Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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48. GESTO (Concha García Ros)

GESTO

Siempre nos enamoramos de alguien que no existe, pero, a veces, cuando nos damos cuenta ya queremos demasiado a ese otro que duerme a nuestro lado. Esta es la historia de un amor o quizá de un espejismo, visto a través de la sábana tendida a contraluz.

Aunque me regañara yo seguía correteando entre la ropa tendida. Me gustaba el olor a limpio, ese aroma que mecía la brisa. Y me encantaba esa forma suya de fruncir el ceño cuando me sermoneaba. De adulto busqué ese ademán en decenas de rostros, hasta que al fin lo encontré. Mercedes, se llamaba, aunque eso lo supe después. Me gritó porque, al chocar con ella en la calle, le había tirado los apuntes a un charco que parecía reflejar toda mi culpabilidad. Y ahí estaba, la misma expresión, idéntica.

Y así es como ocurrió, construí toda una vida alrededor de un único gesto. Tan absurdo, sí. Ese mohín tan amado al principio, tan odiado después, cuando inevitablemente se pervirtió o quizá simplemente se dejó ver tal y como era.

Cuando extendí la sábana ya no quedaba nada de la fantasía, sólo un cuerpo rígido y frío que cubrir.

 

3 Responses

  1. Dices bien: a veces nos enamoramos de los pequeños detalles, o de los gestos de alguien, y los buscamos sin darnos cuenta, en los demás. Me ha impresionado gratamente el desenlace final, por inesperado, aunque sí que nos dejas alguna pista con anterioridad.
    ¡Mucha suerte!

  2. Blanca Oteiza

    A veces no se sabe qué es lo que nos hace enamorarnos (o no) de alguien. Quizás sean simples detalles como un gesto.
    Bonito relato.
    Suerte

  3. Ángel Saiz Mora

    Quedar prendido de un gesto, de un detalle, que se busca luego en otros rostros. Cuando cree encontrarse, el tiempo demuestra que no solo eso era necesario para que una relación entre dos fructificase. Ese equívoco inicial motiva el paso del amor al odio, más el desenlace final, que confirma que todo fue una fantasía. Una sábana comienza el relato y otra lo cierra, como si nada hubiese ocurrido, cuando el desamor, otro personaje invisible pero muy presente, ha abierto unos ojos y quizá ha cerrado otros.
    Un saludo, Concha. Suerte

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