62. NO BAJES LAS ESCALERAS
Mamá siempre me dice que no baje las escaleras que van al sótano o vendrá el hombre del saco a por mí, igual que antes vino a por mis hermanos.
Papa se enfada cuando la escucha decir esas cosas, y le explica que no hace falta que me asuste, que soy un niño obediente y no voy a bajar. Yo le veo sonreír con los labios, pero sus ojos están tristes. Entonces, mamá sé mete en la cocina y hace ruido con las cacerolas para que no la oigamos llorar, y papá me envía a mi habitación a estudiar.
Algunas noches, cuando piensan que estoy dormido, bajan juntos al sótano y ponen música. Entonces, me asomo y los observo desde arriba mientras bailan y juegan con mis hermanos y con los otros niños que no conozco, pero que ya me he aprendido sus nombres de tanto escucharlos. Cuando acaban, papá y mamá los vuelven a encerrar en sus jaulas, quitan la música y apagan la luz. Y yo pienso que un día voy a bajar esa escalera porque, aunque la oscuridad me asusta y las jaulas son muy pequeñas, estoy cansado de jugar solo
La soledad a veces llega a ser tan triste que hasta se puede preferir la cautividad, si es en compañía.
Potente historia, Rosalía. Me ha gustado mucho.
Un abrazo, y mucha suerte!
Pues sí, la soledad es terrible, más aún durante la infancia, cuando se necesita jugar y relacionarse con los demás. Ese tiempo marca el adulto en que acabas convirtiéndote.
Muchas gracias por leer y comentar.
Me encanta ese ambiente «surrealista» que hay en todo el relato y que nos hace plantearnos un montón de preguntas. Muy bien contado desde el punto de vista de ese niño solitario.
Un abrazo, Rosalía
Una súper elipsis. ¿Qué ha llevado a los padres a tener niños cautivos? Todo un enigma que deja pensando.
¿Unas escaleras que bajan a un sótano siniestro? ¡Marca de la casa, jajaja!
En esta ocasión nos haces pensar que algo muy triste le ha sucedido a esa familia, para terminar mostrando una escena inquietante y, como bien dice María, algo surrealista. En cualquier caso, el conjunto resulta tenebroso, y más visto desde la perspectiva de ese pobre niño.
Muy bueno, Rosalía, y pienso que podría tener fácilmente una continuación. ¿Te animas? 😉
Besotessssss.
Bajar esas escaleras supone vivir a.medio gas, la reclusión, una existencia a medias, sin alicientes. Se siente como una maldición de la casa, con unos padres impotentes, que soll pueden intentar alegrar un poco, algún rato, a esos hijos perdidos para siempre.
Un relato tan inquietante como interesante.
Un abrazo y suerte, Rosalía