Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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SOBRE EL OFICIO DEL ESCRITOR

dino 28Quizás el oficio del escritor sea, como ninguno, una reiterada y permanente expresión de humildad. De una humildad difícil de mantener, por pública, dolorosa de sentir, por espectacular, y siempre en equilibrio sobre la cuerda floja que cruza, por los aires, la honda sima donde todo fariseísmo anida.

La humildad, cierto es, pierde su propia sustancia, su esencia más fragante, al conocerla; pero no tiene nombre y vaga por los espacios huérfanos, al ignorarla.

Saberse humilde no es sentirse, soterradamente, soberbio, aunque saberse soberbio y dechado de toda imperfección sea la primera muestra y la más delicada de la humildad.

El escritor hace sus números en la plazuela, como los payasos pobres;  trabaja al aire libre de todas las miradas impacientes, de todos los recelos desatados, antes todas las buenas y las malas uvas del caminante que se para a mirar.

El escritor canta igual que canta –a la puerta del mercado, a la salida de misa de doce, al oído del niño que acaban de bautizar- el pajarito retinto que tiene un violín en la garganta y las alas cortadas, y un miedo delicado que se expresa tan sólo con el mirar.

Y como el pájaro retinto –el jilguero, el verderol, la calandria-, el escritor canta su propia alma, su mismo dolor, su inmensa y sobrecogedora soledad.

Todas las voces son buenas si entran a su tiempo y acarician –al tiempo de la caricia- al oído. Todas las voces son buenas, bien mirado, si es bueno el oído que las recibe. No está el color en la paleta del artista, sino en los ojos del contemplador.

Los oficios –el oficio del leñador y del vaquero, el del calafate y el del escritor, el del pastor que chifla en su silbo de caña y el del marinero que iza sus velas sobre la mar incierta y tenebrosa- están henchidos de misterio, lastrados con la arena solemne del dolor, marcados con la aguda punta de la navaja del tiempo, ese hierro cruel que no perdona.

Y el oficiante –el pastor y el marinero, el leñador que lleva en su hacha el perfume del sándalo herido y el vaquero que arrea ganado bravo por la cañada que no tiene fin, el escritor y el carpintero de barcos- se guarda bajo siete llaves su dolor y su misterio, y sonríe con las sonrisa humilde del mártir que duda de la fecundidad de su martirologio.

Quizá nada más bello puede haber que el dar la razón al que la tiene. Por ser una la razón no es patrimonio de nadie, como el color del cielo, o mirando las cosas desde el otro lado, es patrimonio de todos, igual que el agua fresca de la fuente.

Profesión, gallarda y alta profesión de humildad hace el escritor que mira su propio desacierto como a un objeto familiar y cotidiano: el frasco de la tinta, la fotografía que sólo él sabe lo que significa, el tímido manojo de guisantes de olor que lo ven escribir –aromáticos y recoletos- desde una esquina cualquiera de la mesa.

En su oficio, el oficio que él mismo eligió, entre la larga lista de los oficios, sin que nadie le empujara, sin que ninguna voz le soplara al oído: por ahí debes marchar; sin que ninguna le asiese de la mano para enseñarle el camino.

De muy poco vale, quizá de nada, incluso, creerse dueño de la razón o propietario de la verdad, cuando la razón, en una finta, en un esguince airoso, con un gracioso y desorientador mohín, nos enseña, a cada instante, una verdad tan nueva como ignorada, tan delicada y bella como incierta y misteriosa.

Ha de acumularse mucho dolor, se han de desandar muchas leguas de pasos ya andados, ha de mirarse atrás mil y mil veces, para que la sonrisa vuelva a cobrar la honestidad que perdió en la adolescencia, en el desierto o en el jardín de la adolescencia.

Y habrá de hacerse con sencilla humildad, como el caballero que entrega una limosna de rodillas al romero leproso que quiere lavar su lepra en el último monasterio de todos los confines, para que no se rompa ese último y delgado hilo por el que la razón, todavía y como por elegante caridad, nos nutre.

Y porque al escritor no le duelen prendas, entona, con la humildad que su oficio requiere, el mea culpa. Y escribe esta epístola sobre su oficio. Esta epístola que, a lo mejor, entiende algún amigo, quizás algún médico amigo, ¡quién lo sabe!

Camilo José Cela

18 Responses

  1. Antonia

    Pues yo voy a decir lo mío, no sé si con humildad, que seguro que no, pero es que además de parecerme una forma de escribir rebuscada y como muy arcaica, ni me entero, ni me apetece. Y mira que me encanta aprender, comprender, asimilar para mejorar, porque me encanta leer a gente que sabe y escribe, pero con Cela no puedo. Mejor me tomo un Oporto y a ver si en otro momento me llega la luz. Gracias por tu trabajo,Susana, pero a ver si encuentras algo más ligerito al respecto y me humildo más. Abrazo.

  2. Susana Revuelta

    Está claro: dos comentarios opuestos. Para eso se hicieron los colores, ¿no? Encontré también esto de Roberto Bolaño, otro al que tampoco le gusta Cela. A mí sí.

    «Consejos sobre el arte de escribir cuentos»:

    1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
    2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco.
    Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
    3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
    4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
    5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
    6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
    7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel.
    Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
    8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
    9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
    10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
    11.Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
    12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

  3. Mel

    Jopé con el Cela, encima que no le tragaba, me dice que tengo que ser humilde (se hace lo que se puede pero es que una es de Bilbao, el glorioso Botxo!!!!) y eso de acumular mucho dolor no me mola nada, a mi me va más eso de volver a la adolescencia y ser feliz que ya me han dado bastantes coces y escribir no es mi profesión (la que paga las facturas, caprichos y vicios varios) sino mi hobbie, asi que con el permiso del señor Cela (él ser creería humilde??????) me quedo con eso de hacer el payaso y ser pobre, y andar por la plaza.
    Era bromaaaa, o no, menudo trabajazo Susana, como curras.

  4. Antonia

    De Cela si me gusta «La família de Pascual Duarte», la única que he leído , por razones obvias, y ahora, buscando en Wikipedia, leo esto:
    «Se dijo, en la época de su publicación que esta novela es un plagio minucioso de otra obra francesa del siglo XIX».
    No obstante, escribe bien, otra cosa es que no me vaya.
    Saludos.

    1. Rafa Heredero

      Es curioso, pero a mí me aseguraron que 《La familia…》se la había escrito un negro muy conocido (lo que no anula tu información). A mí esa novela me encanta, quizá porque a lo mejor no la escribió él.

  5. Antonia

    Estoy releyendo a Carver y otro que me encanta es Tobias Wolf :»La noche en cuestión», Felisberto Hernández es muy interesante y Bioy Casares también me gusta. La mayoría de los que recomienda Bolaño no los conozco, pero haré por conocerlos.Gracias Susana.

  6. Susana Revuelta

    Si encontráis consejos interesantes o curiosidades sobre el arte de escribir y queréis compartirlas, me las podéis mandar y las vamos publicando en este espacio que es de todos.

  7. Antonia

    19 consejos para un aspirante a escritor (de elmalpensante.com)
    Lo primero es conoser vien la hortografia.

    Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que Vd. no caigan en aquellos errores.

    Y nunca empiece por una conjunción.

    Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamente.

    Use; correctamente. Los signos: de, puntuación.

    Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las mejores ideas.

    Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios.

    Correcto para ser en la construcción, caer evite en trasposiciones.

    Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes.

    Si Vd. parla y escribe en castellano, o.k.

    ¡Voto al chápiro!… creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas.

    Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es.

    ¡Por amor del cielo!, no abuse de las exclamaciones.

    Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribáis.

    No utilice nunca doble negación.

    Es importante usar los apóstrofo’s correctamente.

    Procurar nunca los infinitivos separar demasiado.

    Relea siempre lo escrito, y vea si palabras.

    Con respecto a frases fragmentadas.

    1. Rafa Heredero

      Buenísimos consejos y muy bien explicados. Gracias por acercarnos esta página. Dile a Susana que por lo menos te invite s una tabla de ibéricos.
      Saludos.

  8. Mercedes Jiménez

    Hola Susana, aquí te dejo los consejos que más me han servido a la hora de escribir mis relatos. Son del grandísimo Horacio Quiroga, me los dio a conocer un profesor de la asignatura «Relato hispanoamericano contemporáneo», allá por el año 2000. Un beso!

    «Decálogo del perfecto cuentista»
    Horacio Quiroga

    I

    Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

    II

    Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

    III

    Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia

    IV

    Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

    V

    No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

    VI

    Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: «Desde el río soplaba el viento frío», no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

    VII

    No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

    VIII

    Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

    IX

    No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino

    X

    No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

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