Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

OCT06. GRACIAS POR SALVARME, de Claudia Elcira Díaz

MIS MANOS TRANSPIRABAN,Y MIS PIES PARECIAN ADOQUINES CLAVADOS EN MIS PLANTAS DE ESTOS PEQUEÑOS PIES. ME SENTE
UN RATO…EN MI COMODO SILLON,SONABA EL
TELEFONO,Y YA NO PODIA LEVANTARME PARA ATENDER,ESTABA PERDIENDO EL EQUILIBRIO
¡Y DE PRONTO!…¿NO SE QUE PASO?…MI
MENTE COMENZO COMO A FLOTAR Y ME SENTIA
QUE ESTABA ALREDEDOR DE TRES ESTRELLAS,Y
LA LUMINOSIDAD DE ELLAS ERA PUREZA Y NO ME HACIAN DAÑO A MI VISION,AL CONTRARIO
ME SENTIA PROTEGIDO. ME SENTIA COMO UN REHEN PERO EN PAZ,ALGO DE MISTERIO…
ALGO QUE NO PODIA EXPLICAR POR EL
MOMENTO.¿PORQUE TRES ESTRELLAS?…NO ENTIENDO,PERO A LA VEZ ME HACIAN SENTIR
UN POCO DE TEMOR…¿ME ESTARE VOLVIENDO
LOCO?… NO QUISE DECIR NADA ME RESERVABA ESTE MISTERIO.TAL VEZ CON EL
PASO DE LOS MESES ESTO PUEDA DESAPARECER
LEIA REVISTAS MI ENTRETENIMIENTO DE TODOS LOS DIAS Y TAMBIEN VENIAN A VISITARME AL HOSPITAL.
EL SUEÑO ERA A LA VEZ UN SUEÑO QUE NO QUERIA DESPERTAR. DE PRONTO…VOLVI A MI
ESTADO NORMAL,PERO…PUDE LUEGO VER EN
CADA UNA DE LAS ESTRELLAS QUE ERA EL EQUIPO MEDICO LLAMADO AMOR QUE ME HABIAN SALVADO LA VIDA.

OCT05. LOS GUARDIANES, de Héctor Hernández

La tarde del 25 de Octubre de 1879, un espeleólogo aficionado de apellido Herbert, buscando cuarzo en las cuevas del desierto de Mojave, descubrió lo que en un principio supuso era una veta de alabastro. La claridad dentro era inusual; su lámpara de aceite resultó innecesaria y la sofocó. Se internó aún más. En lo que parecieron segundos, estuvo ante la entrada de una bóveda donde esfinges de indios custodiaban ambos lados del acceso. El grabado sobre sus rostros era complejo, exhaustivo. Dentro de la bóveda, sobre un pedestal, encontró tres rocas pequeñas no más grandes que un puño. Eran blancas, esféricas y resplandecientes; la simetría de estas lo maravilló. Se apresuró a colocarlas en su saco; luego, buscó la salida. Esa misma noche partió rumbo a Phoenix con la intención de colocarlas al día siguiente. Llegó a la ciudad y alquiló una habitación. Mientras examinaba su hallazgo, llamaron a la puerta. Abrió; aparecieron tres hombres. Herbert, con horror, reconoció los tatuajes. Uno de los hombres habló en su lengua natal:  “No son rocas, son estrellas, y no te pertenecen”. Herbert entendió las palabras. El brillo de una navaja resplandeció antes de hundirse en su pecho.

OCT04. LA ESTRELLA ALNILAM, de Jesús Alfonso Redondo Lavín

Miro las estrellas. Veo al niño que fui, caminando de la mano de mi padre por el sendero del prado, hecho de tanto pasar pisando. Me contaba muchas historias. Decía que hubo un rey, Wamba, que no quería serlo; que un pueblo nació sobre la piel de un toro; que los chinos comían arroz con palillos.
– ¿Grano a grano?
–  No hombre no. Hacen bolas con el arroz.
–  Y, ¿cuántos granos tiene cada bola?
Un pescozón terminó el interrogatorio.
Escuchábamos, al anochecer, las estridulaciones de los grillos y el croar de ranas, y otros ruidos inidentificables.
Mi sordera senil y los “biocidas” acallaron esos sonidos.
De noche, me señalaba las constelaciones abotonadas en un cielo hermosamente limpio, aunque lumínicamente contaminado por el alternante barrido circular de luz en morse del faro de Cabo Mayor. Me mostraba la cabra “cullando” leche por la vía láctea; la Polar, las Osas, mayor y menor; y tres estrellas del cinturón de Orión, de nombres árabes: Mintaka, Alnitak y Alnilam, y su métrica, usada para posicionar pirámides por los arquitectos egipcios.
El año pasado, dicen, explotó una de ellas.
No nos alarmemos, la seguiremos viendo durante los 1.340 años luz que nos separan.

OCT03. POLARIS, de Eva García Martín

Me gustaba veranear en la casa del pueblo porque allí no había contaminación lumínica. Por San Lorenzo, nos tumbábamos en las eras esperando las fugaces lágrimas que concedían deseos.
Estela aseguraba que algún día encontraría el lugar donde caían las estrellas y así tendría todos los que quisiera. Discutíamos durante horas sobre el mejor modo de conservarlas eternamente: en un armario oscuro, en tarros de cristal, envueltas en periódicos, en una caja fuerte, en el frigorífico, congeladas…
Un día el tío Marcial nos escuchó.
– Esta noche os enseñaré la única estrella que os importará conservar- prometió.
Boquiabiertos y excitados, pasamos aquella tarde preparando la gran aventura: linternas, guantes, cuerdas, una caja,  gafas de sol, un saco, palas, caramelos de menta, dos rosquillas de anís…
Después de cenar esperamos, cargados e impacientes, en el patio. El tío salió en bata y zapatillas y, cogidos de su mano, nos alejamos del farol de la entrada.
Tras explicarnos cómo reconocer las dos Osas nos señaló:
– ¿Veis las tres estrellas en la cola de la Osa menor?
– Una…dos…tres…- contamos nosotros.
– La última indica el Norte y siempre estará ahí,  para que nunca lo perdais.
Años después comprendimos totalmente su lección.

OCT02. ESOS MÁGICOS MOMENTOS, de Gloria Arcos Lado

Tres eran las estrellas que lucían más en esa luminosa noche de otoño sobre la bóveda celeste.
  Pero no era eso lo que atraía  más al pequeño, cuando miraba al firmamento, tumbado sobre el fresco  césped del  jardín.
   Lo que más brillaba para él eran  esos gratos momentos, mientras hablaba en voz queda y compartía confidencias con su padre.
    En esos instantes los dos temían  que el ruido de sus voces hiciera desaparecer  esos mágicos momentos, en los que los dos se sentían  en comunión, muy cercanos el uno del otro.
    El pequeño se sentía el más feliz del mundo mientras su padre le hablaba de la  Luna, las constelaciones, los meteoritos, o de que quizás en lejanos  mundos,  existía vida.
   Entonces se sentía transportado a esos lugares lejanos, más allá del  infinito, y sólo deseaba que esos instantes  no terminaran nunca.

OCT01. LA PAUSA, de Juan Antonio Morán


Después de que sus dos hijas se marchasen de casa y que su marido buscase una carne más joven, la emoción de vivir apenas llegaba a la búsqueda, cada noche, de las tres estrellas del cinturón de Orión en invierno, o la cruz perfecta de la constelación del cisne durante el estío.
Fue la soledad de las estrellas la que le dictó su natural facilidad para la paciencia y el cariño. Apenas hizo un par de ensayos antes de elegir definitivamente una misión: paseaba por los parques de la ciudad en busca de viajeros o desorientados, les cocinaba y escuchaba, les ofrecía remedios caseros y les invitaba a que se acostaran con ella antes de irse. Llevaba diez meses haciendo esto con asiduidad y sin obstinación. Pensaba que siempre fue una buena madre y una buena esposa y que nadie la superaría en esmero y atención.
Había sido descubierta por la desgracia de que el azar eligiese un indeseable que le había robado el dinero con violencia. Su hija mayor, indignada, le reprochaba el sinsentido de su comportamiento; pero ella le respondía señalando un viejo reloj de pared.
-Te parecerá parado, pero dos veces al día da la hora exacta.

EN OCTUBRE… MIRAMOS LAS ESTRELLAS

Comenzamos el mes de octubre mirando a lo más alto y buscando allí la explicación de lo que ocurre aquí abajo. Los números no importan porque son confusos, y si miras al cielo en la noche, puede ser una, pueden ser tres estrellas o puede ser una nebulosa de millones con una sola luz… Mira hacia arriba y busca ahí alguna respuesta… ya solo te faltará … encontrar la pregunta.
Durante el mes de octubre,  ENTC te invita a que con menos de 200 palabras… seas capaz de describirnos la historia que te dicten las estrellas…

MARAVILLOSA TARDE EN SANTANDER

La de ayer fue una tarde muy especial.
Tal vez la palabra  que pueda resumir este primer encuentro ENTC haya sido … ilusión.
A los pocos minutos de reunirnos teníamos la sensación de conocernos desde mucho tiempo atrás. Compartíamos un vínculo común: el placer de recrear nuestros propios mundos y saber compartirlos con otros universos distintos. Aunque fue una cita a ciegas de perfectos desconocidos, parecía una reunión de colegas, de socios, de amigos de toda la vida… Susana Revuelta, Begoña Heredia, María Elejoste, Ginette Gilard, Paloma Casado, Jesús Alfonso Lavín por parte de los escritores;  Rosa Sáez, Mari Carmen Cobo y JAMS por parte de los organizadores y el jurado… y unos cuantos amigos y acompañantes más que quisieron unirse al encuentro.
Todos cumplieron con lo solicitado y trajeron sus relatos acerca del tema cita a ciegas (podréis leerlos la próxima semana), con la sorpresa de que una de las acompañantes, Inma,  tuvo a bien escribirnos unas palabras de recibimiento, y cuando estábamos a punto de comenzar la lectura…
-Es usted “James” –dijo la camarera- Me han dado este sobre para usted…
Lo abrimos y era el relato de Kistila, que, aunque no había podido venir, quería estar presente con su aportación sorpresa. Leímos todas las historias, y salvo la de Jesús (que adivinamos enseguida por su particular estilo) las demás nos dejaron bastante perdidos respecto a sus autores. Unas cuantas cábalas por aquí y por allí, y Ginette nos mostró sus dotes de gran investigadora  terminando de adjudicar a cada un@ su papel.
Después un poco de deporte nacional comentando algunas anécdotas, nuestros autores de ENTC favoritos, algunos comentarios recibidos, el misterio que creemos que guardan alguno de los escritores con los que compartimos espacio…  Se nos pasó el tiempo en un suspiro. Ya estuvimos buscando fechas para una segunda convocatoria en Navidades…
Por ahí hemos podido leer una propuesta de una quedada en el sur del país… si la hacéis decídnoslo porque, tras la experiencia, alguno del norte nos apuntamos¡¡¡

SEP148. COSECHA, de Antonia Garcia Lago

Abrió la puerta y se adentró en  el jardín. Fue recolectando translúcidas uvas dulces,  fragantes naranjas, higos de almíbar, moradas brevas, acorazadas granadas, mutantes albérchigos, laberínticas nueces ,  escarchadas sandias,  verdes rosarios de habas, ambarinos piñones , la fruta líquida de las ubres, la madurez de otoño del vino…
Cuando cerró  “ Platero y yo”  las palabras  seguían perfumando la habitación.

 Blog = estimemlaparaula

SEP147. GRAVEDAD, de María José Abia Sainz

No le hizo falta terminar de leer el informe para darse cuenta de que su vida pendía de un hilo. El papel se le escurrió de las manos, como pájaro de mal agüero que huye tras haber cumplido la ingrata misión para la que fue creado.
Dos lágrimas, precursoras de un incontrolable llanto, comenzaron a rodar por sus mejillas. Estaba asustada. Con el alma en vilo, como fruta madura a punto de estrellarse contra el suelo.

 http://tampocotengoprisa.blogspot.com.es/

SEP146. UVA DE MARZO, de Monica Ballare

Yo solía decir, en mi convicción más plena, que no había uva más sabrosa que la de Cafayate. Eso fue antes de la maduración de la pintura de Lina.
  Mi amiga pinta unos cuadros realistas exquisitos. En la pared más importante de nuestra casa tenemos una muestra de ello. Son unas tinajas de barro que nacieron a mi pedido. Toda la composición es de colores tierras a excepción de un racimo esmeraldino que ella agregó por su cuenta. La luz de esa pintura siempre me hechizó y suelo contemplarla por tiempos prolongados.
  Fue en marzo, noté que las uvas pintadas habían adquirido volumen, brillo y fragancia. Sin pensar estiré la mano, tomé una y la llevé a la boca. Después fue una segunda. Más tarde ya no sé. Permanecí  enajenada por la delicia de sensaciones que se producía en mi paladar mientras saboreaba sin apuro. Al mismo tiempo, sorprendida, me encontraba que otras uvas ocupaban el lugar de las que yo comía.
  “Dulces como uva de marzo”, como establece el dicho popular, y más,  el valle de Cafayate y un torrontés en cada una.

 http://blogsdelagente.com/decimequetecuento/

SEP145. ALINEADA, de Mercedes C. Velázquez Manuel

-“No emplees toda la mano, Lucía. Apenas pálpala con tus tres dedos. No tires de ella bruscamente. Vas dándole la vuelta lentamente y poquito a poco con el dedo gordo, el índice y el del medio hasta que el pezón vaya cediendo. Entonces se desgajará de la rama como fruta madura” –
Lucía había aprendido, desde su niñez, a coger las ciruelas del árbol delicadamente, casi acariciándolas. –“Sin despezonar”- cómo decía su abuela  -“No hay que arrancarles el rabillo, ni tampoco debes quitarles  el polvillo fino que las cubre. Una fruta manoseada y despezonada no es fruta fácil de vender al intermediario y tampoco es muy agradable para ponerla en el frutero a la mesa”-
Ahora, frente al viejo y retorcido ciruelo negro, enmarañado de zarzales silvestres y que se alongaba a la vera del barranco, Lucía vuelve a sentir la necesidad de volver a recoger la fruta, experimentando la misma pulsión que, desde siempre, le había llegado a modo de ráfagas momentáneas como si de un mensaje exotérico se tratara. Por más que quisiera negarlo en su interior, Lucía seguía alineada con la naturaleza.

 http://yotanci.blogspot.com.es/

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