Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

DIC70. DESPUÉS, DEJÉ DE CREER, de Asun Gárate Iguarán

Aquella Navidad mi hermana pequeña se perdió. Entre la muchedumbre que presenciaba la cabalgata. Su mano se soltó de la mía y no pude volver a cogerla. La busqué entre las piernas de la gente. Me metí en el desfile y corrí junto a las carrozas, gritando a los Reyes, a los pajes, que se me había perdido mi hermana. Me lanzaron caramelos sonriendo con sus barbas y sus caras tiznadas, con sus espléndidas coronas y turbantes. Uno de los camellos casi me tiró al suelo.
La cabalgata siguió su camino dejando un rastro de golosinas y caca de burro. La multitud se fue dispersando hasta que no quedó nadie más que yo.
  Esa noche hizo mucho frío. La ventana de mi habitación se empañaba y tenía que frotar el cristal con la manga del pijama. Les había escrito otra carta a los Reyes Magos, que mis padres se llevaron para entregársela antes de acudir a la policía. Ya no quería la caja de Magia Borras, la escopeta de Daniel Boone y el madelman. Les pedía que me trajeran a mi hermana.
Y miraba al cielo rezando para que encima de nuestra casa se posara la estrella que los guiaría.

DIC69. CUANDO CONOCÍ A MI PADRE…, de Rosa Mª Iglesias Yañez

Conocí a mi padre con tres años. Antes de que él llegara, yo estaba emocionado y contento. Ayudé a mamá a decorar el árbol de Navidad y a montar el belén.
Escribimos la carta de los Reyes Magos entre risas y galletas, recién sacadas del horno.
Él era serio, alto y grande y me daba miedo, yo pequeño, necesitaba su cariño, poder conocerle y llegar a quererle como un hijo quiere a un padre.
Ha pasado mucho tiempo, tengo cuatro hijos y una esposa a la que adoro, pese a esa Navidad rara y  a otras muchas, paso año tras año con mi familia, la navidad más maravillosa del mundo.
Entre risas hacemos galletas y adornamos el árbol, mientras hablamos de lo que nos inquieta o de lo que nos alegra.
La carta de los Reyes Magos se las escribo a mis nietos, tomamos chocolate caliente y me abrazan y les abrazo y entonces me siento bien, les quiero y ellos a mí.
Nunca conocí a mi padre del todo, no se dejó conocer. Pero lo que sí me enseño es, no querer ser como él.

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DIC68. ÚLTIMA NAVIDAD, de Graciela Carroz

La batalla había sido dura y la libraste con todas las fuerzas .El ovillo del vida resultó ser corto.
Aquel día sonreíste con gozo al verme a tu lado. Horas y horas destejiendo recuerdos a la luz de la lámpara que se apagaba con lentitud y sin dolor. Sólo pasado, ausencia de proyectos. Risa y lágrimas.
El lazo invisible que nos había unido desde el nacimiento, se hizo inmune al tiempo y al espacio.
Cuando el Ángel del Señor desató el último nudo que te ataba a la vida terrena , recién entonces lo descubrí con el alma partida.
Me habías regalado tu última navidad.

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DIC67. LA ÚLTIMA DUDA, de Amparo Martínez Alonso

—Aquella Navidad fue la más rara de mi vida… Si esta, que se acaba, era realmente mi vida.
La Virgen María no sabía qué hacer conmigo: la esperaba su novio para ir al cine; así que me dio un beso y me dejó en el pesebre. Éramos las últimas, el resto de figuras vivientes se habían marchado hacía rato. Apagaron las luces y los villancicos. Sor Ángela, que en gloria esté, cerró el portón. Con aquel hábito fantasmal y su pálida toca parecía volar sobre la nieve. Me sonrió… Así empezó todo… o terminó. ¡Vaya usted a saber!
—¡Madre superiora…!

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DIC66. QUE INGENUIDAD MAS BONITA, de Lorena García Agudo

Mis hermanos y yo estábamos muy excitados porque los Reyes Magos pasarían esa noche por nuestra casa.
Mis padres pusieron una mantita en el suelo y nos dijeron que era por si los camellos querían echarse a descansar. Nosotros corrimos hacia la cocina peleándonos por llenar los vasos de agua para los Reyes y sus camellos que seguro tendrían sed, pues habían hecho un viaje larguísimo. Todos colocamos también nuestros zapatos y mis padres se preguntaron entre risas cuales serian sus regalos.
Mis padres bromeaban diciéndonos que a lo mejor nos dejaban carbón y nosotros les decíamos:
— ¡Carbón no!  —mientras saltábamos de emoción.
 Nos acompañaron hasta nuestras camas y nos abrazaron y besaron fuertísimo. Mis hermanos se durmieron enseguida pero mi hermana y yo no parábamos de hablar.
Al amanecer, caminamos emocionados hacia el salón deseosos de ver nuestros regalos y cargados con ellos fuimos a la cama de mis padres a enseñarles lo generosos que habían sido los Reyes.  Nos dijeron que habíamos sido muy buenos.
A ellos los Reyes Magos no les habían dejado nada en sus zapatos. Si la sonrisa de sus cuatro niños a los que nunca les faltaron los regalos, ni el amor.

DIC65. MUERTE DE UN RELOJ, de Fran Rubio

LAPSUS
Tuve que romper una ventana para que el aire puro tuviese oportunidad de entrar en la casa, veintiséis años cerrada, desde aquella trágica Navidad.
ENSERES
En la mesa pervivían restos momificados de esa noche: mazapanes-piedra, copas con licor cristalizado…: objetos-testigo de aquellos hechos gestados en la alterada mente de mi padre. Todo quieto desde entonces. Todo menos el reloj.
CRISIS
Nada existía más mágico que las Navidades en el pueblo: la chimenea siempre encendida, nieve en las calles, los otros chicos que regresaban como yo… Aquel año cumplía trece y mi padre estaba esperándome cuando bajé del autocar que me traía del internado. Me abrazó como nunca antes lo había hecho.
AÑICOS
A las doce, cuando Tío Luis, el hermano de mi padre que vivía con nosotros, destapó la botella de cava, él sacó su machete y le cortó el cuello; después se lo clavó a mi madre en el corazón. Me miró y dijo: “Feliz Navidad, hijo mío”. Lo encontraron en el monte dos días después, cerca del collado. Había muerto de frío.
CATARSIS
Me quedé mirando el reloj, como hice aquella noche, y en ese instante se paró. Para siempre. Feliz Navidad, papá, dije veintiséis años después.

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DIC64. EL NIÑO, de Diego Sebastián Erice

Aquella navidad, el niño nació. En un pesebre. Abrió un ojillo, luego el otro; y no le gustó lo que vio. Nada. Vio un carpintero y una virgen mirándolo extasiados. Vio una mula y un buey. Vio tres reyes magos que le traían incienso, oro y mirra ¿Para qué quería él oro, incienso y, sobre todo, mirra, que no sabía ni qué era? Vio, fuera, pastorcillos, lavanderas en un río de papel de plata y un caganer en lo alto de una loma. Se miró; se vio un niño normal. Él no quería ser jesús, ni dios, ni cristo, ni espíritu santo. Quería ser niño, sin más. Saltó del pesebre, montó precipitadamente sobre la mula y se alejó a galope de allí. Aún lo andan buscando.

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DIC63. SIEMPRE ES NAVIDAD, de Mònica Sempere Creus

Hoy cenaré pronto. Me pondré el perfume a noche de invierno con unas gotas de ráfaga del norte. Cepillaré las botas silenciosas y me abrigaré con mi vieja chaqueta y mi gorro tejido con hilo de estrellas. Volveré con la aurora, los sacos vacíos y el corazón lleno de luz. Me tumbaré sobre el musgo y al cerrar los ojos danzarán ante mí sus caras felices. El eco de su  emoción incontrolada acunará mi sueño hasta el año que viene.- El pequeño Luis escucha al viejo barbudo que tira de un carro del supermercado cargado de trastos. Duda un instante, y con una sonrisa, le regala su helado de vainilla.

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UN JURADO… MUY NAVIDEÑO

… y para terminar… nada ha cambiado. El jurado ha vuelto a salir de los relatos seleccionados por el jurado anterior, y su labor será ir eligiendo los trabajos que le parezcan más interesantes por la razón que sea. Y aunque pueda parecer de perogrullo, tengo que deciros que todo el relato es susceptible de valoración, así que… ¡no os sorprendáis luego! : el título o la historia que lo soporta, el cierre del relato, su vocabulario o lo acertado del narrador, la originalidad o la impecable puntuación… un repaso antes de enviarlo y… sean todos bienvenidos¡¡¡
(Si esto fuera un programa televisivo o de radio, en este momento tendría que pedir un aplauso especial para nuestro jurado de Diciembre…)
Nuestro jurado del mes de diciembre ya está en marcha. Lo formarán, representando a los participantes Mercedes Daza y Fernando Martínez ; y por parte de los organizadores, como siempre, Mari Carmen Cobo representando al Molino de Bonaco y Juan Antonio Morán representando al Sendero del Agua.
Creo poder hablar en nombre de tod@s: gracias.

DIC62. NO ESTARÁS SOLO, de José Ángel Gozalo

Juan contempló orgulloso a su familia reunida en torno a la mesa para celebrar la Nochebuena en el calor de su hogar. Su joven esposa lo miraba complaciente, aguardando a que bendijera la mesa mientras los pequeños gemelos se contenían para no abalanzarse sobre el plato.
Habían matado un cordero para la ocasión y el aroma suculento de la comida invadía toda la casa.
Su alegría se truncó cuando miró por la ventana y vio los copos de nieve volando de un lado a otro.
—Estoy preocupado por Juanito —le dijo a su mujer. —Le prometí que no estaría solo ahí arriba.
A su esposa  se le ensombreció el semblante y de pronto ya no parecía tan bella.
—Alguien tiene que estar en el monte, cuidando del ganado por si atacan los lobos.
—Sabes que él no es mucho más mayor que los gemelos.
—Pero ellos son  ˂˂mis˃˃ hijos —zanjó la mujer.
Juan miró hacia el fuego recordando con nostalgia otros tiempos vividos.
Bien entrada la noche partió hacia el monte portando un regalo para cumplir su promesa.
Lo encontraron por la mañana, colgado de un gran árbol, junto a los restos congelados de su hijo devorado por los lobos.

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DIC61. ANTONIO SE PROPUSO NO CELEBRAR AQUELLA NAVIDAD, de Mª del Rosario Val Gracia

Cuando era un niño no sabía lo que esas fiestas encerraban, ahora de mayor se cuestionaba… porqué precisamente en Navidad a sus padres les preocupaba tanto traer a la abuela a casa, para luego aparcarla todo el año en la residencia. Tampoco se explicaba la repentina amabilidad de los del quinto.
Se preguntaba porqué siempre en Nochebuena, se cenaba lo que parecía un bebé recién salido del vientre de su madre… dormidito en una bandeja.
No comprendía lo del abeto muriendo lentamente y sin remedio fuera de su hábitat.
Porqué cada Navidad,  algunos de los muchos regalos que traían los Reyes Magos a sus hermanos y primos, terminaban en el desván sin estrenarse, y algún otro, pasada la época en la que ya no les hacía tanta gracia, abandonado sin piedad en la calle.
No entendía que atiborrasen al frigorífico… días después mucha de esa comida iría a parar a los contenedores de la esquina.
Tampoco entendía el despilfarro de luz y de colores… cuando a pocos kilómetros de allí, había gente viviendo a oscuras, gente pasando penuria.
Y porque así pensaba y lo proclamaba, le llamaban rarito. Como si él estuviera diciendo algo que no fuera cierto…

DIC59. NOCHE DE NAVIDAD, de Ana Fúster

La noche de Navidad cae en un aguanieve que atrapa el neblumo y lo estrella contra el suelo en millones de diminutos copos grisáceos. Los transeúntes se calan los sombreros, se abotonan los abrigos, se ciñen al cuello las bufandas en un intento de protegerse de la malsana humedad. El niño, refugiado en un portal, los mira con envidia mientras su magro cuerpo tirita bajo las escasas ropas raídas. Inesperadamente, un hombre se detiene y le entrega una moneda. Brillante, pesada. El niño no puede creer su suerte:
-Tómate algo caliente, muchacho. ¿Cómo te llamas?
-Oliver, señor. Muchas gracias, señor.

La noche de Navidad soñé que, muchos años atrás, una infortunada criatura alcanzó así la inmortalidad al cruzarse por azar en las calles de Londres con el autor del libro que ahora reposa en mi regazo.

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