41. Empatía
La vida es como tú la coloreas, proclamó su amiga desplegando las prendas que le había comprado con intención de que se animara a salir de casa para lucirlas. Aquel desfile de rostros conocidos que la miraban con incredulidad y condescendencia, como si sufriera algún trastorno pero no estuviera lo suficientemente enferma para dejar de hacerle caso, no había cesado desde que el pánico la había obligado a encerrarse en su ático. Si le hubieran horrorizado las alturas habrían mostrado más comprensión, su vértigo inverso, en cambio, solo inspiraba recelos. Tal vez fuera por puro cansancio que esa noche, mientras se relajaba mirando la calle con la seguridad que le proporcionaba una posición elevada, decidió que estrenaría los regalos.
De buena mañana ya vestía la ropa nueva. La camiseta tenía un estampado llamativo en la parte delantera, con una forma indefinida que evocaba una flor. Era de un rojo muy vivo y se prolongaba por el cuello hasta formar un charco alrededor de la cabeza que otorgaba a la entrada del edificio un extraño colorido.