82. SIN PERDÓN (Belén Mateos)
Pisó las baldosas negras evitando las blancas, pasó por debajo de una escalera que miraba instintivamente al cielo, rodeó el rosal y amortiguo sus pies en el césped, acarició el gato con pelaje desordenado y oscuro del vecino del piso trece, tiró la sal por toda la encimera de la cocina, abrió de manera impulsiva el paraguas amarillo abandonado hacia cinco años en el sofá del salón, arropó a los lobos que saltaban sobre su cama y cruzó los dedos delante del espejo que rompió tres años atrás.
Quería incumplir toda norma, dictaminar su veredicto de culpable, destrozar la cuadratura del círculo, envenenar a los doce dioses, repetir una y otra vez el ritual sin tocar aquella madera de su féretro descalzando el pie izquierdo, evitando mirar su foto vestida de novia que engalanaba la alacena del comedor desde hacía diez años.
Pero las cenizas reposan todavía entre sus manos y ya han pasado siete años sin condena.
Dicen que todos los actos tienen consecuencias, que cada uno acaba recogienso lo que sienbra. Sin embargo, tu protagonista se siente y, debe serlo, culpable de la muerte de su marido, pero el castigo no llega nunca, por más que hace lo posible para invocar a la mala fortuna. Puede que esa sea su verdadera condena. (Corrígeme si me equivoco).
Un abrazo y suerte, Belén (y cuánto tiempo sin leerte).
Buenas noches Ángel.
Como siempre con las palabras precisas y análisis de cada texto generoso.
Puede ser el protagonista el esposo o la esposa de tan deseada condena, cuya fatal fortuna es buscada en cada rincón de las supersticiones más comunes.
Muchas gracias y un abrazo grande.
Belén, yo lo he entendido como Ángel. Me gustaría sabe qué ocurrió, se me ocurren varias posibilidades.
Me gusta mucho cómo vas encadenando todas las supersticiones, que no producen el efecto deseado.
Un abrazo y suerte.
Buenas noches Rosalía.
En cada superstición el protagonista ansía esa condena que nunca llega tras el faltal desenlace.
Es un texto abierto a la imaginación de cada potencial lector.
Muchas gracias por pasearte e intersarte en mi relato.
Un abrazo grande.
A menudo la suerte no se deja tentar, ni siquiera la mala. El perdón es el alivio de los arrepentidos, pero también el privilegio de los dañados. Matar convierte todo en irreversible, sobre todo el perdón.
Belén, es un placer reencontrarme de nuevo con tu palpitante forma de escribir.
Un abrazo
Muchas gracias Antonio por tus palabras.
El placer es mío por tu lectura y visita a mi texto.
Un abrazo grande.😊
Este culpable sin condena paga la pena de seguir vivo. Lo lamentable es que quien está muerto ya no vuelve.
¡Qué bonito escribes, Belén!
Me alegro de leerte por aquí de nuevo 🙂
Un beso,
Carme.
Cuanta verdad hay en tus palabras.
Muchas gracias M.Carme, bonita eres tú.
Besos grandes.😊😘🌺