02 RECUERDO (Fernando Antolín Morales)
No había nada más triste en el mundo que encontrarse a don Alejo con sus ojos ausentes sobre aquel papel en blanco enmarcado en la pared. Otros ancianos de la residencia tenían fotos de sus nietos y, los que no tenían a nadie, de algún hermoso pueblo con aroma a pasado. Sin embargo, don Alejo, únicamente observaba una ausencia nívea.
Los cuidadores habían llegado a la conclusión de que aquella nada representaba todos los seres queridos que le quedaban, aunque la chica que venía de voluntaria los fines de semana opinaba que aquellos eran en realidad sus recuerdos, o al menos, lo que había dejado de ellos el Alzheimer.
Don Alejo, tras las espesa opacidad de sus cataratas nutridas por el tiempo, tan solo era capaz de contemplar con nitidez aquella foto del día que conoció a María, cuando fueron retratados por aquel feriante ambulante armado con un fotoaparato de escasa calidad. Ella seguía preciosa, como el primer día. Por aquella imagen nunca pasaban los años.
Qué precioso relato, me has tocado el corazón. Esa foto no tiene competencia, es la mejor sin duda. 🙂
¡Suerte!
Saludos
Los recuerdos no son más, ni menos, que momentos de la existencia que nuestro cerebro considera importantes, de ahí que los conservemos. No todos son agradables, pero sí que todos resultan, por un motivo u otro, relevantes.
El que una persona aquejada por una terrible enfermedad que disuelve las vivencias, sea capaz de aferrarse a una imagen concreta, no hace sino demostrar que ese instante detenido y retenido es parte integrante de su ser, un elemento indestructible, sin que importe que el tiempo, que a todo afecta, lo haya borrado de un papel fotográfico.
Dicen que el tiempo todo lo cura, pero tu relato demuestra que hay ausencias que perduran y dan sentido a una vida.
Un saludo y suerte, Fernando
Muchas gracias a los dos. Siempre he considerado que lo importante de las fotos no es lo que se refleja en ellas, sino el momento que nos hacen recordar, que seguramente tiene muchos matices que no aparecen en la foto. Por eso decidí llevar esa idea al extremo en el que la foto ya está completamente blanca y, sin embargo, el recuerdo que guarda en su interior es posiblemente el último que le queda al protagonista.
Me ha parecido muy buena descripción » ausencia nívea», y que en esa ausencia el protagonista vea una gran presencia. Genial.
Me alegro de que te haya gustado. Aunque no es lo mismo, no es extraño ver las «ausencias» en las fotos. A veces hay una foto de grupo y en lugar de fijarnos en lo que hay, nos fijamos en lo que falta («¿Dónde está Luis? Esto debió suceder durante el año que estuvo de voluntario en África.»). Pienso que las fotos tienen mucho que ver con los microrrelatos, ya que como en estos, no es tan importante lo que se muestra directamente… sino lo que se ve en ellas, se interpreta, se recuerda…
Una imagen imborrable que desafió la enfermedad, quedando impresa en la retina de ese ser que se niega a olvidar.
Excelente vivencia Fernando.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias.
Precioso relato, Fernando. Mientras la foto se desvanece, el recuerdo permanece intacto en la memoria de D. Alejo.
Te deseo muchísima suerte.
Besos apretados.
Los colores de las fotos los pone el corazón, esos instantes inmortalizados son visados a revivir momentos, algunos buenos, otros no tanto, pero todos íntimamente relacionados con nuestra realidad, en la que los afectos mandan.
Mucha suerte, Fernando.
Muchas gracias. Al final, muchas fotos de las que tenemos son para mantener el recuerdo… Pero hay recuerdos que no necesitan de ninguna foto para permanecer imborrables.
* El anterior mensaje era en respuesta del de Pilar. Creo que no lo he puesto en su sitio.
Muchas gracias, Paloma. Precisamente por lo que comentas, yo durante muchos años prefería no hacer fotos, ya que me gustaba más cómo se grababa el recuerdo en mi memoria, deformado por mi subjetividad, mis sentimientos, o como tú dices «mi realidad»… Las fotos muchas veces hacían demasiado prosaico un recuerdo que para mí era mágico (claro, que supongo que hubiese sido diferente si fuese un buen fotógrafo y supiese captar esa magia del momento).
Me has arrancado una sonrisa triste al leer este comentario… te echo mucho de menos, mis fotos (alguna que te robe, alguna de grupo horrorosa) también comienzan a decolorarse y a diluirse en el tiempo de la subjetividad y de la ausencia.
La semana pasada llevé a mi hija por primera vez al cine Palafox. Va para tres años que he vuelto a vivir aquí y aún no lo había pisado… me sorprendió la fuerza de los recuerdos, la necesidad de verbalizarte después de ya tanto tiempo… ¿nos escribimos?