16 Renglones torcidos
Naamá estaba preocupada por su esposo. En su segunda noche en el arca, no podían conciliar el sueño.
-Procura dormir un poco Noé, ¿en qué piensas?, ¿aparecieron?
A Noé no le cuadraban las cuentas. No había encontrado ningún lagarto gigante, de esos cuyos huesos petrificados había desenterrado alguna vez. Le inquietaban también los paquidermos, cuya envergadura era ahora mucho menor y además habían perdido el denso pelaje que los cubría. Por si fuera poco, los pinzones se habían multiplicado, con una variedad infinita de picos de todas las formas imaginables.
El descubrimiento más inquietante había llegado esa misma mañana. Ni Set, ni Cam, ni Jafet tenían muelas del juicio. Estaba seguro que sus hijos siempre tuvieron la dentadura como él.
La mujer lo miró con ternura.
-Deberías ocuparte de cumplir tu misión y cuidar bien lo que nos han encomendado. Vamos, suelta las amarras y cierra bien las puertas que se aproxima la tormenta.
Dicen que la vida evoluciona, se supone que a mejor, pero no está tan claro, hasta los tres hijos de Noé puede que tengan menos juicio que su padre, y así sucesivamente durante generaciones. La teoría de la evolución, a veces, es dura con algunos ejemplares, por grandes que sean, o precisamente por eso, o será que la forma de salir adelante no es como la imaginamos.
Un abrazo y suerte, Jero
muchas gracias Angel por tu comentario. La vida siempre nos sorprende pero es imprescindible construir esas arcas que nos salven a nosotros y a los demás, aunque no entendamos a veces cómo. Un gran abrazo