37. Don Quique de la Casa (Aurora Rapún Mombiela)
Cuando a doña Carmen se le ha caído la bolsa de la compra, lo he recuperado durante al menos unos minutos. Ha corrido a ayudarla, con su preciosa sonrisa y su mirada iluminada. La ha acompañado a casa y la ha tratado con el afecto de antaño. El niño de mis ojos, el sonriente pequeñín que se dormía entre mis brazos ha reaparecido durante esos breves instantes como por arte de magia. Luego ha vuelto a transformarse en el otro ser. Alto, huesudo, soñador, metido siempre en su habitación y en sus libros. No lo reconocería si no fuera por los pequeños detalles, por enfurecerse si se mata a una mosca, por salvar pececillos de plata y polillas y porque, aunque sé que parece imposible, juraría que cabalga cuando se cruza por azar, con la vecina del quinto.
Seguro que hay más caballeros andantes locos por las letras de lo que parece, pero como sucede siempre con la buena gente, se les oye poco y no son demasiado visibles; los necios, por desgracia, acaparan la mayor parte de la atención, ya se empeñan ellos en que así sea, en este mundo de ruido continuo, en el que solo se escucha al que más grita.
Suerte con este Quijote cotidiano.
Un abrazo, Aurora
Desde luego, mejor un caballero andante que un necio que además hace ruido. Los quijotes están entre nosotros, afloran donde menos te lo esperas. Un abrazo fuerte, Ángel.
¡Ah, la adolescencia! Yo tengo un par de esos en casa, también, y esos breves instantes en los que asoma el pequeño que fueron alguna vez, son tesoros que nos permiten seguir navegando por el día a día sin tirar la toalla.
Ánimo, Aurora, y un besazo enorme.
Algo queda en el interior… Además, como dicen por ahí, una vez la pasan, siempre vuelven. Un abrazo fuerte y muchas gracias.
Una lástima, los niños crecen. Y a veces, no muchas, se convierten en quijotes.
Por lo menos, este se convierte en Quijote cuando le sale el ramalazo. Aunque luego, se «adolescentee» otra vez en su habitación. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Pero no ha perdido su esencia, y eso es importante. No podemos evitar que cambien, que rebusquen su identidad. En este caso en los libros, “rara avis”. Al menos no está en otros mundos más peligros. Además todos lo hemos pasado, ya volverá.
Un relato tierno por el mensaje y la forma de componerlo.
Sí, por lo menos le ha salido la vena quijotesca y por ahí está salvado… Es una edad rara, pero por la que hay que pasar. Un abrazo fuerte.
¡Oh, Aurora, qué bonito! Ojalá conservar el Quijote infantil que todos llevamos dentro. Precioso.
Un abrazo y suerte.
Algo queda dentro, aunque esté escondido y aflore muy de vez en cuando. Un abrazo fuerte, Rosalía y muchas gracias😘
Linda imagen de ese resplandor del niño Quijote, que sale de nuevo durante unos instantes para tomar el lugar del adolescente. Aunque parece que está ahí, pulsando de forma continua para brotar, para decir que no se irá nunca, para pedir que no se le olvide. Me ha gustado muy mucho, Aurora. Un abrazo grande
Precioso, Aurora.
No sé qué me gusta más, si la historia que cuentas o su protagonista. Me parece muy difícil crear un buen personaje, y tú has hecho uno grande de verdad, retratándolo además con muy pocos trazos. Ese chico es bueno, noble, comprometido…, y seguro que honraría y haría muy feliz a esa joven Dulcinea del quinto.
Enhorabuena por tan especial propuesta y un fuerte abrazo.