57. Rotos y descosidos
Se conocieron en las escaleras mecánicas de unos grandes almacenes, en la sección de juguetería. Él buscaba unos Playmobil para engrosar las filas de la XV legión que marchaba hacia las Galias pasando por el salón de casa de sus padres. En su recreación histórica de la antigua Roma no faltaba detalle. Unos senadores conspiraban distraidamente en las termas abanicados por un esclavo númida.
Ella adoraba las barbies. En el colegio envidiaba su estilo, su cintura, sus pies. Quería ser ellas. Cuando sus compañeros empezaron a recordarle cada día que nunca tendría caderas de Barbie, envidió su sonrisa. Era una irrevocable declaración de intenciones ante la vida, siempre radiante aunque Ken llegara a casa borracho y con un golpe en el coche.
Se detuvieron ante los juegos reunidos Geyper, una concesión a la nostalgia de las infancias solitarias.
Semanas después, miles de Playmobil con un solo ojo y que siempre andaban de perfil, construían una colosal pirámide junto a un majestuoso Nilo de papel aluminio.
En un trono espléndido ricamente adornado con piedras preciosas del Primark, una faraona de cabellos oscuros departía con el sumo sacerdote. Sus súbditos la llamaban Barbie Cleopatra.