Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

DIC97. EN NAVIDAD, de Zunilda Moreno

Diciembre, Navidad y Guillermina, aquella niña huérfana, criada por su tía Margarita con escasos recursos. Vivían a la vera del camino secundario, en una humilde casa. Su deseo era tener un oso de peluche grandote. No perdía la esperanza esta vez.

Mientras, en la ciudad,  Marta iba decidida a conseguir el peluche,  que Luz también deseaba.  Su auto excesivamente cargado la obligó a sujetar el regalo sobre la parrilla y en resguardo, tomar por la ruta secundaria para llegar rápido.
La abuela distrajo a Luz y anunció que todo estaba listo para cenar.
Grande fue la sorpresa, cuando al ir a buscar el osote, sólo encontraron restos de papel, cintas de regalo y un colgajo de soga.

Después de la cena, esta vez más contundente que de costumbre, Guillermina se sentó en el umbral de la puerta para esperar los fuegos artificiales que explotarían en la Nochebuena, justo a  las doce. Fue en ese momento cuando divisó un bulto al costado de la ruta. Corrió los sesenta metros que la separaban de la “cosa”  y con inmensa alegría volvió abrazada a un oso casi tan grande como ella. Su tía y sus primas no salían del asombro.

 Blog = No te duermas sin un cuento

DIC96. LA AÑORANZA DE UNA DIVA, de Esperanza Temprano

El camión de la mudanza bajaba las últimas cajas cuando se acordó de la trampilla del armario. Allí estaba. Retiró suavemente la tapa de la vieja caja de zapatos, ensuciándose los dedos con el polvo del olvido: lo primero que vio fue  la rosa que Luisito dejó encima de su cama y después el viejo diario. Lo tomó entre sus manos y empezó a leer al azar mientras la encuadernación amenazaba con desintegrarse:
 «Hoy es Navidad y a mí me toca preparar la bandeja de los turrones. Papá me ayuda con el de Jijona que se me derrite entre los dedos.  Mamá me achucha y me da un beso cuando pasa a mi lado, mientras, el abuelo aprovecha el achuchón para comerse una figurita de mazapán de la bandeja. La abuela, como todos los años, me pide que le cante un villancico, dice que lo hago como los ángeles...»
-¿Alguna cosa más, señora?- pregunta el operario de la mudanza sacándola de la lectura.
-Nada más. Esta caja viaja conmigo- responde ella.
Echa un último vistazo a su alrededor y guarda ese diario escrito en la que fue su casa desde que nació hasta que a los dieciséis un cazatalentos descubrió su voz:  el orfanato.

 https://elrastrodelapalabra.blogspot.com.es

DIC95. NO ESCUCHABAN, de Calamanda Nevado Cerro

Después de aquella Navidad de niño, nunca más guardé fila para  pedir regalos a Papa Noel. Solo minutos después de prometérmelos me encontré arrodillado  junto a él, y cercano a un vendedor furioso. Me regañaban señalando una torre caída; formada por  valiosos frascos de perfume derramados por mi primo. No debía temer, no había  sido yo pero… era el sospechoso; los cristales resplandecían a mi lado  por los confines del suelo. Desee volverme trasparente.
Llamé muchas veces al autor, seis años mayor que yo. –Viene enseguida-  les decía tartamudeando.- Imploraba. Gritaba. -¡Alejandro, ven! ¡Cuéntaleeees lo de tu  trompo contra   los frascos de coloniaaaa!- No escuchaban. Santa, y el empleado solo hablaban de policías y pagarlo todo. Lloraba cuando… entre lágrimas, vi girar su trompo por el aire.  Detrás, con ese  cordón tan largo en la mano, él sonreía; ni advirtieron que corría hacia la salida. No atendían mis explicaciones; repetían muy enfadados -Las cosas no suceden porque si… hiciste  una gracia ¿verdad? ¡Y tus padres! – Finalmente señalé. Allí. Me acercaron del brazo.  Como nos aguardaban  a los dos, al verme llorar tanto, y llegar solo; gritaban  enloquecidos al dependiente y a Santa; pero  tampoco los escucharon;  entonces los detuviero

DIC94. NO ME CREEN, de Carlos Parra Domínguez

 Aquella Navidad, de niño, nadie quiso escucharme cuando dije que papá iba a hacerme el regalo que me prometió a los cinco años. Todos insistían en recordarme que papá había ido a trabajar al extranjero y ya no miraría por nosotros. Mamá sorbía la sopa. Volví al desván, le dije: «no me creen» y me senté a sus pies. Pero papá tampoco me escuchaba ya. Sólo oscilaba a tres palmos del suelo convertido en aquel columpio que me prometió.

DIC93. AQUELLAS NAVIDADES, de Luis Molina

La imagen me sobrecoge, la familia reunida alrededor del árbol, la mesa servida y los regalos esperando la hora de ser abiertos.
Cierro los ojos y mi mente se retrotrae al pasado, la vidriera repleta de juguetes, desde la calle sólo quedaba mirarlos, eran inalcanzables para el magro ingreso de mi madre, miraba arrobado aquellos que nunca podrían ser míos, luego regresar soñando que algún día quizás…
Pasar por casa de amigos donde largas mesas repletas de delicias, con música y algarabía. Entrar a casa donde dos platos en la mesa me esperan junto a ella que me mira con una sonrisa, no hace falta más. Comemos en silencio…
Suenan campanas anunciando las doce, tras un beso me da un pequeño paquetito, un autito rojo ilumina mi rostro, un abrazo y un beso…
-¡Papá!
Abro los ojos, mi hija me acerca una copa mostrándome el reloj, comienzan a sonar campanadas entre besos, abrazos y saludos.
En un rincón donde sólo yo lo veo, aquel niño me mira sonriendo mientras se encoge de hombros, han pasado tantos años…

 www.luismolin.blogspot.com

DIC92. ÁLBUMES PARA EL RECUERDO, de Paloma Hidalgo Díez

El abuelo tenía por costumbre visitarnos en estas fechas; generalmente hacía acto de presencia cuando todo el mundo estaba sentado a la mesa, degustando las exquisiteces de mamá. Ella pensaba que yo era muy pequeño para recordar la primera vez que lo hizo, pero estaba equivocada. Lo cierto es que, aunque no me acuerdo de todo, mi cerebro archivó un montón de imágenes. En ese álbum, los ojos incrédulos de papá y los gritos de todo el mundo, comparten espacio con los lloros de mis hermanos mayores y sus prisas por esconderse debajo de la mesa.
En las páginas centrales coloqué el atragantamiento-fatal-de la abuela, los esfuerzos de su nuevo marido por evitar que se ahogara, la sirena de la ambulancia, y el guiño que me dedicó el espectro luminoso del abuelo.
Después mi memoria ganó en capacidades y pude registrar con más detalle; recuerdo que unos años más tarde, como siempre en Nochebuena, él volvió, ésta vez con mi abuela cogida del brazo. Del susto se llevaron a mamá, pobre. Y que al siguiente vinieron los tres, y claro, papá no pudo resistirlo.
Este año, si nadie lo remedia, me tocará memorizar cómo me reúno con toda la familia.

 httrp://unlibroesunjardndebolsillo.blogspot.com

DIC91. SUEÑOS DE UNA NOCHE DE INVIERNO, de Antonio Toribios García

Gelín venía mucho por mi casa. Llamaba con los nudillos en la puerta y me espetaba un “a qué jugamos” apenas yo abría. Era el abracadabra que conducía a un reino imaginario. La noche de Reyes habíamos estado jugando con una caja de cartón. Era una caja grande capaz de contener a uno de nosotros a guisa de improvisada barca. La galería se convirtió de pronto en una selva poblada de peligros. Había un ancho río y en sus márgenes rugían las fieras más temibles. No faltaban los ocultos antropófagos presentes en el latir de los tambores. Estuvimos remando río arriba, aventurándonos por senderos sombríos e inmiscuyéndonos en poblados abandonados hasta que fue noche cerrada. Entonces llegó la merienda del pan con chocolate y nos pusimos a mirar a través del cristal de la ventana. Afuera estaba oscuro. Quedaban muy lejos las calles principales y la cohorte de niños tiznados portadores de antorchas. Los dos pensábamos en si estarían nuestros regalos en la carroza de Melchor. De repente, Gelín cogió su impermeable y dijo: “marcho”. Y es porque había visto luz en su ventana, allí enfrente. Cuando me fui a dormir, la caja quedó en vela, esperando.

 http://antorgar.blogspot.com.es/

OTRA INSPIRACIÓN… OTRA NAVIDAD


OTRA HISTORIA NAVIDEÑA

Entre los inmigrantes que habían arribado ilegalmente en la embarcación figuraban también dos subsaharianos, un hombre y una mujer en avanzado estado de gestación. Los agentes que suscriben siguieron su rastro por la rambla de Cala Carbón, desde la playa hasta unos antiguos establos que se encuentran unos cien metros al norte de la carretera del faro. Cuando los agentes llegaron, ya se había producido el alumbramiento.

Unos pastores que tienen sus rebaños en la zona habían prestado auxilio a los dos subsaharianos, que presentaban síntomas de agotamiento y deshidratación. El niño ha muerto.

La glorieta de los fugitivos. JOSE MARIA MERINO. Edit. Páginas de Espuma.

DIC90. CONDONACIÓN, de Javier Ximens

Acababas de nacer, es lógico que no lo recuerdes, aunque tú no necesitas recordar. Sin embargo, yo no he podido olvidarlo, tenía diez años y a esa edad aquella atrocidad me marcó para siempre. Vinieron a por ti, pero alguien había alertado a tu padre de lo que ocurriría y huisteis. Se llevó el oro, eso sí, mas fue tan ruin que no avisó a nadie y los mataron a todos. Acumulé el odio y el rencor hasta hacerme mayor. Con veinte años abandoné el pueblo con la idea firme de matarlo. Encontré un oficio que me permitía conocer gente de todas las comarcas y así di con vosotros. Tu padre ya había muerto y dirigí hacia ti mis deseos de venganza, no en vano tú fuiste el motivo. Siempre estabas rodeado de hombres rudos y me fue imposible acercarme sin levantar sospechas. Sin embargo, flaqueé en mi intención al escuchar tus palabras y observar tus hechos. Serías la causa, pero eras buena persona y no pude. Te perdoné como confío en que me perdones tú a mí ­ por clavar esta lanza en tu costado para que no sufras más.

 http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/

DIC89. AMARGA NAVIDAD, de Francisco Javier Alfaro Martínez

Aquella navidad, de niño, se le abrió abruptamente ese mundo entre fantasía y realidad. Refugiado en su habitación en medio de una densa oscuridad que le cubría en todas direcciones, intentaba aislarse  de todo lo que en ese momento dañaba su corazón, Ahí estaba, solo, desgarrándose por dentro de manera silenciosa y triste. De alguna forma toda imagen; su madre, el hombre, el árbol, absolutamente todo parecía carente de tiempo. Lo que le habían dicho le causaba un enorme dolor atemporal.

Del otro lado de la puerta, golpeaba su madre, gritaba, temiendo por la salud de su hijo que hacia días que no abandona su habitación. Y ahí, sentado frente al retrato de su padre, el niño le respondía con un frió silencio, el mismo que sentía en su alma. Había tenido la mala pasada de decirle al pequeño; que ese hombre que veía recorrer la casa con pasos pesados, mirada perdida y movimientos torpes intentando adornar el árbol navideño, tenía tiempo de estar muerto.

DIC88. EL GORDO, de Álvaro Romero Izquierdo

Subía los escalones de dos en dos dejando tras de sí una vorágine de decibelios en forma de bienintencionados villancicos. Debía darse prisa pues sólo tenía diez minutos antes de que le echaran en falta y subieran a buscarle. Mientras ascendía pensaba en cómo había llegado a odiarle tanto, donde había perdido la ilusión y la magia de entonces. La primera vez que le visitó le dejó una pistola de juguete, de esas que disparaban pelotas de poliespan y que ahora su imaginación convertía en una Magnun calibre 44 con el cargador vacío tras llenar de plomo su enorme trasero. Luego llegó aquel camión teledirigido reconvertido ahora en el diablo sobre ruedas con el que atropellar con saña su excelsa humanidad, una y otra y otra vez. Qué decir del karaoke del año siguiente, en su mente resonaba un gutural HOHOHO!! amplificado por los micrófonos que le había hecho tragar. Por no hablar de aquel mecano con sus poleas, cuerdas y tornos oh! medieval artilugio de tortura y sodomía.

Casi había terminado, iba holgado de tiempo. Este año, al menos, podría ajustarse bien la barba. Risas nerviosas subían ya por la escalera, \»¿donde está papá?\» escuchó justo antes de entrar por la terraza.

 http:\\hoytambienesviernes.blogspot.com

DIC87. SUEÑOS DE NAVIDAD, de Ana Rosa de Artíñano Comin

– Mamá me gustan las Navidades. Me afirmaba Miguel, de pequeño, en una ocasión cuando la cabeza apenas le llegaba al borde de la mesa de la cocina en la que me hallaba preparando una bandeja de dulces.
Le miré fijamente a esos enormes ojos color miel que le abarcan casi todo el rostro.
– Son Navidades con sueños de algodón- le contesté risueña.
– ¿ De algodón?- exclamó arrastrando las palabras con extrañeza.
– Si, con belenes, magia, juguetes envueltos en papel de celofán, luces de colores, Reyes Magos, campanitas, ilusiónes y muchas cosas más.
– ¿ Con sabor a caramelo mamá?.
– Sí, como a tí te gustan.
Revolví su pelo y una lágrima resbaló por mi mejilla.
– Las Navidades de los mayores son iguales?
– Las de los mayores tienen , a veces, un sabor agridulce.
Puso cara de asco y se marchó corriendo como alma que lleva el diablo.
Me acerqué a la ventana y observé cómo los copos de nieve cabalgaban sobre la ciudad tiñéndola de un color mágico y especial, me quedé pensativa y mil imagenes acudieron a mi mente, deseé volver a la niñez y quedarme en ella para siempre.

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