10. EL RELOJERO (Edita)
Nadie sabe de dónde vino. Llegó una tarde cualquiera a la taberna del pueblo. Buscaba algún local disponible para él y su taller de relojería. Le ofrecieron el del boticario, fallecido meses atrás sin descendencia.
Una semana después, ya había instalado el negocio en la farmacia y convertido la rebotica en vivienda unipersonal. Cambió el rótulo viejo por RELOJES A MEDIDA. Luego le pidió al tabernero que corriera la voz: un primer arreglo gratis. Esta oferta y la curiosidad provocada por el nuevo letrero resultaron efectivas; quien no disponía de reloj defectuoso lo consiguió prestado.
Quedaron satisfechos con las reparaciones y la explicación del forastero: hacía relojes por encargo, de cualquier material, forma o color solicitados; podrían adelantar o atrasar al gusto del cliente, e incluso marcar hora exacta; a un precio razonable y con garantía vitalicia.
Se extendió su fama por toda la comarca. El lugar pasó de ser aldea ignorada a destino turístico.
Los años fueron dejando huella en todo el mundo. Menos en el relojero, que seguía luciendo el mismo aspecto del primer día. Cuando alguien, asombrado, elogiaba tan joven apariencia, él sonreía malicioso tentando su reloj particular oculto bajo la ropa, siempre parado.
Una historia bonita, aunque creo que es mejor envejecer con tu entorno.
Suerte Edita.
Ojalá pudiéramos detener el tiempo a voluntad, al menos en ciertas ocasiones.
El sueño de la eternidad, burlar ese final que tanto tememos, es algo que se nos escapa entre los dedos, igual que el agua, o los días, pero la literatura y la imaginación, como la que acertadamente has desplegado en tu relato, nos permite vivir esa ilusión, aunque sepamos que la realidad es otra.
Un abrazo y suerte, Edita
Muchas gracias, Epifisis y Ángel, por vuestros comentarios. De acuerdo con los puntos de vista de ambos.
Me ha gustado mucho tu relato, Edita.
Podría ser Crono ese relojero, dueño de su propio tiempo.
Abrazos
Podría ser… Muchas gracias por tu aportación, Aurora.
Qué buen final Edita. Me ha encantado tu relato y esa manera de detener el tiempo un mago de las horas. Suerte.
Besicos muchos.
«El tiempo no pasa para usted», solemos decir a la persona que, por más años que cumpla, se ve joven siempre, y ahora entiendo el porqué: esa persona encargó el mismísimo reloj que tan pícara, maliciosamente, tantea el relojero en su bolsillo… ¡Un reloj hecho a su medida! Ojalá fuera tan fácil para todos nosotros tener un reloj así… ¡La buena noticia es el consuelo que dan los micros como el tuyo!
Me encantó, Edita. Besos😘😘😇😇
Qué bien que hos haya gustado. A mi me encantan vuestros comentarios. Muchas gracias a las dos, Nani y Mariángeles.
En tu historia me ha venido a la memoria el «Reloj no marques las horas». O tal vez el arte, siempre soñado, de no envejecer y quedarnos en nuestro mejor momento de plenitud, que todos desearíamos.
Mucha suerte y un besito virtual.
A veces, Edita, todos quisiéramos parar el tiempo, quisiéramos también que un momento de nuestra existencia se eternizara y quedarnos ahí en el culmen de la felicidad para siempre, pero ¿estamos seguros de que eso nos reportaría la juventud y la felicidad? a veces pienso que es precisamente eso, lo efímero del momento lo que lo dota de esa especial condición.
Tu relojero es un tunante, jajaja, agita y enloquece los relojes ajenos y para el suyo para que el tiempo no pase por él. Qué buena es la imaginación para mantenernos así, eternamente ilusionados. Un abrazo Edita.
Muchas gracias, Mª Jesús y Mercedes, por vuestras palabras tan acertadas y por vuestro tiempo.
He disfrutado de tu relato muy bien contado. Si lo hubiese leído antes, hoy yo sería relojero… de haber podido aprender el oficio con tu protagonista.
Un abrazo
Jajaja. Muy ocurrente tu comentario. Muchas gracias.
Me encanta la idea de poder pedirle a alguien el tiempo a la carta! yo pediría un reloj que vaya mas despacio que el tiempo se me amontona!
Sí, no estaría mal poder elegir la velocidad del tiempo. A veces, vuela; otras, se hace eterno. Muchas gracias por el comentario.
Una historia genial, Edita. Un reloj parado, tanto como la vida de quien lo posee. Nadie como un relojero para vivir en su propia isla temporal. Me ha encantado. Abrazos y suerte.
Qué bien que te haya gustado. Muchas gracias por decírmelo.