54. Precipitaciones (Juana Mª Igarreta)
Y, por fin, regresa la lluvia. En la calle florecen paraguas multicolores. A las ventanas, hasta ahora cerradas bajo el sol como ojos aquejados de ceguera, se asoman chicos y mayores. Con los brazos abiertos y las manos extendidas le dan la bienvenida entre suspiros de alivio y regocijo.
Angélica vuelve presurosa de la peluquería, cubriéndose la cabeza con la bolsa multiusos que siempre lleva cuidadosamente doblada en el bolso. Entra rauda en casa y libera sus manos de enseres varios; abre enérgicamente la ventana de la cocina y, sin medir sus fuerzas, se alza en el banquito con el que se ayuda para llegar a la última de las cuerdas, abalanzándose irremisiblemente sobre el tendedero.
Tomás, desde que fue señalado en la última junta vecinal, ya no fuma puros en el ascensor. Ahora espera y los enciende nada más salir del portal. El último humea tembloroso sobre su labio inferior cuando Angélica, la vecina del primero, aparece como caída del cielo y se lo arrebata de golpe.
No sabemos si las casualidades existen, lo cierto es que a veces parece que se produce una confluencia de circunstancias que todo lo desencadena en un momento. La prisa, que no es buena consejera; la lluvia, que puede ocasionar resbalones, más la costumbre de fumar, forman una combinación, junto con la fuerza de la gravedad, generadora de sucesos desafortunados. Solo quedaría desear a tus personajes una pronta recuperación.
Un relato muy medido, en el que todo encaja, se nota que lo has escrito sin precipitación, como se deben hacer las cosas.
Un abrazo y suerte, Juana
Hola, Ángel, así es, a veces se juntan varios factores y acaban liando nuestras vidas. A la pobre Angélica así le pasó, pero pudo haber sido mucho peor. En mi imaginación quería salvarla y por eso la puse a vivir en el primer piso. En cuanto a Tomás, espero que de ésta haya dejado de fumar. Mil gracias por tu visita y palabras. Otro abrazo para ti.
Hola Juana Mª Igarreta, me encanta cómo has contado la entrada del otoño en este bloque de vecinos para, más tarde, centrarte en lo más importante: Angélica y Tomás; sabemos su pequeña historia y la situación concreta de lo ocurrido, sin embargo me falta el detalle de que el fumador salía sin paraguas, menos mal, supongo que llevaría puesto un gorro para el agua. Me gusta que tu final no haya sido tan trágico, algo que a lo que veces nos cuesta resistirnos. Saludos
Hola, Juana. Si de precipitaciones hablamos, creo que a Angélica le tocó la peor, pero si «aterrizó» sobre Tomás, como supongo que fue el caso, seguramente ha salido ilesa o no tan lastimada como cabría esperar… y en cuanto a Tomás, creo que el susto por lo ocurrido hará de sobra que deje de fumar, y no sólo en el edificio…
Unas precipitaciones con efecto dominó las tuyas, muy ocurrentes… Besotes😘😘😇😇
Tu relato me ha hecho sonreír, Juana Mª. Desde el título ya se nos avanza el juego con distintos significados de “precipitación”. El texto fluye de lo esperado a lo inesperado, hasta la sorpresa final. El toque de humor y los nombres de los personajes redondean un relato muy conseguido.
Un abrazo y suerte.
Hola, Isabel, sí la verdad es que me imaginé a Tomás sin paraguas, ansioso por encender el puro y con las manos muy ocupadas en esa tarea. Me alegra saber tu parecer sobre el final, estoy de acuerdo, por eso quise poner un punto de humor en el mismo. Muchas gracias por leer y comentar. Saludos.
Hola, Mariángeles, celebro que te parezcan ocurrentes mis precipitaciones. Creo que tanto para Angélica como para Tomás todo quedó en un susto. Muchas gracias por tu visita y comentario. Besos también para ti.
Hola, Josep María, qué bien que el relato te haya hecho sonreír, la verdad es que desde el principio me planteé darle un toque de humor, así que objetivo conseguido. Gracias también por la forma de valorar el relato. Estos empujoncicos nos animan a seguir escribiendo aunque sean pequeñas cosas. Otro abrazo para ti.