Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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1º CONCURSO Bodegas MIRADORIO

 

Con motivo del 8 º ENTCuentro que celebraremos en Comillas, el domingo 3 de marzo por la mañana, visitaremos una de los proyectos más interesantes de la zona tanto por el grado de dificultad como por la belleza de su puesta en marcha. Miradorio es una bodega de reciente aparición cuya valiente apuesta es la de que sus viñedos se encuentren en pendientes laderas situadas muy cerca de la costa del Cantábrico.

Durante la visita a sus bodegas y la cata de alguno de sus vinos, conoceremos el resultado de esta propuesta que nos ofrecen sus propietarios.

Asistentes y no asistentes al ENTCuentro, estáis todos invitados a este

 

1º Concurso de Microrrelato MIRADORIO

Sus bases son las siguientes.

1 – Pueden participar usuarios de la web estanochetecuento y amigos y conocidos de la página.

2 – Podrán presentarse un máximo de 2 relatos por autor.

3 – El relato, que se publicará únicamente como comentario en esta entrada del blog www.estanochetecuento.com, y tendrá un máximo de 100 palabras sin incluir el título.

4 – El relato tendra como temática EL VINO, que tendra que aparecer de manera explícita así como tener cierta relevancia en la historia contada.

5 – El plazo para su presentación será desde la publicación de este post y durará todo el mes de febrero.

6 – El jurado estará formado por los representantes de las Bodegas MIRADORIO. En el caso de que alguno de los ganadores no se haya identificado debidamente será inmediatamente eliminado y el premio pasará al siguiente.

7 – Este concurso se fallara publicamente durante la visita que tendrá lugar el domingo 3 de marzo a las Bodegas Miradorio.

8 – El premio para el relato ganador es caja de 3 botellas de vino (2 blancos y un tinto de las Bodegas Miadorio) y una botella de aceite, y la inclusión del relato en el recopilatorio Esta Noche Te Cuento de 2019.

63 Responses

  1. Pasiones
    Subyugado por la alquimia del sol sobre el verde de las uvas, comenzó a amar el aroma y sabor de los caldos que los padres de Clara custodiaban en sus bodegas. No era por su dinero, como las lenguas ácidas murmuraban, por lo que acabó pidiendo su mano: Clara era buena, dulce y hermosa. Pero sobre todo adoraba aquella piel impregnada de olor a vino que emborrachaba los sentidos. Por eso el día que ella se disolvió en el mar azul dejando un rastro de olas violetas, él hundió la cabeza en una barrica y no quiso sacarla nunca más.

    1. IN VINO VERITAS

      Cuando el cielo se abrió sobre ellos derrochando dorados y trompetería y el Grial les fue arrebatado, a Sir Galahad no le dolió la mirada despectiva de ángeles y serafines. Para ser sincero, lo que más lamentaba tampoco era perder a su rey, que se iba a borbotones. Lo que realmente le obsesionaba mientras el santo vaso se terminaba de perder de su vista era su atolondramiento cuando la posadera le entretuvo con detalles, y él solo pensó en la urgencia de un caldo con que obrar la curación:

      —No, un vino cualquiera. La virtud reside en el cáliz.

    2. Carmen Alonso

      Uva blanca, vino frío

      De niños, las tardes de vendimia, corríamos tras los carros cargados de uva, hasta que la mujer con sombrero de paja sentada sobre el montón, nos tiraba un racimo. Nos comíamos las uvas doradas y calientes sentados en la cuneta.
      Al atardecer de mi vida, revivo la escena disfrutando a pequeños sorbos de un delicioso albariño bien frío. Siempre tengo uvas blancas en el congelador.

  2. Jesús Alfonso Redondo Lavín

    TRECEGOTAS
    La botella, vacía, vuelta hacia abajo, sostenida por sus dos manos y su frente, más para controlar su cabeza que por mantenerla vertical. El gollete sobre un vaso.
    ─ Una gota, dos,…
    Es otoño, anocheciendo, luz de velas en la cantina. Colasa, detrás del mostrador haciendo punto; es una bufanda para el nietuco.
    Mable perdió a su mujer cuando lo de la gripe; se le murieron las vacas por lo de la lengua azul y los hijos emigraron a Méjico.
    ─Once, doce,… trece. ¡Colasa, aún quedan trece gotas de vino en una botella vacía!
    ─Anda, Mable, ve ya a casa.

  3. PADRE

    Te recuerdo sonriendo, con un cigarrillo de ideales en la boca, la sahariana llena de agujeritos y un vaso de vino blanco en la barra del bar.
    En el verano, en tu pueblo, iba a buscarte cuando mamá se impacientaba al no aparecer para comer. Era sonoro y divertido el atravesar la cortina de chapas de cerveza, aunque a veces te quedabas prendido de los pelos y luego el oír “Lauro, tu muchacho, la vas a tener”.
    Cuando vuelvo a tu pueblo, entro en tu bar, me pido un vino y brindo por ti papá y luego, me pido otro.

  4. Esperanza Tirado Jiménez

    HEROICA

    Ahí estabas siempre, con tu pañoleta y tu delantal a cuadros, haciendo equilibrios en el desnivel entre filas de viñas. Desafiante, resoplabas cuando las nubes no se iban.

    Los monjes del monasterio tenían sus viñas cerca de las tuyas. Guardaban un secreto que hacía magia, transformando las uvas en un líquido dorado que después se servía en las mejores mesas de la comarca. Tú no tuviste esa suerte. A veces intercambiabas algún cuartillo por huevos con los que no podían pagarte.

    Pero ninguna nube te detuvo. Y tú y tu pañoleta plantadas entre viñas desafiasteis, heroicas, a todos los elementos.

  5. Enrique Mochón Romera

    Por una copa de vino

    Si se pudiera fumar, una pipa aportaría lo suyo. Pajarita mejor que corbata. Y chaleco antes que jersey. Me guardan siempre una mesa en los ventanales de poniente: la luz del ocaso también ayuda. Me siento, saco mi libreta y algunos libros de consulta, y me sirven una generosa copa. Ojeo, subrayo, anoto, pero sobre todo escribo. Actúo pausado y bebo a sorbos pequeños. Me observan y el dueño del café sonríe satisfecho. Quiere que me deje un bigotito. Ciertamente aquí es donde mejor me inspiro. El sueldo es de lo más gratificante. Y, además, me lo doblan cuando quiero.

  6. Paloma Casado Marco

    El aparecido.
    Ahora hay otro hombre sentado en su sofá favorito. Saborea, como antes hacía él, el vino de una copa que sostiene en la mano. A su lado, su esposa contempla con la mirada perdida la danza de las llamas en la chimenea. Quizás esté recordando tiempos pasados, quizás todavía lo añore.
    Aún no ha encontrado la manera de olvidar esa felicidad, por eso le resulta tan difícil marcharse.
    –Cariño, –dice el hombre– ¿no notas ese aire tan frío?
    Ella se levanta temblado porque ha sentido cómo unos dedos helados acariciaban su cuerpo.

  7. Jesús Alfonso Redondo Lavín

    BALLENEROS
    Sin duda alguna, las duelas de la barrica de la cantina de Leandra Arco Coterón en Ceceñas, procedían de la madera de un roble crecido en la cantera de donde salió la piedra para esculpir la venerada hidria de Caná de la Catedral ovetense.
    El vino de Nava en esa solera milagrosa se transformaba en néctar.
    No es extraño que algún parroquiano, de los muy cantineros, creyera ver, en un finado burro, una ballena navegando por el Miera.
    Leandra, quizá por virtud de esa solera, alcanzó los 106 años y los de Ceceñas siguen cargando con el apodo de “balleneros”.

  8. Yolanda Nava Miguélez

    BACO
    Mi nombre me acarreó más de un cardenal en mi infancia, cuando quise defenderlo de las burlas. Baco, hay que reconocerlo, no encajaba muy bien entre los Sergios, Danieles y Alejandros que me rodeaban. Sin embargo, aprendí a llevarlo con orgullo cuando mis padres me explicaron que fui fecundado entre cepas y, desde que era un sarmiento hasta el envero de mis días, ellas fueron escondite y cobijo de mis juegos. Ya adulto, se me ha permitido brindar con los demás. La última cosecha lleva mi nombre y deja en boca un regusto dulce, firme, como de fruta madura.

  9. María José Escudero

    Relatos de la abuela Goria
    “Cuéntase que, después de cruzar ríos y atravesar montañas, un caballero de triste figura y su escudero fiel llegaron a una playa de arena fina donde un mar, abierto y agitado, se acercaba presuroso hasta la orilla. Allí, mujeres cantarinas cosían redes mientras esperaban al hombre imaginario que las liberara de tan monótono encantamiento. Cuéntase también que aquellas mujeres, bellas como sirenas, diéronles a probar sorbos de un vino tranquilo y que nunca pudieron ni siervo ni señor olvidar ese momento”. Así lo contaba “la Goria” que, sentada al calor de la trébede, bebía tinto para no perder la memoria.

  10. Barceló Martínez

    LA COSECHA DEL TIEMPO
    Humedecí levemente los labios en aquel rojizo, aromático y delicioso caldo y me dejé seducir por su sabor. Tardé en entender que nunca encontraría nada que me llenase tanto en este mundo. Aquel trago, tan corto, quedó madurando en mi barrica por siempre jamás. Pensaba que el velo del tiempo podría haberlo oxidado, pero hace un mes, cuando volvimos a encontrarnos, comprobé que el fermento de la experiencia nos había hecho mejores a los dos. Mil lágrimas resbalan hoy por mis mejillas, como el vino de calidad sobre el cristal. No puedo creer que volvamos a compartir copa.

  11. Ángel Saiz Mora

    PROFESIONAL

    Era un vino con presencia. El aroma anunciaba sus características y componentes. Antes del brindis pidió a su anfitrión algo de picoteo como acompañamiento. Él no tardó en volver, ni ella en disfrutar de la buena condición del caldo. Los párpados del hombre comenzaron a cerrarse. Estaba solo cuando despertó sin su cartera, ni el reloj de oro.
    Lejos, la joven sonreía, convencida de que aquel tipo nunca iba a intentar anular la voluntad de otra chica con un preparado químico en una copa, después de que ella le cambiase la suya, orgullosa de su olfato entrenado de enóloga.

  12. Esperanza Tirado Jiménez

    EL ALMA DEL VINO

    -Falta literatura, cultura del vino, imagen de marca… Globalizarse es clave.
    Así habló el experto contratado para mejorar ventas en la bodega.

    -¿Y… el Alma del vino?- pregunté.
    -El ‘alma’ no se ve. La etiqueta sí. Hay que entrar por los ojos al cliente.

    -¿Pintaríamos las barricas…?- Mi pregunta quedó flotando entre el silencio, fermentándose.
    -Las barricas no, las etiquetas.-respondió el mercadotécnico.

    Miré al fondo oscuro de una barrica.
    -¿Y un concurso de pintura… funcionaría? De ahí podría salir una imagen…

    Entre trazos de colores, el alma del vino se mezcló en el aire, maridando arte, empresa y tradición familiar.

  13. LA VENDIMIA DEL MOSCATEL

    Los hombres no lloran. Eso creía yo. Pero el verano pasado me asustó más ver cómo les rodaban las lágrimas que la granizada que cayó sobre las viñas poco antes de la cosecha. Piedras como ciruelas blancas arrasaron el trabajo de un año y el sustento del siguiente.
    Este verano acompaño a mis padres a la vendimia. Estoy aprendiendo a utilizar las pequeñas hoces para arrancar los racimos de moscatel a las cepas. En la bodega pesan el carro. Aunque lo más satisfactorio es su grado de dulzor, siempre alto, garantía de un buen precio y del trabajo bien hecho.

  14. Ángel Saiz Mora

    PSICOLOGÍA APLICADA

    Aquella mujer siempre pedía dos copas de chacolí y buscaba la mesa más apartada. Horas después, sin haber probado la bebida ni hablar con nadie, se retiraba con su melancolía.
    Una tarde encontró a una anciana y dos copas en ese rincón y refugio que ya sentía suyo. El vino engrasó la alegre conversación de ambas, también durante los días sucesivos, hasta sustituir a los ansiolíticos.
    El joven camarero, contento de ver a su madre animada tras una larga amargura, decidió cuál sería el tema para su trabajo de fin de carrera: “Viudez compartida como terapia de duelo”.

  15. María José Escudero

    Truco casero para espantar a la parca
    Ramiro, hombre flaco y enfermizo, poco habría durado en este mundo si no hubiera sido porque se casó con una mujer avispada que supo cambiar su inexorable destino.
    Era bien conocido por aquellos lugares que cada vez que una gallina cantaba como un gallo, la parca estaba en camino para llevarse consigo a alguien de la vecindad. El achacoso Ramiro era el eterno candidato, pero Adelfa, siempre atenta a cualquier cambio en el corral, preparaba un buen cuenco de migas con vino y neutralizaba a la sibila gallina que, beoda hasta la cresta, era incapaz de entonar tan temible kikirikí.

  16. Somelier

    Decanto la copa con tal delicadeza que me deja observar su intenso color rubí, cómo la lágrima deja huella en las paredes de fino cristal. El bouquet a frutos secos viaja por mis papilas olfativas. Sé que este nivel no está al alcance de cualquiera. Existe un equilibrio perfecto que florece cuando el pequeño sorbo entra en mi paladar y hago que recorra uno y otro lado del mismo. Excelente. Ese hubiera sido mi veredicto, de haberlo podido catar. La bodega ofrece mosto para los niños y yo sigo en mi empeño. Tengo muy claro qué quiero ser de mayor.

  17. Pepe Sanchis

    FAMILIA

    Cena de Nochebuena en casa de los abuelos. El tío Alfredo nos presenta a su nueva mujer: lleva la falda tan corta que promete alegrarnos la vista toda la noche. Sobre todo a mi padre. También vienen la prima Viki y el repelente de su hermano Luis. El abuelo nos sorprende con un vino de una nueva bodega que nos sabe a gloria. A la tercera botella, Viki, por debajo de la mesa empieza a tocarme los muslos. Pero es Luis quien recibe una hostia en toda la boca. Con razón dice mi madre que siempre pagan justos por pecadores…

  18. Salvador Esteve

    BRINDIS POR UN REENCUENTRO
    Todos los años, desde que su mujer falleció, reservaba la misma mesa en la que cenaron la última vez. Con la mirada perdida hablaba con ella y le decía cuánto la añoraba. Con el tiempo, el dueño del restaurante lo había asumido con empatía, servía el vino en las dos copas y se retiraba.

    Aquel día el hombre no apareció, solo la muerte pudo haberlo retenido. El metre se acercó a la mesa, dispuesta como siempre, y con tristeza llenó las solitarias copas. Al instante escuchó un suave choque de cristales y vio unas tenues oscilaciones dibujándose en el vino.

  19. Salvador Esteve

    LA LEGÍTIMA LEYENDA DE DIONISO
    Dioniso, hijo de Zeus y Sémele, creció entre celos, odios y disputas, pero descubrió la cultura del vino y sus entresijos y reconoció su destino. Surcó los mares de todo el mundo enseñando a sus gentes a cultivar la vid. Pero el mar Cantábrico no rinde pleitesía a dioses ni reyes, y la bravura de sus aguas hizo naufragar el barco. Malherido, con las semillas y cepas en su costal, intentó subir las laderas bañadas por las olas, pero las fuerzas le abandonaron.
    El tiempo enterró su cuerpo y la tierra protegió las simientes esperando un milagro, esperando un sueño.

  20. BACANAL

    Descalzó sus pies con delicadeza y se arremangó las sayas. Ya dentro del lagar, me sonrió antes de tomarme de las manos e iniciar una danza. Mientras el sol templaba nuestros cuerpos entregados, las uvas cedieron mansas su jugo. El líquido se escurría tibio entre mis dedos y los hollejos acariciaban su piel erizada. Pronto el aire se llenó del olor dulce de las uvas en su carne enardecida. Nos besamos. Sentí que todo estaba pronto a concluir y pisé con ahínco hasta que alguien destapó el tonel y el mosto fluyó hacia mil gargantas sedientas de nuestro placer.

  21. Gelines del Blanco

    EGO TE ABSOLVO

    Nací carne de monaguillo. Cara y mirada mansa me abrieron sacristías, misales y placeres líquidos. Fingía desconocer que el vino oculto bajo casullas, tenía más grados que la sangre de cristo. Simulaba don Félix, no apreciar su rápida evaporación. Al acercarse mi primera comunión me enfrenté al confesionario. Nueve pecados veniales, dos mortales y otro dudoso. Lo confesé el último. Silencio, sudores, infierno. Tras la celosía un dedo acusador:
    — ¡Pecado mortal sería desperdiciar una gota de ese vino!
    Seis décadas después, sin propósito de enmienda y acatando órdenes divinas, lo paladeo con los ojos cerrados y el Mar de fondo.

  22. BRINDIS ENVENENADO

    La copa medio vacía de un tinto gran reserva era la única huella de que aquella noche había tenido compañía. El abrigo y el bolso habían desaparecido. El cuerpo también. Nadie descubriría nunca lo sucedido.
    Orgulloso de su maestría para el crimen brindó consigo mismo y apuró el resto del excelente vino, eliminando así la última prueba. Segundos después caía muerto sobre la alfombra.

  23. Modes Lobato Marcos

    TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL

    Tras darle la extremaunción, el parroquiano fallece.
    Ya van tres.
    Todos los que ayer bebieron la sangre de Cristo al comulgar.

  24. Manuela

    El RElOJ
    Con su jubilación, mi abuelo, se aposentó en una banqueta de la cocina al lado de su radio y a siete pasos del chinero. Solo una vez, recuerdo a mi abuelo lejos de su banqueta de la cocina. El día que sus hijos y nietos lo invitaron a la que fue su última cena, juntos.Tenía su copa de vino en la mesa pero, mi abuelo, echaba de menos, recorrer los siete pasos de su banqueta al chinero para abrazarse a su botella de vino blanco. Se pasó toda la cena mirando la hora en su reloj de oro.

  25. BEBER CON MUCHO ARTE
    Años de buenas cosechas, de exaltación pública de la amistad y de que por nuestras venas no discurra más sangre que la del vino, nos ha hecho ganarnos a pulso el apelativo de “Los borrachos”, así nos llaman; sin más metáforas ni florituras.
    Al principio nos ofendía, pero negar la evidencia sería un trabajo tan vano como evitar la resaca.
    Por todo esto si algún día vienes a este Prado a beber con nosotros, o si nos ves en algún catálogo, no menciones aquello del Triunfo de Baco, llámanos simplemente Los borrachos.

  26. Nuria Rozas

    METERSE EN EL PAPEL

    Huele el corcho con atención y sostiene la copa por la base. La inclina y mira el caldo con detenimiento. Sin moverla mucho introduce la nariz e inspira, luego agita un poco para que el vino desprenda todos los aromas y, de ahí, pasa al ataque y toma un pequeño sorbo que mantiene unos segundos en la boca antes de tragarlo. Nadie se da cuenta de lo poco que sabe de vinos y que reproduce los gestos del experto que degusta a su lado, el que le servirá de modelo para el papel de galán de su próxima obra.

  27. Antonio Toribios

    Me llamo Marcelino y soy…

    “Él vino en un barco, de nombre extranjero…”. Mi madre lo cantaba mientras hacía las labores de casa. Yo, siendo bien pequeño, me imaginaba oyéndola un carguero lleno de toneles de morapio. Diréis que fue casualidad, pero yo creo que el destino andaba ya malmetiendo. Haberme llamado Marcelino tampoco ayudaba a cambiar de tercio. Todo en mí iba en la misma dirección. Hasta acabar, de adolescente, con aquellas extrañas amistades. Fueron años duros hasta llegar a llegar a levantar la copa por primera vez ante el Altísimo, queridos hermanos.

  28. Gloria Arcos Lado

    RECUERDOS
    Le evoca siempre con una copa en la mano de vino, brandy o ginebra.
    Ahora, cuando apenas recuerda su cara, intenta revivirlo observando las copas de la vitrina, que nadie usa.
    Pretende reconstruir la imagen evanescente de su padre aspirando el aroma, bouquet y presencia de los licores. Pero cuando lo hace retornan a su memoria los temblores involuntarios, cuando se apoderaba de él el delírium trémens, convirtiéndole en un pelele sin voluntad.
    Entonces, con una ternura infinita, le acompañaba a la cama mientras le ofrecía el único remedio eficaz para su mal, un buen vaso de vino.

  29. Gloria Arcos Lado

    NUNCA SE CONOCE DEL TODO A LOS DEMÁS

    Habían quedado en un restaurante francés. Era la primera vez que iban a encontrase y querían que todo fuera perfecto.
    Atrás quedaban inacabables charlas virtuales, confesiones donde desnudaban su alma, como jamás lo habían hecho antes.
    Ahora debían dar un paso más en su relación. Sabían, por sus largas noches en blanco ante sus portátiles, que eran afines en aficiones, deseos y esperanzas.
    Pero querían ir más allá. Deseaban comprobar si esa química virtual se plasmaba en el mundo real.
    Todo iba bien: su aspecto, la charla, la comida, las risas, hasta que él despreció un Pinot Noir francés.

  30. Belén Sáenz

    SOLEDAD – SOLE – SOL
    Soledad se desgajó de la tierra de sus ancestros con un chasquido de sarmiento reseco y se fue a vivir junto al mar porque quería ser sirena.
    En aquella taberna costera era la Sole. Los hombres buscaban saciarse con el jugo de su boca y sus mujeres, envidiosas del brillo de uva tinta en sus ojos, hincaron en su biografía el apellido de cuatro letras.
    Hoy, desde el borde del acantilado, ha brindado por los viñedos repletos y el Cantábrico. Ya sólo atenderá por el nombre de Sol, como el astro anaranjado que acaba de despuntar por el horizonte.

  31. CATA
    Observa el fluído al trasluz y afirma «Tonalidad de primavera suave con destellos dorados, brillantes y sensuales», luego aspira su aroma y asevera «Esencias de frutos de huerta con notas de algas marinas». A continuación, degusta unas gotas y proclama «Un punto de suave acidez, microsedimentos y permanencia retro nasal en paladar». La auxiliar ha tomado nota de todo en la ficha. Los informes salen ahora más completos. El Jefe del Servicio de Análisis Clínicos del Hospital General está muy satisfecho por la incorporación de un sumiller al equipo.

  32. Ana Fúster

    INJERTO
    Ante dos copas de chablis nos juramos luchar por nuestros sueños. Las tierras trajeron aroma a flor de viña; las uvas, a hollejos y desvelos; nuestra bodega, a logros; el conductor borracho que le exprimió la vida, un hedor a ironía, a ilusión descompuesta.

    Tras la última despedida, una idea absurda germinó entre mis lágrimas. Destilé un rastro de sudor de una de sus camisas, las notas especiadas del sexo entre las sábanas. Los envolví en el perfume de su nuca caliente, aún dormido en la almohada, e hice el injerto.

    Nunca un vino tuvo mejor bouquet.

  33. El eterno patriarca

    En ninguna reunión familiar olvidábamos poner la copa de vino en la cabecera libre que ya nadie ocupaba. Nos parecía lo más natural. Al llegar a los postres solía estar más que mediada. En el improbable caso de que advirtiesen su misterioso vaciado, tratábamos de que los nuevos miembros no se asustaran. Asumíamos el riesgo porque las consecuencias de no hacerlo eran nefastas. Como el día que, supuestamente, a la abuela se le olvidó, y aquella novia punki de Pepe y el nuevo ligue de mamá terminaron con sendos tenedores clavados en la espalda por la mano invisible del abuelo.

  34. VITA VINUM
    Los oí llegar cantando al alba. Palparon mi cuerpo joven y terso y me llamaron “madura”. Decenas de hombres y mujeres me sacaron a rastras del campo que me vio nacer y me pisaron hasta arrancarme la piel y las entrañas. Lloré lágrimas de sangre, pero no pedí compasión porque mi destino era otro. En una oscura celda de roble me tuvieron años cautiva y envejecí con dignidad.
    Pagué un alto precio, pero debuté al fin en cristal de Bohemia sobre mantel de hilo y, cuando el mundo contempló mi cuerpo y percibió mi aroma, se rindió a mis pies.

  35. MEDIAS NARANJAS
    Él prefería tempranillo de Rioja, ella siempre chardonnay de Somontano. En todo lo demás coincidían: en la decoración de la casa, en la educación de los hijos, en el modelo de coche, en dónde pasar las vacaciones… Incluso en la elección de los respectivos amantes, con cierta inclinación hacia quienes sabían apreciar el vino de aguja.

    EdH2019

  36. Mei Morán

    Cata
    El atractivo sumiller llena solemne las copas. Tras unos instantes muy degustados me pide una primera impresión. Lo observo, recorro con la vista las aristas de su cuerpo; tropiezo con su torso torneado, me revuelco en el azabache de sus ojos. Le respondo que en nariz es frutal, en lengua sidral, fino, sabroso, envolvente. Tiene aromas de regaliz, briznas de chocolate. Esconde un recuerdo a hojas de tabaco en horas bajas. De lejos el mejor de su añada. Desafía mi mirada y replica: — ¿Qué le parece si ahora, sin desvíos, me hablara del vino que acaba de probar?

  37. Antonio Toribios

    UN TRUHÁN

    El vino fue desde siempre su pasión. Las mujeres su perdición. Cuando cenaba con una bella joven, disfrutaba vertiendo ritualmente el líquido rojo y fragante en la copa. Era como una aromática liturgia que augurara los placeres del amor. Un preludio iridiscente al oratorio de los cuerpos. El heraldo violeta que anunciase las dulces hostilidades. Con el tiempo fueron creciendo la edad de las conquistas y los caldos. Andando ya por los gran reserva conoció a una enóloga que le hizo sentar la cabeza. De su feliz unión nacieron florales y balsámicas añadas.

  38. Pablo Núñez

    TENTACIÓN

    Aunque no es bebedor, está obligado a tomar dos copas al día entre semana y tres los domingos. En cuanto da el primer trago, sus ojos se pierden entre los encajes de Rosaura. Ella advierte lo que le pasa por la mente y calcula que le quedan tres misas más para culminar su misión. Al sentirse observada, se pone dos horquillas en la mantilla y vuelve a ceñirse la falda, no sea que algún desliz deje al descubierto sus cuernos, sus patas o su rabo.

  39. EL NARRADOR
    Se le hizo tardísimo sumando facturas, pero antes de medianoche consiguió enviar el IVA trimestral por Internet. Cuadraba al céntimo. Para celebrarlo, sacó una botella de vino de detrás de los archivadores y se bebió la mitad. Desinhibida, empezó a contonearse pegada a la impresora, meneando el culo y frotándose el pubis contra las teclas.
    ¡Vaya con la secretaria, me estaba poniendo a cien!
    Entonces descolgó el teléfono.
    —¿Digaaa? —contestó seductora.
    —Quítate las braguitas, anda.
    —¿Quién es usted? —dijo desconcertada. Pero obedeció y se bajó lenta, muy lentamente, el tanga.
    El resto, querido lector, se queda entre ella y yo.

  40. EL NÁUFRAGO

    Con lo cómodo que era teclear en el ordenador, usar el corrector, elegir el tamaño y tipo de letra, justificar márgenes…
    No estaba acostumbrado yo a andar escribiendo mensajes con tinta de cachón en una mierda de papel secado sobre una roca, me cabreaba que no veas. Pero según me iba bebiendo las botellas de vino de unos viñedos de Ruiloba que encontré dentro de un contenedor en la playa, me fui animando con la escritura, me daba menos pereza escribir.
    Y mandé esto a un concurso. Dentro de una de aquellas botellas, claro.

  41. Antonio J. Alvarez

    ARMÓNICO

    Para espantar monstruos, colgamos del techo ristras de ajo. Recolectamos tréboles, clavamos herraduras detrás de puertas. Por precaución, cedemos el paso a los gatos negros o nos levantamos con el pie derecho. Pero, ayer, derramé el vino sobre mis libros de poemas y las palabras anegaron la casa. Vivimos pronunciando versos que encontramos debajo de las alfombras, en los zapatos, en la bañera. Así, recogiendo palabras se nos olvidan los miedos. Ellas se pegan a nuestras manos, a tus caricias: no hallo otra cosa en que poner los ojos que no sea recuerdo de la suerte. Y brindamos por ello.

  42. javier palanca

    El recipiente importa

    Ella es más de blancos y yo de tintos, pero en la cata había de ambos, así que disfrutamos los dos. Cada cual bebía el doble de su preferencia como teníamos pactado.

    Ya en casa, mientras nos besábamos apasionadamente, ella me sabía a flores blancas y manzana, y yo a ella a frutas rojas del bosque. Y nos gustaba. Nos gustaba, curiosamente, en exceso.

  43. javier palanca

    Y un cava muy fresquito

    Ella pidió de primero una sopa de cebolla gratinada, yo dije que lo mismo que ella. De segundo se decantó por un solomillo de buey con salsa a la pimienta flambeado con coñac, y yo repetí que lo mismo que ella.

    Cuando le tocaba el turno al postre, ella indicó que me preguntaran primero a mí. Entonces me levanté, me senté a su mesa y escogí las fresas con nata en un táper.

  44. Mi aliado el vino

    Estreno vestido y guantes de satén. Sobre la mesa dos copas de vino y una botella. Espero paciente. Querrás desvestirme, poseerme, como un loco, hasta quitarme el sentido, como tantas veces…
    Llegas. Elijo una copa, deslizo el dedo por el borde. La acerco a mi boca, me la arrebatas y la bebes de un sorbo.
    Tu cuerpo vacila. Extiendes una mano. En la otra llevas un puño, fiel testigo de inútiles resistencias. Nuestros ojos se encuentran. En los míos ya no hay miedo. A tu lado en el suelo, hecha añicos, tu compañera, ahora mis alas que por fin despliegan.

  45. Begoña Heredia

    NUNCA SE VAN DEL TODO
    Tras los días fríos y grises que vistieron de tristeza los viñedos, el llanto de la vid hace entender que de nuevo brota la vida. Huele a hierba fresca y dulce como el mosto. La familia se prepara para elaborar el vino que tras generaciones no solo les ha dado de comer ,sino les ha entregado un vínculo de unión. Pronto las cepas verdearán retorcidas mirando el cielo, y aunque el abuelo este mismo invierno se haya ido, la vieja parra, madre de madres e hijas, enseña a los más pequeños que existe la eternidad.

  46. LA BOTELLA
    Había vuelto a por mis cosas mientras él estaba en la oficina, para evitarnos el mal trago de coincidir. Envejecíamos a ritmos diferentes. Ya iba a marcharme, cuando la vi: un Vega Sicilia del 98, el año que nos conocimos. Me costó una fortuna. Cada vez que le pedía que la abriésemos, decía que había que guardarla para una ocasión especial. Dudé si llevármela. Era un regalo, pero la había comprado yo. Iba a devolverla al botellero, cuando sentí la necesidad de abrirla. “Por nosotros”, brindé. Dejé la botella, medio llena o medio vacía, sobre la mesa y me fui.

  47. Luis San José

    ENÓLOGO VENTAJISTA

    Se lanzó a la calle con la suficiencia dibujada en su rostro, su permanente olor a roble americano en el gabán y los dedos de sarmiento a resguardo en sus bolsillos. Levantó la barbilla, olisqueó el aire y aceleró su paso. Le colgaba de la frente una inmensa trompa elefantina que desafiaba las leyes del decoro y hubiera enmudecido a las mismísimas trompetas de Jericó, un espolón desafiante, un florete bravucón, un tipi superlativo. Nada comparable con aquella protuberancia insultante, aquel ariete narigón e impertinente. El concurso de catas sería suyo nuevamente por una simple cuestión de narices.

  48. Blanca Oteiza Corujo

    JUEGO PELIGROSO

    No sé las botellas que puede haber. Algunas tienen tanto polvo que pierden su contorno. La luz lúgubre parpadea avisando de su cansancio. Antes de quedarme a oscuras acierto a tomar entre mis manos una botella. Al soplar, el polvo envenena mis fosas nasales y las telarañas se quedan pegadas en mis dedos.
    Quizás fui el ganador del juego, pero el laberinto de la bodega me devora entre sus tripas no vomitándome de nuevo a cielo abierto.
    Años más tarde se encontró una botella vacía cuya etiqueta rezaba: “Vencedor”, abrazada a un esqueleto que parecía sonreír.

  49. EL BONAGUILLO

    Alba, estola, casulla, cíngulo. Todo preparado. Salgo al presbiterio, toco la campana, pongo música de ambiente. Minutos más tarde, el Padre Nicanor sale de la sacristía. Apago la música, comienza la misa. Tras los ritos iniciales, abre el libro de lecturas por la página marcada. Duda. Me lanza una mirada de eterna paciencia. Busca la página correcta, lee y da el sermón. Retira el conopeo, alza el cáliz, bendice el vino, no bebe. Me lanza una mirada de animosidad en fermento. Disimulo. Concluye la eucaristía y terbina la bisa. Arrebentido, bido confesión.

    —Berdóneme badre, borgue he becado. Odra vez.

  50. La herencia

    La cadena de montaje tiene ese gesto mecánico que mantiene alerta el hemisferio izquierdo de mi cerebro, Un, dos, coloco pieza, un, dos, enrosco pieza, un, dos, adiós pieza… Mientras el derecho rescata recuerdos: los veranos en el pueblo, las tierras del abuelo, las viñas. Tengo muy claro el nombre del vino, el etiquetado, la campaña publicitaria, todo. Un, dos, coloco pieza, un, dos, enrosco pieza… “Antúnez, te llaman al despacho”. Hay frases que no sabes si sueñas o escuchas. Un, dos, dirijo mis pasos, un, dos, Cantabria me espera.

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