bulto del maletero  y lo arrastró como pudo hasta el borde del mismo. Lo empujó con todas sus fuerzas, pero se resistía a caer, por fin, en un último  esfuerzo en el que casi pierde el equilibrio, logró deshacerse  de lo que tanto le había hecho sufrir a lo largo de toda su vida.
Sintió el golpetazo en el agua, después de chocar varias veces con las rocas prominentes y vio como se hundía en las profundidades de las aguas, formando un turbulento remolino.
Aparentemente no la había visto nadie. En el firmamento, tres estrellas que brillaban  como soles la observaban.
Por primera vez en su vida se sintió libre. Puso el coche en marcha y respiró profundamente, quizás con un poco de nostalgia…
Todos los sueños y esfuerzos de su vida  habían desaparecido para siempre engullidos por  la negrura del océano, pero ya no tendría que ir de puerta en puerta buscando un editor para sus novelas.

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