Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

MAY77. EL MES DE LAS FLORES, de Pilar Montes Conde

No hubo flores ese mayo de 1960, afortunadamente, para Ana.
En el colegio se celebraba el mes de las flores,un domingo las niñas vestidas de blanco cantaban «Con flores a María», depositando ramos al pie de su imagen.
Ana tenía 13 años, no quería ponerse el vestido blanco, ni cantar, ni llevar flores, sobre todo no quería que Carlos la viese así, ya no era una niña.
Carlos era el chico del que estaba enamorada, formaba parte de la pandilla con la que pasaban los domingos, se sentaban en el parque y mientras comian pipas sus manos se acercaban y rozaban. El último domingo al despedirse se atrevieron a darse un beso.
Cuando se lo contaba a sus amigas en el recreo Sor Piedad las escuchó, a gritos la dijo que no era merecedora de cantar a la virgen, por eso como castigo no formaría parte de las niñas que harían la ofrenda de flores.
No hubo flores en mayo para Ana, hubo lágrimas como en cualquier primer amor, pero esa es ya otra historia.

MAY76. LA TRASCENDENCIA DE LO EFÍMERO, de Maricarmen Brun

Aquella primavera viajábamos empujados por el viento de la pasión y la ilusión de comenzar un proyecto de vida en común. Una espectacular llanura de margaritas blancas apareció ante nuestros ojos. Nos bajamos del coche dispuestos a disfrutar de la belleza que la naturaleza nos mostraba  y de repente todo se volvió mágico: unas enormes alas surgieron en nuestra espalda, los ojos adquirieron un tamaño desproporcionado, nos crecieron patas: convertidos en juguetonas abejitas, comenzamos a elevarnos en el aire, a revolotear de flor en flor, a juntar nuestros cuerpecillos entre la hierba fresca de la pradera, a percibir el dulce aroma  que lo embargaba todo, y a libar el dulce néctar que tan oportunamente se nos ofrecía hasta culminar en el más apoteósico éxtasis.
La primavera siguiente no hubo pasión ni siquiera hubo flores

MAY75. SIN MÁS FLORES AMARILLAS, de Gorka Parra

Asió su tartera con pautada monotonía, y se despidió de su hogar sin retorno. Se enfiló hacia la entrada de la bocamina sin posibilidad de salida. Ocupó su sitio diario en la jaula del ascensor que le introdujo hasta las mismísimas entrañas de la tierra. El aire se espesaba a medida del descenso al tajo rutinario.
Descolgó la flor amarilla por el enrejado de la jaula del jilguero centinela del grisú como de costumbre.
El hastió habitual lo rompió el sinsentido de aquel ruido estruendoso que meció al punto de la nausea las tripas de la tierra.
El pajarillo, incomprensiblemente vivo, aleteaba en su puesto como jamás lo hubiera hecho.
Intentó en vano emerger a la superficie por la salida de la galería principal. El elevador estaba como traquea fuera de sí. Huyó por la tronera del oeste. La temperatura luchaba contra sus esfuerzos por alcanzar el aire. A punto de coronar la entrada el efluvio que emanaba desde el exterior era asfixiante. Un nudo de gases, polvo y neblina escarlata difuminaban la faz de la tierra cromándola de color butano incandescente.
 Sin otro remedio regresó al refugio interior de las entrañas. No habría más flores amarillas para el jilguero.

MAY73. NO TE PONDRÉ FLORES, de Magdalena Carrillo Puig

-No sé por qué me miras así, -decía María  cogiendo  el retrato de su difunto marido en la mano y  dándole la vuelta-. Parece como si todo el día me observaras.
Fernando quedó de espaldas al salón.
-No, no te pondré flores, descuida, aunque no me guste. ¿Y qué si lo hice? Sabías que no te quedaba mucho tiempo y no pude permitir que sufrieras más. Sí,  ya sé que no te dije nada, ni tú tampoco me lo pediste. No hacían falta las palabras.
Unas lágrimas resbalaron por su rostro mientras giraba la fotografía de nuevo y la apretaba junto a su pecho.

  http://enredadaenlaspalabras.blogspot.com.es/

MAY72. DOMINGO FAMILIAR, de M. Paz González


Este incendio provocado se me asoma a la ventanilla del coche, entre olor a humo y esqueletos de pinos espectrales.
Las nubes quieren regalar lluvia y vida, pero ni una flor estará esperando en estas hectáreas devastadas.
No habrá ramilletes para mí, ni guarida para insectos, ni pinaza para construir lechos imaginables que forrar con la manta de viaje.
El aire se ha cargado de silencio infantil en los asientos.
Un domingo de salida familiar sin flores en un Mayo de cenizas.

UN MICRO "SIN FLORES" DEL SIGLO PASADO

En el paraíso terrenal, en el día luminoso en que las flores fueron creadas, y antes de que Eva fuese tentada por la serpiente, el maligno espíritu se acercó a la más linda rosa nueva en el momento en que ella tendía, a la caricia del celesta sol, la roja virginidad de sus labios.
-Eres bella.
-Lo soy -dijo la rosa.
-Bella y feliz – prosiguió el diablo-. Tienes el color, la gracia y el aroma. Pero…
-¿Pero?…
-No eres útil. ¿No miras esos altos árboles llenos de bellotas? Ésos, a más de ser frondosos, dan alimento a muchedumbres de seres animados que se detienen bajo sus ramas. Rosa, ser bella es poco…
La rosa entonces –tentada como después lo sería la mujer- deseó la utilidad, de tal modo que hubo palidez en su púrpura.
Pasó el buen Dios después del alba siguiente.
-Padre –dijo aquella princesa floral, temblando en su perfumada belleza-, ¿queréis hacerme útil?
-Sea, hija mía –contestó el Señor, sonriendo.
Y entonces vio el mundo la primera col.
RUBÉN DARÍO. El nacimiento de la col.

MAY71. LLUVIA, de Zunilda Moreno

Pensó que luego de la tormenta, según el dicho popular, aparecería el sol. Se equivocó. A esa noche lluviosa acunada por el tronar de las nubes develadas por los relámpagos, continuaron cinco más, encadenadas a los días grises y húmedos que se enlazaban entre sí. Las rosas, espléndidas, que habían florecido antes de la lluvia, se deshojaron, creando un manto gelatinoso en su alquimia con la tierra empapada. Todo el jardín se tiñó de color pastel y alguna tonalidad rosada. ¡No tendría rosas! No, no podría formar el ramo de rosas blancas y amarillas, con alguna roja que siempre escaseaba, tarea habitual de los sábados antes de marchar a la clase de catequesis. ¡A su edad! Obligado por su abuela paterna y su madre habría de prepararse para tomar su primera comunión. Sin embargo, Jeremías, encontró la razón, ajena a las creencias y credos de sus ascendientes para cumplir con el cometido. Con sus quince años, había aprendido que las flores encantan a las mujeres. Ciertamente lo pudo comprobar durante todos los sábados en los que entregó su ramo, sencillo y natural. Pero,  lamentándolo en el alma, ese día, no hubo flores y su joven maestra catequista, sinceramente las extrañó.

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MAY70. SOLEDAD, de Fernando Martínez

Las etiquetas inundaron la playa un día de mar apacible y aguas cristalinas. Hacía meses que sus pies caminaban descalzos por aquella arena, las aletas que emergían entre las olas ya no le impresionaban. Leyó una: Ya es primavera. Aquel eslogan le transportó a calles que olían a contaminación, rugían a bullicio de rebajas y sabían a humo de vehículos atascados. ¿Ya es primavera? Se preguntó en voz alta. Le gustaba oírse. Miró alrededor, no vio flores. En “su isla” no había flores, pero aquella noche algo removió la arena haciéndola hervir. Miles de diminutas tortugas se desenterraron para recorrer frenéticas la playa y adentrarse en la mar oscura, a excepción de una, que le miró y zigzagueó acercándose. Un cormorán cayó de la nada y remontó el vuelo llevándosela hasta un risco cercano. Decidió acabar con aquella bestia sanguinaria por la mañana, le había privado de compañía. Escaló las rocas. El ave reposaba sobre un saliente ajena al inminente ataque. Tensó el arpón con odio. El cormorán se levantó. Varios polluelos hambrientos rebuscaban aún en el caparazón vacío. Desarmó el arpón, volvió al refugio, observó la playa. Las etiquetas habían desaparecido.
 http://espiralesdetinta.blogspot.com.es/

MAY69. OCURRENCIAS DE UN ESCRITOR, de Héctor Ramón Romero

Estaba en mi ecritorio escribiendo, las cosas que se le ocurren a un escritor, cuando justamente no se le ocurre nada, admirando el hermoso jarrón chino, colmado de flores multicolores, que adornaban el salón principal, …cuando comienzo a sentir en mi cuerpo, un cosquilleo, luego un adormecimiento total, después la nada. Mis neúronas se habían amotinado de repente por una huelga brusca, sin aviso de mi torrente sanguíneo en las autopistas de mi cerébro, causándome con ello un A.C.V. de puta madre. Cuándo volví en mi, en un relámpago viaje, me dí cuenta que estaba en un lugar a prueba de toda enfermedad. En un momento sentí que una cantidad importante de corriente eléctrica  penetraba sin atisbos de culpas en mi ser, queriendo activar mi sistema, sin vida, pero, solo por un instánte un pequeño grupo de neúronas, dieron muestras de fidelidad, haciéndome comprender mi situación,…coma 4, estado vegetativo irreversible, salvo por un milágro divino… y …aqui estoy, conectado electrónicamente a la ¿vida? mirándo sin que me vean, flotando a dos metros del piso, en un ángulo de mi habitación…y, …sin las flores en el jarrón.

MAY68. AMOR DE MAYO, de Estíbaliz Dilla Muñoz

-¿Huelo bien?
 Acercaste tu nariz a mi cuello.Al rozarme con la punta se erizó la sensible piel como consecuencia de las cosquillas.
-Hueles a flores.
-¿A flores, pero qué flores?
Aspiraste más profundamente el aroma que desprendía mi epidermis.
-Hueles a rosas.
-¿A rosas? Pero, ¿qué clase de rosas?
Noté como tu pecho se hinchaba a medida que se llenaba de todo el aire que fueron capaz de introducir tus pulmones.
-Hueles a rosas rojas porque ardes de pasión, hueles a rosas amarillas porque cada vez que me ves te pones alegre, hueles a rosas rosas porque eres todo bondad, hueles a rosas blancas porque a veces te muestras inocente, hueles a rosas naranjas de amor consolidado, hueles a rosas azules porque eres libre y me relajas, hueles a rosas verdes de esperanza equilibradas, y a rosas lilas tan femeninas. Y yo, ¿a qué huelo yo?
Deslicé mi promiscua nariz desde tu cuello a la abertura de la camisa que me llevó a tu torso velludo y me impregné de tu olor masculino.
– Hueles a tulipanes.
– A tulipanes, pero ¿qué clase de tulipanes?
– A tulipanes blancos.
-¿Y por qué blancos?
– Porque eres  el amante perfecto.

MAY67. PROFECÍA, de Calamanda Nevado

No hubo flores suficientes en la tienda para comprarle, no era capricho… Toda la ternura desprendida de sus lúdicas palabras y sus historias inventadas; valían mucho más. Pensativos, se  ausentaron de la floristería. Irían a buscar flores a la tierra alfarera. En ella resucitaba la flor del cerezo en su morada. El almendro y sus rompientes albores. El manzano  sin su rojo corazón. El murmullo  blanco del rosal; pero crepitaba el silencio. Sintieron que esta callada hermosura, no rezaba con ella;  sus cuentos florecían  mucha más vida.
Desertaron hacia la campiña. Llegaba un canto a antiguos palomares y nenúfares rotos; vencidos por los  juncos y la tarde lluviosa. Abrieron el paraguas. El encaje de sus sonrisas tejió un hilo de esperanza ¡Un viaje en globo! Eso quitaría desazón a su alma, la haría florecer de nuevo, y resucitaría su cuerpo; abortando nuevos regueros.
Cumplirían la gozosa profecía que,  le auguró la pitonisa cuando ella rebosaba salud. “Pronto alcanzaras la huella de las ramas, la sierra, la indómita cascada y verás el rostro de la tierra”. Los hermanos regresaron ilusionados hasta su casa. Hacían planes. –Volaremos  antes de que anochezca.-
Su madre si volaría, pero sola. Ya era  una flor muerta.

MAY66. MAGIA, de Silvia Merino Morales

 Vengo todos los días a ver a los cerditos de mi abuelo. Los trajo a la granja el año pasado. Sólo son cerdos llenos de barro en una pocilga oscura pero no me importa. Seguro que si los lavo son como muñecos de cuero suave, rosados y lisos. Y si los entreno, serían tan obedientes como un perro. El abuelo se burla de mí porque me paso el día acariciándoles y me dice, mientras se ríe a carcajadas, que es mejor no tomarles cariño ya que son nuestra comida, pero yo se que es mentira y no le hago caso. Yo lo que creo es que están encantados y son mágicos. Lo veo en sus ojillos al mirarme y en que cuando estamos a solas, si me acerco lo suficiente me susurran cosas y me cuentan, por ejemplo, por qué desde que llegaron, en el jardín de la abuela no hubo flores.

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