22. Tácito acuerdo
Ella se recoge el pelo mientras hierven los espaguetis. No quiere estropearse el peinado ni que huela a comida que hoy ha ido a la peluquería.
Él, sentado en el despacho, abre el ordenador para entrar en su página de citas habitual.
Ella, en la cocina, sonríe pensando en la lencería, el vestido y los zapatos que se pondrá esta tarde para acudir a la cita.
Los dos comentan la carta que ha llegado de la Comunidad de vecinos y las noticias de la radio mientras comen. Al terminar, la cocina queda perfectamente limpia.
Cuando ella se acaba de arreglar le dice un «adiós querido» desde el pasillo; no quiere que la vea maquillada y se dirige a la puerta de la casa de puntillas, para no hacer ruido con los tacones.
Él le contesta alzando la voz mientras cambia de página por si decidiera entrar en el despacho o se le olvidara algo:¡Pásalo bien con tus amigas y recuerda que esta tarde iré al gimnasio!
En su momento acordarían vivir juntos y unidos en toda circunstancia. Con el tiempo los estatutos de ese contrato de pareja variaron, no sobre el papel, sino en la práctica. Ambos conviven pero llevan vidas paralelas de las que el otro ni sabe ni, seguramente, quiere conocer más. Algo falla en su relación cuando buscan fuera lo que no encuentran en casa, pero algo funciona cuando respetan las reglas básicas de la convivencia. Mientras no traspasen la frontera de las apariencias seguirán juntos, o casi, pero para nada unidos, como compañeros de piso, más que de vida.
Un saludo y suerte, Pilar
Todo está roto en esta pareja.
Tan solo respetan las apariencias pero los dos hacen sus propias vidas, sin dar cuenta de ella al otro.
Sin duda, lo que un día les unió ahora ya no existe.
Un abrazo y mucha suerte. Pilar