66. Un deseo compartido (Rosy Val)
Me llevé a mamá casi en volandas y eché el cerrojo de la habitación. Me acosté a su lado, la cubrí de besos y aliento para ahuyentar los temblores de su cuerpo. Ya volvería más tarde para arreglar el desaguisado de Jorge en la cocina.
Hoy le había tocado a la vieja alacena. A los platos, tazas y vasos, estrellados contra el suelo. Anteayer a la desvencijada mesa, al cajón de los cubiertos. Quizá mañana la tomase con las sillas o de nuevo con nosotras.
A veces quería calmarle, pero me acorralaba el miedo. Lo dejaba solo, a la espera de que abandonase la casa, corriendo por el pasillo, iracundo y loco, con esa mirada vacante de vida, como muerta.
Tras el portazo y con el sobre de la ayuda de la emergencia social apretujado en sus manos, mamá y yo ya aventurábamos el duro mes que nos aguardaba. Y nos mirábamos en silencio evitando confesar el mismo deseo, que mi hermano acabase como su propia mirada.
Sentimientos profundos y compartidos hacia una misma persona, que no se verbalizan porque son demasiado fuertes, y porque pondrían a madre e hija en un nivel peor que el de la persona que solo les proporciona sufrimiento, y cuya desaparición sería motivo de alivio.
Un relato en el que el deseo sin palabras de que alguien desaparezca se comprende a la perfección.
Un abrazo y suerte, Rosy
Me ha encantado cómo cuentas esta historia. El miedo, el horror en su propia casa. Más terrible aún por eso mismo. Enhorabuena, Rosy.
Un abrazo.
María, gracias…
Un besote
En efecto Ángel, hay deseos que no se pueden verbalizar, aunque fueran para salvar vidas… Muchas gracias por tu lectura.
Un abrazo.
Un drama que se repite en más hogares de lo que pensamos.
Muy bien narrado.
Y el final totalmente humano, el horror repetido a diario deja a las personas exhaustas.
Dramas como este existen, la pena es que a veces no solo se quedan en un deseo.
Muchas gracias por tus palabras, Rosa.
Un abrazo
Hola Rosy,
Magnífico relato y aterradora historia inspirada en el tema que estamos trabajando: la MAMILAPINATAPAI
Nos leemos
Este Jams, que nos pide casa cosa!!! jajaja
Un abrazo y gracias!
Madre mía, no me extraña que madre e hija compartan ese deseo. Desde luego, nos haces empatizar con ella, porque podemos sentir el terror que sufren. Es terrible, pero el instinto de supervivencia es así.
Un abrazo y suerte.
Por desgracia, si en estos casos no se corta por lo sano, lo del deseo pasa a ser un hecho atroz.
Muchísimas gracias, Rosalía.
Un abrazo
Debe ser muy duro querer desear la muerte de tu propio hermano, pero en estos casos tal vez sea la única solución
Un relato muy duro y muy bien escrito.
¡Mucha suerte!
Javier, no me imagino cómo se deben de sentir estas dos mujeres para desear la muerte del hijo y del hermano, respectivamente…
Gracias por tus deseos y tus bellas palabras.
Un abrazo.