22. TIERRA PROMETIDA
Cuando salió de su aldea, el anciano y sabio le leyó en las piedras que guardaba en una bolsa cogida a la cintura, el porvenir que le esperaba al otro lado. En la tierra prometida.
Tuvo que atravesar el desierto y más tarde, las aguas gélidas, pero de ello no le habló el sabio anciano.
Cuando llegó lleno de frío y hambre, no encontró nada de lo que le prometieron las piedras del porvenir.
Contactó con un antiguo residente de su aldea y este, lo llevó a una pitonisa para que le leyera las cartas. El poco dinero que le quedaba, lo invirtió en mentiras que nunca se cumplieron.
Hoy recoge espárragos al calor de un sol abrasador. Acude a la recogida de aceituna y también a la vendimia. Otro conocido, le ha hablado de las manzanas y la sidra, y se dispone a buscar un contrato por esas tierras. Al menos el clima será más benévolo .
Está seguro que lo tratarán como extranjero y que no tendrá un lugar honesto para residir, a no ser que los que así lo consideran, cambien en su sentir y lo ve muy difícil.
Hoy piensa que la tierra prometida, es la suya.
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La tierra prometida es sinónimo de lugar de provisión, en el que no falta de nada y cuenta con todas las papeletas para progresar. Pero las palabras son una cosa y la realidad otra. No lo tienen fácil quienes ponen en riesgo su vida para intentar mejorarla, en un espacio donde han de aceptar trabajos precarios, y eso con suerte, bajo la mirada de superioridad de otros que tuvieron más suerte desde su nacimiento, como bien muestras en tu relato.
Un abrazo y suerte, Nani