Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

JUL68. EL VIAJE, de Mei Morán

Era la última en bajar. La montaron en el burro a la fuerza porque por ella no se hubiera ido. Le dolía abandonar a Arsenio en el camposanto. Atrás dejaba su casa, los enseres heredados de sus padres y una vida ya trenzada.
Hasta el valle les esperaba un viaje de seis horas entre grandes pedruscos rugosos que hacían del trayecto una tortura. Huían de la lengua de lava que se venía relamiendo y que en pocas horas arrasaría la aldea. Narcisa miró una última vez el corrillo de casas y llorando por dentro se dejó hacer, sin oponer ya resistencia.

  meimoran.blogspot.com

JUL67. VIAJAR ES UN PLACER, de Rafa Heredero García

El viaje estaba a punto de comenzar. Los nervios y la tensión que percibía en el ambiente le hicieron buscar entre empujones el lugar idóneo desde el que partir, como comprendió que debía hacer, y casi sin previo aviso se lanzó impelido, al igual que los demás, a la gran batalla. Fue un largo camino que se le hizo cuesta arriba al principio pero que acabó resultando muy agradable sobre todo cuando se adentró en territorio desconocido sin encontrar resistencia en la frontera. Una vez allí siguió adelante sin detenerse ni un momento, sorteando todas las dificultades contra las que estaba avisado, hasta que pudo llegar por fin a su destino, y además lo hizo el primero. Siempre supo que sería el elegido, y teniendo presente que el final de cada viaje significaba a su vez un renacer, algo que nunca debía olvidar en el futuro, no dudó en lanzarse de cabeza contra la pared que veía enfrente con un último y frenético movimiento de la cola, quedando la única pregunta por la que aún sentía cierta curiosidad ahogada con un “zuup” casi inaudible cuando consiguió atravesarla: “¿seré niño o niña?”.

JUL66. AQUELLA LIMUSINA BLANCA, de Elena Casero Viana

Todas las noches mis sueños regresan a aquella limusina blanca. Sobre una mesita hay un par de copas y una botella de cava frío. Música sinuosa y el vertiginoso tobogán de unos pechos. La ciudad al fondo, la bahía a mis pies, las luces titilantes de la felicidad. En un viraje brusco de escena, me encuentro de frente con unos ojos oxidados por el llanto. Ante mí aparece un mocoso, medio desnudo, descalzo. A su lado otro mocoso, y otro y otro y otro sonriendo con inocencia. Oscuras pupilas penetrantes,  manitas que se extienden hacia mí. Me tocan, yo retrocedo angustiado, encogido como un gusano dentro de mi traje.
Al llegar a este punto, siempre me despierto. Me incorporo. Está amaneciendo en la bahía. Sobre mi cabeza un techo cuarteado. Afuera hay un bullicio de voces. En cuestión de minutos la algarabía de las risas infantiles me rodeará como un abanico y mocosos como los del sueño se abrazarán a mis piernas desnudas.
Ellos y el sueño recurrente me recuerdan cada día que la vida es un viaje de ida y que mi felicidad ya no se encuentra entre las heladas burbujas del pasado.

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JUL65. LO QUE EL VIAJE ME ENSEÑÓ, de Anais Moutsanas Carela

Las colinas agujereadas como donuts, los puentes con boquetes, las carreteras saltadas… todo sucumbía ante Invictus. Sus cuerdas eran punteadas por Ed con la rapidez del fuego. Él apuntaba con ella a lo que quisiera con un deleite doloroso y enseguida aquello volaba por los aires. Yo aplaudía. Nos la había regalado un demonio, junto con nuestras melenas y lentejuelas.
        Estábamos terminando “El viaje del horror” haciendo explotar bocas de incendio cuando Ed dirigió la guitarra hacia la casa de Rosa Méndez: mi madre. Mis manos giraron el mástil en dirección contraria. Ed jamás me lo perdonó.
        Últimamente recorro “El viaje del horror” dando saltitos por las grietas que provocamos. Ed levita, enfadado, a mi izquierda. También percibo a un diablillo a mis espaldas. Se frota las manos. ¿Querrá que le devuelva a Invictus?

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JUL64. SI NO SUBES AL TREN, de Félix Valiente del Valle

El miedo atenaza una vida. Puedes experimentarlo cuando recorre todo tu cuerpo hasta casi paralizarte. Por eso no subiría. Por eso se quedaría inmóvil en el andén, viendo pasajeros subir y bajar en la estación atestada de gente, recibiendo empujones de maletas que irían y otras que vendrían. Por eso no podría levantar su mano para despedirse de ella que estaría esperándole en el vagón.
No le serviría preguntarse porque no obtendría respuesta. La decepción hizo mella en su rostro. Sonó el móvil. El mensaje decía que no puedes saber si no subes al tren. Agarró la maleta.

JUL63. ¡SI YO NO HE LIGADO EN MI VIDA!, de Mayte González-Mozoz

Los trenes ya no fumaban. Las ventanillas no podían bajarse por lo que me libré de una muerte segura. No se olía a carbonilla, pero sí se podía respirar cierto olor a mala leche en el departamento. Tampoco vibraban las bielas, aunque fui víctima de las violentas sacudidas que me propinó el pasajero de enfrente.
   Él había sacado su bocadillo. Yo hice lo propio. Oye, igualito que el suyo. Presumí de que una señora casada que me beneficiaba, fue la que me lo preparó. Puso cara de estreñido cuando concreté que era del barrio La Latina. ¡¿Cómo se me ocurriría?! Y por cómo me miraba me puse nervioso, y continué con mi rollo de lo bien que se me dan las mujeres… Fue en el último túnel antes de Chamartín cuando se abalanzó sobre mí.
   En aquel trayecto aprendí a no ser fantasma. Y cuando mi madre vino a verme al Clínico, le dije: “no vuelvas a ponerme riñones al ajillo”.

JUL62. EL VIAJE MÁS LARGO, de Maribel Martínez Montoro

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Me pediste que posara para tu cuadro, necesitabas alguien que transmitiera dulzura, decías. Sabía lo importante que era para ti, de él dependía tu futuro en la Galería. Accedí gustosa y acudí día tras día al estudio dónde las horas transcurrían lentas, muy lentas, y tus ojos posados en mí revelaban todo lo que de ti no sabía.
Conforme pasaba el tiempo fui penetrando en tus pupilas, atravesando mares luminosos dónde cada sensación era diferente a la anterior, conocí más en esos días que en toda mi vida. Nunca hubiera podido imaginar lo que en ese viaje aprendería.
Concentrado en tu obra tu cuerpo resplandecía, tus manos eran mariposas que revoloteaban creando vida, me dijiste cosas que no comprendí, pero en mí crearon la magia de vivirte (vivirme) como jamás sospecharía.
Olvidé mi cuerpo, su existencia, dejé de tener presencia física; sin darme cuenta, no sé cómo ni cuándo, fue en el cuadro donde mi viaje terminó. Tus palabras y el aleteo de tus manos no eran otra cosa que brujería.

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JUL61. AL FINAL DE LA VIA, de José Ángel Gozalo Molina

El viaje por la vida me enseño que nacemos con los ojos vendados y caminamos a ciegas de la mano de nuestro destino que es quien guía nuestros pasos irremediablemente.
Aquellas palabras que nunca debí pronunciar, los errores que marcaron el curso de mi vida forjando la persona que hoy soy  ya no desvelaran mis noches.
Siento que mi paso por este mundo ha sido fugaz y que se me escapo el tiempo buscando la felicidad que no logré encontrar.
¿Para qué tanta lucha, tanto sufrimiento si al final no quedara ni rastro de lo que fuimos?
Al abrir los ojos y no encontrarte  no me asaltara de repente la duda de estar vivo.
Aquí se quedara mi casa con todas mis cosas dentro. Allí donde voy no necesitare nada.
Seguramente las fotos juntos  que con tanto cariño atesoro terminaran en la basura pues a nadie pueden interesar.
Me voy sin equipaje pero con el corazón cargado de recuerdos.  Conmigo morirán también  todos aquellos que solo viven en mi memoria y que ya no recuerda nadie.
Como cada noche apago la luz de mi mesita de noche y me sumo en la oscuridad aguardando el final.

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JUL60. PARTIDAS INACABADAS, de Joaquín Valls Arnau

Habían emprendido aquel viaje forzoso, el mismo día de año nuevo. Hubieron de tomar hasta cuatro trenes distintos, cruzando varios países. Una vez allí, los horarios de visitas eran muy estrictos: de diez a doce por la mañana, y de cuatro a seis por la tarde. Cuando no estaba con él, su padre permanecía en la pensión leyendo, a resguardo del intenso frío exterior. A él acudían a despertarlo al alba, y durante buena parte del día no cesaban de hacerle pruebas, mientras hablaban entre ellos una lengua extraña.
En el rato que ambos pasaban juntos cada mañana, bajaban caminando hasta el lago, donde algunos patinadores trazaban figuras sobre la superficie helada, y de regreso se dedicaban a chutar castañas en una solitaria plaza. Por la tarde escribían a casa, y jugaban una partida de cartas tras otra. Iban anotando los puntos acumulados hasta que, cuando en un campanario próximo daban las seis, la enfermera hacía su aparición por la puerta. Entonces su padre se levantaba, se despedía de él con un beso y salía precipitadamente de la habitación. Esa última partida de la jornada, que en algún caso hubiera podido decidir el resultado final, quedaba siempre inacabada.

JUL58. VIAJES DE IDA Y VUELTA, de Nicolás Jarque Alegre

Mi último viaje lo quise hacer con mi hermano, pues él también recibió la misma comunicación que yo. Organizamos, por tanto, la marcha. Él presentó su dimisión como vigilante jurado mientras yo me encargué del papeleo y de escribirle una carta de amor a Paula. Juntos preparamos el equipaje —con muchas dudas sobre aquello que debíamos embalar—,  adecentamos la casa para evitar regañinas futuras y nos despedimos de nuestros amigos y familiares vivos por si tardábamos en volver. Como rezaba en el mensaje, partimos de madrugada y entramos por la puerta de atrás del lugar acordado. Allí estaban. Papá no se parecía en nada al que habíamos enterrado y mamá había rejuvenecido como una folclórica. No les preguntamos ni quisieron explicarnos por qué de su petición, pero tanto mi hermano como yo, aceptamos el intercambio. Era nuestra forma de agradecerles que un día nos dieran la vida y con esto empatábamos con ellos. Antes de partir, nos presentaron  a sus vecinos y nos advirtieron de que nos portáramos bien en su ausencia. Hoy seis meses después, olemos a muerto y no hemos logrado comunicarnos con ellos, porque según Doña Paca, disfrutan de una nueva luna de miel.

  escribenicolasjarque.blogspot.com

JUL57. UN CUENTO PARA PERSONAS GRANDES, de Sara Lew

Imagen del asteroide B612,
captada en el espacio por la nave
del comandante
De niño soñaba con ser aviador para estrellarse en el desierto y encontrarse con El Principito.
De joven, mientras estudiaba para sacarse su licencia de vuelo, soñaba con pilotar una nave espacial y llegar a su asteroide.
De mayor, sin embargo, una vez se halló ante el vasto Universo, fue poseído por las ambiciones, que aplacaron sus sueños. Pasó tantos años ocupado en ascender a comandante, en conquistar planetas inmensos, en acopiarse de las riquezas que sus hombres obtenían arriesgando sus vidas; que olvidó la razón que lo había llevado a emprender ese viaje. Hasta que ya viejo y desgastado como su nave, decidió regresar.
Fue inmensa su sorpresa cuando, camino de la Tierra, se topó con el pequeño asteroide B612. Allí estaban aquellos tres volcanes y la engreída flor para hacerle recuperar sus sueños de juventud.
Supo, entonces, que ya solo le faltaba estrellarse en el desierto para encontrarse con El Principito.

…porque todas las personas grandes han sido niños alguna vez.

RELATO FUERA DE CONCURSO 
YA QUE SU AUTOR ES JURADO ESTE MES

JUL56. TIEMPOS NÓMADAS, de Laura Garrido

Me sorprendieron sus ropas y que no renunciara a sus atuendos a pesar de sentirse distinto. Su turbante azul teñía su rostro con los colores del mar, anudado a su cabeza como una cobra a la rama de un baobab. Era su señal de identidad. Hicimos amistad en el segundo año de facultad, él me confesó ser un tuareg, me enseñó su alfabeto, el tifinagh, y me susurró que a diferencia de nosotros no necesitaba ser alguien, porque él, ya era. Tuareg de ojos azules, ¡el color celeste del mundo!, un personaje singular que me invitó a su país de origen.
Allí, yo era el diferente, mis vaqueros y mi gorra atraían la atención de un pueblo nómada acostumbrado a los rigores más extremos. Muy pronto aprendí que su concepción de vida y la nuestra no eran excluyentes, pero sí muy distantes: nosotros llevamos reloj, pero ellos disponen del tiempo.
Desde aquel viaje tengo una habitación sin ventanas, una alfombra de arena y mil estrellas en el techo. Al tumbarme, oigo mis latidos haciendo eco en el desierto, el tiempo se detiene y me enredo en su turbante sintiéndome libre. Ahora me emociono con cada sorbo de agua.

 http://demispalabrasylasvuestras.blogspot.com.es/

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