71. Siempre quedará un salvaescaleras
Hay certezas ineludibles.
Acudí al teatro el fin de semana pasado a la obra que presentaba un afamado humorista nacional que no está pasando por sus mejores momentos de salud, aunque él con su innegable talento lo revista todo de humor, pero ¿era necesario empezar la función así?: «Me estoy muriendo………….y ustedes también».
Obviamente no llegaré a todo, pero no veo la necesidad de recordar a todas horas que la vida es finita, no me gustan los límites y hay temas que deben seguir en una nebulosa, al menos para mí, no entiendo esta moda de reivindicar hablar de la muerte como un valor en alza compartiendo detalles y miserias.
Hace algún tiempo vengo observando que bajo los escalones de uno en uno y he oído varias veces: «Mamá, bajas las escaleras como la abuela». Voy asumiendo otra certeza, ha llegado el momento de que las rodillas me empiecen a doler, (ojo que nadie me advertía a diario de este desenlace del paso de los años y yo he vivido feliz sin tanto recordatorio).
Son sólo cinco escalones para subir a casa, internet me ha enseñado ejercicios para mejorar, las escaleras no serán un obstáculo mientras haya ¡VIDA!
Vivimos en un difícil equilibrio, el de conocer que nuestro soporte vital se va degradando, y, al mismo tiempo, tratar de aprovechar el tiempo que tenemos. Para que lo segundo sea más pleno parece que hemos de olvidar que todo es perecedero, al ser algo que preocupa y entristece. Tu protagonista, sin embargo y de forma positiva, no se engaña y adapta sus progresivas limitaciones, las que sabe que tiene y tendrá, a la idea de vivir sin amarguras.
Un abrazo y suerte, Ana