37. En el jardín del amor
Un puñado de amapolas ajadas sobre la mesa, un dibujo con una dedicatoria de letras desiguales, un bracito que se colocaba sobre el respaldo de su silla, rozándola apenas, cuando todos se sentaban a su alrededor para escuchar el cuento. Hasta que no las perdió, la seño Julia no se había fijado en cómo las atenciones de Manolito le permitían sobrellevar aquel pueblo desangelado y la fría relación con las demás maestras, que censuran su desaliño y su forma poco ortodoxa de enseñar. Ahora en las clases mastica una tristeza rutinaria que se aguza cuando Eva, mirándola con una mezcla de desdén y triunfo femenino, se acerca a enseñarle el cuaderno. El dictado, de caligrafía impecable, no tiene una falta. La seño traza una gran «B» en el margen. La niña se aleja agitando la coleta repeinada.
Por suerte las Mates no se le dan tan bien. Tres veces ha tenido que borrar las restas con llevada cuando suena la campana. Pero la satisfacción de la seño al castigarla sin recreo se empaña en cuanto, a través de la ventana, distingue a Manolito, que mastica en un rincón el bocata mientras espera impaciente que su nuevo amor acabe las cuentas.
Dicen que el amor no tiene edad. Pese a la diferencia de años, la maestra estaba prendada de un muchacho y no puede evitar sentir celos de una pequeña que ha terminado por desbancarla. Ella sabe que lo suyo no tiene futuro ni casi sentido, pero quién puede gobernar en el propio corazón por imprudente y poco apropiada que sea su querencia.
Una historia de amor atormentada y al filo de lo imposible.
Un abrazo y suerte, Elisa
Muchísimas gracias por tu comentario, Ángel. La soledad nos lleva a veces por caminos extraños. Un abrazo.
Que historia más tierna de amor imposible y con unos celos que pueden parecer ridículos. Encantada de leerte, Elisa. Un abrazo. Gloria
Gracias, señora enteciana de honor. Un honor recibir tu comentario. Me encanta que la encuentres tierna, yo también lo veo así
Elisa, qué bonita y tierna historia. Ese amor (o cariño) que siente la maestra y que añora cuando ese niño que la idolatraba, encuentra en otra niña de su edad ese deseo o admiración.
Un saludo
Ser querida e idolatrada crea un poquito de adicción. Yo creo que la cosa no fue a más, se quedó en un poquito de celos. Un abrazo, Blanca.
Ojalá encuentre un amor que haya conseguido conservar ese corazón de niño. Suerte
Sí, el corazón de niño, pero la constancia del adulto. Un abrazo y gracias por comentar.
Me ha encantado esta historia de amor imposible basada en una necesidad, la de una maestra que no se adapta a un sitio donde sus compañeras tampoco la aceptan.
Suerte, Elisa y un abrazo.
Muchísimas gracias, Rosy, y un abrazo. Hacen mucha ilusión las opiniones de los compañeros.