63. Peldaños con años (Juana María Igarreta)
Antes de que me lo pregunte, yo se lo cuento. Estar aquí se lo debo a una escalera. Mi intención era alcanzar el altillo del armario, pero no esperaba llegar tan arriba. Era una escalera de esas de tijera. Ni yo sé desde cuándo estaba en casa. Todo fue por mi cabezonería en hacerme con la caja de fotos en blanco y negro. Eran fotos de mi infancia. La infancia ya sabrá usted lo que marca. Sin esas fotos me sentía como si me hubieran arrancado un trozo de mi vida. Porque están también los recuerdos, claro, pero ésos a veces van cambiándose caprichosamente en nuestra cabeza. Mi Eulogio, sin ir más lejos, contaba cosas nuestras que yo nunca viví. Las fotos son otra cosa, sobre todo las antiguas. Te ves tal cual, sin trampa ni cartón. Mis preferidas eran las de las comedias que por Navidad hacíamos en el colegio. En una aparezco vestida de Virgen María, y en otra de angelito. Yo siempre he sido de esas cosas, ¿sabe?
_ ¡Al fin te despiertas, mamá!, ¡menudo susto nos has dado!
_ ¿Eres tú, Fernando? Cuánto tiempo sin verte. Con esa barba pareces…, pareces San Pedro.
Una caída doméstica puede convertirse, por mediación de una escalera, en el punto de partida hacia otra dimensión, en la que es San Pedro quien recibe. Para la familia ha debido de ser traumático. Para ella, sin embargo, pasado un primer asombro, parece que se adapta perfectamente, y que ha comprobado que la muerte no es el final, algo que, sin duda, tranquiliza, tanto a tu protagonista, como a quienes nos gustaría pensar que es así.
Un abrazo y suerte, Juana María