22. ROSA, CASI PÚRPURA (Petra Acero)
¿Cuántas veces fingió divertirse en espectáculos como este? Recuerda el primero que presenció. Era una niña. Venían de lejos. Estaban cansadas y hambrientas. La muchedumbre atronaba la plaza. Su madre le enjugó los churretes de la cara, le atusó el pelo y remetió la enagua. Luego, estiró de su barbilla, empinándola por encima del griterío y las chanzas. Le obligó a reír, patalear y escupir, imitando el jolgorio reinante. Camufladas entre la multitud, escucharon los lamentos finales. Desde entonces, el rosa —casi púrpura— de cada atardecer tiñe de fuego aquel recuerdo.
Adoptan usanzas del lugar. Mienten en gustos y credos. La madre (conocedora del poder de las plantas) elabora ungüentos que recomponen cuerpos y ánimas. La muchacha (cada día más bella) los vende en el mercado del pueblo. Y la envidia (recelosa, lasciva, inquisidora) enraíza entre comadres y extraños.
Hoy, a un palmo de las llamas, rememora aquella tarde aciaga que desvirgó sus miedos. Se siente poderosa frente al raquítico entender del gentío que, exhortado por clérigos sedientos de fe, las acorrala y vapulea.
—¡Akeblichorgümd! —gritan las dos, recuperando su lengua ancestral.
Caen sogas y sayas. Mientras, el rosa —casi púrpura— lame, desganado, los troncos huérfanos de brujas.
Las brujas, consideradas seres dañinos por el puro miedo a lo diferente, a lo desconocido, por la intransigencia ignorante y, como bien apuntas, por la envidia, han sido carne de cañón en periodos oscuros. Esta madre e hija trataron de sobrevivir mezclándose con los demás, disimulando su sabiduría ancestral, fuera de lo establecido, pero la verdad no puede mantenerse oculta durante mucho tiempo.
Un relato muy bien construido, para dar cuerpo a una buena historia que no tiene un final feliz, pero sí digno, algo más importante aún.
Un abrazo y suerte, Amparo
Exacto, Ángel, la naturaleza, la verdad de cada uno, tarde o temprano, sale a la luz. Cuánto tiempo se puede estar fingiendo, disimulando… No sé, tal vez toda una vida. Y ¿cuántas vidas tienen las brujas? (jajaja)
Tú sí que nos «embrujas» con tus letras y comentarios.
Un abrazooo grande. Y felices vacaciones.
Ya te lo ha dicho, Ángel, Amparo, pero en mis palabras te lo vuelvo a decir: cuando la propia naturaleza sale a la luz, las sombras que no soportan la claridad salen también y así es la lucha, pero lo que jamás se puede vencer ni dominar son las «alas del espíritu» no hay sombra que pueda impedir volar al que nace libre.
Muy buen texto. Mis felicitaciones.
Pero qué poético y sabio te ha quedado el comentario, Manoli.
Lo he leído varias veces para disfrutar de la forma que le has dado y del contenido del mismo.
Un abrazo grande!!
A ver qué digo después de Ángel y Manoli, pues nada, no se puede. Me gustado mucho por esa naturaleza escondida que acaba saliendo. Un beso.
Toda un ensayo sobre la intolerancia con aroma de novela histórica. Suerte. Un saludo.
Amparo, un gran relato sobre brujas, en el que aflora la naturaleza mágica de las protagonistas, pero también los prejuicios y la maldad de las masas. Aunque su historia solo tiene de rosa los atardeceres, me ha gustado mucho.
Te deseo muchísima suerte.
Besos apretados.
Un buen relato, donde las protagonistas pueden ser todos aquellos que piensen y actúan diferente a la ignorancia del común.
Un abrazo marinero.
Magnífica propuesta, Amparo. La verdadera naturaleza no se puede disimular, siempre acaba aflorando y probablemente es mejor que sea así, aunque haya que pagar el precio. A la larga, la sociedad cambia y las brujas de antaño son referentes para la lucha de tantas personas de pensamiento libre.
Me gusta ese final ambiguo, o yo lo entiendo así, en que no queda claro si son finalmente sacrificadas o consiguen zafarse con sus conjuros. Tal vez aún anden entre nosotras 😉
Suerte y besos