82. Fundido en negro
Tras horas de búsqueda, las gafas aparecen dentro del congelador; el reloj, en el horno y el azucarero, en el cajón de la mesilla de noche. «¡Hay que despedir a la script!», grita furioso el anciano director. Lo que no entiende es por qué la bella aunque madura protagonista, con lágrimas en los ojos, le dice en sordina que baje la voz, que no son horas, que va a despertar otra vez a los vecinos.
Qué bonito, Elisa, breve y contundente, tierno y nostálgico, con ese puntito final que a mí también me ha puesto lágrimas en los ojos. Mucha suerte, un abrazo y feliz año.
Es desolador ver llegar a tus seres queridos a ese momento, a ese fundido a negro. Pero tú lo cuentas con tanta ternura, que tu anciano director llega a acariciarnos el corazón.
Un abrazo y feliz 2024.
Donde hubo siempre queda, solo que el tiempo puede desbaratarlo todo. Este anciano director de cine aun tiene dentro su pasión, pero el cerebro que tan bien le funcionó ahora le engaña.
Un relato tan breve como tierno y efectivo en su mensaje.
Un abrazo y suerte, Elisa.
Feliz año
Bello y muy duro tu relato, Elisa. La desaparición paulatina de la propia memoria es devastadora, para quien la persona que la sufre y para quienes la rodean. Yo experimenté esa desolación infinita los últimos doce años de vida de mi madre. Un abrazo y suerte.
Perdón, escribí mal mi nombre. Soy Puri Rodríguez.