10. Nobleza obliga. (Sergio Capitán)
Uno nunca sabe cuándo va a surgir una nueva oportunidad de hacer el bien. A mí me ocurrió el pasado verano en el autobús. Era un día cualquiera de julio, hacía un calor sofocante y el aire acondicionado parecía estar estropeado. Contrariado, me dediqué a matar el tiempo con el móvil, deslizando el dedo de un vídeo a otro. Qué fácil es dejarse arrastrar por esos diabólicos algoritmos.
Aparté un momento la vista de la pantalla y, de repente, la vi. Una mujer en avanzado estado de gestación se abanicaba con desesperación. Le pregunté si quería cambiarme el sitio y con una sonrisa contestó que no. Insistí, repitiendo que de verdad no me importaba, pero esta vez su respuesta fue más seca.
Así es que nada, asentí con dignidad impostada y nos quedamos tal cual.
Ella siguió sentada y yo de pie.
Tu protagonista hizo lo correcto, lo educado y lo que dicta el sentido común, pero hay veces que ni con todo eso y la mejor intención se acierta. Podemos entender ybhasta compartir la incomodidad y perplejidad de este personaje, aunque lo importante es sentirse satisfecho con uno mismo, lo que ya no depende de uno, como las reacciones ajenas, son imposible de controlar.
Un abrazo y suerte, Sergio
Gracias Ángel por tu comentario. Un saludo
¡Buen giro argumental! Ese tipo piensa que es el centro del mundo. ¡ Hay tantas personas así!
Me ha gustado el relato. Suerte.
Muchas gracias, María Victoria.
Jajajaja, menudo cabroncete el protagonista, jajjajaja, y lo cuenta todo cargado de razón. Me ha hecho reír, gracias.
Un abrazo y suerte.
Gracias Rosalía. ¡Abrazo!
10. ¡La madre que lo parió! Incorrecto al cuadrado. El título muy logrado para despistar hasta el final.
Gracias Edita, creo que este género es una de las pocas cosas en las que el engaño está más que justificado.
A mi también me ha hecho reír la picaresca actitud del protagonista. Muy bueno el giro final.
Un saludo
Muchas gracias, Gema, por tu comentario. Un saludo
Vaya final tan inesperado. Todo con nuestras “reglas de urbanidad” y al final, este cenutrio nos da una lección de “todo vale “.
Me ha gustado, qué bien nos has engañado.
Muchas gracias Rosa por tu comentario. Un saludo
Podían colgar carteles de este microrrelato en los vagones de metro, pero el aludido me parece que no lo iba a leer. Saludos.
Ja, ja. Cierto. Hay gente para todo