Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

NOV153. VINO Y CAYADO, de Juan Luis Plaza Gómez

Las sombras del quejigo y de la encina, provocadas por la luz de la hoguera,  bailan espectrales en la desapacible y oscura noche montañesa. El pastor exhausto por el esfuerzo realizado, resiste estimulado por el vino, de producción propia, ingerido. Alimenta la fogata  con la leña recolectada el pasado verano. Poco a poco aproxima los enseres de su compañero, los que le hubiera gustado llevarse con él, que cuidadosamente introduce en el zurrón que el mismo ha confeccionado con la piel curtida de una de sus cabras. Ni siquiera recuerda cómo han empezado a discutir, pudo el alcohol ser el causante, aunque siempre bebían, les ayudaba a conciliar el sueño en las duras noche de la sierra. Observado por los perros arrastra el jergón de paja, criminalmente manchado, para alimentar la lumbre. Las llamas avivadas por el viento parecen pedir más y en pleno frenesí , el zurrón de su amigo y el cayado de boj que éste le hiciera, aún manchado de sangre fresca, son devorados sin remedio por un fuego exculpatorio.
 No muy lejos, en el fondo de la Sima del Galayo, un cuerpo inerte favorece las condiciones de vida de sus moradores.

NOV151. EFECTOS SECUNDARIOS, de Rafa Heredero García

Quizá fue el destino o la casualidad, nunca lo sabremos, o a lo mejor fue solo la lluvia lo que hizo que aquella pareja tuviera que detenerse en una casa rural situada a escasos kilómetros del mar. Lo cierto es que llegaron malhumorados, cansados, aburridos, y después de cenar, casi en silencio, se retiraron a su habitación, se pusieron el pijama, y cuando estaban acostados llamó su atención un librito dispuesto sobre sus respectivas mesillas de noche que parecía invitarles a soñar.
Quizá fue el entorno, el embrujo de la noche y la magia del momento, tampoco podemos saberlo con certeza, o como muchos han sugerido, es posible que fuese la lectura de aquel librito de portada tan sugerente lo que hizo que sus cuerpos se sintiesen atraídos como un imán justo al acabar la última página. Lo cierto es que fue entonces cuando se reencontraron con esa pasión maravillosa, inigualable, única, que, como un devastador terremoto, como un río que se desborda, como la lava de un volcán arrasándolo todo, se desata entre dos amantes cuando se desean por primera vez.
¿Quién sabe? Ya digo que solo quizá ocurriese así por ese librito… Por cierto, ¿te apetece leerlo conmigo?
RELATO FUERA DE CONCURSO 
YA QUE SU AUTOR ES JURADO ESTE MES 

NOV150. A FUEGO LENTO, de Elysa Brioa Escudero

La cebolla tiene que quedar muy fina, para que apenas se note. Con la carne va a ser más difícil. Me lo voy a tomar con calma para no dejar ni una mota en los huesos, bien limpios se van a quedar. Seguro que salen unos cuantos paquetes, para preparar varios pucheros, menos mal que tengo un buen congelador. El más grande lo usaré el domingo para la comida con mi suegra. Es que me estoy imaginando su cara cuando pruebe el estofado, seguro que repite, la muy zorra. Intentará averiguar de donde he sacado esta carne tan buena, insistirá con esa machaconería que me pone enferma, pero se va a quedar con la ganas, sí. ¡Qué calor hace en esta cocina! ¡No importa! Hay que seguir hasta que el agua coja el gusto de las verduras y después le voy a poner este trozo de espalda, ¡la tenía grande, el cabrón! Pedazos muy pequeños, así la voy a cortar, para que quede mejor y luego a hervir muy lentamente. No hay nada como el fuego lento para ablandar cualquier carne. Y a lo decía mi madre: mejor a fuego lento, muy lento.

 http://elystone.blogspot.com.es/

NOV148. 30 DE OCTUBRE, de Pablo Vázquez Pérez

Me gusta mucho la casa del pueblo. Primero llegamos en el coche mi mamá y yo. Abrimos las puertas y ventanas para airear la casa. Yo la ayudo a coger las sábanas y hacemos juntos las camas de los cuartos para dormir. Después comemos la tortilla y unas croquetas que hace muy buenas mi mamá, las mejores de la Tierra. Y por la tarde, cuando llega mi papá de la ciudad para que estemos todos juntos durante el puente, barremos el fondo de la chimenea. Luego cogemos de la calle los troncos y los colocamos.
Descansamos un poco para tomar yo mi chocolate y ellos sus cafés. Mis padres se sientan juntos en el gran sillón, acurrucados, dándose besitos, y se dan cuenta de que no se puede encender la hoguera porque faltan cerillas para prender las ramas y el papel de periódicos. Entonces me dan unas monedas para que me vaya al bar de las afueras, y ya de paso juegue unas partiditas al milloncete. A mí me encanta porque me tiro allí una hora, pero pobres ellos que se aburrirán mucho, mientras me esperan para poder encender la chimenea.

 http://pablosinbulla.blogspot.com.es/

NOV147. PIRÓMANOS, de Miguelángel Flores

Cuando quieras, otro incendio, dice el mensaje, del anterior no queda ni recuerdo ni rescoldo. Si tú quieres, esta noche, contesto yo en otro. Nos vemos en un lugar alejado y oculto Y allí, una vez más, oímos el chispazo que prende haciendo lumbre. Enseguida vemos extenderse el fuego. A veces, nos miramos mientras arde. Y yo veo las llamas dentro de sus ojos. Imaginar cómo se ven en los míos me produce puntas de placer, un punteo, un gozo puntiagudo. Un gusto que me lengüetea por dentro como hacen las flamas que bailan ante mí. Y me endiosa. Y nos endiosa. Y nos impulsa hacia arriba, a lo alto, junto al resto del olimpo.
Estuvo ardiendo toda la noche. Crepitando sin parar hasta que, al amanecer, sobre un lecho de cenizas, abrasados, nos dormimos.

 www.eternidadesypegos.blogspot.com

NOV146. ALTO EL FUEGO. de Fernando Martínez

El niño que se oculta tras los escombros ve la sombra del águila alargarse al sobrevolar el campo de batalla. La muerte sigue recogiendo hombres, mujeres, niños, niñas, viejos y perros. Recolecta a los que han caído a lado y lado de la raya invisible. La muerte es la única que come bien en estos días, piensa el niño, pero se equivoca. El águila se ha posado junto al titán encadenado a la roca y picotea su hígado regenerado. Prometeo la ha visto llegar, la conoce, la esperaba. Así ha sido cada día desde que vulneró el mandato de Zeus, desde que entregó el fuego a los hombres para asegurar su supervivencia. Así ha sido y es. El niño ha trepado a la roca. A pedradas ha espantado al águila que ahora vuela desabrida entre los buitres. Prometeo ha sonreído. Todavía hay esperanza, ha pensado, pero el niño borra esa idea devorando el hígado del titán y deja las contemplaciones para postre.

 http://espiralesdetinta.blogspot.com.es/

NOV145. LA CIUDAD DEL FIN DEL MUNDO, de José Muñoz Albaladejo

La ciudad del fin del mundo se alza prodigiosamente sobre un terreno desconocido. Su ingente verticalidad se impone ante sus gentes como un cruel tirano. Nadie sabe cómo llegó allí y nadie sabe cómo salir. Nadie queda en ella que recuerde cómo es el Sol o la Luna. De aspecto enfermizo, brillantes como el fuego, los edificios de la ciudad ya no dejan ver el cielo. Sus luces permanecen encendidas sin cesar. Abierta veinticuatro horas, la ciudad del fin del mundo no descansa nunca. Ante este panorama, no es de extrañar que sus habitantes caminen por las calles como muertos, sin alma, sin rumbo fijo. Simplemente caminan. La ciudad los sobrecoge, los atemoriza. Se repliegan sobre sí mismos y allí permanecen encerrados para siempre, desde que nacen hasta que mueren. Nunca fuimos tan pequeños ni estuvimos tan muertos como ahora.  Las formas de la ciudad se alteran, se distorsionan los paisajes, los colores cambian y las perspectivas nos engañan. Impotentes, vagamos por la ciudad del fin del mundo como quien ya no sabe a dónde ir: sin hacer camino a cada paso, solo repitiendo el mismo una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.

NOV143. INCANDESCENCIA, de Ana Rosa de Artíñano Comin

El frio del invierno ha entrado de puntillas sin avisar, me hundo entre los almohadones del sofá ligeramente adormecida por el calor que despide el fuego de la chimenea, siento como mi mirada se pierde entre el rojo intenso de las llamas, no puedo apartar mi vista de ellas, estoy hipnotizada.
Mi mente retrocede al pasado, percibo como mis sentimientos se amontonan y arden en la hoguera y como con el fuego chisporrotean devolviéndome antiguas imágenes que titilan como si tuvieran vida.
«Sonrio al verte correr en bicicleta, calle abajo, como alma que lleva el diablo, mirándome de reojo. Cara de velocidad, pelo revuelto, pantalones sucios llenos de polvo y zapatillas manchadas de barro y miles de sueños que salen desbordados por tu gastada mochila«.
Oigo, entre el crepitar de los leños al arder, el eco de tus palabras, algunas veces tiernas, cariñosas y otras secas e hirientes que un día desplegaron sus alas y se esfumaron arrastradas lejor por el viento del olvido.
Busco entre las brasas las cenizas de nuestra historia y no encuentro nada. Veo como el fuego, que todo lo arrasa, también ha ido quemando tu recuerdo.

NOV142. MICRO EPÍSTOLAS, de Laura Garrido Barrera

—Querida Matilde, guardo las cartas suyas que exudan el olor a su perfume de esencias más vivas. ¿Cómo pudo insinuarse así en su última misiva?. Atentamente suyo, Feliciano.

—Querido Feliciano, hay pasiones interiores en una mujer que se desatan alocadamente a la llamada del varón. Me contuve, pero al imaginarle, al leerle con su cuidada prosa ensalzando mis virtudes, no pude por menos  que agradecérselo con una parte íntima de mí. Siempre a sus pies.

—Querida Matilde, avivo el fuego que arde en mis venas, la huelo a usted cuando observo el tímido resplandor del sol en un horizonte lejano, y por la noche, un torrente de calor me acompaña hasta el nuevo amanecer. Le envío algo confidencial.

—Querido Feliciano, mis enaguas le gustaron, pero mi marido descubrió las letras de usted en sus pulgueros. Los ha quemado y ha enloquecido. ¿Cómo hará usted para alimentar la  llama de este amor que nos subyuga en la distancia? ¡Veinte años de cárcel son demasiados!

—Querida Matilde, nunca me ha preguntado la causa de mi condena. Se la confieso: ¡arderán estos muros el mismo día que usted me posea! Soy pirómano de vocación y pirómano en espíritu.

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NOV141. LA MECHA PURIFICADORA, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Después de haberle introducido el brebaje hirviendo de hierba luisa, varas de viña, algunas ramas de duraznero blanco y un poco de hinojo recién cortado, procedió a zangolotearla de izquierda a derecha repetidas veces, dándole pequeños y bruscos zarandeos para que el enjuague oloroso penetrara bien y restañara las heridas guardadas durante algún tiempo.
Iniciaba así, con ella, un baile circular, de extremo a extremo hasta acabar exhausto. Terminada la danza, preparó una pequeña mecha de manera artesanal, depositando una cierta cantidad de azufre en un trozo de paño blanco, anudado a  un fino y largo alambre. Le pegó fuego e introdujo la mecha encendida en la boca, tapó cuidadosamente el orificio y dejó apenas un extremo del filamento colgando hacia el exterior. Una vez que la llama se hubiera consumido lentamente en sus entrañas, los gases del azufre secarían y purificarían su interior.
Cuando a las dos horas acudiera a verificar el resultado, ya estarían prietas, limpias y aromáticas las duelas cóncavas  unidas por anchos flejes  metálicos que, formando el envase, recibiría el mosto de la temporada. Según expectativas, estaría entre los mejores caldos de la zona. La barrica de roble  se encargaría del resto hasta finalizar el proceso.

 yotanci.blogspot.com

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