58. Todos los Santos
Al recorrer de nuevo el pasillo de casa, me vienen a la memoria cientos de imágenes. Llego a la cocina, y las burbujas me recuerdan al puchero hirviendo que tanto me gustaba. Encaro las escaleras y cruzo mi habitación. Ya no parece la misma en la que me despertaba el canto del gallo por las mañanas. Salgo flotando por la ventana de la buhardilla y me acerco al patio del colegio para dibujar con un palo la rayuela. De un salto atravieso la plaza, siempre abarrotada en los días de mercado, y donde se oía el sonido del afilador entre los murmullos de la muchedumbre. Aún hoy, me acuerdo de los sábados en verano al volver de cosechar, cuando bailaba en corro al son de los gaiteros. Me sigo deslizando y aparezco en el tejado de la iglesia. Desde la torre del campanario tomo impulso y aterrizo en el cementerio. Con lágrimas en los ojos apoyo la mano sobre la tumba de mis padres, y arranco unas algas. Tras despedirme, me ajusto el traje de buzo y asciendo hasta la superficie. Bajo mis aletas, el bullicio del pueblo me dice adiós hasta el próximo noviembre.
Ay, ese pueblo tragado por el pantano… Me ha gustado mucho el relato ¡suerte!
Muchas gracias Ana, me alegro te haya gustado
Un abrazo
Precioso relato de un mundo perdido. Suerte
Muchas gracias Gloria
Un abrazo
Poético y melancólico relato sobre la nostalgia. Raices profundas que motivan el periplo del protagonista hasta desvelar su secreto al final. Dosificas muy bien la información (burbujas, flotando, algas, y como se desplaza el protagonista) para generar expectativas y mantener la tensión hasta el clímax. Enhorabuena, Francisco Javier.
Un abrazo y mucha suerte.
Mil gracias Josep María
Un abrazo
Francisco Javier, original planteamiento,bien contado, a pesar de la triste realidad que cuenta. Suerte y saludos. feliz año¡¡¡
Muchísimas gracias
Un abrazo
Los lugares en los que se ha vivido, aunque abandonados e, incluso, en este caso, también anegados, conservan algo de las vivencias que los poblaron. Esta circunstancia, unida a la memoria del protagonista, hace que la añoranza por lo que una vez fue tan importante y ahora parece perdido aflore con una mezcla de dolor y al mismo tiempo de cariño. La vida de ese pueblo permanece en el interior del buzo, forma parte de su espíritu, una misma esencia que conservan también esas calles, ahora patrimonio de la vida subacuática.
En el día de Todos los Santos la tradición y la costumbre se unen a la magia de revivir lo que fue y desapareció, pero que de alguna manera permanece latente, la palabra «bullicio», renacida donde parece que solo hay silencio, expresa bien estos sentimientos.
Un relato original y bien contado, Francisco Javier
Un saludo y suerte
Muchísimas gracias Ángel, no sabes lo que se agradecen tus siempre acertados comentarios. Me alegro mucho que te haya gustado
Un abrazo
Muy bien conducida la inmersión,Javi!
Mucha suerte y un abrazo
Querida Aurora, muchísimas gracias
Un fuerte abrazo
Una maravilla, Javier, maestro en llevarnos por donde quieres. Me encanta esta inmersión en el paisaje del pasado, es una preciosa metáfora de lo que dejamos atrás, de lo ajeno que te sientes al regresar a tu origen, ver qué ya no tienes tu sitio o ni siquiera existe.
Un abrazo.
Muchísimas gracias Jesús
Un fuerte abrazo