78. Y líbranos del mal (Alberto BF)
El Padre Daniel estaba preocupado por la Semana de Pasión. En pocos días se acumulaban multitud de actos religiosos que debía oficiar, como máxima representación de la Iglesia en la conocida diócesis a la que le acababan de destinar. Misas, lavatorio de pies, Vía Crucis y vigilia, entre otros, iban a suponer su puesta de largo en el nuevo destino, y esto le producía cierto nerviosismo.
Pablo, joven colaborador y devoto feligrés de su anterior parroquia, conocía bien al Padre. Fue su monaguillo durante años, recibió de él su primera Comunión, y formó parte algo más tarde de los grupos de Confirmación. Con algún pecado que redimir, vino a visitarlo para ganarse el Cielo. Mientras confesaba sus pecados, reclinado en el confesionario, ejerció su penitencia como bien le había enseñado su referente espiritual en los años de catequesis. En una mezcla de sumisión, obediencia, humillación y deseo, el habitáculo de madera acabó tambaleándose hasta casi desmoronarse ante la mirada de desazón de Cristo crucificado.
Satisfechos sus bajos instintos y calmada su divina tensión, el Padre volvió a sentirse con autoridad moral para guiar al rebaño por el buen camino y salvarle de caer en las mundanas tentaciones.
Amén! Divino, Alberto, para cuadrarlo. Excelente texto, mucha suerte. Saludos, Antonio.
Muchas gracias, Antonio. Mucha suerte para ti también, y que tengas una gran Semana de Pasión. Un saludo!