61. Imposibilidad
Al principio creyó que, si lo dejaba todo tal y como estaba, ella seguiría allí. Pero las noches en vela le enseñaron que ningún objeto la traería de vuelta, que verlos solo hurgaba en la herida.
Lleva todo el día subiendo y bajando escaleras sin tregua, trasladando cosas al desván. Un viaje con sus frascos de perfume, su peine, su cepillo de dientes. Otro con su taza de café favorita, la libreta de recetas, el florero que ella siempre llenaba de color. Le duele, pero también sube la manta con la que se acurrucaban en el sofá, el pañuelo que le regaló en su luna de miel, el diario de tapas rojas donde ella atrapaba momentos compartidos de felicidad.
Cuando no queda nada suyo a la vista, se tumba en la cama, pero el sueño no llega. El colchón guarda su forma, su olor. Se levanta y busca una cuerda. Dobla el colchón con esfuerzo. Lo ata. Con empujones, tirones y sudores, lo arrastra al desván.
Esa noche, por fin, duerme tranquilo, aliviado. Al despertar, lo primero que ve es el libro rojo. Se incorpora y piensa en lo bien que luciría el florero con el color de unas begonias.
No se pueden borrar los recuerdos, tan solo reconciliarnos con ellos para que, poco a poco, dejen de doler. Me gusta mucho la enumeración de objetos que sube al desván, porque nos cuentan la vida de la mujer. Y me gusta el final, esa esperanza en nace en el corazón del protagonista cuando comienza a superar el duelo.
Un abrazo y suerte.
Gracias por tu comentario, Rosalía. Como bien mencionas, los objetos son una forma de explicar la vida y, para el personaje, la única conexión que le queda con la mujer. La cuestión es conseguir que esa conexión deje de doler con el tiempo. Abrazo de vuelta y suerte para ti también.
Claro, es simbólico, el diario rojo y el jarrón ya los había guardado.
Es difícil superar una situación así, sin embargo lo consiguió, y me alegro.
A mi también me gusta la enumeración de objetos que definen una vida.
Bien contado!
Gracias, Rosa. El diario y el jarrón son simbólicos, pero mi intención era usarlos también para sugerir que, tras subirlo todo, al final, se había quedado a dormir en el desván. Me alegro de que te haya gustado.
Da la impresión de que tu protagonista puede volver a recurrir a esas escaleras, traer algunos objetos y aprender a vivir con ellos, que es lo mismo que aprender a sobrellevar una ausencia inevitable. Subir los peldaños fue duro, se le hizo cuesta arriba; bajarlos será más liviano, tiene al tiempo, que todo lo suaviza, como aliado.
Un relato con mucha sensibilidad, con una escalera como escenario necesario.
Me alegra leerte, Lluís. No dejes de escribir.
Un abrazo grande y suerte
Me gusta tu interpretación de las escaleras como símbolo del proceso para sobrellevar la ausencia. Como dices, bajarlas de nuevo con algunos objetos sería el principio de la reconciliación.
A mí me alegra volver a leer tus comentarios, Ángel. Otro abrazo fuerte y suerte para ti también.
Un relato muy bonito y coincido en que la enumeración de objetos lo embellece. Enhorabuena, Lluis.
Muchas gracias, Manuel. Un abrazo y suerte!
Los objetos que vas nombrando son muy evocadores, simples en apariencia, pero muy personales. Ay, los recuerdos, que no se dejan encerrar. Qué bien narrado y qué buen final. Abrazos. Suerte.
Gracias, Rafa. Lo único que puede hacer el protagonista es reconciliarse con los recuerdos. Un abrazo de vuelta. Y suerte también para ti, me ha gustado tu relato.