89. Prejuicio
Hace rato que el niño tiene los ojos abiertos de par en par: es la primera vez que visita un circo con una exhibición de rarezas humanas. Su padre le ha llevado para enseñarle que esas personas no son atracciones de feria y que su oficio es tan digno como cualquier otro. No le cuesta demasiado. Donde los demás solo ven a un hombre con un cráneo tan reducido que parece la cabeza de un alfiler clavado en el cuerpo, el pequeño descubre a alguien alegre y lleno de talento. Es el único que escucha con interés el ingenioso monólogo de otro individuo que se mantiene de pie sobre un taburete con su tercera pierna, el resto del público ríe a carcajadas. Su entusiasmo se multiplica con cada nuevo personaje, hasta que llega a la última jaula y se queda embelesado contemplando la sonrisa de la niña camello, que nació con las rodillas dobladas hacia atrás y solo puede caminar a gatas. El padre se siente satisfecho. «Tal vez aún pueda ser alguien en la vida», piensa mientras vuelve a cubrir la cara de su hijo con una capucha antes de volver a casa.
Es un hecho que otorgamos excesiva importancia a la apariencia, hasta el punto de que si alguien, en ese sorteo del que nadie escapa, recibe unas papeletas diferentes a los cánones establecidos, es rechazado, cuando no vilipendiado, teniendo que vivir siempre con ese estigma.
El pequeño de tu relato, que al menos tiene un padre que busca lo mejor para él, ha comprendido que no es el único y que pueda llegar a aprender a vivir e incluso a valorar y asombrar a otros con algo que a la mayoría de sus semejantes, como también a él mismo, le parece una condena.
Un relato lleno de elegancia, que transmite un mensaje gratificante y nos hace ponernos en el lugar de algunas personas injustas y constantemente señaladas.
Un abrazo y suerte, Lluís
Gracias por tu comentario, Ángel, que como siempre es un placer leer. Dibujas muy bien la intención del relato, en el que pretendía abrir varios puntos de vista. Tal vez añadiría que el padre, en su afán de buscar un futuro para su hijo, se resigna a considerar solamente las salidas a las que el injusto entramado social le fuerza. Un abrazo, amigo.
Relato en el que el giro final da sentido a todo. Da pena ese niño con la cara tapada, que se identifica con otras personas. Muy bueno, Lluís. Suerte
Gracias, Pablo. Suerte también para ti, un abrazo.
Un relato sobre la belleza sin cánones. O antibelleza que dirían los ortodoxos. Excelente, con ese cierre magistral agarrándose a la esperanza.
Enhorabuena y suerte, Lluís.
Gracias, Rafa. Qué gratificante que el relato guste a un maestro como tú. Un abrazo.